ConvivenciaEdición 34

Violencia escolar Prevención, atención e intervención desde la práctica pedagógica

Varios son los interrogantes y las inquietudes que ha surgido a partir de recrudecimiento de la violencia escolar después del confinamiento ocasionado por la pandemia COVID-19. Como espectadores pasivos hemos podido observar cómo las agresiones entre los miembros de una misma comunidad educativa se han acrecentado. Las voces de padres de familia, docentes y directivos docentes no se han hecho esperar teniendo como común denominador el desconcierto y la incapacidad para abordar, intervenir y comprender este fenómeno.

Las conversaciones realizadas con los distintos miembros de las comunidades educativas, incluyendo los estudiantes, pueden sintetizarse en afirmaciones como estas: “¡No sé qué les pasa, son muy irascibles, no aceptan nada y responden de inmediato con violencia! ¡Es muy raro lo que está pasando… estos muchachos no dicen nada, no interactúan con sus compañeros, no se relacionan con nadie; y cuando lo hacen es para ofenderse o agredirse! ¡Veo que los niños y los jóvenes están ahora muy solitarios, andan “pegados “al celular y no conversan con nadie! ¡Es muy complicado el trabajo en grupo; los estudiantes tienen mucha dificultad para compartir lo que piensan, quieren y saben!”. Estas y otras afirmaciones interrogan de manera particular a los docentes que, al igual que los estudiantes, han tenido que adaptarse o readaptarse a esta nueva presencialidad.

Es en este contexto que la práctica pedagógica cobra especial importancia y significado. En una investigación que se realiza en la Maestría en Docencia de la Universidad de la Salle, los docentes Manuel Alexander González Rodríguez, Lina Marcela González Jiménez y Mónica Andrea Plaza Bernal, desarrollando la investigación titulada Prácticas pedagógicas que contribuyen a la formación integral en tiempos de pandemia en dos instituciones de educación básica y media de Bogotá y una del municipio de Soacha, han venido indagando sobre la importancia que tiene recuperar el valor de la práctica docente como elemento esencial; no solo para el abordaje de la problemática de la violencia escolar, posiblemente ocasionada por el confinamiento en la pandemia, sino también para potenciar la presencia del docente como responsable de la formación de los estudiantes.

Evidencias

Los investigadores, fruto de la revisión de antecedentes, constataron que la pandemia como escenario inédito transformó todas las dinámicas educativas, entre ellas, las prácticas pedagógicas, en las cuales los docentes se vieron abocados a desarrollar toda su creatividad, a repensar la enseñanza para buscar alternativas de educación no presencial y así proponer pautas metodológicas para continuar con las dinámicas en situación de aislamiento, y buscar los vínculos por medio de herramientas tecnológicas donde se descubrió que la mediación docente es siempre necesaria para promover espacios de encuentro entre los y las estudiantes. En este sentido, se evidencia y recalca la importancia que tiene el papel del docente en la formación del estudiante y, dentro de ella, la capacidad que debe desarrollar para la comprensión, abordaje e intervención de “otras realidades” propias del contexto formativo, como lo es la educación en la virtualidad y el consecuente regreso a la nueva presencialidad.

Las preguntas por las capacidades, por el conocimiento de las herramientas tecnológicas, por las estrategias de enseñanza y aprendizaje, por las acciones de interacción mediadas por la tecnología, por la capacitación docente se hicieron evidentes. También las respuestas fueron contundentes: “¡No estábamos preparados, no contábamos con las herramientas necesarias para responder a la nueva situación!, ¡Nos faltaba mucha capacitación!”. Preguntas que no en todos los casos fueron resueltas dadas las inconsistencias de las respuestas.

Violencia escolar Prevención, atención e intervención desde la práctica pedagógica

En los antecedentes nacionales registrados por los investigadores se evidenciaron algunos aspectos relevantes son relación a la práctica pedagógica en el contexto de la virtualidad:

se reconocieron aquellos factores que incidieron en la práctica pedagógica como la frustración, la soledad, la impotencia y a su vez las exigencias que se vivieron frente a las prácticas desde la virtualidad. Así mismo, es importante resaltar la función del maestro en su vocación y el servir durante el proceso formativo del otro, puesto que estos elementos se evidencian dentro de su ejercicio como educador y sus prácticas dentro del aula, algunas de ellas y como lo plantearon los antecedentes son la posibilidad de implementar estrategias pedagógicas, metodológicas y didácticas con su saber disciplinar, generando motivación en los estudiantes, para así posibilitar el conocimiento de una forma más útil. Por consiguiente, se hace fundamental pensar la formación académica de los docentes que les permitan estar a la vanguardia con los nuevos enfoques pedagógicos y así mejorar su práctica docente en el aula para poder ofrecer diferentes posibilidades de acceso al conocimiento.

En este mismo sentido, se pudieron identificar los componentes de la práctica pedagógica: Se reconoce la práctica pedagógica desde tres componentes: la escuela, el sujeto (maestro) y el discurso pedagógico (saber pedagógico). A su vez se evidenció que la educación no podía estar desligada del contexto, el tiempo y las necesidades que los docentes demandaron en pandemia, puesto que las características que los configuran inciden directamente en sus prácticas, donde las relaciones sociales fueron las más afectadas por la escasa interacción que se dio en las clases virtuales. De Igual forma “las prácticas pedagógicas se reconocen desde una mirada integral, en la cual se profundiza en las siguientes dimensiones: el contexto, la propuesta oficial, los estudiantes y el saber hacer docente; situadas y condicionadas a partir del entorno áulico, las cuales producen significado en los estudiantes y docentes, como posibilidad para desarrollar la creatividad en las aulas —ahora virtuales— sigan vivas, promoviendo espacios de encuentro y de relación con el otro.

