No transcurre un día sin que alguien nos recuerde la importancia de la educación y sin que quienes nos lo recuerdan no le atribuyan todo tipo imaginable de virtudes y potencialidades a esta tarea humana, la más humanizadora en palabras del filósofo Fernando Savater. Parece como si viviéramos un permanente ejercicio de autoafirmación o convencimiento sobre el valor de la educación; ejercicio intelectual que bien parece una paradoja, o una reacción justificadora o exculpatoria ante una situación más preocupante: en realidad somos conscientes de que hoy, lamentablemente, la educación para muchos no es tan importante como pretendemos demostrar.
Pareciera como si la educación hubiera pasado a ser un valor agregado, enfoque mercantil que inevitablemente despierta interrogantes básicos: ¿a qué, de qué o para qué? Y para otros, un objeto propio de la cultura del espectáculo: como causa movilizadora de eventos, promotora de proyectos sin motivo justifi cable ni desarrollo previsible, cita obligada y recurrente de políticos, motivo de actividades sociales y otras acciones efímeras.
Pero para nosotros, y creemos que para la inmensa mayoría de la ciudadanía, la educación sí que cuenta, la educación es muy importante y la fe en su potencial transformador es la más poderosa convicción que nos lleva a esta afirmación, así como a apostar por la necesidad de su cambio y mejoramiento para hacer frente al reto que requieren nuestras sociedades.
A ello, con toda humildad, dedicamos la presente edición de nuestra revista Ruta Maestra que, por cierto, ya alcanza su número diez gracias a numerosos y relevantes expertos y responsables de la educación de América y Europa que, de manera desinteresada, han prestado su colaboración y, sobre todo, a la acogida, valoración y reconocimiento que ha tenido por parte de sus miles de lectores: dos aspectos que han contribuido a convertir a Ruta Maestra en una publicación educativa de referencia y a que continuemos con este ilusionante empeño.
La transformación y mejora de la educación no es un deseo más o menos retórico, ni un diletante argumento intelectual o político: es una imperiosa necesidad. Más aun si se propone, como nos dice el doctor Ángel Gabilondo, como un proyecto compartido, conjunto y común; algo así como lo que debiera ser una ¨causa nacional¨. Insistimos sobre esa necesaria transformación en esta edición, y lo hacemos desde la evidencia del conocimiento de una sociedad, como es la latinoamericana en general y la colombiana en particular, que exige mayores niveles de desarrollo, cohesión y competitividad.
Es cierto que, en buena medida, se han empezado a alcanzar metas cuantitativas con niveles de cobertura casi universalizados, que vamos dejando de ser objeto de la generosa, y siempre agradecida, cooperación externa y que nuestros sistemas educativos han alcanzado un nivel de madurez notable: tanto en cuanto a sus niveles de financiación, como de gestión. No obstante, persisten dudas razonables sobre su contribución real al desarrollo efectivo del país y a su cohesión y las evidencia sobre los pobres resultados de sus alumnos en términos de adquisición de aprendizajes y desarrollo de competencias, así como de eficacia y eficiencia en el desempeño docente, se ponen de manifi esto a través de pruebas de evaluación externa estandarizadas, como es el caso de la valiosa y renombrada a nivel mundial PISA, de la OCDE.
Como nos dice Andreas Schleicher, director de PISA y Director General de Educación de la OCDE, nuestras escuelas, y ahí se encuentra la clave de la transformación, ¨…deben preparar a sus estudiantes para que sepan colaborar, competir y conectarse con diferentes personas, ideas y valores de todo el mundo¨. Y lo que es más importante, en una sociedad en la que se les va a valorar no por lo que saben, sino por lo que pueden hacer con lo que han aprendido.
Las competencias, y su desarrollo permanente a lo largo de la vida, son el auténtico eje vertebrador de la transformación educativa que proponemos. Las competencias cambian las vidas de las personas, aumentan sus oportunidades y son imprescindibles para la modernización y desarrollo de los países, como nos expone Marta Encinas Martin de la OCDE. Sin ellas, las comunidades y las naciones languidecen y las personas con insuficientes o inadecuadas competencias van a sufrir a lo largo de su vida graves desventajas sociales y económicas.
Hacer de la transformación de la educación una oportunidad para su mejora es lo que proponemos en la presente edición a través de diferentes y compatibles enfoques que contribuyen a una decisión integral y estratégica: un proyecto común y compartido, desarrollado en la cultura de la evaluación, que arranca de un modelo de escuela y sociedad reales a las que pretende dar respuestas cualificantes y renovadoras, que participa de un sistema de educación a lo largo de la vida y que, por supuesto, se construye por medio de propuestas curriculares específicas e innovadoras.
Esperamos que el contenido de la presente edición sea de su interés, despierte reflexiones y promueva debates: si es así, habremos alcanzado nuestro objetivo de aportar información y generar conocimiento para lograr la transformación y mejoramiento de nuestra educación.