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Transformar la educación: la experiencia de los mejores

Finlandia, Singapur y Corea del sur, tres países con grandes diferencias geográficas, culturales y religiosas, todos ellos periféricos de las potencias mun- diales, se han convertido en líderes en materia educativa; y no lo son por sus formulaciones o debates teóricos, sino por los aprendizajes de sus alumnos, por la cualificación de sus docentes, por el uso educativo de las TIC y por la contri- bución al desarrollo y a la innovación que la educación, como política prioritaria, tiene en cada uno de ellos.

Escrito por Mariano Jabonero, director de Relaciones Institucionales de Santillana. Presenta las principales conclusiones del informe “TIC y Educación: la experiencia de los mejores Corea, Finlandia y Singapur” estudiando los sistemas educativos de estos países líderes.

Desde que Marc-Antoine Julien de París acuñara, a principios del siglo XIX, el término educación comparada y desde que esa metodología científica del estudio de la educación fuera objeto de desarrollo y aplicación sistemática por parte de numerosos expertos, (entre los que destacarían Bereday, Alexandre Veixliard o Pedro Rosselló, junto con la ingente labor de organizaciones internacionales, especialmente la UNESCO), la identificación, descripción, difusión, análisis y comparación de las experiencias educativas de éxito ha sido siempre objeto principal de investigación para la orientación de las reformas y las políticas educativas públicas.

Así ocurre también en nuestros días en los que la educación ha llegado a ser una prioridad social y política, así como la respuesta a esa demanda, un apremio. Todos buscan soluciones rápidas y eficaces, todos miran atentamente ejemplos ajenos, los valoran, comparan, analizan y, en su caso, incorporan a sus proyectos con variado acierto y éxito.

Pasó la época de la epidemia de las reformas educativas que tuvieron lugar, primero, en los países europeos a partir de la mitad del siglo pasado y, luego, en América Latina, donde se les prestó excesiva atención, como si se tratara de un atávico tic histórico y cultural. Estas reformas, aparte de las mejoras cuantitativas –inaplazables por imprescindibles– que se han dado, apenas han respondido a las muy esperanzadoras y “constructivas” expectativas que pregonaban.

Las consignas de expertos, consultores y organizaciones internacionales tampoco han servido para trascender, en numerosos casos, el nivel de diagnóstico e inciertos pronósticos, para llegar a contraer mayor compromiso con la realidad y aportar más allá de opiniones, soluciones, como hubiera sido exigible.

Al final de este proceso, casi sorpresivamente, descubrimos que los sistemas educativos más eficaces y eficientes son los de países como Finlandia, Corea del Sur, Singapur o Hong Kong: ninguno de ellos respondía a las expectativas creadas por las entidades o los expertos prospectivos antes citados, ni formaban parte de la élite mundial de las potencias económicas, políticas o comerciales. El descubrimiento surge, en buena medida, por un hecho de radical importancia que es que la cultura de la evaluación de la educación se ha instalado y generalizado, y ha servido para conocer, comparar y analizar los sistemas educativos de acuerdo con evidencias más reales, como son los resultados del aprendizaje de los estudiantes: se trata de programas que evalúan los sistemas por los “outputs”, es decir, por sus rendimientos y logros, y no por los “inputs”, es decir, por la cuantía y diversidad de los recursos que reciben, como venía sucediendo hasta hace no mucho tiempo. La contribución de PISA y otras pruebas internacionales de evaluación a este cambio de paradigma ha sido determinante.

Al final de este proceso, casi sorpresivamente, descubrimos que los sistemas educativos más eficaces y eficientes son los de países como Finlandia, Corea del Sur, Singapur o Hong Kong.