En coherencia con lo anterior, los investigadores asumieron la comprensión de práctica pedagógica planteada por Díaz, V (2004): “es la actividad diaria que desarrollamos en las aulas, laboratorios u otros espacios, orientada por un currículo y que tiene como propósito la formación de nuestros alumnos. Esta entidad tiene varios componentes que es necesario examinar: (a) los docentes, (b) el currículo, (c) los alumnos, y (d) el proceso formativo” (p. 90.)

Las prácticas pedagógicas se reconocen desde una mirada integral

Prevención y atención de la violencia escolar desde la práctica docente

Hemos expuesto los componentes e importancia de la práctica docente desde la revisión de antecedentes hecha por los investigadores, en el contexto del confinamiento escolar ocasionado por la pandemia. Ahora es oportuno hacer una referencia directa a la manera como la recuperación activa de esta práctica se constituye como una oportunidad privilegiada para prevenir y atender la violencia escolar.

La experiencia investigativa que acabo de evocar evidencia la necesidad de revisar y reflexionar en torno a los componentes de esta práctica y la manera como estos pueden ser entendidos como elementos esenciales para el abordaje y comprensión de la violencia escolar. El primero de los componentes hace referencia a los docentes: como lo muestran los estudios referenciados por Castillo (2011), una de las dificultades más grandes para el abordaje de la violencia escolar es la escasa preparación que los docentes tienen sobre esta problemática; hecho que interroga a las instituciones y sus docentes sobre la importancia que tiene esta formación y preparación, dada la abundancia de literatura existente sobre este aspecto.

Pareciera ser que el asunto de la paz, de la violencia, de la defensa de los derechos humanos es un asunto ideológico que poco aporta al desarrollo de la propuesta formativa

Violencia escolar Prevención, atención e intervención desde la práctica pedagógica

El segundo componente de la práctica pedagógica hace referencia al currículo. No es extraño encontrar instituciones educativas que tienen en cuenta la comprensión del currículo desde la perspectiva Legal (Ley 115 de 1994), pero que en sus prácticas se alejan de manera notoria de lo dispuesto allí. Pareciera ser que el asunto de la paz, de la violencia, de la defensa de los derechos humanos es un asunto ideológico que poco aporta al desarrollo de la propuesta formativa. Qué importante revisar la articulación del currículo, la transversalidad de los programas obligatorios y de los Proyectos pedagógicos transversales que, en ambos casos, incluyen como objetos de estudio y práctica la formación ciudadana, ética y política, los derechos sexuales y reproductivos, la educación para la paz y el desarrollo del tiempo libre. Estos elementos articulados a los objetos y desarrollos de las áreas que componen el plan de estudios serían suficientes para abordar de manera efectiva la violencia escolar.

Al lado de estos dos componentes encontramos a los alumnos, sujetos de la formación integral. Sobre ellos, quisiera ahora evidenciar la necesidad de proponer, habilitar e instaurar tiempos y espacios para el acompañamiento al desarrollo de sus dimensiones. Al interrogar a algunos de ellos en una investigación anterior (Castillo 2016), los investigadores evidenciaron esta necesidad. En palabras de los estudiantes de lo único que hablamos es de las materias y de las tareas; poco tiempo hay para hablar de nosotros. Acudiendo a la tradición educativa, podríamos pensar en recuperar el valor del acompañamiento como característica esencial de la formación. Como lo afirma Dorsch (1997): Acompañar es “estar al lado de”, brindar apoyo humano que reconforta y alivia. Es no dejar a la persona sola con el problema, sino compartir con ella el dolor que sufre. Esta acción incluye escuchar atentamente, dejar hablar y permitir que el silencio tenga su lugar en aquellos problemas, situaciones y preguntas que, ante el dolor y la tristeza, resultan indecibles. p. 46. Se trata de acompañar a la víctima, a los victimarios y a todos los actores involucrados en la violencia escolar.

El cuarto componente de esta práctica pedagógica hace referencia al proceso formativo. Sobre este aspecto, sería importante y necesario revisar y reflexionar de manera crítica sobre la forma como este proceso se viene desenvolviendo. Se trata de recuperar la intención y propósito de la formación Integral que va más allá del desarrollo de las dimensiones constitutivas del ser humano porque involucra el desarrollo de las competencias, las habilidades y destrezas propias de cada persona. Como lo indica Castillo (2016): “Se trata de Determinar de qué manera los conflictos generadores de la violencia escolar (simbólica, física y verbal) en los estudiantes afecta la propuesta de formación integral, identificar y caracterizar las relaciones que los maestros establecen entre la formación integral, la educación para la paz y los aportes que se derivan de esta relación para orientar la convivencia escolar en la institución” (p. 9).

Como es evidente: “más que nuevas actividades, se trata de recuperar los componentes de la práctica pedagógica para así prevenir, abordar e intervenir la violencia escolar. RM

Luis Evelio Castillo Pulido

Colombiano. Licenciado en Teología. Especialista en Ética y pedagogía de los Valores. Magister en Educación. Doctorando del DIE. Docente investigador de la Universidad de la Salle y de la Universidad Javeriana. En la actualidad se desempeña como Asesor Pedagógico de los Colegios de la Salle en el Distrito Lasallista de Bogotá.

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