ContextoEdición 23

La fiesta ocular de los libros

El libro, esa materia de papel y color, ¿es un signo meramente ostensivo, es decir, objeto para la contemplación, o es un signo que provoca para ser abierto y buscar lo que hay en él, o es una fusión de estas características? Diremos que es relativo, pues hay libros que ni siquiera son ostensivos; son cosas que nadie mira; es decir, hay libros feos cuyas portadas no llaman la atención, si bien pueden ser bellos los mundos que se representan en su interior a través de las palabras, o pueden ser feos por dentro y por fuera, o bellos por fuera y feos por dentro. De cualquier forma son los lectores quienes lo determinan; los lectores nunca son homogéneos, porque cada uno es una historia de vida particular; pero no hay lector si no hay interpretación; entonces el libro que no es mirado ni tocado u (h)ojeado no tiene lector y, en consecuencia, no es libro: es una cosa que simplemente llaman libro.

El mejor escenario para caracterizar los efectos estéticos de los libros es, sin duda, la feria del libro, porque allí los libros están expuestos para ser mirados y tocados; han pasado por una selección previa con el criterio de la provocación y con la conjetura del editor de ser buscados por potenciales lectores; al ser tocados son (h)ojeados y leídos entre líneas. El modo de mirar y de tocar al elegir no es nunca neutral, deviene del impulso de la expectativa de quien busca, orientado por unos saberes ligados a unos deseos y unas ideologías. Así, se va a una feria del libro a mirar, tocar y leer entre líneas para saber escoger o tan solo para curiosear. También en un aula, los libros pueden extenderse en una mesa con el mismo propósito y con los tiempos abiertos.

El libro es también un dispositivo disparador de la conversación, porque su sello es la de mediar en las interacciones humanas; por eso busca ser hablado; no hay libro leído que no propicie una conversación o un alegato; muchos lectores van a las ferias del libro a controvertir, en corrillos o, como lo hacen los autores/lectores, frente a un público que va también a escuchar sobre el mundo de los libros y sobre los dilemas de la vida. Los libros transcurren de voz en voz y este transcurrir a través de la escucha son una prueba sobre lo que cada quien ha aprendido con ellos: el lector se autoevalúa de manera permanente.

Los niños son los más obsesivos en este ejercicio de mirar, tocar y (h)ojear. Van directo al pabellón en donde se encuentran “sus libros”. Se sientan en el piso como si estuviesen en su casa y sin apuros van seleccionando los que responden a sus gustos, pero la tía les ha advertido sobre un tope para comprar: uno o dos libros dependiendo del precio; por supuesto, siempre sobrepasan el tope y se la juegan con pactos, pero cuando provienen de familias pobres no hay pactos ni libros, solo el espectáculo de mirar y de tocar, dado que, como en las ferias del libro de Quito y de la Ciudad de México, o en las jornadas de la mañana de la feria de Bogotá, y en muchas otras ciudades, la entrada es gratuita; queda en los niños, sin embargo, el deseo por descubrir el mundo a través de los libros y la ilusión es tenerlos algún día en la biblioteca de la escuela o del barrio, cuando existe la biblioteca.

Que los niños pequeños quieren leer y lo hacen como una fiesta, lo testifican los salones de la feria del libro, como la de Quito en 2017 y la de Bogotá en 2018, siempre nutridos por ellos y por sus padres. Interpretan las imágenes y conjeturan lo que dicen las palabras; entonces descubren que no es lo mismo la imagen visual que la imagen que el pensamiento construye a través de las palabras: imágenes narradas; es cuando el libro los atrapa y los amarra a sus mundos; los llaman para continuar por los corredores de la feria y responden con un “espera”, que se prolonga por horas hasta llegar al desenlace de la historia leída.

La X Feria Internacional del Libro de Quito, realizada durante los días 10 al 19 de noviembre de 2017, fue diseñada especialmente para los niños y para los jóvenes, con el lema “El mundo es más interesante de lo que parece”, en el marco del Plan Nacional de Lectura José de la Cuadra. La feria hizo justicia a los niños y a los jóvenes con los salones más organizados y atractivos y una oferta diversa, de la que es importante destacar los libros que, con ilustraciones maravillosas, reivindican los mitos y las leyendas de Ecuador y de la costa del pacífico latinoamericano, así como la transposición semiótica de las obras clásicas: estos géneros, leyendas, mitos y tramas gráficas, constituyen una entrada asombrosa a la lectura no sólo de los niños sino también, y sobre todo, de los adultos. Hay libros que no están destinados a los niños ni a los adultos, sino a los lectores.

