Edición 1Situaciones del aula

Otro mundo

Cada chico “pegado a una pantallita” tiene el potencial de ser creador de los contenidos que en ella se ven. Esto es un gran cambio.

Escrito por el profesor y analista de cambios educativos Pablo Francisco Arrieta. Al entrar a las aulas de clase, encontramos chicos que portan consigo aparatos de comunicación que acostumbrábamos a ver en las películas de ciencia ficción o de espías. [/autho]

Hola.
Gracias por entrar. Bienvenidos a este artículo que es un espacio en la publicación
para que podamos conversar, como nos dejan estas páginas, sobre el tema que llena nuestras vidas:
la educación y sus retos. Lo escribo en un momento en el que muchas personas critican incluso la forma de impartir clases gracias a que la tecnología ha venido abriendo puertas y cuestionando hasta la relevancia hasta del salón y la forma como los educandos se comportan en él.


Cuando profesores de grandes universidades norteamericanas deciden abandonarlas y prefieren dedicar sus esfuerzos a dictar clases en línea (como es el caso de Udacity) o abren proyectos tan innovadores como la Khan Academy, y con ellos alcanzan a miles de posibles estudiantes alrededor del mundo, creando la más radical oferta de educación personalizada de la que tengamos conocimiento, empiezan a surgir preguntas delicadas.

¿Estamos acaso llegando al final de la educación como la conocemos?

Es difícil que alguien logre responder esta pregunta con total certeza. Hay cosas que cambian, pero como nos enseñó Marshall McLuhan, toda evolución tecnológica trae algo nuevo pero recupera algo que hubiera caído en desuso. Así que, como siempre, puede que de saparezcan cosas, pero tanto como acabarse algo que ha sido el fundamento de nuestra civilización (todos, sin importar su cultura, la han aprendido de la generación anterior), no creo.

Lo que sí nos toca tener claro es que los estudiantes están cambiando. Y con ellos, los profesores. Si bien el primer grupo lo iremos conociendo en tanto vayan entrando en nuestras aulas, el segundo es el que podemos modificar pues somos… nosotros.

A manera de introducción

Mi época escolar finalizó con los ochenta. Justo en noviembre de 1989 recibí el título de bachiller en el colegio San Bartolomé de la Merced. Durante años estuve aprendiendo y compartiendo experiencias con compañeros y docentes en un espacio que hoy, en retrospectiva, se puede considerar tradicional y libre de los ruidos con los que tienen que desarrollar sus actividades los estudiantes en la actualidad.

Pero de todas maneras, muchos de los elementos que ahora se critican con fuerza existían también entonces, encarnados de otra manera y de seguro con menos impacto mediático pero con las mismas repercusiones personales. El “bulling”, las distracciones, la falta de interés, los chismes, la gente que no leía…

Así que hoy, al descubrir personas que se quejan tan enfáticamente de lo que la tecnología ha generado, me parece que recuerdan un pasado diferente al que viví. Y, dicho esto, no creo tampoco que sea este un mejor mundo solamente gracias a ella. Tenemos ante nosotros herramientas que nos permiten, si sabemos explotarlas, superar muchos de los problemas que tenemos, de una manera diferente a como solíamos hacerlo.

Los invito a compartir algunas ideas sobre estos tiempos de cambio, no desde la posición de quien expone basándose en la teoría sino como otro viajero en la ruta. En la actualidad todos, sin excepción, somos exploradores de este nuevo entorno. Así el apellido de uno sea Jobs o Gates, nuestra visión es la de quien va recorriendo, no la de quien ve con el retrovisor el camino recorrido y descubre los aciertos y desaciertos con claridad. Por ahora hay corazonadas que seguimos, y lo importante es mantenerlas si se ajustan a principios que estemos dispuestos a defender.

¿Arrancamos?

