ContextoEdición 27

La escuela para la generación del mundo nuevo

Hace demasiado tiempo que pensamos en una escuela innovadora, absolutamente distinta de la escuela que vivimos y sostenemos, un salto evolutivo que nos permita salir del laberinto. Pero mientras la razón nutre el pensamiento y lo llena de discursos, y el corazón despierta las emociones, nosotros elegimos soñar el mejor sueño, dejando que la imaginación –solidariamente animada por las ideas, pero alimentada por la creatividad y el deseo– eche a andar buscando ese horizonte, esa utopía que no se deja atrapar, pero que no permitiremos que se nos escabulla.

Imaginamos una escuela diferente, que surja parturientamente de la ceniza de los últimos esfuerzos que se han llevado la voluntad y la lucha de tantos. Esta generación ya no puede esperar más, este mundo-tierra ya no puede aguardar más, esta estructura de organización socioeconómica exhibe señales de agotamiento: la hora es ahora. Dejamos a un lado el vano palabrerío de los discursos, y con los ojos a veces entreabiertos y otras, cerrados, soñamos esas escuelas que despiertan la sonrisa y el aplauso, esas escuelas aún invisibles (como las ciudades de Marco Polo) que nos sorprenden porque:

  1. Estas escuelas no quieren ser la repetición del pasado, ni se sienten ya seguras con la tradición y el funcionamiento de los años cargados de gloria, sino que apuestan a poner en discusión las prácticas consagradas y exitosas, y denuncian las experiencias que están malgastando el esfuerzo de muchísimos educadores que luchan en las trincheras: buscan y postulan una multiplicidad de alternativas innovadoras, que no funcionen como microexperiencias sino como propuestas efectivas en variados escenarios.
  2. Estas escuelas discuten la estructura de los sistemas educativos, nacidos al calor de la escuela triunfante como máquina de educar, que ha reinado en la modernidad como monarca absoluto, durante más de dos siglos, sin someter a discusión, ni consenso, su soberanía, naturalizando su presencia en la sociedad. Se ha encargado de mantener y aceitar el funcionamiento de los antiguos engranajes sin poder preguntarse críticamente por la sustitución de la máquina misma y esos obsoletos mecanismos. Con ese propósito proponen una escuela plural que se haga cargo de todos y de cada uno de los momentos de la vida para ofrecer, en sucesivas etapas, la educación necesaria y afrontar la complejidad de la existencia humana en los tiempos que corren.
  3. Estas escuelas rechazan la vigencia y la imposición de un modelo único de escuela, aunque se trate de la creación más sorprendente e innovadora. Resisten a someterse nuevamente a un solo formato consagrado y obligatorio, que se copia y repite sin cesar, confiados en el éxito de su funcionamiento, sin dialogar, en cada caso, con el contexto y los sujetos que quieren y deben ser educados. Las escuelas, sabias y memoriosas, no confían ya en la eficiencia y el impacto proclamados por el éxito de determinadas experiencias, convertidos en discursos únicos e indiscutibles, sino que demandan muchas opciones y alternativas para que pueda garantizarse la mejor educación, para todos los seres humanos (como un derecho universal que permite abrir y ejercer todos los demás derechos), sin privilegios, desigualdades ni exclusiones.
  4. Estas escuelas están dispuestas a hacer estallar el espacio en el que funcionan, renunciar a la vigilancia, el encierro y al encasillamiento reticulado, tirar abajo los muros, escapar de las barreras que imponen las paredes y los bancos, la sucesión de aulas y gabinetes, para poder ganar los espacios libres, los espacios polifuncionales, los espacios múltiples en los que coexistan diversidad de actividades, estudiantes, educadores, aprendizajes y conocimientos, utilizando los más variados recursos y tecnologías. Es necesario, a su vez, que la arquitectura de la escuela moderna (y la imagen que de la escuela tienen sus constructores) den lugar al nuevo tratamiento del espacio y del diseño de la arquitectura de nuestros días, con Internet de las cosas y edificios inteligentes y funcionales.
  5. Estas escuelas necesitan romper con el tiempo único, homogéneo y compartido, con horarios, agendas y calendarios que se replican y se fragmentan de manera estandarizada, obligando a enseñar y a aprender en períodos de tiempos preestablecidas, sabiendo que el desarrollo, los aprendizajes y los crecimientos no se pueden encapsular en fechas, timbres, relojes y campanas. Los años académicos o lectivos funcionan como construcciones arbitrarias y los procesos de acceso a los conocimientos significativos, la apropiación de los mismos y la acreditación de los aprendizajes no pueden abroquelarse detrás de procesos estandarizados que pre-determinan en qué tiempos y con qué ritmos deben funcionar los nuevos sujetos de nuestro tiempo. La escuela inaugura un espacio de tiempos múltiples, variados y adaptados a quienes la habitan.
