Edición 4Situaciones del aula

No temas… puedes querer

La afectividad en el proceso educativo

Escrito por Jose Luis Meza, profesor de las universidades Javeriana y Salle. Explica la falta de afectividad por parte de estudiantes a docentes y viceveresa. En la edición digital se encuentra la ponencia del autor “Repensar la formación en valores” en el marco del Encuentro Repensar la educación. 

 

 

Hace algunos años tuve la oportunidad de liderar una investigación acerca de la manera como era concebida y vivida la afectividad en estudiantes de undécimo grado. Uno de los resultados que más me llamó la atención fue aquel que tenía que ver con dos preguntas: ¿Usted a quién quiere? ¿Quién lo quiere usted? Las respuestas nombraban a diversas personas como padres, hermanos, amigos y familiares cercanos. Pero, de los doscientos estudiantes encuestados, ni uno solo nombró a un profesor ni a una profesora. Esto me golpeó como educador. El cuestionamiento que emergió fue: ¿qué hemos hecho durante tanto tiempo? Un estudiante pasa la tercera parte de su vida en la escuela y, por tanto, ¿cómo es posible que no se haya tejido un vínculo con alguno de sus maestros o, desde la otra orilla, por qué sus maestros no fueron capaces de “ganar” un lugar en su corazón?

El tiempo ha pasado y, sin embargo, siento que la realidad no ha cambiado. Antes bien, noto que la relación educador-estudiante se hace cada vez más distante, fría y tensa. No son pocos los casos en los que el otro, sea estudiante o profesor, es percibido como un enemigo de quien hay que cuidarse. ¿Es posible propiciar un cambio? Claro que sí, y este es el propósito del presente artículo: hacer una reflexión sobre el vínculo profesor-estudiante como expresión de la afectividad en la educación y clave para lograr una verdadera formación.

El vínculo profesor-estudiante

La educación es un proceso eminentemente dialógico y relacional por su naturaleza comunicativa y antropológica. Cuando hablamos de procesos dialógicos-relacionales estamos hablando por lo menos de tres elementos: el yo, el tú y la relación misma. Aunque los dos primeros son de suma importancia, no bastan para lograr la relación. Es necesario tender entre uno y otro un lazo de significación al cual llamamos vínculo. Es decir, el vínculo es aquello que hace que dos personas dejen de ser dos seres desconocidos o independientes, y pasen a ser un sistema en donde integran su sí-mismo.

Al respecto, la teoría vincular dice que un vínculo resulta cuando las personas ejercen sus roles y solo en la medida en que lo hacen. En otras palabras, un vínculo no resulta porque alguien se dé a sí mismo el título de un rol. Por otra parte, el rol solo tiene sentido cuando se vive el vínculo. En el ámbito pedagógico, ser profesor solo tiene sentido si hay alguien a quién educar. Por otro lado, el estudiante lo es si cuenta con un maestro. No podríamos imaginar un maestro sin discípulos. Más aún:

El vínculo es entendido por los estudiantes como la interacción que se establece entre dos o más personas, inherente a su naturaleza como seres sociales. Los vínculos se construyen en la interacción, no se dan por sí mismos, es decir, trascienden el simple encuentro casual de las personas. La construcción de vínculos implica conocimiento entre las personas1.

No son pocos los casos en los que el otro, sea estudiante o profesor, es percibido como un enemigo de quien hay que cuidarse.

No obstante, no es fácil construir un vínculo porque se tiene miedo. La razón que subyace es la falta de suficiente confianza en nosotros mismos para sobrellevar la influencia de los demás. Es cierto que si hay un vínculo con el otro y, además, es un vínculo afectivo, existen tres posibilidades: la confirmación de lo que uno es, el descubrimiento de nuevas potencialidades y el cambio personal3. Es por esto que la educación vivida en plenitud se constituye en el ambiente más favorable para llevar a cabo un cambio. Lo contrario, una educación esclerótica, produce la anomia de sus actores y la “muerte” de su propio crecimiento.