En segundo lugar, se obvian prejuicios culturales y económicos, a los que es muy dado el etnocentrismo propio del mundo occidental: son países como Corea, Singapur y Finlandia, que son naciones periféricas y que cuentan con culturas y economías muy diferentes, los que hoy cuentan con los mejores sistemas educativos. Algunos son recientes excolonias que no hace muchos años, seamos sinceros, no eran queridas por nadie; ese es el caso del mísero y destartalado puerto de Singapur (hándicap que hizo fácil su independencia en 1965), o la Finlandia tributaria de la antigua Unión Soviética: estas naciones tienen, sin embargo, un origen histórico común en la pobreza y en
la periferia del contexto mundial y, lo que es más importante, comparten el haberse decidido a favor de una apuesta firme por la idea de que su futuro pasaba por tres ejes: la seguridad jurídica, es decir, erradicar cualquier tipo de corrupción; crear un ambiente favorable para los negocios, lo que supuso minimizar la burocracia, y considerar la educación y la innovación tecnológica como el eje y núcleo de sus políticas públicas.

En la definición de sus sistemas educativos apenas incursionó el redundante y prescindible circuito consultor de expertos o instituciones que ha recorrido con tanta actividad como escasa eficacia nuestra región. Son sistemas que se caracterizan por ser fundamentalmente públicos, como es común (salvo algunas excepciones como España e Irlanda) en la mayor parte de los países miembros de la OCDE, y por haber reforzado esos sistemas públicos con estrategias de gratuidad, equidad y calidad, sin apenas entrar en los procesos de descentralización en países que, por medio de ellos pretendieron aminorar el compromiso con el servicio público, o declinar las responsabilidades estratégicas que correspondían a sus gobernantes.

Estos tres países cuentan con políticas públicas muy estructuradas mediante planes nacionales o maestros, como el uso educativo de las TIC, que no han entrado en contradicción con la capacidad de las escuelas para la toma de decisiones y el uso autónomo de los recursos que les competen en cada caso, así como la flexibilidad en la adopción y utilización de metodologías didácticas concretas.

Son sistemas que se caracterizan por ser fundamentalmente públicos, como es común (…) y por haber reforzado esos sistemas públicos con estrategias de gratuidad, equidad y calidad.

En los tres países, Corea del Sur, Singapur y Finlandia, las vinculaciones y asociaciones entre los Ministerios de Educación,

las universidades y las empresas son fuertes, confiables y fructíferas. Si se leen los currículos de sus más importantes expertos educativos se comprueba que,

de una manera sucesiva o simultánea,
han compatibilizado su desempeño en la universidad, en el Ministerio de Educación y en afamadas empresas tecnológicas multinacionales de esos países que no es preciso nombrar: a nadie sorprende, ni nadie recela de esta fructífera sinergia.

Otro elemento propio de estos sistemas exitosos lo constituyen la evaluación y la transparencia, las cuales guardan coherencia con la probidad que caracteriza a estas naciones. La educación y, de manera muy relevante, los resultados de los estudiantes, la actividad de sus docentes y la eficacia de sus centros educativos, se evalúan regularmente, además, sus resultados se trasladan al conjunto de la sociedad: y, claro está, se adoptan medidas de acuerdo con todo ello. La rendición de cuentas es una práctica usual, como corresponde a sociedades democráticas avanzadas y sistemas educativos que responden, por encima de intereses corporativos o gremiales, al bien común.

Sin lugar a dudas en lo que más se destacan estos sistemas exitosos es en el valor que atribuyen al profesorado. Este es, como se ha afirmado reiteradamente, el componente determinante de la calidad de un sistema educativo: atraen, capacitan y seleccionan a los mejores, les motivan, les sacan el máximo partido y les permiten intervenir cuando los resultados de los estudiantes decaen. Lo contrario ocurre, por ejemplo, en Estados Unidos, un país con mediocres rendimientos educativos a pesar de su alta inversión en este rubro, donde los docentes proceden del tercio de graduados universitarios con peores calificaciones (en los países a los que nos referimos, por el contrario, proceden del tercio con mejores rendimientos).

