Ruta Maestra: ¿Cuál consideras tú que son los factores principales para lograr la prosperidad familiar?
Álex Rovira: Para atenernos a los conceptos, empecemos con responder qué es la prosperidad. La prosperidad es un desarrollo favorable, especialmente, en el ámbito económico y social. Con base en esta definición, debemos ver el desarrollo de la bonanza, la felicidad y la mejora en el contexto familiar; lo que implica, crear las circunstancias para que, el estado relacional entre el bienestar y la estabilidad económica prosperen en el seno de la familia. Acá entran dos variables fundamentales: la educación y la formación. ¿Qué diferencia existe entre una y otra? La pregunta es válida porque en muchas ocasiones suele confundirse una con otra.
La educación se debería impartir desde los hogares, fundamentalmente, a través de la observación, desde el ejemplo que dan las figuras de referencia, no solo padre y madre, sino también, de todo el núcleo familiar. Ahora bien, hay personas que no han tenido el acceso a una buena formación, no tuvieron la posibilidad de acceder a universidades o a institutos y, sin embargo, son muy bien educadas, con buenos valores. Como contraparte, existen personas que han recibido una excelente formación pero, lastimosamente, pueden resultar maleducadas –por poner un ejemplo, la clase política de todos los países, en donde hay personas que han estudiado en las mejores universidades pero que, suelen tratar con desprecio a las personas del común e inclusive a sus propios equipos–.
La prosperidad recae en ser capaces de crear buena formación, la cual se debe impartir desde el sistema educativo y complementarse en los hogares; mientras que, la educación se debería mostrar y ejemplarizar en los hogares y complementar en las instituciones educativas. Cuando hay una dejación de la acción educativa en el hogar y se pretende que, la escuela sea el centro de la formación y de la educación, nos encontramos con comportamientos tan absurdos como el de un padre o una madre yendo a enfrentar a un/a profesor/a cuando ha regañado a su hijo/a porque se ha portado mal; ahí no puede haber prosperidad porque la prosperidad confluye cuando hay una buena educación y una buena formación. Nos encontramos ante una buena persona, gracias a su educación; ante un/a buen/a profesional, gracias a su formación; y ante un/a buen/a ciudadano/a, gracias a la combinación de ambas.
Por eso, si queremos prosperidad familiar, no debemos delegar la función solo a las instituciones educativas; tenemos que generar un espacio en el hogar donde les brindemos a nuestros/as hijos/as afecto y cariño, esto los/as hará ser personas empáticas, aunque también, debemos trazarles los límites necesarios, las normas, los principios y los valores que les permitirán gestionar, lo que me gusta en llamar “la sabiduría del no” que, no es más que el saber poner límites, el respetar la dignidad propia y la de los/as demás y el saber gestionar bien la convivencia.
R.M.: ¿Cómo podemos enseñar a nuestros/as hijos e hijas a ser responsables con sus obligaciones?
A.R.: Es muy simple: “no prediques, tus hijos te están observando”, ese sería el lema. Como decía Woody Allen: “Las cosas no se dicen, se hacen, porque al hacerlas se dicen solas”.
Aquí se requiere de dos dimensiones que, las figuras parentales tienen que ejercitar de manera positiva: por una parte, está la “nutrición” del apoyo, del afecto y de la ternura; es muy importante que, a nuestros/as hijos/as les nutramos el corazón y las emociones y que, les enseñemos del perdón y de la compasión, sin dejar a un lado lo que comentaba anteriormente, la sabiduría del no, el poder de los límites. Yo siempre le digo a mis hijos: “no hay castigos, hay consecuencias”. Cuando se comete un error, no solo basta con pedir perdón, hay que reparar; con esto invitamos a nuestros/as hijos/as a que asuman dos principios fundamentales: el principio de realidad y el sentido del deber.
