Edición 22Reflexión

Ocupados de lo urgente no damos tiempo a lo importante…

Este artículo escrito porLucas Malaisi, presidente de la Fundación Educación Emocional, presenta una herramienta que puede contribuir a que los niños se adapten mejor a este mundo que se encuentra en constante cambio: la educación emocional.
Este modelo está basado en el descubrimiento del mundo que existe de la piel hacia adentro, en el auto-conocimiento del alumno. Se trata de acompañarlo y habituarlo al descubrimiento de sus emociones, necesidades y creencias.

 

Conviviendo con situaciones urgentes, consecuencia de no ocuparnos de proyectos a futuro, procrastinamos el desarrollo y crecimiento de la sociedad. Con el agua al cuello, cansados de agitar los brazos para mantenernos a flote, somos una población bien dispuesta a empeñar nuestro futuro y hasta el de las generaciones venideras por un respiro… como también a apoyarnos en el vecino, aunque esto signifique hundirlo.

En Estados Unidos, hace unos cincuenta años se realizó un estudio longitudinal muy famoso, con un grupo de niños de 4 años. Se les dijo: niños si pueden esperar a que el maestro termine de hacer unas tareas, podrán recibir dos malvaviscos como recompensa. Los que no puedan –o no quieran- esperar, solo recibirán uno, pero de forma inmediata. Esto sin lugar a dudas es una encrucijada que pone a prueba el alma de cualquier criatura. El caso es que unos se comieron el bombón inmediatamente, mientras que otros valientes niños pudieron esperar el cuarto de hora que le tomó al maestro terminar la “tarea”. El poder diagnóstico de este experimento se puso en evidencia unos catorce años más tarde cuando se comparó el desempeño de aquellos niños, ya adolescentes. Los que habían esperado a los 4 años la gratificación de dos bombones, eran adolescentes más competentes en el plano social, obtenían calificaciones increíblemente más altas en lo académico, en el plano personal eran más seguros de sí mismos y más capaces de enfrentarse a las frustraciones propias de la vida. El estudio no terminó aquí, sino que, una década más tarde, todavía eran capaces de postergar la gratificación para alcanzar sus objetivos.

Con algunas excepciones, en Latinoamérica claramente adolecemos de la capacidad de posponer la gratificación inmediata por una gratificación mediata mayor, donde si bien los esfuerzos sean mayores, los resultados también. Nos acostumbramos a las noticias de violaciones, agresiones, consumo de drogas, delitos, estafas, poblaciones clientelares, pobreza, indigencia, inseguridad, desocupación, violencia -gráfica, física, intrafamiliar, solapada, de todo tipo. En fin, se institucionaliza y acepta la pobreza de capital humano, nos adormecemos y no hacemos nada por cambiar.

De este modo, las pululantes situaciones de precariedad imponen la emergencia de destinar recursos para emparchar sobre lo parchado, no dando la posibilidad de trabajar en lo estructural, arrojando como resultado una vulnerabilidad creciente, que justifica cada vez más las intervenciones de resultados efímeros, ante estas –curiosamente- más frecuentes situaciones “inesperadas”.

Pero no seamos ingenuos, las posibilidades de desentramparnos de la paradoja de que quienes se benefician de dar y recibir dádivas, como del mercado de la enfermedad e inseguridad, corrupción y de la tan desgraciada holgazanería hagan el cambio, son inexistentes. Intentar disuadir y pedirles que cambien de idea y actitud a los que se amparan en este enquistecido chanchullo, seguramente será en vano; pero nada, nada impedirá que tengan la gentileza de con el tiempo ir muriendo. Y así, de la mano del relevo, vendrán nuevas oportunidades. Esta es una de las razones por lo cual debemos trabajar con las generaciones venideras. En este sentido podemos entender la frase de William Wordsworth, que dice “El niño es el padre del hombre”.

Los niños por su condición de tales, además de ser los portadores de los privilegios y derechos más exquisitos, por los cuales todos velamos, son la hoja en blanco y posibilidad de co-escribir un nuevo comienzo. Es por ello que propongo repensemos las herramientas que les estamos proveyendo, pues no todas contribuyen a la emancipación y autonomía personal.