Los mejores sistemas educativos no caen en la trampa de pensar que el secreto de un buen desempeño docente está en la paga o el menor número de alumnos por aula, como ocurre, por ejemplo, en España, Suiza y Francia, países donde los docentes son los mejor retribuidos y donde las ratios son menores, pero cuyos sistemas educativos reportan resultados mediocres.El proceso de formación de los docentes es una cuestión clave en los países protagonistas de este análisis. La oferta de plazas no es ilimitada, ni la establecen las universidades a su libre albedrío o conforme a las leyes del mercado: existe siempre un equilibrio entre demanda y oferta que es regulado por el ministerio de educación, y se invierte mucho dinero en la selección y capacitación de sus docentes. Esta última se lleva a cabo en largos procesos en los que el componente práctico es fundamental. Los profesores, una vez incorporados a sus tareas lectivas, son sometidos a un proceso sistemático de tutoría y supervisión.

Sin lugar a dudas en lo que más se destacan estos sistemas exitosos es en el valor que atribuyen al profesorado”.

Mención especial merece el director escolar, figura clave y estratégica con efectos multiplicadores que siempre cuenta con un proceso de selección, cualificación y apoyo especial. Al director de una escuela o un colegio se le atribuyen tres competencias fundamentales: dirección pedagógica, dirección de recursos humanos y dirección administrativa. Es frecuente escuchar a responsables educativos de Finlandia explicar cómo su transformación educativa fue rápida y posible al apoyarse en “solo” 1.700 finlandeses directores escolares: un colectivo reducido pero trascendental por razones de eficacia y eficiencia.

Es frecuente escuchar a responsables educativos de Finlandia explicar cómo su transformación educativa fue rápida y posible al apoyarse en “solo” 1.700 finlandeses directores escolares.

¿Y qué ocurre cuando las cosas van mal? En el caso de estos países, lo común es que siempre
actúan con prontitud y determinación a partir de los resultados de las evaluaciones, con las consecuencias que sean precisas para docentes y colegios, y siempre en beneficio de los alumnos. Así, por ejemplo, en Finlandia, se ha llegado a designar un profesor por cada siete para apoyar a aquellos estudiantes que se quedan atrás; o en Singapur, los profesores realizan actividad lectiva específica de apoyo y recuperación con el 20% de los alumnos más retrasados, mediante una dedicación extraordinaria.

En los países con sistemas educativos exitosos, la prioridad educativa se ha asociado siempre a las estrategias de innovación tecnológica y de competitividad, lo cual se demuestra en su avanzado uso de las TIC en la educación, en los ámbitos sociales y productivos, así como por medio de su liderazgo mundial en la industria y el comercio.

Pero, sobre todo, el valor atribuido a la educación en esas sociedades ha sido decisivo. Han contado con un proyecto educativo nacional integrador y con proyección internacional como lo evidencia la elección de una lengua global, como es el inglés, sin desdoro, pero sin supeditación, a otras lenguas y culturas locales con escasa proyección global y sin capacidad integradora (en el caso de Singapur, si no hubieran optado por este camino, habrían entrado en un auténtico caos étnico-lingüístico, como se manifestó con toda violencia en los disturbios y confrontaciones acaecidas en los años 60 y 70).

Las propuestas educativas de Finlandia, Singapur y Corea del Sur son sistemas diferentes entre sí, no son perfectos —de hecho cuentan con reconocidos aspectos negativos, como es el sobreesfuerzo al
que se somete a los alumnos en los casos de Corea y Singapur—, y de seguro no pretenden ser modelos de imitación pero, en todo caso, son referentes mundiales valorados por los efectivos aprendizajes de sus estudiantes y por el progreso de sus naciones.

Las propuestas educativas de Finlandia, Singapur y Corea del Sur son referentes mundiales valorados por los efectivos aprendizajes de sus estudiantes y por el progreso de sus naciones.

 

Bibliografía

  • Informe McKinsey. ¿Cómo hicieron los mejores sistemas educativos para alcanzar sus resultados? Londres: McKinsey & Compañy, 2007.
  • PISA 2009. Rendimientos de los alumnos. Madrid: Santillana-OCDE, 2011.
  • TIC y Educación: la experiencia de los mejores. Madrid: Santillana-BID, 2013.

 

Mariano Jabonero Blanco

Director de Educación de la Fundación Santillana. Licenciado en Filosofía y en Ciencias de la Educación, Universidad Complutense de Madrid. Posgrado en administración y supervisión de la educación.

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