El vínculo surge por lo que somos, no por lo que hacemos

Como lo mencionamos anteriormente, el vínculo surge en el ejercicio de nuestros roles. Sin embargo, tenemos que hacer diferencia entre los roles funcionales y los roles vivenciales. Los primeros son los relacionados con el hacer y los segundos con el ser. Son estos los que nos interesan porque desde ellos se vive la afectividad. El afecto es una condición para que se dé el vínculo.

Para los estudiantes es muy importante la creación de vínculos como una necesidad de tener a alguien en quien confiar, alguien que los escuche y que les posibilite plantear sus posiciones personales, a la vez que se constituye en alguien que confía y que puede ser atendido por la otra persona. Se infiere a sí mismo, la necesidad de tener afectos permanentes que contribuyan al mantenimiento de una buena calidad de vida. El afecto es entonces, fuente potencial de la creación de vínculos y redes de apoyo para la comunidad educativa4.

Más todavía, “el vínculo es un lazo afectivo duradero que se construye a través de la reciprocidad de historias, reglas y patrones de interacción”5. Esta sería la diferencia entre la relación y el vínculo. La relación podría quedarse en lo funcional: una tarea común une a dos sujetos que dan todo de sí para sacarla adelante. En cambio, el vínculo lleva a que dichos sujetos se impliquen afectivamente en sentimientos de admiración, empatía, reconocimiento y amistad.

El afecto es un puente para aprender mejor

Ahora bien, la relación profesor-estudiante tiene un propósito: enseñar-aprender algo. Un estudiante está en la escuela porque quiere aprender algo para “ser alguien”, por supuesto, para ser él mismo, y un profesor está en la institución porque quiere enseñar algo que sabe y que es. Pero todos estos pretextos que convocan tanto a educandos como a educadores no son un constructo desligado de las personas. Son las personas las que hacen, tienen y son el conocimiento.

La película india “Todo niño es especial”, representa bastante bien las ideas expuestas. Visualízalo en nuestra versión digital.

Pero resulta que el conocimiento no solo implica la razón, sino también el corazón. El experimento de Chicago llevado a cabo por León Lederman, quien trabajó con niños de barrios deprimidos, confirmó que la inteligencia asimila el conocimiento mucho mejor y mucho más rápido cuando este conocimiento es entendido con el cuerpo y los sentimientos. Este es el prototipo para un nuevo tipo de inteligencia fundado entre la inteligencia analítica, los sentimientos y el cuerpo. Es solo de esta forma como la sociedad del siglo XXI puede conciliar la efectividad y la afectividad. Entonces, frente a este postulado, ¿no podríamos suponer que el vínculo entre educador-educando posibilitaría un mejor aprendizaje del conocimiento?

En esta exposición de ideas radica nuestra tesis de trabajo: cuando se construye un vínculo entre profesor y estudiante se establece una condición facilitadora y eficaz para la enseñanza y el aprendizaje de un saber, competencia, habilidad, actitud o valor.

A manera de conclusión

La película india “Todo niño es especial”, que se puede ver en su totalidad por Internet, representa bastante bien las ideas expuestas. La mirada racional y fría del mundo adulto –de los profesores que desempeñan sus funciones, pero solo eso- rápidamente margina a aquellos que no van al ritmo de todos y, sin embargo, puede aparecer alguien –un maestro capaz de ver con el corazón- que va más allá de lo objetivo y se da cuenta de que puede hacer algo. Pero esto implica generar un vínculo para ser capaces de entregar con generosidad nuestro conocimiento, nuestro tiempo, nuestra paciencia.

 

Referencias
1. ROLON Ismael. Universidad y perspectiva: construcción de mundos posibles. Bogotá: CEJA, 2000, 19. Véase también ALLIDIERE, Noemí. El vínculo profesor-alumno. Una lectura psicológica. Buenos Aires: Biblos, 2008.

3. MEZA, José Luis y ARANGO, Oscar. Discernimiento y proyecto de vida: Dinamismos para la búsqueda de sentido. Colección Fe y Universidad. Bogotá: PUJ, (4a ed.), 2008.
4. ROLON, op.cit. 51. 

5. Ibíd. 19.

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