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Revisitando la escuela y sus didácticas

La educación está en el foco del debate público.Y han sido las tecnologías y su capacidad de actuar como palanca de cambio las que han mandado los sistemas educativos a revisión. Una de las implicaciones del ingreso de las TIC a las aulas serán los cambios didácticos que generarán. Sólo si tomamos en consideración dos aspectos —el cambio de papel del docente y las habilidades requeridas en el siglo XXI– veremos cómo tendremos que hacer un profundo replanteamiento de las maneras de enseñar.

Escrito por Miguel Barrero, director de la línea digital de Santillana. Es uno de los artículos centrales. El artículo se centra en la importancia de una adecuada didáctica de las nuevas tecnologías para incorporarlas de manera efectiva al currículo. Resalta la necesidad de cambiar las prácticas en la escuela y sobre todo de encontrar el camino correcto para hacerlo, para que la escuela puede reinventarse aprovechando los recursos que ofrecen las TIC

La educación, en los últimos cuatro o cinco años, se ha convertido en un tema de moda, en un foco de atracción. De un lugar reservado, confiable, definido y con fronteras nítidas, ha pasado a un ámbito público donde es tema de conversación de interés político, social, económico, tecnológico y mediático. Ahora se trata de un tópico abierto, en constante debate, rodeado de muchas más voces y luces. Son muchos los que hablan de un nuevo paradigma, del futuro de la escuela, de cómo enseñar a los ciudadanos del siglo XXI, … Y son muchos los que miran hacia los sistemas educativos con más interés que nunca: tanto las administraciones como los poderes públicos buscan palancas de innovación, excelencia y calidad; los organismos internacionales miden los resultados académicos de los estudiantes; miles de blogs y de foros discuten sobre tendencias, cambios necesarios, nuevos conceptos de escuela; los medios de comunicación comparan unos países con otros y nos hablan de las buenas prácticas finlandesas y coreanas; las empresas de tecnología descubren un nuevo mercado para sus tabletas y otros dispositivos; las compañías de telecomunicación quieren convertir los centros escolares en espacios wifi y con suficiente banda ancha; nuevos creadores lanzan apps educativas, se publican contenidos gratuitos, se crean wikis … Y todo esto está bien e, incluso, ya era hora: evidentemente los sistemas educativos, sus objetivos y sus logros, sus retos y desafíos son un asunto que compete a todos los ciudadanos. En ese sentido, bienvenida sea esta irrupción del mundo escolar en los escenarios de debate y de interés públicos.

Uno de los puntos críticos, y que está en el corazón de esta tormenta, es la tecnología. Esto sucede, por un lado, por su efecto transformador sobre nuestra manera de comportarnos, relacionarnos, entretenernos, comunicarnos e informarnos, ya que las nuevas realidades digitales están impactando directamente nuestras vidas y no de un modo anecdótico; por otro lado, porque parece que la escuela no puede quedarse fuera de esta transformación sin correr el riesgo de convertirse en una isla incomunicada con la península de la realidad. No podemos –directores, profesores, alumnos, padres, administradores– ser ciudadanos digitales solo cuando vamos a la escuela

Porque entonces nuestra labor corre el riesgo de convertirse en un viaje diario al pasado; en un paréntesis en la dinámica de las cosas. Caben pocas dudas respecto a que las tecnologías de la comunicación y de la información (de la creación y la distribución) no se van a quedar fuera esta vez, sencillamente porque las llevamos dentro, puestas, integradas a nuestra forma de entender el mundo y a nuestra cultura. Además, son potencialmente buenas para la educación: tienen capacidad para facilitar la comprensión de conceptos, para individualizar el aprendizaje, para evaluar y medir, para gestionar mejor la actividad administrativa y académica, para extender la educación más allá de un horario lectivo y de un espacio determinado, para incrementar la motivación, para hacer posible la comunicación y la participación, … Y han sido estas tecnologías (de “lo digital”) las que han despertado la atención de todos por el asunto escolar. Serán ellas las que actuarán como palanca del cambio, como la base sobre la que se construirá el nuevo imaginario de la educación.

Es mucho el ruido que hay fuera. Hasta que cada mañana se reúnen unas decenas de profesores con unas centenas de alumnos tras la puerta de un colegio. Allí adentro ya no hay políticos ni periodistas ni ingenieros. Y es ahí donde finalmente cesan el ruido y las luces. Pronto tendremos un nuevo programa de estudio para el siglo XXI y conexión wifi; los estudiantes llevarán a clase sus tabletas; las aulas tendrán pizarras interactivas y proyectores virtuales. Pronto conoceremos los secretos de los finlandeses y los coreanos para lograr que sus estudiantes alcancen niveles de excelencia en matemáticas y lenguaje y tendremos contenidos multimedia e interactivos así como unos cuantos cientos de aplicaciones de biología, química, música o de composición escrita. Todo estará listo. Ahora le corresponderá el turno al centro escolar, que tendrá que hacer que todo lo anterior se integre en algo coherente, con sentido, viable, oportuno y eficaz, porque la sociedad seguirá pidiendo ciudadanos bien formados y competitivos.