Para generar madurez en un/a individuo/a debemos combinar dos principios: el principio del placer y el principio del deber. De entrada, todos/as estamos orientados/as hacia el principio del placer; la madurez está en su conquista, en saber dosificar. En cuanto al principio del deber, hay unos compromisos que tenemos que cumplir: desde la primera hora del día debemos mostrar pulcritud y manejarnos en el mundo por nosotros/as mismos/as, facilitando la suma, no la resta; la sinergia, no la entropía; la ética, no el abuso.
Por eso, si tú como padre o madre no sabes poner límites, tus hijos/as no solo no sabrán ponerse límites a sí mismos/as, sino que, no sabrán cómo ponerles límites a las demás personas; por eso es tan importante la sabiduría del sí –esto te lo doy– y la sabiduría del no –esto te lo tienes que ganar o esto no lo puedes hacer–. La responsabilidad que tenemos, es integrar ambas sabidurías.
R.M.: ¿Cómo podemos extraer sabiduría de los errores que cometemos?
A.R.: No puede haber sabiduría sin reflexión y no puede haber reflexión sin quietud; vamos por partes, en primer lugar, hay una grave confusión del error con el fracaso y una cosa no supone la otra, no son lo mismo. El fracaso es la lectura culpabilizadora del error, por eso es terrible cuando algunos/as padres y madres, por hábito, le dicen a sus hijos/as que, son unos/as fracasados/as, porque hay una carga de condena y porque ese error también irá vestido de culpa; la culpa es un nivel de conciencia humana que, puede llevar a una persona, incluso, al suicidio. La lectura culpabilizadora del error como fracaso, supone que quien se ha equivocado pague una penitencia mucho mayor a la del error cometido.
Si el fracaso va asociado a la culpa, el error debe ir asociado a la responsabilidad: si tú te has equivocado, muy bien, primero debes corregir; segundo, compensar; y tercero, por supuesto, aprender. Como decía el poeta Rumi: “la herida es el lugar por donde entra la luz”; lo importante es que, le enseñemos esto a nuestros/as hijos/as y, claramente, que lo apliquemos en nosotros/as mismos/as, pues como ya dijimos: “no prediques, tus hijos/as te están mirando”.
R.M.: ¿Cuál sería la palabra para describir la comunicación en los procesos de prosperidad familiar?
A.R.: Hay varios elementos que son claves, podría decir que, la palabra cultura; porque la cultura no es únicamente el conocimiento intelectual, la cultura es la combinación de cinco variables fundamentales, en donde la comunicación entra a pivotar cinco ejes, que son: actitud, conocimiento, habilidad, compromiso y ética. Me explico, lo que hace que, un sistema humano se transforme –llámese familia, llámese organización– es la integración de las habilidades relacionadas con la inteligencia emocional y social.
La cultura es la combinación de cinco variables fundamentales, en donde la comunicación entra a pivotar cinco ejes, que son: actitud, conocimiento, habilidad, compromiso y ética.
Cuando nos referimos al eje de la actitud, estamos hablando de amar y querer. Debemos aprender a amar y aprender a querer, que no es lo mismo, yo te puedo querer pero, puedo no amarte –eso es posesión y esta mal–; hay que amar para querer, primero debemos amar, para que ese querer sea un deseo de estar vinculados desde un afecto mutuo. Aquí entra todo lo que tiene que ver con el universo de las actitudes –las amables, las generativas y las constructivas–.
El segundo eje es el conocimiento que, consiste en aprender y saber; de nuevo, no son lo mismo, pero ambas son imprescindibles. Aprender es un proceso que, nos lleva al saber y que, debemos ejercitar constantemente. Es necesario que, los/as hijos/as vean que sus padres y madres leen, pues esto fomenta la curiosidad y el interés por el aprendizaje. Existen muchos estudios que comprueban que los/as estudiantes que viven en casas donde hay libros, tienen un porcentaje de fracaso académico mucho menor –se asume que los libros no solo están para ser decorativos–.
