Hoy vivimos en una época de globalización, tanto de la economía, como de las tecnologías y la información que se modifica constantemente y se refleja directamente en la cultura de la sociedad. Estos progresos, como los avances de la medicina, los computadores, medios de comunicación, medios de transporte (…), facilitan nuestra vida trayendo confort e innovación. La educación debe trascender al mismo tiempo, acompañando los progresos y velando por disminuir las desigualdades causadas por los avances, debido a que hay personas que son desprovistas de estas innovaciones. Por lo tanto, se hace necesario proporcionar también esos “conforts” a aquellos que no tienen acceso y el puente mediador entre esas desigualdades es la escuela.
Gadotti (2000, p 41) se pregunta cuando dice: “¿Qué tipo de educación necesitan los hombres y mujeres de los próximos 20 años para sobrevivir en este mundo tan diverso?”. Ciertamente, ellos y ellas, necesitan de una educación para la diversidad, de una ética de la diversidad y de una cultura de la diversidad. Un colegio que eduque para la pluralidad cultural, que perciba al otro como legítimo, el cual posee una historia, una cultura, una etnia y que perciba el grupo de alumnos como heterogéneo, donde cada uno posee un diferencial, pues provienen de lugares, culturas y familias distintas, manifestando ritmos diferentes de aprendizaje, lo que caracteriza la pluralidad en el espacio escolar.
El colegio de hoy necesita encontrar su camino a la diversidad, encaminando a los niños hacia el mundo de las diferencias, preparándolos para ser ciudadanos legítimos. En el aula hay alumnos de distintas culturas, lo que requiere de un profesor que perciba las diferencias para su planeamiento, así como para el currículo escolar, a través de adaptaciones a los contenidos y actividades que se realizan en las clases. Es importante también, indagar la historia de los alumnos para que el contenido que va a ser estudiado esté de acuerdo con sus intereses y realidad.
La diversidad cultural es un factor muy importante para ser analizado en el sistema de enseñanza, pues es la forma de mostrar a los alumnos que existen muchas culturas además de las que están acostumbrados a ver. Debido también al hecho de proporcionar una formación más amplia, en el sentido de hacer que ellos interactúen con la realidad autodescubriéndose y descubriendo nuevas cosas, pues muchas veces el alumno desconoce su propia cultura.
Teniendo en cuenta el proceso de cambio que viene ocurriendo en la sociedad, el trabajo que se viene realizando en los colegios debe estar enfocado en atender todo tipo de diferencias. El “diferente” se torna mucho más presente en nuestro día a día, ya que en cada lugar que frecuentamos encontramos a alguien diferente, sea en estilo, apariencia, sexo, discapacidad, cultura y etnia entre otros. Se cree que desde la educación infantil los programas educativos deben estar orientados a la diversidad para que los niños aprendan a respetar, vivir y construirse en ese contexto.
Es necesario promover en nuestra futuras generaciones, que son los niños y jóvenes, el pensamiento crítico constructivo, con el propósito de formar una ciudadanía global. ¿Pero de hecho, que es ser un ciudadano global? Es alguien que se identifica no como miembro de un estado, tribu o nación, sino más como miembro de la humanidad y como alguien que esté listo para actuar de acuerdo a sus creencias, para enfrentar los mayores desafíos del mundo y luchar por una sociedad más justa y pacífica. Existen diversos ciudadanos globales esparcidos por el mundo. Usted que está leyendo este artículo puede convertirse en un ciudadano global. Una persona que quiere forjar un cambio en pro de su comunidad, colegio, o hasta su propio país. Sí es posible hacer las cosas distinto, solo es necesario dar el primer paso, crear los primeros planteamientos, y en el camino nuevas ideas irán surgiendo, de la misma forma nuevos caminos serán recorridos y diversas barreras serán puestas en frente, solo no olvide que usted es capaz de superarlas. Al final usted decidió ser un ciudadano global.
A mis 17 años decidí convertirme en un ciudadano global con el propósito de promover la diferencia a través de una experiencia vivida en el colegio. Había una profesora llamada Penha Cimadon, que dictaba la clase de historia, debido a mi hiperactividad en las clases, ella decidió nombrarme monitor del curso, con el único propósito de ayudar a los otros alumnos cuando tuvieran dudas y al mismo tiempo despertar en mi un interés por dedicarme completamente en cada momento que estuviera en el salón de clases. Cimadon, no imaginaba que esa actitud despertaría en mí el deseo de convertirme en profesor desde muy joven, pues debido a los tantos problemas que la educación brasileña enfrentaba, esa no sería una optima profesión para ejercer. La devaluación arruinaba mi deseo de convertirme en profesional de la enseñanza.