  6. Estas escuelas exigen que el conocimiento no sea unidireccional, ni tenga como única fuente al docente y la escuela, sino que, contagiado de la dinámica de la sociedad de la información y del conocimiento, atraviese la geografía y las jornadas escolares, de manera pluridireccional, con multiplicidad de mensajes, soportes, recursos e informantes. Las alfabetizaciones múltiples –sostenidas por todas las formas de tecnologías, especialmente las nuevas tecnologías– deben alimentar a todos los actores, generando espacios para la producción del saber. Los nuevos educadores han de asumir la responsabilidad de organizar y coordinar los encuentros y las sesiones de trabajo, orientar a los sujetos, acompañar la producción de los aprendizajes, sistematizar los saberes y generar todas las articulaciones de una cultura interdisciplinaria. La vida laboral de un docente es demasiado larga para que se mantengan haciendo siempre las mismas tareas: se impone que el tiempo, la experiencia y la formación le permitan encontrar diversos nichos para su desempeño más eficiente.
  7. Estas escuelas sospechan de los diseños curriculares, los syllabus y las planificaciones que predeterminan –antes de conocer a los sujetos reales– lo que deben aprender y hacer todos, durante un año académico o un ciclo. Confían en las grandes categorías epistemológicas de la cultura, en su constante renovación y producción, y en la curiosidad que despierta el mundo, el tiempo y la realidad en que vivimos, los temas y los problemas de la sociedad y de la vida humana, y la necesidad de formular preguntas, de buscar respuestas, de crear nuevas versiones, miradas e interpretaciones. Las acreditaciones no se concentran en los aprendizajes de lo preceptuados artificialmente, sino en las producciones que surgen a partir del descubrimiento, el análisis y el trabajo creativo sobre los problemas que surgen, en diálogo abierto y generoso con todas las dimensiones de la cultura: el pensamiento, la comunicación, la ciencia, las formas del arte, las tecnologías, la economía, el mundo del trabajo y la producción, el conocimiento y el cuidado del cuerpo y del ser humano, de la sociedad, del mundo.
  8. Estas escuelas reclaman una microsociedad que sepa velar por el crecimiento pleno de cada uno de sus miembros, el reconocimiento de vidas y conductas dignas, que permitan la construcción de una sociedad democrática, equitativa y solidaria. Son escuelas que saben nutrir y desarrollar la autonomía y solidaridad, la responsabilidad personal, el compromiso con el otro, y el sentido de pertenencia a la comunidad (formación política y ciudadana). Se impone una ética de la responsabilidad y del cuidado. La formación moral construye criterios y convicciones que no requieren la vigilancia y el control, sino el funcionamiento de códigos y compromisos subjetivados.
  9. Estas escuelas se unen al grito creciente de los que reclaman por el medioambiente, con la conciencia de una generación que quiere asumir un rol protagónico en el cuidado del presente y el futuro del mundo. Dialoga con la Gaia, se siente parte de la madre tierra, y desafía proféticamente (signo de los tiempos) a todos los poderes, no por los males que la humanidad puede hacerle a nuestra casa común, sino por lo que la tierra –agotada y exhausta– está comenzando a hacer con la humanidad de todas las geografías. Ecología, medioambiente, reciclado, economías y producciones circulares, lucha contra el consumo descontrolado resuenan en los espacios de aprendizaje y en los discursos de estas generaciones, como conciencia activa y militancia humanitaria pensando en un presente en riesgo y un porvenir distópico.
  10. Estas escuelas pretenden cambiar sus rostros y el rostro de todos los que ingresan y permanecen ella. No es el lugar del aburrimiento, del castigo, del sufrimiento, de la desgana, de las cargas y las obligaciones. La escuela propone a todo aquel que se acerque a ella y atraviese las puertas de entrada, una experiencia única: que la conciba como un lugar de privilegio y que no quiera abandonarla. Escuela que cambia el humor y la vida a todos los actores de la educación, porque todos encuentran, en cada jornada, un tiempo personal y compartido para enseñar, para aprender, para relacionarse con todos, para crecer, para darle sentido y orientación a la existencia. Un lugar en que coexisten el aprendizaje, el esfuerzo, el oficio, el juego, el placer, el arte, el deporte, las buenas ondas, la posibilidad para prepararse para la etapa siguiente de la vida, pero sin dejar de disfrutar de todo lo bueno que se puede vivir en los diversos períodos de formación y desarrollo.