Al entrar a las aulas de clase, encontramos chicos que portan consigo aparatos de comunicación que acostumbrábamos a ver en las películas de ciencia ficción o de espías. Tal vez por ello sea tan urgente que los docentes aprendamos a ser guías y, así como tenemos un talento para enseñar alguna materia, ingeniarnos nuevas formas de conexión reconociendo los nuevos talentos que traen los estudiantes, pero también intentando desarrollar en ellos destrezas que cada vez son más necesarias en nuestra sociedad.

Suele decirse que Internet trajo consigo la posibilidad de estar pendiente de lo que ocurre lejos olvidando lo que tenemos alrededor. Pero esto mismo hicieron las novelas cuando los románticos estaban tan ocupados escribiéndolas. Alessandro Baricco nos recuerda en su libro Los bárbaros que “hasta mediados del siglo XVIII quienes leían libros eran, sobre todo, los que los escribían” o a lo mejor no los escribían pero habrían podido hacerlo, o eran hermanos de alguien que los escribía; en fin, que se encontraban en esa misma zona. Era una pequeña comunidad circunscrita, cuyos límites venían determinados por la posesión de la educación y por el hecho de verse libres del apremio de un trabajo que fuera rentable. Con el triunfo de la burguesía, se crearon las condiciones objetivas para que muchas más personas tuvieran capacidad, dinero y tiempo de leer: estaban ahí y estaban disponibles. Al gesto con el que se les dio alcance, inventando la idea (que debía de parecer absurda) de un público de lectores que no escribía libros, hoy lo denominamos novela.

De esta manera nuestra cultura integró a quienes no eran productores al mundo del libro. Y hoy, paradójicamente, los chicos tienen a su disposición herramientas que los convierten en productores y consumidores de este mundo digital. Si bien no se ha elaborado tanto y tal vez nos encontramos en una fase primera, lo interesante es que “cada chico pegado a una pantallita” tiene el potencial de ser creador de los contenidos que en ella se ven. Y este es un gran cambio.

Muchos de los docentes al no haber dado el salto a ese entorno de comunicación, ven las actividades que ellos realizan con bastantes reservas, por decir lo menos. El error es mantener posiciones y creer que se trata de bandos enfrentados en el que uno tiene la razón sobre el otro; lo importante ahora es levantar puentes que permitan comunicar a unos y otros, labor que cada vez cuenta con más participantes interesantes.

Es urgente que los docentes aprendamos a ser guías y, así como tenemos talento para enseñar alguna materia, ingeniemos nuevas formas de conexión reconociendo los nuevos talentos de los estudiantes.

 

Internet se popularizó en los noventa en todo el planeta y, al probarlo en nuestras tierras, de pronto el mundo se nos amplió y quedamos conectados con las cosas que nos atraían. Las barreras de espacio y geografía se desvanecían y ante nuestros ojos aparecían ideas nuevas. Los primeros años de desarrollo de la misma fueron de descubrimiento de posibilidades, así como de perfeccionamiento de herramientas. En la actualidad, la liberación que representa el carecer de cables y poder llevar esa misma potencia en la palma de la mano es liberadora para quien la toma.

Entonces hoy tenemos de alumnos a chicos cuyos padres tomaron decisiones respecto a la tecnología de manera diferente a como ellos las han tenido que asumir. Al principio eran aparatos desconectados unos de otros, hoy el aparato se desvanece ante la urgencia de acceder a sistemas de comunicación personal como Facebook o Twitter, o a los contenidos alojados en algún remoto servidor (lo que se conoce como la nube).

Y ante esto la respuesta no puede ser, al entrar al salón, una orden de “apaguen sus celulares”. Imaginen lo agresivo que esto puede resultar al ser escuchado por quienes ven en estos dispositivos una extensión de sus cuerpos. Lo importante es conseguir conquistar ese nuevo espacio y traerlo a la actividad que desarrollemos, sin negarlo.