Tercero, el eje de la habilidad. Decía Quevedo: “No es sabio el que sabe dónde está el tesoro, sino el que trabaja y lo saca”. Por eso decimos que, la habilidad es hacer y poder, porque el hacer nos lleva al poder, pero, si no hacemos, no podremos. Entonces, a estos/as hijos/as criados/as en la cultura del “mando a distancia”, del que “cuando pierdo el juego, lo reinicio”, de las soluciones fáciles, los/as estamos alejando de la realidad, porque la realidad sigue el principio de la naturaleza, por decirlo en otras palabras, el principio de la cosecha: tenemos que picar la tierra, que quitar las piedras, que regar la siembra y que asumir adversidades climáticas que, pueden destruir lo que hemos hecho de un momento a otro. Esto se transforma en hábitos de vida.
El cuarto eje es el compromiso, porque cuando tenemos actitud, conocimiento y habilidad integrados en un ser humano, el compromiso es crear y legar. Las personas comprometidas son innovadoras, piensan en cómo mejorar, pero, más importante aún, son generosos/as: piensan en compartir los conocimientos generados en los tres anteriores ejes. Son el tipo de personas que, se sientan con sus hijos/as y les enseñan cómo prepararse para un examen, los/as instruyen en sus tareas y les incorporan habilidades de memorización y de mnemotecnia; estas personas tienen un compromiso: innovar en la función de padres y madres.
Finalmente, el último y quizá el eje más importante de todos –al ser el que polariza entre la mejora y la destrucción de la sociedad–, es la ética. Yo, a lo mejor, puedo tener la actitud de querer robar, el conocimiento para perpetrar el robo, la habilidad para hacerlo con eficacia y el compromiso de lograrlo; es ahí cuando la ética entra a polarizar entre la actitud, el conocimiento, la habilidad y el compromiso, hacia la mejora social y hacia la mejora de la cultura del colectivo. La ética es buscar la verdad y ejercitarla con transparencia. Hay personas que dicen: “las verdades son relativas” y no es así, dos más dos, son cuatro; algo está sucio o está limpio, no hay términos intermedios.
Enséñeles a sus hijos e hijas que pueden ser la causa de su buena suerte creada
Entonces, la combinación de estas cinco variables crea la cultura y cuando la cultura sirve para construir –por haber nutrido cada uno de los cinco ejes–, surge la posibilidad de que la vida tenga sentido, surge la alegría e inclusive la felicidad, porque la verdadera felicidad tiene que ver con una conciencia y una plenitud trabajada. Si queremos que, nuestros hijos sean buenas personas, buenos/as profesionales y buenos/as ciudadanos/as y buscamos la prosperidad en nuestra familia, tenemos que crear una cultura familiar donde todos estos valores y conocimientos se integren.
R.M.: Para ir cerrando, ¿qué frase le dejas a los padres y madres de familia que te están leyendo y quieren lograr esta prosperidad familiar que tanto añoran?
A.R.: “Enséñeles a sus hijos e hijas que pueden ser la causa de su buena suerte creada”.
R.M.: Por último y pensando en quienes nos leen y quieren conocer más sobre ti, ¿qué es la Escuela Humanista de Álex Rovira?
A.R.: La Escuela Humanista de Álex Rovira está pensada para las personas que, quieren crecer en sus recursos personales y en sus habilidades, lo cual, normalmente, no se imparte en las instituciones y/o universidades y que, tiene que ver con todo lo que hemos hablado. Tenemos alumnos/as por toda América Latina y Estados Unidos, muchos/as de ellos/as padres y madres, quienes suelen compartir los contenidos con sus hijos/as y, a partir de ello, generar ese diálogo necesario en sus familias. Contamos con diferentes programas –como “Crea tu buena suerte” y “Club de la transformación”–, los cuales también están pensados para ser realizados a nivel comunitario. Otra de las ventajas que tenemos es que, al estar los programas en formato digital, las personas pueden disponer, de manera indefinida, de estos recursos. En el siguiente enlace pueden encontrar más información: alexroviraescuela.com RM