En algún momento después de terminada mi educación básica me encontré con la oportunidad única de estudiar licenciatura, las condiciones financieras de mi familia no permitieron que surgieran otras oportunidades de educación superior a lo largo de mi vida. Fui aprobado en un curso de medicina en la Universidad Federal de Brasil, pero infelizmente mantener los gastos externos como la vivienda, alimentación y transportes sería imposible para una pareja de agricultores, como era el caso de mis padres que trabajaban fuertemente para mantener a toda la familia. A pesar de ser joven, no quería dedicar toda mi vida a trabajar en agricultura. Deseaba desde el corazón contar con otras oportunidades de trabajo y sabía que solo sería posible con una formación académica, por lo tanto, decidí ser profesor y después de la formación surgieron las primeras opciones de empleo, aunque infelizmente, no eran las mejores oportunidades que un joven profesor, recién graduado podría recibir.
En 2013 empecé a ejercer como docente del colegio en la ciudad de Nova Venécia, Espirito Santo, Brasil. El equipo de enseñanza era pequeño pues había una falta enorme de profesionales para el cargo de profesor de ciencias. Fue en este momento que decidí enfrentar el desafío a pesar de que mucho de mis colegas y amigos me aconsejaron desistir y desempeñarme en otra área profesional, pues dedicarme a la educación no me daría un buen futuro. La mayoría de las veces, la gente decía que los profesores no eran valorados, lo mismos alumnos no querían estudiar. De hecho los niños y jóvenes de este colegio al que ingresé como primer trabajo hacían parte de la peor comunidad escolar en todo el Brasil. Los peores índices de desarrollo escolar estaban registrados en este colegio. Eso causó un choque inmediato aunque había algo mucho peor que impactó mi vida, los alumnos del colegio eran niños y jóvenes violentos, marginados por el crimen y la violencia, el tráfico de drogas se apoderaba del espacio escolar. Ese fue el momento en el cual empecé a considerar desistir de ser profesor. Esto fue hasta que un día estaba pensando en cuál sería el sentido de la vida si no enfrentáramos desafíos. Mediante este pensamiento comprendí que la vida me estaba dando la oportunidad de hacer algo más allá de mi capacidad física y mental. Sería muy fácil entrar al salón de clases y enseñar únicamente mis contenidos de ciencias y química, pero al mismo tiempo podría enseñarle a los chicos a ser ciudadanos globales; personas buenas que abandonaran el crimen y la violencia para ayudar a construir un mundo mejor.
A partir de este momento todo cambió, a pesar de no tener experiencia alguna en la profesión, decidí invitar a los alumnos y a la comunidad a construir juntos la educación que queríamos. Hice algunas reuniones para descubrir dónde estaba el problema para que pudiéramos crear una solución que fuera realizable. Noté que el problema estaba tanto fuera como dentro del aula de clases y principalmente observé que el desinterés de los alumnos tenía un punto de partida, que era el desánimo de los profesores… ¿raro eso?
De hecho, a los profesores del colegio ya no les gustaba enseñar, pues estaban cansados de intentar de todas las formas posibles lidiar con el crimen y la violencia sin lograr ningún progreso. Por esa razón decidieron “abandonar el barco” dejar las cosas fluir, estimulados apenas por la ganancia salarial. Así, los alumnos percibiendo que nadie hacía nada por ellos, si no llaman su atención, se rebelaron y comenzaron a crear diversos problemas, llevando armas de fuego al colegio, agrediendo y amenazando a profesores, peleando unos con otros. La situación se convirtió en una verdadera confrontación educativa, en la que los profesores no tenían ganas de enseñar y los alumnos no tenían ganas de aprender. Entonces, reuní a los profesores y los invité a intentar juntos algo diferente, invité a cada uno a crear una forma diferente de enseñar sus programas, incluso teníamos una regla de que no podíamos usar el espacio formal de enseñanza que es el salón de clases. Todos debíamos llevar a los alumnos a aprender fuera de los muros del colegio. Al inicio muchos hallaron extraño el experimento y pensaron por un momento en desistir, pero les pedí que le dieran una oportunidad y nos uniéramos con la comunidad en el proceso de enseñanza y aprendizaje. Al final el problema no solo estaba dentro del colegio sino también fuera de él. En el primer año desarrollamos programas enfocados a crear clases distintas. Realizamos ferias científicas, los profesores dictaban sus clases al aire libre, se hicieron visitas técnicas en el pueblo donde conocían la naturaleza, los deportes eran practicados en un campo de fútbol cercano al colegio, todos los profesores y alumnos estaban involucrados en ese proyecto. Esto marcó la diferencia, y los primeros resultados fueron apareciendo. En el segundo año después de realizar una evaluación diagnóstica del colegio, notamos que el aprendizaje se había elevado en un 40%, la autoestima de los profesores y alumnos era otra, todos tenían ganas de aprender y enseñar. Las evaluaciones externas del colegió comenzaron a crecer y ahora aquel centro de enseñanza que era considerada como mala, de bajos resultados y desarrollo educacional, se convirtió en un referente en el estado. Muchos niños, percibiendo la mejoría del colegio y los métodos que los profesores tenían para enseñar, decidieron matricularse. Con esto, en 2016 durante el proceso de matrículas los cupos se agotaron en menos de 10 días.