Rutas

Soy profesor universitario. Ustedes son docentes escolares de educación primaria y secundaria. Mis respetos. Los chicos con los que tienen que desarrollar su oficio diariamente están más sueltos en muchos sentidos. Pero también por ello, los envidio. Cuando llegan a mi salón, mucho ha cambiado y la espontaneidad se ha perdido, y cuesta trabajo hacerlos volver a creer en algunas cosas.

Desde hace más de una década me he dedicado a enseñar temas relacionados con comunicación. Fue a final del siglo XX que empecé, y siempre me he mantenido cerca a la orilla digital. Así pues, mis cátedras han ido cambiando con el paso de los años siguiendo las fluctuaciones caprichosas de la industria tecnológica. De enseñarles qué era la web (en 1998 solo un par de mis estudiantes tenía computador en casa y era casi imposible que revisaran, si era que tenían, su correo electrónico más de una vez por semana), pasando por años en los que lo importante era hacer “una página web” (aprendiendo con cada grupo que a los padres de familia colombianos les era imposible adquirir el software especializado que se exigía a los estudiantes en la universidad, cortesía de los altos costos del mismo), llegando a una época en la que nace la web 2.0 (es decir, la colaborativa, y con ello lo importante giró hacia el uso de blogs y galerías personales), y finalizando la ruta en el punto actual (donde lo móvil y la sencillez de las herramientas de publicación replantean constantemente lo que se ha de enseñar a los estudiantes).

Así que, si me permiten, me gustaría comentarles lo que a esta altura del partido veo como importante explorar. Si pudiera sentarme con ustedes y pedirles que dedicaran tiempo en sus salones con los chicos para pulir ciertos temas, creo que esta sería la lista de lo destacado. No quiero apoyarme en números y datos, preferiría hacerlo desde la complicidad que nos abre ser quien recibe los muchachos que ustedes han formado; soy yo quien toma la antorcha que ustedes prenden en ellos…

Más allá de las palabras

En estos días es importante saberse expresar. Tener una dicción, pronunciación y léxico amplios es fundamental; siempre lo ha sido. Pero a veces pareciera que es la única preocupación en las aulas, y en el proceso se olvidan otros talentos que estos muchachos necesitan en el mundo de hoy. A veces me pregunto si estamos descuidando otras formas de comunicación que actualmente son útiles: imagen, sonido, movimiento…

Repito que no pretendo dar una teoría sobre la mejor manera de enseñar. Pero cuando veo estos chicos armados con cámaras e incapaces de usarlas, siento que algo está faltando. Si bien hasta ahora el lenguaje audiovisual no era prioritario enseñarlo pues el costo de las herramientas y el tipo de oficio que permitía su uso era privativo para ciertos sectores, en la actualidad para cualquier persona es tan factible dar inicio a la escritura de un blog como lo es abrir un canal de video por YouTube. Los hermanos Lumière, inventores del cinematógrafo, creyeron que su aparato solo serviría a científicos; la historia se encargó de demostrar lo errados que estaban. ¿Será que aún nuestra educación básica cree algo similar? Henri Cartier Bresson, el eminente fotógrafo francés, decía que su cámara era su bloc de notas, ¿qué pasaría si ponemos el concepto en práctica con nuestros estudiantes?

Al investigar las comunidades jóvenes que más usan video para su comunicación encontramos que son los skaters y aquellos que practican deportes extremos como el parkour. Es claro que para poder compartir con el mundo una hazaña lograda en estas actividades sea la imagen la mejor vía. Así, estos jóvenes en su vida privada desarrollan destrezas audiovisuales que muchas veces son ignoradas en la vida escolar.

Si los jóvenes han de confiar en nuestra guía, sea este el momento de aceptar una realidad: ellos saben muchas cosas que a nosotros se nos escapan. Es ahí en donde nos convertimos en alumnos.

