Edición 19

Realidad digital

Es cierto que el proyecto de tecnología que hicimos en nuestra escuela necesita dinero. Es posible que para otras escuelas sea difícil replicar este producto. Pero lo que nadie puede dejar de replicar es el proceso que recorrimos.” Éstas fueron las palabras de un estudiante secundario en el congreso sobre inclusión digital organizado por el MIT (Massachusetts Institute of Technology) la semana pasada en Boston.

Sin duda, ése fue el concepto más reiterado durante el encuentro: el principal objetivo en el uso de las tecnologías en la educación, aun para la universidad tecnológica más importante del mundo, es el proceso, más que el producto. En otras palabras, el uso de la tecnología en la enseñanza debe fortalecer, antes que nada, las competencias de siempre: pensamiento crítico, resolución de problemas y creatividad. De hecho, no pocos expertos mencionaron la necesidad de organizar la currícula escolar a partir de problemas o desafíos para que los alumnos aprendan a resolverlos con tecnología a veces, pero con reflexión y creatividad siempre.

Algunos investigadores mencionaron la tres C esenciales para el uso de las tecnologías en la escuela: competencias, contenidos de calidad y conectividad. Otros hablaron de las cuatro P: proyectos, pasión, aprender haciendo y entre pares (project, passion, play, peers). Y todos coincidieron también en que pensar la tecnología es siempre pensar en las personas, antes que en los instrumentos.

La distribución de computadoras en las escuelas en todo el mundo ha sido importante porque promovió un acceso más democrático a la tecnología, sobre todo entre quienes no tienen otra posibilidad de contar con ella. Un buen punto de partida. Pero ¿puede ser también el de llegada? ¿Cuáles son los desafíos hoy? La clave, para los presentes en el congreso del MIT, es la de siempre: el fortalecimiento del pensamiento crítico y creativo. Enseñar a pensar y a crear (creative thinkers fue la expresión más utilizada en MIT) en un universo dinámico, en el que la única manera de prepararse para un futuro tan cambiante es aprender a pensar reflexiva y creativamente. Competencias universales, indispensables para un mundo cada vez más globalizado. Competencias tecnológicas que les sean útiles a quienes se dediquen luego a la informática o a la ingeniería, pero también a los adolescentes que elijan estudiar Historia, Psicología, Abogacía o Literatura.

Nueve de cada diez jóvenes, dicen los últimos estudios, están convencidos de que Internet y las tecnologías los ayudarán a cumplir sus aspiraciones de educación y trabajo. Pero no será la tecnología por la tecnología misma la que de manera mágica pueda concretar las aspiraciones de los adolescentes. Serán, sin duda, su manera de pensar, la forma en que enfrenten y resuelvan los problemas, su capacidad para comunicar ideas, el espíritu colaborativo, la habilidad para trabajar en equipo y sus competencias como ciudadanos democráticos comprometidos y participativos socialmente lo que hará que las tecnologías concreten sus aspiraciones.

Inclusión digital es proveer a todos los chicos de las competencias que necesitan para que puedan hacer un uso reflexivo y creativo de la tecnología. Para evitar que un adolescente de sectores populares utilice Internet sólo para entrar en Facebook y en YouTube, mientras que su compañera de sectores medios la usa además para escuchar música, ver películas, buscar información sobre temas que le interesan, crear nuevos contenidos y hacer la tarea. La brecha digital hoy no es de acceso a equipos tecnológicos, sino a competencias que les permitan a todos los alumnos hacer un uso diversificado, creativo y reflexivo de las tecnologías. Que nadie copie y pegue para hacer la tarea escolar y que nadie utilice Internet sólo para chatear o mirar videos divertidos en YouTube.

Recién entonces los chicos del siglo XXI serán verdaderos nativos digitales, ya no por su edad o por su fecha de nacimiento, sino por saber utilizar la tecnología en todo su potencial.

Alguien preguntó durante el congreso si iremos rumbo a escuelas virtuales con alumnos virtuales. La misma persona no demoró en responder: “No. El desafío siempre será el cara a cara. No importa lo que se aprenda en la virtualidad si no se puede utilizar y aplicar en la realidad real”.

Quizás lo que sintetice mejor las conclusiones de este congreso que reunió en MIT a expertos, académicos e investigadores de todo el mundo es una de las frases que más resonó en los oídos de todos: “La solución, con frecuencia, no es una nueva tecnología, sino una vieja idea”. La misma vieja idea que guió a la escuela desde siempre: enseñar a pensar.

 

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