Presentamos diversas estrategias que permiten aprovechar el gran potencial que tiene la literatura infantil y juvenil para el desarrollo integrado de competencias ciudadanas y de lenguaje. Hacemos énfasis en dos competencias ciudadanas cruciales para la convivencia y la formación ciudadana: empatía y asertividad.
Introducción
“Nadie ha pedido tu opinión, asquerosa sangre sucia” le dijo Draco Malfoy a Hermione Granger. “Harry comprendió enseguida que lo que había dicho Malfoy era algo realmente grave” 1 . ¿Cómo te sentirías si estuvieras allí y vieras que insultan a tu amiga Hermione por su procedencia familiar? ¿Alguna vez te han hecho sentir mal por alguna característica con la que naciste? ¿Qué podrías hacer si estuvieras allí, en la escuela de magia Hogwarts, y vieras cómo tu compañero Draco insulta de una manera tan discriminatoria a tu amiga? Entre todas las opciones de lo que podrías hacer, ¿cuál podría ser la más efectiva para frenar de manera firme la discriminación sin empeorar la situación? ¿Si tuvieras a Draco ahora mismo al frente tuyo, cómo se lo podrías decir? Las anteriores son algunas preguntas que hemos diseñado como parte de una secuencia didáctica de diversas sesiones sobre discriminación para ser implementada en una clase de español de grados 8.º o 9.º 2 . Las actividades buscan generar la oportunidad para que los estudiantes puedan poner en práctica competencias ciudadanas (o socio-emocionales) mientras, simultáneamente, desarrollan competencias de lenguaje relacionadas con la lectura y la escritura. Este es solo un ejemplo de las infinitas posibilidades de integrar literatura infantil y juvenil con el desarrollo socio-emocional de maneras que sean muy motivantes para los estudiantes. En este artículo describimos algunas estrategias para dos competencias cruciales para la convivencia y la formación ciudadana: empatía y asertividad.
Empatía
La empatía es la capacidad para sentir lo que otros sienten o, por lo menos, sentir algo compatible con lo que puedan estar sintiendo otros 3 . La empatía implica no solamente reconocer las emociones ajenas, sino también conectarse emocionalmente con la situación de otros, es decir, establecer puentes emocionales con los demás. Sentir algo compatible con otras personas ayuda a prevenir el maltrato hacia los demás y, además, es más probable que se quiera hacer algo para aliviar su sufrimiento ajeno: si su dolor me afecta, no voy a querer causar ese dolor y, en cambio, voy a querer aliviarlo. Así mismo, la empatía puede facilitar un sentimiento de responsabilidad para actuar al ser testigo de mal tratos o discriminaciones, de tal manera que las personas eviten ser simples observadores pasivos y, en cambio, ayuden a evitar este tipo de situaciones. Y sabemos que lo que hagan los observadores es crucial para determinar si las situaciones de agresión, acoso escolar (bullying), maltrato o discriminación pueden prevenirse o empeorar 4 . Muchas personas sienten usualmente empatía frente a quienes hacen parte de un círculo de personas cercanas mientras que no la experimentan cuando son personas fuera de ese círculo. En ese caso, el principal objetivo de formación es ampliar el círculo y para esto la literatura puede ser muy útil porque permite generar puentes emocionales con quienes usualmente no empatizan. La literatura no solamente permite imaginar el mundo desde la perspectiva de personajes ficticios, sino también ver reflejados en ellos vivencias de personas reales que pueden estar justo al lado (o a medio planeta de distancia). La lectura y las actividades que pueda liderar un docente a partir de estas vivencias puede crear vínculos emocionales donde no existían antes.
Asertividad
Por otro lado, es fundamental no solo identificarse con las emociones de los demás sino aprender a responder sin hacer daño al otro. La asertividad es una competencia ciudadana (o socio-emocional) mediante la cual una persona se expresa y defiende sus derechos y los de los demás evitando herir a otros 5 . Esta competencia es importante porque permite responder de formas no agresivas frente a situaciones de injusticia o maltrato, tanto si se es víctima o como observador de estas. La asertividad representa una tercera opción diferente a responder agresivamente o a dejarse pasivamente. La asertividad, al igual que la empatía, se desarrolla con la práctica y no con el discurso, es decir, se aprende en la medida en que se aplica en situaciones cotidianas o similares a las cotidianas. La asertividad incluye componentes verbales como no verbales.
Por un lado, se pueden enseñar expresiones verbales asertivas como ““déjenlo tranquilo”, “ya paren, suficiente”, “eso ya dejó de ser chistoso”, “no lo molesten más”, “en verdad no me gusta que hagan eso” o las que los mismos estudiantes identifiquen. Por otro lado, las respuestas no verbales, como decir “no” con el brazo estirado, la mano abierta, el cuerpo recto y un tono de voz firme, pueden reforzar el mensaje asertivo que se quiere enviar. De esta forma, todos pueden aprender a defender firmemente sus derechos o los de quien esté siendo agredido, maltratado o discriminado.