En la universidad (por no decir en la vida profesional), un talento para explorar es la capacidad de transmitir un mensaje combinando audio e imagen, bien sea estática o en movimiento. Si bien animar requiere frecuentemente un talento adicional (la capacidad de dibujar bien), el narrar una historia con video nos remite a la comprensión y lectura de imágenes. Contamos ya con herramientas de bajo precio que permiten pensar en hacer videos para la clase. Para un médico, abogado, economista o cualquier otro profesional, es ahora un talento apreciado estar en capacidad de narrar visualmente algo. Este escrito algunos lo leerán, pero de seguro muchos más han seguido mis presentaciones en vivo en las cuales con un “PowerPoint” cargado de imágenes y sonido suelo transmitir mis ideas. Personalmente he visto el impacto que dichas intervenciones generan, y este es un talento que se ha de desarrollar desde chicos.

Junto al video y el sonido llega la posibilidad de trabajar en equipo. A diferencia del texto que normalmente se escribe en soledad, los proyectos audiovisuales enseñan la importancia del trabajo en equipo. Cuando leemos un texto puede que veamos el trabajo de algunos editores, correctores o amigos, pero con frecuencia es una labor solitaria. Mientras que al ver un video es raro que la lista de quienes lo hicieron sea de un par de personas.

Uno de los grandes problemas de nuestra sociedad actual es la falta de capacidad real de trabajo colectivo. Nos cuesta. Y este tipo de labores comunicativas colectivas aportan bastante al proceso pues nos toca reconocer los talentos del otro. Porque al final la vida es así: no todos son líderes, pero eso no quiere decir que quien lo sea es capaz de liderar en todo; parte del talento del líder es reconocer el valor de sus compañeros, su capacidad de delegar correctamente. Y todos ganamos con ello, pues vemos que tenemos valor. Una ganancia segura que tendremos es la confianza, que tanta falta hace en nuestra patria, y que arranca con reconocer nuestros límites y saber que junto a otro podemos complementar y aumentar nuestras capacidades.

Estos chicos hacen lo que pueden con los aparatos a su disposición. Pero, como decía antes, de contar con la guía de un adulto interesado (llamémoslo profesor ;-)), capaz que le encontrarán usos increíbles y se sentirán crecer dentro y fuera del salón. Pensemos un momento: puede que la edad nos haya dado sabiduría para diferenciar lo que es valioso de lo que puede ser pasajero, pero ellos tienen las ganas y a veces gastan demasiada energía en cosas que no valen (a nuestros ojos) pero que a su proceso personal aportan toneladas. ¿No será posible combinarlas?

Tenemos ante nosotros herramientas que nos permiten, si sabemos explotarlas, superar muchos de los problemas que tenemos, de una manera diferente a como solíamos hacerlo.

Pero, si los jóvenes han de confiar en nuestra guía, sea este el momento de aceptar una realidad: ellos saben muchas cosas que a nosotros se nos escapan. Y es ahí donde nos convertimos en sus alumnos. Irónicamente, en esta sociedad cambiante, a los adultos nos toca mirar a los pequeños como expertos en este mundo nuevo. No es cuestión de

que son “nativos” y nosotros “inmigrantes”. Es tan solo que los chicos descubren más fácilmente qué hacer con los aparatos porque las aprenden jugando y les agrada compartir y comentar sus trucos. Así que, si lo sabemos hacer, ellos pueden ser nuestros mejores aliados en la ruta. Interesante sería que una capacitación en nuevos medios la dictara no una empresa de “expertos” sino que se convirtiera en una de las sesiones de nuestras clases. Así se refuerza, de paso, el sentimiento de grupo, la confianza y el valor que cada uno tiene desde su particular perspectiva.

