Central InternacionalEdición 13

Los directores de América Latina

El liderazgo educativo es, según las más recientes investigaciones educativas, uno de los más importantes factores que impactan positivamente en el éxito educativo. De hecho, son los directores de escuela “exitosos” aquellos que crean las condiciones para mejorar el entorno escolar, que lleva a una enseñanza y un aprendizaje más efectivos, (Robinson et al., 2009; Marzano et al., 2005; Pont et al., 2008; Heck and Hallinger, 2005, Louis et al., 2011; Hargreaves and Shirley, 2011) y que desarrollan prácticas contextualizadas, en cada escuela, y de acompañamiento de los docentes en su trabajo pedagógico (Louis et al. 2011, Pont et al. 2008, Marzano et al. 2005, Robinson et al. 2009). 

En América Latina, la investigación sobre el tema es insuficiente. Aun así, la evidencia muestra la importancia del papel que tiene el equipo directivo en las escuelas para poder alcanzar valiosos logros de aprendizaje (Weinstein, Muñoz y Hernández 2014, Murillo y Román 2013, Gairín 2011, Weinstein 2009). La investigación sobre el tema constata la existencia de una relación significativa, aunque indirecta, entre el tipo de desempeño de los directores y el de los estudiantes (Murillo y Román 2013). Específicamente, Weinstein (2009) sugiere que el desempeño de los directores es el segundo factor intraescuela que impacta en los resultados educativos.

A nivel de políticas educativas, América Latina ha tomado pocas decisiones sobre el desarrollo profesional de los directores y, ahí donde se han tomado, estas han sido muy generales. El objetivo de este artículo es presentar algunos hallazgos de investigación comparada en América Latina para aportar con insumos al diseño de políticas para instituciones y el sistema educativo vinculadas a la tarea del director, todo esto dentro del marco conceptual actual acerca del liderazgo escolar.

El liderazgo pedagógico: breve nota conceptual

A inicios del siglo XXI, la idea de modificar el papel de los directores en las escuelas recupera protagonismo en la agenda de discusión. Los pocos logros alcanzados luego de cambiar la labor del director en un gestor público, obligaron a orientar la mirada en otro sentido. Es así como surge la idea de “Liderazgo Pedagógico”. Esta corriente se enfoca en la función del director y, específicamente, en su papel en el proceso pedagógico de la escuela.

El liderazgo pedagógico sienta sus bases en la evidencia construida en torno al papel del director en la mejora de los procesos pedagógicos. Murillo y Román (2013) señalan que, si se controla el efecto del contexto socioeconómico, el tiempo que dedica el director al liderazgo pedagógico influye en el rendimiento de los alumnos:

Efectivamente, utilizando un planteamiento de valor añadido en educación, es decir, controlando los efectos del nivel socioeconómico y del nivel cultural de las familias del estudiante, del efecto de la preescolarización, de su género y su lengua materna, así como el nivel socioeconómico de la escuela y el Índice de Desarrollo Humano del país (variables con una aportación estadísticamente significativa en los modelos estimados) se encuentra que el porcentaje de tiempo que los directores dedican a tareas de liderazgo pedagógico, incide en el desempeño de los estudiantes de sexto grado de Primaria, en Matemáticas y en Lectura; y en los estudiantes de tercer grado, en Lectura. El efecto, además, es superior en Matemáticas que en Lectura. (Murillo y Román 2013: 15)
(Murillo y Román 2013: 15)

José Weinstein (2009) señala que el liderazgo pedagógico debe ser entendido como el apoyo y la supervisión que el director debe realizar a los docentes en sus tareas cotidianas; con lo cual lo administrativo pasa a un segundo plano. Se trata de buscar el desarrollo permanente de los docentes y, para ello, es necesaria la creación de comunidades de aprendizaje, en las que haya retroalimentación entre los docentes, intercambio de experiencias, procesos de interaprendizaje; todo ello, bajo el liderazgo de los directores que no solo promueva estas prácticas, sino que las institucionalice.

Así, el liderazgo pedagógico tiene como condición un liderazgo distribuido, más democrático, propio de la organización y no de un individuo en particular. Es la capacidad de una organización para lograr aprendizajes para todos. Por ello, resulta fundamental plantear la idea de equipo directivo, en la que quien ostenta el liderazgo formal es solo el encargado de organizar la escuela hacia ese liderazgo distribuido.

El liderazgo pedagógico, entonces, es el establecimiento de metas y expectativas para la institución; la planificación rigurosa del proceso pedagógico en torno a ello, así como la coordinación y evaluación de la enseñanza y el currículo. Del mismo modo, abarca la promoción y participación en el aprendizaje y desarrollo profesional del profesorado, con marcos colaborativos de retroalimentación entre el directivo y los profesores, y el buen aprovechamiento de los recursos.