La literatura infantil y juvenil presenta diversas oportunidades para que los estudiantes pueden preguntarse qué podrían hacer ante diversas situaciones, y cómo lo harían. También es posible plantear juegos de roles, o actividades de improvisación y teatro, en las que los estudiantes representan una situación de los libros pero con variaciones asertivas que ellos mismos propongan. Estas actividades permiten practicar los componentes verbales y no verbales de la asertividad de tal manera que les quede más fácil actuar asertivamente en situaciones reales que ocurran en sus contextos cotidianos.
Enfoque tradicional
La literatura infantil y juvenil se ha usado desde hace siglos como una estrategia para la formación ciudadana. Sin embargo, el uso tradicional no está usualmente basado en el desarrollo de competencias sino en el intento de trasmitir directamente a los estudiantes enseñanzas sobre lo que está bien y lo que está mal éticamente. Por ejemplo, las fá- bulas tienen usualmente un esquema en el que, al final, hay una moraleja que indica que quien actúa de una manera considerada inadecuada éticamente termina con consecuencias muy negativas, o si actúa “bien”, le va a ir “bien”. Se espera que quienes lean o escuchen la fábula con su moraleja asimilen ese aprendizaje y que así sea más probable que se comporten de esa manera esperada en el futuro 6 . Esta aproximación tiene muchas limitaciones, como por ejemplo que los estudiantes aprenden a repetir un discurso pero no lo llevan a la práctica. El enfoque presentado aquí es distinto. No se busca una asimilación acrítica de un comportamiento esperado, sino que los estudiantes se conecten emocionalmente con lo que otros puedan estar viviendo y que ellos mismos aprendan a generar alternativas y a escoger cuál puede ser la acción más adecuada dependiendo de las circunstancias. Pedagógicamente, no se busca la trasmisión de valores, como en el uso tradicional de la literatura, sino aprovechar oportunidades para practicar competencias socio-emocionales, creando puentes permanentemente entre la ficción y la vida real de los estudiantes. Además, el aprendizaje ocurre en distintos momentos de la lectura, no solo al final. De esa manera, los estudiantes quedan mejor preparados para usar esas mismas competencias (p. ej., empatía y asertividad) en situaciones cotidianas de su vida real.
Algunos ejemplos
El desarrollo de la empatía y la asertividad inicia en los primeros años de vida y la literatura puede contribuir desde muy temprano a dicho desarrollo. En los primeros años, los padres, madres o cuidadores pueden leerles a los niños haciendo énfasis, por ejemplo, en cómo se sienten los personajes de las historias. A nivel escolar, hemos tenido experiencias muy valiosas con literatura infantil desde preescolar.
Nuestra experiencia nos ha mostrado que la literatura infantil cautiva la atención de los niños de una manera que pocas otras actividades lo logran. Ana María Umaña, por ejemplo, diseñó, implementó y evaluó cualitativamente una secuencia didáctica para el desarrollo de empatía y manejo de la ira basada en tres libros: “Seamos amigos otra vez” de Hans Wilhelm; “Franklin tiene un mal día” de Paulette Bourgeois y Brenda Clark; y “Oliver Button es una nena” de Tomie dePaola 7 . Los niños se involucraron completamente en las historias y durante las reflexiones lograron identificar cómo se sienten los personajes, cómo se sentirían si ellos estuvieran viviendo esas situaciones, cómo se sienten cuando viven situaciones similares, y cómo podrían manejar esas emociones.
En nuestro programa Aulas en Paz, en los grados de primaria, trabajamos diversos libros de literatura infantil integrando competencias de lenguaje y competencias ciudadanas en la clase de español. Por ejemplo, en grado 5.º, leemos el libro “Angélica” de Lygia Bojunga. En una sesión típica, todos (incluyendo al docente) deben contarle a otros alguna situación en la que hayan sentido alguna emoción específica (p. ej., vergüenza) que será importante en el texto que van a leer. Luego leen entre todos un capítulo del libro y van haciendo pausas en momentos específicos para reflexionar sobre lo que sienten los personajes y sobre diversas alternativas para responder asertivamente ante las situaciones de la historia, que pueden ser situaciones de conflictos o de acoso escolar (bullying) 8 .
También hacen puentes permanentes con sus propias vidas, por ejemplo pensando en si conocen a alguien que pueda estar viviendo una situación similar o si ellos mismos lo han vivido. Luego escriben cartas a los personajes de las historias contando sus propias experiencias y dándoles ánimo y recomendaciones. También escriben finales alternativos a las historias. Algunos de estos finales los hemos enviado directamente a Lygia Bojunga, quien muy amablemente les ha respondido a los estudiantes.