Y para finalizar, uno de los puntos interesantes que pueden lograr las nuevas tecnologías es acabar con las cuatro paredes en las que hemos encerrado la educación tan frecuentemente. En la actualidad el aprendizaje y la enseñanza deberían ser tomados como actitudes ante la vida, que ocurren permanentemente, como cuando en la Antigüedad se tenían aprendices. Estas generaciones presencian el paso del trabajo en oficina a uno que ocurre en casa, que conviene a sus padres y exige de los mismos responsabilidad. ¿No será importante hoy inculcar en los estudiantes el sentimiento de estar pasando por años en los que se les enseñan cosas tanto dentro como fuera del colegio? Esto permite empezar a pensar en una escuela que aproveche las herramientas web para entregar, presentar y compartir trabajos o hacer lecturas; si es clara la importancia de la movilidad para los adultos, esta debería fomentarse desde antes.

Existen las herramientas para proponer actividades y controlar su desarrollo, así como para mantener el interés. Esto obliga a replantear las labores y el concepto de trabajo extra. Pero, como todo lo demás, se va volviendo necesario. Es un trabajo permanente, colectivo y, de alguna manera, artesanal. A todos nos toca explorar y conseguir nuestra ruta. No hay profesores perfectos, debemos reconocer nuestras limitaciones y convertirnos en “suficientemente buenos”. Capaces de abrir las posibilidades a unos estudiantes que antes que agradecen la guía en esta ruta en la que la actitud con la que se la encara importa más que cualquier otra cosa.

Son tiempos en los que se vuelve real la posibilidad de imprimir objetos físicos en casa o en el colegio con impresoras 3D, en los que el diseño puede hacerse partiendo de objetos moldeados con las manos y luego fotografiados. Días en los que la gente compone una pieza y solicita ayuda en Internet y pocos días después, si la gente responde al llamado, se cuenta con un coro de voces o una banda para mezclar y trabajar con ellos. Momentos en los que en los Olímpicos triunfa un corredor al que desde la infancia le amputaron los pies y hoy utiliza unas piernas con un avanzado diseño que le permiten alcanzar velocidades iguales a las de cualquier otro corredor. Vivimos tiempos en los que un libro puede ser puesto a la venta de manera digital y cualquier interesado en él puede hacer una transacción económica sencilla y recibir a cambio el texto en cuestión de segundos, sin importar el lugar del mundo en el que estemos.

Cambios enormes en los que, personalmente, debemos enfatizar el sueño positivo antes que la pesadilla y el miedo. Soy partidario de ampliar horizontes, recordando la cautela, pero invitando al viaje. Herramientas hay de todas las marcas y sabores imaginables, pero ninguna de ellas puede cumplir su cometido si no le damos la oportunidad de actuar. La más avanzada tecnología funcionará mejor de acuerdo con la actitud con la que la usemos. Y como decía el proverbio chino: “aquello que para la oruga es el fin del mundo, los demás lo conocemos como mariposa”.

Si los jóvenes sueñan en algo positivo y se sienten capaces de hacerlo realidad, siento, habremos cumplido nuestro objetivo.

Lecturas recomendadas

Llegamos al final de la charla. Espero haberles dejado algunas ideas por ahí que puedan luego explorar por su cuenta. Y, haciendo caso a uno de mis defectos profesionales, les voy a sugerir algunas lecturas. Como hago en mi salón, no les amenazo con un control de lectura, pero sí les sugiero que las hagan pues son sustanciosas, y capaz que les hacen viajar a nuevos puertos. Prefiero la seducción a la imposición, ¿ustedes no?

Así pues, estas son:

•Alessandro Baricco, Los Bárbaros: Ensayo sobre la mutación, Anagrama, 2008.

•Richard Sennet, El Artesano, Anagrama, 2009

Y sobre todo, si solo pueden hacer una

Sir Ken Robinson, El elemento. Es un libro escrito por alguien que lleva más tiempo pensando en estos problemas, desde una perspectiva global y, además, padre. Si llegaron hasta este punto, los dejo en sus manos. Es un excelente viaje el que inician.

Ojalá tengamos posibilidad de comparar notas algún día en el futuro.

Chao.

 

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