La transposición gráfica de las historias narradas por Homero

Todo texto es transformable en otros o todo texto es un material para producir otros textos. Las transformaciones son infinitas. Una determinada trama, como la que narra Homero en Ilíada o en Odisea, es objeto de transposición al lenguaje del cine, del teatro, de los cómics o de los dibujos animados. La dibujante y publicista francesa Soledad Bravi, por ejemplo, reconstruyó la trama de las dos obras de Homero a partir de dibujos con el estilo del cómic, con adaptaciones lingüísticas y con una fuerte intención de parodia, tanto en los cuadros de las acciones como en la voz del narrador y en los parlamentos de los personajes. Es un libro breve traducido al castellano por Felipe Cammaert, editado por Talleres de Edición Rocca, de Colombia; este libro es un referente para comprender las características de la trama gráfica de obras literarias del canon.

Con la transposición del sistema lingüístico/literario al sistema iconográfico la autora remodela y transforma lo propiamente literario en un texto cómico, caricaturesco, con lenguaje popular, cuyos destinatarios son los niños o los adultos como lectores. Ya no se trata de las dos grandes obras poéticas de Homero sino de una versión en escenas gráficas de las historias narradas por Homero. Hay un estilo del dibujo y un estilo del lenguaje verbal que son reveladores de una autoría, con sus singularidades estéticas, no ya de Homero, sino de Soledad Bravi:

El otro ejemplo de transposición de las obras de Homero es el que realiza la escritora argentina Adela Basch, con ilustraciones de Douglas Wright: ¡Que sea la Odisea!, editada por LoQueleo, en Colombia, en 2015. Se trata de una pieza de teatro con rasgos de una farsa de circo, en la que se cruzan los parlamentos de los presentadores de la obra con los diálogos de los actores que representan a Ulises, sus guerreros, su familia y los personajes míticos que desfilan por los cantos de Homero. Los tonos de las voces de los personajes se configuran en los ritmos y rimas sostenidas, en el juego sonoro con las palabras, con giros sociolectales que evocan la lengua castellana de Argentina. Las canciones se intercalan en el avance de la obra:

PRESENTADORA. Bien, como vimos, Ulises tiene gran añoranza de su suelo natal y lo único que anhela es volver al hogar.

PRESENTADOR. Imaginen, diez años de ausencia… volver, es lo único en que piensa.

PRESENTADORA (Entona parte del tango “Volver”).

Volver… con la frente marchita, las nieves del tiempo platearon mi sien…

ULISES. Disculpen, pero eso de la frente marchita es una gansada. Cuando yo volví, no se me había marchitado nada. ¡Qué frente marchita, ni qué frente march! De frente, ¡march! (Le señala la salida). Por favor, quisiera contar la historia a mi manera, así que no lo tomen a mal, pero salgan un rato afuera. Un rato nomás; después vuelven, porque yo no puedo hacer todo solo, por más que sea Ulises, el de los muchos matices. ¡Frente marchita! ¡Flor de ideas tenía yo en la cabeza en el momento en que esta historia empieza!

PRESENTADORA. Pero no se olvide, antes de salir tenemos que anunciar el episodio que sigue.

PRESENTADOR, PRESENTADORA Y ULISES (Cantan). Ulises, varón de gran ingenio y excelente navegante, en una isla tenía su reino. ¡Que la musa su vida cante!

En Ítaca vivía tranquilo Hasta que fue a guerrear a Troya. Llevaba armas de mucho filo y una astucia que era una joya.

Diez años peleó en la guerra y el regreso le fue bien arduo, para volver a pisar su tierra hizo un viaje muy, muy, muy largo.

En ese entonces los dioses griegos tenían conflictos de todas clases. Fuertes pasiones los volvían ciegos, No había quién los psicoanalizase.

Amores, odios, rivalidades, celos, envidias, resentimientos. Eran tremendas esas deidades: No controlaban sus sentimientos.

Ahora, por favor, escuchen y pongan mucha atención: no les pedimos que luchen pero hace falta su intervención.