Con tantos resultados positivos decidimos expandir nuestro trabajo social y transformador a otros pueblos. En noviembre de 2015 surgió una oportunidad, Brasil sufrió el mayor desastre ambiental del mundo en una mina de extracción de hierro. Una represa de minería se rompió contaminando el principal río que abastece el estado de Espirito Santo. Miles de familias se quedaron sin agua, sin asistencia social, los cultivos fueron totalmente destruidos por el desastre considerado por la ONU como el mayor desastre del mundo causado por una represa minera. Así, tuve la idea de hacer algo diferente para enseñar química y ciencias, especialmente el contenido de la tabla periódica, ya que muchos de los alumnos tenían grandes dificultades para aprender. La dinámica del proyecto fue salir del espacio formal que es el salón de clases y llevar los alumnos a las proximidades del Rio Doce donde ocurrió el desastre. Entonces recolectamos muestras del agua contaminada y las analizamos en el sencillo laboratorio de ciencias con el que contaba el colegio. Durante cuatro meses de desarrollo del proyecto los alumnos ya habían concluido su programa de contenido de química. También logramos despertar un interés muy grande en hacer algo por la sociedad afectada por el desastre, queríamos ser ciudadanos globales y ayudar al prójimo.
El pueblo se quedó sin agua para ninguna actividad agrícola o doméstica debido a la contaminación con metales peligrosos del Rio Doce. No era posible utilizar el agua, al menos que fuera tratada de forma eficiente. Tuvimos una idea simple pero suficiente para ayudar a miles de personas que estaban sufriendo, creamos un filtro capaz de filtrar el agua contaminada dejándola completamente limpia y apropiada para ser utilizada en casas y cultivos. Esto permitió que el pueblo de Regência, localizado en Espirito Santo, Brasil fuese beneficiado con un lindo proyecto sustentable y de bajo costo.
Los resultados fueron positivos y transformadores, en apenas un año de ejecución el proyecto ganó grandes reconocimientos nacionales e internacionales. Entre importantes premiaciones, se destaca en 2016 un premio muy importante en Brasil llamado “Educador Nota 10” realizado por la fundación Victor Civita que escoge al mejor profesor del país. Ese reconocimiento trajo una alegría enorme a los alumnos, profesores y comunidad escolar, pues entendimos que es posible hacer la diferencia cuando creemos en el potencial de cada individuo. Desde entonces los alumnos se dedican exclusivamente a su educación, abandonando de una vez por todas las drogas, el crimen y la violencia, convirtiéndose en verdaderos ciudadanos de bien, capaces de construir un mundo mejor.
Conociendo del premio Global Teacher Price, decidimos buscar un reconocimiento internacional. Organizado por la fundación Varkey, se trata del premio educativo más importante del mundo, comparado con el Nobel de educación, pues elige al mejor profesor del mundo, entregando a este un premio de un millón de dólares. Nunca imaginamos que un día tendríamos un oportunidad como esta, estábamos haciendo la diferencia en la educación, pero no creíamos que esa diferencia podría impactar al mundo. En 2017 participé de este concurso de reconocimiento internacional, convirtiéndome por primera vez en la historia de la educación brasileña, en uno de los diez mejores profesores del mundo. Mi país vibró de alegría, dos millones de profesores que enseñan en los colegios de Brasil se sintieron verdaderamente representados, el Gobierno pasó a valorar más los colegios públicos, principalmente en zonas de conflictos y violencia. Ahora Brasil, además de contar con uno de los mejores profesores del mundo, tiene el honor de decir que el colegio público de “Barrio Altoé”, cuyo pueblo pertenecía a una comunidad violenta y marginada por el crimen, se convirtió en el mejor colegio público del país y está entre los mejores del mundo, pues los jóvenes, profesores y la comunidad en general están convencidos de que juntos pueden liderar el cambio.
Cambiar no es tarea fácil y todos lo sabemos, pero el placer del cambio surge cuando el propio colegio se convierte en espacio de transformación. Y solo a través de esta práctica transformadora podremos construir una sociedad más justa, que incluye y no excluye, que percibe la escuela como espacio de construcción, a través de la valorización de las individualidades, del respeto hacia las diferencias, con la cultura de cada uno, donde la educación es el elemento esencial para un mundo mejor. RM