Las escuelas invisibles no se encuentran entre las escuelas que conocemos. En nuestros sueños o al despertar, vemos retazos en algunas, fragmentos en otras, huellas en algunas más. Son invisibles, pero no son imposibles. Disfrutan sorprendiéndonos en ciertas noches en que tenemos sueños fugaces y placenteros. Y sonreímos, pero nos quedamos con una extraña sensación, como de vacío.

No dejemos de soñar con esas escuelas invisibles, que no son del futuro, sino que ya están entre nosotros, gestándose, sin anunciarse. No queremos despertar del sueño, a menos que ese despertar tenga y tienda un puente liberador y creativo desde la imaginación optimista y creadora, a la voluntad transformadora que quiere poner en marcha las nuevas escuelas (muchas, variadas, diversas, elegibles) para la nueva generación que debe armar el mundo nuevo. Queremos estar en la sala de parto, ayudando a dar a luz el porvenir. Y entonces tendremos la dulce sensación de que le hemos puesto –como educadores– el nombre a la felicidad que buscábamos, “con un sabor a recuperado paraíso”.

Palabras e ideas para sintetizar el sueño de la nueva escuela invisible

Educación
y futuro
Creación
Innovación
Modelos
Múltiples
Poli-
alfabetización
Espacio que
estalla
Tiempo que
se rompe
Estructuras
que ceden
Muros que
se caen
Diseños
prescriptivos
Diseños
construidos
Núcleos
problemáticos
Curiosidad
y asombro
Categorías de
la cultura
Arquitectura
del futuro
Educación:
toda la vida
Interrogantes
y respuestas
Sujetos en
crecimiento
Sociedad en
crecimiento
Sujetos
protagónicos
Universalidad
calidad
Información y
conocimiento
Creatividad
libertad
Educadores
nueva función
Sistematizar
articular
Ecología
madre tierra
Nuevo modelo
social
Aprendizaje
sin limites
Compromiso
subjetivado
Juego, ocio
y deporte
Pedagogía del
bienestar
Pedagogía del
encuentro
Nuevo formato
del trabajo
Microsociedad
micropolítica
Moral: pautas
y principios
Autonomía y
solidaridad
Ecología: tierra
cuidada
Experiencia
de vida
Humor y
empatía
Vida: calidad
y dignidad
Escuela que
se disfruta

Cerramos con las palabras con que el escritor italiano Italo Calvino (1972), clausura sus Ciudades invisibles, porque, tal vez, estas escuelas invisibles nos estén revelando el estado en que nos encontramos, y nos obliguen a decidirnos:

“El infierno de los vivos no es algo que será; hay uno, es aquel que existe ya aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Dos maneras hay de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de no verlo más. La segunda es peligrosa y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacerlo durar, y darle espacio.” RM

Jorge Eduardo Noro

Doctor en Educación. Especialista en filosofía. Profesor argentino en Filosofía y pedagogía. Profesor Superior en Letras. Actualmente a cargo de seminarios de postgrados y doctorados. Autor de numerosas publicaciones (filosofía y educación) entre ellos: Educar Juntos: Escuela Y Familia, Gestión y acción.

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