Una propuesta de solución comprensiva de la complejidad del problema: Educación Emocional

El estado actual de la ciencia tiene a su disposición los conocimientos necesarios para dar respuesta a la situación vigente. El grupo de habilidades que permitieron a los niños del experimento del bombón convertirse en personas saludables, prósperas y felices, son aprendidas. Son parte de una enseñanza que hoy está sistematizada, susceptible de ser aplicada en las escuelas. Es que hoy no alcanza con la transmisión de conocimientos, es tal la dinámica que casi no hay tiempo para estar al día. La tecnología y ciertos hábitos van en avión, mientras la escuela intenta seguirlos a pie. Por ejemplo, en el último decenio experimentamos el fenómeno de “googleizacion” donde casi desde cualquier lugar urbano podemos acceder con un celular a la respuesta a casi toda pregunta, haciendo portador a cualquier ciudadano de una biblioteca entera en su bolsillo.

Si bien este tipo de formación emocional le pertenece a la familia; la escuela, que constituye una segunda barrera de contención, requiere y merece la inclusión insoslayable de estas enseñanzas. Capacitando a docentes y a padres –con Escuela para Padres- hasta llegar a los niños. Hoy en muchos rincones de Latinoamérica, el pretender que un niño memorice fechas de batallas, datos geográficos, etc., es como pedirle a un paciente en terapia intensiva que aprecie la belleza de la lectura de Dostoievski. La situación es grave y los niños necesitan hoy más que nunca herramientas para adaptarse a un mundo muy distinto y cambiante. Todos sabemos que estos no son tiempos fáciles para los padres ni docentes, ni mucho menos para los mismos niños. Los modelos con los que fuimos educados los adultos, no parecen tener la misma aplicabilidad con los niños de hoy.

A diferencia de la educación tradicional, que se centraba en el conocimiento del mundo que existe de la piel hacia afuera en todos sus aspectos –histórico, matemático, geográfico, musical, etc.-, la Educación Emocional está basada en el descubrimiento del mundo que existe de la piel hacia adentro, en el auto-conocimiento del alumno. Se trata de acompañarlo y habituarlo al descubrimiento de sus emociones, necesidades y creencias. De esta manera podrá conocer cuáles son sus deseos, habilidades, intereses, y empezar a diseñar la persona que quiere ser. Lograremos, de este modo, disminuir a futuro sus comportamientos sintomáticos, tales como conductas delictivas, adictivas, depresivas, suicidas, agresivas, evasivas, la repitencia y el frecuentemente seguido abandono escolar, ya que trabajaremos anticipándonos a los problemas. Hablo de priorizar en los establecimientos educativos el saber utilizable, debatiendo situaciones cotidianas y sus soluciones, humanizando la historia con testimonios de la pasión de quienes dieron la vida por su comunidad, donde les enseñemos que la felicidad no está en comprar el último modelo de algo, como dicen las publicidades, sino en hacer lo que amamos con verdadero sentido, que el vacío existencial aguarda paciente, ya que lo alcanzan cada vez más rápido quienes persiguen la zanahoria del culto de la imagen, consumismo, éxito y demás sin-valores. A un siglo del lecto-analfabetismo, hemos de ocuparnos del analfabetismo emocional.

Una política que pueda dar cuenta de la compleja red de actores y variables que influyen sobre los niños y familias, y que logre un cambio radical, sabemos, no se agota en un programa. Para asegurar los resultados que nos proponemos es necesaria una continuidad y mantenimiento en el tiempo de estas propuestas que alcancen la profundidad de una modificación estructural, dejando capacidades instaladas en la población. Es por ello esencial exigir el compromiso de autoridades políticas y gubernamentales para llevarlo a cabo y mantenerlo en el tiempo, dado que si sus esfuerzos se concentran en los períodos electorales o bien buscan resultados inmediatos dentro del propio mandato, la solución es superficial y efímera, no alcanzando las raíces del problema, sino más bien, dejándolas intactas para que florezca posteriormente con aún más fuerzas, perpetuándose de este modo el circulo vicioso que padecemos.

Estoy seguro en un futuro, las escuelas no se centrarán en transmitir conocimientos, sino en el autoconocimiento y en la dinamización de los recursos personales de cada alumno. Los programas estarán basados en prácticas para desarrollar habilidades emocionales, el saber elegir, filosofar, crítica de consumo, alimentación, economía familiar y hábitos salutógenos de vida, entre otros. RM

Lucas Malaisi

Presidente de la Fundación Educación Emocional. Licenciado en psicología de la Universidad Católica de Cuyo, Argentina. Participó como conferencista en el Foro Educativo Nacional - MEN 2017.

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2 Comentarios

    1. Así es Adriana, por eso te invitamos a que compartes este gran artículo con tus amigos y compañeros que les interesa el tema. ¡Feliz día y una gran abrazo!

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