La evidencia comparada en América Latina

Las funciones que cumple un director en la escuela pueden ser clasificadas en cuatro categorías (Gairín 2011, Weinstein 2009). Primero, se encuentran las funciones técnico-administrativas, que serían las que están asociadas a la planificación, la coordinación, la dirección, el control y la evaluación. Se traduce en una gestión estratégica, en gestión de la información, en la supervisión del trabajo docente y administrativo, en la propuesta a contrato, selección y reemplazo del personal docente. Asimismo, en este marco, entrarían las labores financieras y de administración de los recursos.

En segundo lugar, están lo que se puede denominar las “funciones humanas”, que pasan por la motivación de las personas de la comunidad educativa. Asociadas a este tipo de rol, se encuentran las funciones culturales, que consisten en promover una cultura común en la comunidad educativa, con valores y prácticas compartidas, lo cual le da al director la función simbólica de representación de la ideología de la institución. Este tiene que generar una visión de futuro común, que sea deseable y atractivo para la institución, un norte claro que debe ser compartido y construido por todos. Ello implica la construcción de metas e indicadores, así como el monitoreo de los mismos. Deben ser objetivos morales (el desarrollo de las potencialidades del alumno) para que todos sientan que tiene sentido su quehacer cotidiano. Aquí, también entra la función de la creación de una buena convivencia, y generación de espacios y oportunidades que sean favorables para las conductas saludables entre los estudiantes.

En un tercer lugar, se encuentran las funciones políticas de participación, manejo de las relaciones de poder, generación de trabajos colectivos y manejo de conflictos, que apuntan a propiciar innovaciones en el interior de las escuelas mismas. En este marco, el director debe buscar la vinculación de las familias con el proceso formativo, así como la vinculación de parte de la comunidad local, las organizaciones sociales y culturales, y de las empresas para ampliar significativamente las oportunidades educativas. Tiene que ser un buen gestor de alianzas. Además, debe articular y armonizar con las entidades gubernamentales, así como establecer redes con otros directores para ejercer un papel activo de mejora del sistema. Como parte de esta función, también, debe encargarse de la formación y generación de nuevos liderazgos para la sostenibilidad del cambio.

Por último, estas funciones están asociadas al liderazgo pedagógico. Estas consisten en el apoyo y supervisión de los docentes en su labor. Asimismo, debe buscar el desarrollo permanente de los docentes y, para ello, son necesarios: la creación de comunidades de aprendizaje en las que haya retroalimentación entre los docentes y el liderazgo educativo para promover e institucionalizar este tipo de espacios. Como veremos a continuación, esta función ha sido dejada de lado en el Perú en los últimos cuarenta años.

Estudios recientes como los de Cuenca, Salazar y Cáceda (2015), Weinstein, Muñoz y Hernández (2014), y Murillo y Román (2013), coinciden en identificar que los directores en América Latina desarrollan funciones principalmente administrativas; aun cuando los enfoques teóricos adoptados en la mayoría de los países, así como los instrumentos de políticas educativas, están orientados hacia un enfoque basado en el liderazgo pedagógico.

Tiempo dedicado a las distintas labores por parte del director en América Latina

Murillo y Román (2013) encontraron que los directores de América Latina destinan alrededor del 45% de su tiempo a la realización de tareas administrativas o de gestión. Y reservan solo el 33% a tareas propiamente pedagógicas, tal como se aprecia en el gráfico anterior.

Número de funciones normadas para el director en América Latina por tipo de función

Este hallazgo es compartido en un estudio comparado de varios países de la región elaborado por Weinstein, Muñoz y Hernández (2014). Los autores, como se muestra en el gráfico anterior, registran que la mayor cantidad de actividades realizadas por los directores normados por los instrumentos legales y de política se concentran en la gestión estratégica, la administración y la generación de condiciones organizacionales.

El alineamiento de funciones prescritas y las prácticas reales: reflexiones finales

Estos dos hallazgos confirman que existe una situación paradójica, puesta en evidencia en el desencuentro entre la teoría de liderazgo pedagógico, asumida por la mayoría de los países, y aquello que reportan que hacen los directores y lo que está normado en cuanto a sus funciones.

En tal sentido, resulta fundamental tomar en consideración algunos elementos para, efectivamente, alinear las funciones que la reflexión conceptual propone y las tares reales.

* Identificar dentro de los ministerios de educación una unidad administrativa (dirección u oficina) especializada, que sea responsable del diseño y evaluación de políticas específicas para el liderazgo escolar.* Diseñar estándares de desempeño que, organizados en un marco de acción, permitan orientar las políticas de formación, evaluación y desarrollo profesional de los directores. Estos estándares deberán estar alineados a una orientación conceptual específica.

* Promover la existencia de equipos directivos para que funcione un liderazgo distributivo, especializado por funciones, ya sean administrativas, pedagógicas, etc.

* Mejorar los procesos de selección de directores, con base en los estándares definidos y en procedimientos meritocráticos.

* Diseñar programas de formación más completos y orientados a los estándares definidos. Discutir, en el futuro, si la función de director no debe ser una especialidad de la formación docente.

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