Queremos que hoy ustedes se sumen a la tripulación. Sepan muy bien que pueden ponerle rumbo a la embarcación

PRESENTADORA. ¡Atención, atención! Ahora viene un episodio en que Ulises y sus muchachos desembarcan para llenar un poco sus arcas.

(pp. 16-18)

Así, a partir del diálogo teatral el lector/espectador identifica las leyendas y los mitos que transcurren en los poemas homéricos: la isla de los cicones; el episodio sobre la flor de loto; la isla de los ciclopes; Penélope, sus tejidos y sus pretendientes; las reacciones de Poseidón y la bolsa de los vientos del Dios Eolo; las hechicerías de Circe; la figura de Hermes; el canto de las sirenas; los asedios de Caribdis y Escila; la isla del ganado del Sol; la soledad de Ulises, la manipulación de Calipso y la mediación de Atenea para su liberación y el ingreso a Ítaca, después de veinte años de aventuras guerreras.

La lectura crítica se construye en este proceso de contrastación entre los múltiples textos transpuestos y el hipotexto o palimpsesto que habla en ellos (Odisea, de Homero, en este caso). Pero no se trata solamente de identificar los correlatos transpuestos sino de develar las intencionalidades discursivas en unos y otros textos, lo cual supone la atención en los modos de su composición. Que los Dioses obran como lo hacen los seres humanos (las disputas y las envidias entre los Dioses); que Homero, como Autor Modelo, idealizó a Ulises y a Penélope en una perspectiva moral de la utopía matrimonial y del poder benévolo de quien gobierna; que la riqueza y la esclavitud es natural y deviene de la decisión de los Dioses, quienes posan de justicieros; que no hay confrontación entre las clases sociales sino propósitos loables para instaurar el “orden” y para proteger a los que no tienen nada (los guerreros de Ulises), hace parte de las representaciones ideológicas y políticas que los textos y sus diversos géneros movilizan.

Es divertido y asombroso develar los juegos que nos proponen los autores. Hacer explícito dichos juegos en el juego con la interpretación de los textos, en ese movimiento de entrar y salir de los universos semánticos, es lo que propicia asignar sentido pragmático al acto de leer: después del trayecto por el texto, padeciéndolo, porque es un trabajo de abstracción arduo, el ser humano es distinto; hay placer y displacer en este movimiento; displacer porque cuando la interpretación es aguda, incisiva, conjetural, metacognitiva, la lectura es un proceso interpretativo que conduce al desacomodo de los esquema mentales de los lectores.

Hay textos ficticios, como las minificciones de Arreola y de Monterroso, que intensifican la crisis del lector en formación, pero la potencialidad intelectual de este lector hace que rápidamente comprenda que en el arte todo es posible y que se trata de un juego para aprender historia, geografía, filosofía, psicoanálisis y hasta ciencias naturales o matemáticas, según sea el texto; pero sobre todo comprender las singularidades de la condición humana. Sin duda, hay una teoría sobre la lectura en las estructuras profundas de esta minificción de Augusto Monterroso:

La tela de Penélope o quién engaña a quién

Hace muchos años vivía en Grecia un hombre llamado Ulises (quien a pesar de ser bastante sabio era muy astuto), casado con Penélope, mujer bella y singularmente dotada cuyo único defecto era su desmedida afición a tejer, costumbre gracias a la cual pudo pasar sola largas temporadas.

Dice la leyenda que en cada ocasión en que Ulises con su astucia observaba que a pesar de sus prohibiciones ella se disponía una vez más a iniciar uno de sus interminables tejidos, se le podía ver por las noches preparando a hurtadillas sus botas y una buena barca, hasta que sin decirle nada se iba a recorrer el mundo y a buscarse a sí mismo.

De esta manera ella conseguía mantenerlo alejado mientras coqueteaba con sus pretendientes, haciéndoles creer que tejía mientras Ulises viajaba y no que Ulises viajaba mientras ella tejía, como pudo haber imaginado Homero, que, como se sabe, a veces dormía y no se daba cuenta de nada. 

Fabio Jurado Valencia

Profesor Especial, de la Maestría en Educación, del Instituto de Investigación en Educación, de la Universidad Nacional de Colombia. Doctor en Literatura, de la Universidad Nacional Autónoma de México.

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