Y serán estas tecnologías (de “lo digital”) las que actuarán como palanca del cambio, como la base sobre la que se construirá el nuevo imaginario de la educación.

Porque es evidente que la escuela deberá cambiar sus prácticas. En cierto sentido, tendrá que reinventarse, cuestionar gran parte de sus formas de ser y hacer las cosas para cambiarlas por las que ha traído consigo la cultura digital. Pero una de las claves –la que nos trae a las páginas de esta revista– será la tarea operativa, es decir, la manera de conseguirlo. A las formas de hacer que las cosas ocurran en una relación de enseñanza y aprendizaje se les ha llamado didácticas. Se trata de las distintas metodologías que permiten allegar un conocimiento de la manera más eficaz y motivadora a los estudiantes. Y esa es una discusión “interna”, propia solo de profesionales de la educación, pues la respuesta didáctica no la tienen ni los políticos, ni los ingenieros ni los periodistas.

A lo largo de estas líneas, trataremos de hacer una reflexión general sobre el contexto en el que se habrá de enmarcar las nuevas didácticas. Trataremos de determinar cuáles serán los nuevos entornos en los que se ha de hacer una reflexión sobre los métodos, no tanto elaborar una propuesta exhaustiva de las didácticas concretas que habría que poner en marcha (entre otras cosas porque es un estudio en proceso y relativamente reciente: las llamadas “pedagogías emergentes” o “pedagogías activas”).

La didáctica predominante en los usos y las costumbres de la escuela ha sido la expositiva. En ella un conocedor de los saberes, el profesor, transmite de la misma forma una información a un colectivo de receptores, sus alumnos, que mantienen una actitud esencialmente pasiva. Y, superando la connotación peyorativa que se le ha dado —al asociarla con “antigua”, “tradicional”, ”industrial”, “enciclopédica” y “memorística”—, es probable que su hegemonía se deba a razones justificadas por distintos factores, que van desde los objetivos de los sistemas educativos o los tiempos pedagógicos hasta los recursos disponibles, la formación recibida por el docente o las expectativas de la sociedad en cada momento. Lo que parece bastante improbable es que haya una predisposición genética que determine que el profesorado de todo el mundo tienda hacia la práctica de un sistema de “talk and chalk” y que tenga resistencia hereditaria ante cualquier innovación.

La información, gracias a Internet, es ahora de todos y está a disposición de quien la quiera de forma inmediata y actualizada

Bajo el gran paraguas del método expositivo hay excepciones a la regla como, por ejemplo, en los casos en que los maestros prestan atención a las diferencias individuales sin que esto responda a ningún tipo de recompensa o estímulo externo.

Podríamos afirmar que uno de los motivos básicos para replantear el modelo didáctico es que la información, gracias a Internet, es ahora de todos y está a disposición de quien la quiera de forma inmediata y actualizada, lo que desplaza al profesor en su faceta de experto en contenidos o como poseedor exclusivo de la sabiduría. De acuerdo. Pero los criterios para definir qué información tratar, cuándo y con qué finalidad abordarla, le seguirán correspondiendo, pues alguien debe pautar el itinerario que se ha de seguir para que la información sea pertinente a la edad y al nivel de conocimientos del estudiante o a los objetivos curriculares y a la disciplina interna de la materia. El hecho de que los docentes ya no sean los únicos poseedores del conocimiento obliga a que los métodos den un viraje, ya que el objetivo de las didácticas no será en adelante cómo transmitir conocimiento de la manera más eficaz sino marcar la ruta, orientar, guiar, motivar y corregir itinerarios para aprenderlo. Las didácticas se pasarán al campo del diseño de propuestas de aprendizajes para responder a distintos enfoques o estilos que van desde el descubrimiento y la investigación hasta la solución de problemas o la realización de proyectos. De una manera sintética diremos que no se tratará tanto de buscar la mejor manera de enseñar un concepto determinado que debe ser trasvasado al estudiante, como de diseñar el recorrido para que ese concepto sea encontrado y construido por el estudiante mismo. Aquí, nos encontramos con una nueva función del docente, la de “curador” de la información, que consiste en seleccionar, con criterios de rigor, calidad, fiabilidad, pertinencia,… las fuentes a las que el estudiante puede recurrir entre la maraña de Internet.