En secundaria hemos trabajado con textos más complejos y generando reflexiones sobre problemas retadores, como los diversos tipos de discriminación. Por ejemplo, hemos creado actividades sobre discriminación por discapacidades cognitivas con base en el cuento “Después del Almuerzo” de Julio Cortázar, sobre discriminación racial con base en el libro “La Isla Bajo el Mar” de Isabel Allende y sobre homofobia con base en el cuento “El Caso de Gaspar” de Elsa Bornemann. En estos casos, hacemos preguntas como: ¿Cómo te parece la reacción de los demás que están mirando sin ayudar? ¿Cómo te sentirías si no pudieras expresar lo que sientes? ¿Qué tipo de argumentos usan para justificar lo que hacen? Estas preguntas posibilitan el análisis crítico de justificaciones que legitiman la discriminación, la identificación con los sentimientos ajenos y la generación creativa de posibles soluciones asertivas. Además, buscamos que los estudiantes expresen sus reflexiones y propuestas de acción en escritos como cartas a las personas víctimas y victimarias, en juegos de roles y actuaciones teatrales, o en el diseño de memes que respondan asertivamente a las situaciones de discriminación por medios electrónicos 9 . Adicionalmente, se busca que relacionen las situaciones con sus contextos cercanos de forma que puedan identificar cómo aplicar las competencias en sus vidas cotidianas. Finalmente, existen muchas otras iniciativas y programas que aprovechan el potencial de los libros para el desarrollo socioemocional.
Por ejemplo, en el colegio Pablo Sexto, en Dosquebradas, Risaralda, la profesora Esperanza Naranjo ha desarrollado un proyecto que fue seleccionado recientemente como finalista en el Premio de Experiencias Educativas de la Fundación Santillana para Iberoamérica. En su clase, los estudiantes leen diversos libros como “Memorias de un niño que no creció” de Susana Henao, “Un beso de Dick” de Fernando Molano Vargas, “Los chicos malos tienen buenas historias” de Gerardo Meneses Claros, “Los agujeros negros“ de Yolanda Reyes, “La multitud errante” de Laura Restrepo, “Román Elé” de Nersys Felipe, “Arráncame la vida” de Ángeles Mastretta y muchos otros que facilitan la reflexión crítica sobre problemas sociales como discriminación por desarrollo cognitivo, homofobia, discriminación racial, acoso escolar, desplazamiento forzado, conflicto armado o discriminación por género.
La profesora Naranjo les pide, por ejemplo, que identifiquen si en su mundo cercano hay personas que puedan estar experimentando lo que vive el personaje de la historia, que asuman la perspectiva de esos personajes y que escriban ensayos sobre cómo se sienten o se sentirían en esa situación. También promueve que usen otras formas de expresión como videos, cómics, o radio-revistas. Además, busca que los estudiantes puedan reflexionar de manera crítica sobre sus propios comportamientos. De esta manera, los estudiantes logran empatizar con quienes pueden estar siendo discriminados a su alrededor e identificar cómo ellos mismos pueden haber contribuido a esa discriminación sin ser muy conscientes de ello. A nivel internacional, programas como 4Rs han logrado profundizar en cómo integrar el desarrollo socio-emocional con la literatura infantil de manera articulada con los aprendizajes académicos tradicionales. En 4Rs, por ejemplo, los estudiantes leen libros que han sido cuidadosamente seleccionados por su alta calidad y llevan a cabo diversas actividades que buscan promover la valoración de la diversidad, la creación de comunidad y el desarrollo de competencias socio-emocionales específicas como empatía, asertividad, negociación, mediación, manejo de la ira o escucha. Las evaluaciones rigurosas han mostrado efectos positivos en disminución de la agresión y depresión, y aumento en atención y en comportamientos prosociales.
Conclusión
La literatura infantil y juvenil tienen un gran potencial para la promoción de competencias ciudadanas y socio-emocionales en los estudiantes. Existen múltiples libros cuyas tramas y personajes interesan a los niños y jóvenes y les permiten conectar más fácil con estos. Además, diversas estrategias pedagógicas posibilitan aprovechar la lectura de estos libros para fomentar el desarrollo de competencias socio-emocionales como empatía y asertividad al mismo tiempo que se promueven competencias de lenguaje relacionadas con la lectura crítica y escritura creativa. Una clave para esto es detenernos en momentos críticos de la lectura y generar reflexiones verbales o escritas, o representaciones basadas en preguntas como: ¿Qué crees que están sintiendo? ¿Conoces a alguien que esté viviendo una situación similar? ¿Qué podrías hacer para contribuir a evitar que esta situación siga ocurriendo sin empeorar las cosas? Estas son preguntas sencillas que pueden promover la reflexión crítica y empática sobre el rol que cada persona tiene para actuar asertivamente en situaciones en las que son víctimas o testigos de agresiones, maltratos, exclusiones o discriminaciones. En conclusión, la literatura infantil y juvenil, acompañada de estrategias pedagógicas apropiadas, representa una gran oportunidad para el desarrollo socio-emocional, la convivencia y el bienestar en colegios y en la sociedad en general, sin dejar de promover las competencias propias del área de lenguaje. Esperamos que en el futuro se sigan desarrollando muchas más secuencias didácticas y estrategias pedagógicas que aprovechen la enorme riqueza que ya existe de excelentes libros de literatura infantil y juvenil apropiados para las diversas edades, y que estas puedan ser compartidas ampliamente para que muchos niños, niñas y jóvenes se puedan beneficiar con algo que ya, de por sí, los motiva mucho.