Otro de los motivos de la presente reflexión es la necesidad de analizar y definir en qué habilidades queremos “educar” a nuestros alumnos, ya que las metas que nos propongamos en este sentido condicionarán las maneras de llegar a ellas. Las habilidades que se imponen actualmente son, las ya tan famosas “21st. Century skills”, que algunos proponen reducir a las cuatro C: pensamiento Crítico, Creatividad, trabajo Colaborativo y habilidades de Comunicación. Al enumerar estas habilidades, podemos ver cómo nos remiten a un ámbito distinto de las metodologías expositivas y nos evocan un aula circular en la que priman el trabajo en equipo, la investigación, el descubrimiento, la reflexión, la creación y la exposición. Y, desde luego, son habilidades que modelan un alumno protagonista de su propio aprendizaje, más activo y productivo, con capacidades sociales, más dado al juicio valorativo, desinhibido, más confiado en sí mismo y autónomo. Y este es un perfil que podemos fácilmente extrapolar a los equipos directivos y docentes. Las habilidades del siglo XXI deberán impregnar la institución educativa en su conjunto, e inspirar e impactar al sistema educativo en sí mismo.

Solo con tomar dos aspectos contextuales —el cambio de papel del profesor y las habilidades requeridas en un mundo digital— llegamos a una reformulación de las didácticas y de los métodos que deberán ser revisados en profundidad. Hoy por hoy, parece que hay tres tendencias claras en cuanto a innovación didáctica: el aprendizaje basado en descubrimiento, el aprendizaje basado en proyectos (y problemas) y el aprendizaje basado en investigación. De cada una se pueden encontrar experiencias concretas e incluso formular sus distintas metodologías. Las tres están lejos de un discurso docente unidireccional y de un papel de los alumnos como meros receptores. Las tres tendencias apuntan a un tipo de maestro que gestiona dinámicas y a un tipo de estudiantes que se apoderan de la labor de aprendizaje.

Podíamos adentrarnos en otras muchas cuestiones que apuntan en la misma dirección: desde la Flip Education (la que propone que se “aprenda en casa” y se vaya a la escuela a crear, resolver dudas, poner en común, … ) hasta la pregunta de en qué medida los dispositivos pueden condicionar las didácticas o si el lenguaje multimedia, interactivo e hipermedia tiene su propia “didáctica”. O si la extensión de la escuela en el hogar debe ir acompañada de metodologías orientadas al auto estudio acordes con la teorías del “anywhere, anytime, anyone”, derivadas de otro impacto tecnológico profundo: la movilidad que derrumba paredes y relojes.

Por último, no debemos perder la ocasión de hacernos algunas preguntas sobre cómo conseguir este cambio que afecta a la realidad diaria de las aulas y que, por tanto, debe ser protagonizado por el propio profesor como conocedor, no ya de los saberes sino de lo que ocurre en el interior del aula (aunque el escenario se haya vuelto circular), y como responsable directo de que ocurran los aprendizajes esperados. Podemos considerar que todo cambio requiere de mucha comunicación en el sentido de que el nuevo paradigma sea un proyecto compartido y no un ideario impuesto; hay que buscar espacio para el diálogo y la sana discusión. Se requiere un ambiente de serenidad, no de amenazas apocalípticas (“la escuela está muerta”, “la escuela no cambia por la obstinada resistencia del profesorado”) y una buena dosis de motivación, de reto posible. Por otra parte, sería muy deseable la buena y eficaz circulación de experiencias que sirvan de modelo y que fuesen contadas en el lenguaje de los que tendrán que aplicarla. Y transmitir confianza. La escuela lo que necesita es un poco de silencio para reflexionar, ordenar, comprender y proponer.

Podemos cerrar estas líneas haciendo un ejercicio simple. Por un momento aparquemos los prejuicios y preconceptos y hagámonos la siguiente pregunta: ¿No sería más feliz un profesor proponiendo un trabajo en equipo y actuando como moderador del mismo que repitiendo el modelo del arte románico por enésima vez en su carrera docente? Incluso: ¿No se divertiría más? Hace menos de un mes, lo he visto con mis propios ojos. Fue en una escuela a unos diez kilómetros de Helsinki. El profesor feliz se llama Allan.

Bibliografía


Propongo un ejercicio de búsqueda y de “curación” de fuentes. Si el lector está interesado puede teclear en su buscador las siguientes palabras clave:

• Pedagogías emergentes / 21st. Century skills o Skills 2020/ Learning in a digital era / Flipeducation o Flipclassroom/

• Project based learning / Inquiry based learning / Problem based learning/

 

Miguel Barrero

Director General Investigación Y Desarrollo Grupo Santillana. @mbarrerom

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