—¿Cómo puedo saber que mi hijo o hija no va a tener un problema de salud mental en el futuro? — Esta pregunta es, cada vez, más frecuente en las terapias que realizo a madres y padres de familia. Pues bien, este artículo pretende aportar ideas y reflexiones, para que la familia haga las veces de escenario de aprendizaje de la salud psicológica. La idea es tener una visión positiva y preventiva desde la familia, alejada de alarmas y dramatismos. Empecemos entonces por entender el concepto de salud mental.
Salud Mental: ¿De qué hablamos
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la salud mental como “un estado de bienestar en el cual cada individuo desarrolla su potencial, puede afrontar las tensiones de la vida, puede trabajar de forma productiva y fructífera, y puede aportar algo a su comunidad”. Detrás de esta definición, hay horas y horas de trabajo de innumerables profesionales que intentan aportar luz al concepto; aun así, podría sobrar o faltar algo. Desde mi experiencia, de más de treinta años asesorando a padres y a madres, voy a plantear las siguientes preguntas que, nos ayudan a reflexionar sobre cómo aterrizar esta definición a la realidad de cada familia y de cada hogar:
¿Cómo se fomenta ese estado de bienestar en la convivencia familiar? ¿Cómo se desarrolla el potencial de niños, niñas y adolescentes? ¿Cómo los/as preparamos para las tensiones de la vida? ¿Qué hacer para que “trabajen” de forma productiva y, para que, aporten a su comunidad? En definitiva, ¿la familia puede hacer las veces de contexto preventivo en salud mental, si se propicia el bienestar psicológico de hijos e hijas?
La revista científica The Lancet ha publicado un estudio (Patton et al., 2016) que aporta unos datos muy interesantes: el 50% de los problemas de salud mental en la edad adulta comienzan antes de los 15 años de edad y el 75% antes de los 24 años de edad. Estos datos, que podrían asustar a cualquier padre o madre, hay que abordarlos desde la perspectiva del papel fundamental que, como padres y madres, tenemos para construir una comunidad futura radiante de salud psicológica y provocar así, que esos porcentajes se reduzcan. No es una tarea fácil, pero, es posible.
No es fácil, porque vivimos en un contexto socioeconómico en donde se propician factores macrosociales de riesgo que, aumentan la probabilidad de generar problemas de salud mental, como:
- La insatisfacción continuada en el tiempo, bajo la cual, consumamos lo que consumamos y tengamos lo que tengamos, nunca es suficiente.
- La estrategia del miedo, a través de la cual, se dispara la inseguridad por lo que, cada vez, es más complicado aceptar la incertidumbre.
- El fomento de la soledad y el aislamiento de las personas y las familias en aras de evitar el empoderamiento colectivo y el apoyo social.
- El desplazamiento de las relaciones interpersonales a las relaciones entre las personas y los objetos, sobre todo con dispositivos móviles.
- La idea de perder el tiempo en la infancia puede pasar factura en el futuro, por lo que puede establecerse una sobrecarga de las actividades formativas en detrimento del aprendizaje de las habilidades socioemocionales para la vida.
Y es posible, si aprovechamos la tarea de educar para dotar de herramientas a nuestros hijos e hijas, con la idea de facilitarles procesos de adaptación en los diferentes contextos sociales.
Cada vez más, las familias acuden a los y las profesionales de la salud y de la educación, para consultarles sobre problemas relacionados con la salud mental infantojuvenil. Esto es un avance, ya que, hay que darle mucha importancia a lo que ocurre en la convivencia familiar, cuando aparecen los conflictos cotidianos que toda familia afronta en la crianza de sus hijos e hijas. Por eso, lo que hacemos padres y madres ante las provocaciones de nuestros hijos e hijas, ante sus pataletas y ante sus inseguridades, es vital para su futura salud mental. La idea aquí, es aprovechar esos conflictos cotidianos inevitables que se dan en cualquier hogar del planeta. De cómo se resuelvan esos conflictos familiares, se estará dotando de herramientas a hijos e hijas para que se adapten a sus futuras realidades. Es por eso que, hay que tener una visión positiva del conflicto, ya que, es una oportunidad de aprendizaje. La gestión inadecuada de los conflictos familiares es un factor de riesgo, pues debajo de la mayoría de los problemas psicológicos en la infancia, se suele encontrar un mismo patrón: menores inseguros.
La inseguridad en la infancia tiene diferentes rostros: miedo, hostilidad, sumisión, dependencia, distracción, provocación, agresividad, ansiedad, capricho, impulsividad, irresponsabilidad, exigencia, propensión hacia la influencia, tiranía, evitación e indiferencia social
La inseguridad en la infancia tiene diferentes rostros: miedo, hostilidad, sumisión, dependencia, distracción, provocación, agresividad, ansiedad, capricho, impulsividad, irresponsabilidad, exigencia, propensión hacia la influencia, tiranía, evitación e indiferencia social… Niños y niñas podrían presentar algunos de los siguientes rasgos: ser irrespetuosos, poseer baja empatía y baja sensibilidad ante el daño que pueden provocar, ser impacientes –lo quieren todo y ya–, tener baja tolerancia ante las frustraciones, tener escasos sentimientos de culpabilidad –suelen echarle la culpa a las demás personas de manera sistemática–, llamar la atención de forma inadecuada, decir como máquinas “me da igual”, hacer uso de la provocación y de la mentira de manera excesiva, pensar que no deberían verse sometidos a ninguna molestia y que todo lo que les es perjudicial, es injusto.
Cuando los y las profesionales se encuentran con menores de este perfil, tienen, al menos, dos caminos: enviar al niño o a la niña a visitar a diferentes especialistas, en un tedioso recorrido de pruebas diagnósticas, tras la búsqueda de etiquetas para su salud mental y la consecuente receta de fármacos; o bien, derivar a padres y a madres a un recurso que, les ayude a reflexionar y a mejorar sus prácticas educativas. Recomiendo, con mucho tesón, realizar esto último, siempre. Los y las psicólogos/as no estamos exclusivamente para abordar los problemas de salud mental de niños, niñas y adolescentes, sino también, para ayudar a padres y a madres a prevenir dichos problemas, a analizar sus funciones y habilidades parentales, a introducir mejoras para fortalecer la convivencia familiar, como algo de suma importancia, y a actuar de forma inteligente ante los indicadores de inseguridad, antes descritos.
Ni los niños ni las niñas, deberían ser los/as culpables de los conflictos que surgen en casa, nunca. No son “pequeños tiranos” ni desean “amargar” la vida del adulto. Tampoco los padres ni las madres son culpables, pero, ¡sí son responsables! La inseguridad en los niños y las niñas suele aparecer, cuando algo no funciona en la dinámica familiar, cuando las funciones que tienen que ejercer los padres y las madres no se están llevando a cabo de manera adecuada, como por ejemplo: las pautas educativas son impredecibles y están repletas de contradicciones entre lo que se piensa, se dice y se hace; hay escasez de amor incondicional y de cariño; hay presencia de gritos, regañinas, sermones y castigos; existe falta de respeto y de confianza hacia hijos e hijas, cuando aquellos/as pueden tomar decisiones; hay un excesivo control y protagonismo adulto. Todos estos, son factores de riesgo que hay que trabajar para que se conviertan en factores de protección. Por eso, ante los problemas de convivencia que pueden provocar futuros problemas psicológicos, son los padres y las madres quienes tienen que cambiar primero. Por esta razón, como psicólogo infantil, siempre recomiendo que quienes tienen que ir al psicólogo en un inicio, son los progenitores.
Inteligencia y Salud Mental
Cuando escribí mi libro Familias Inteligentes: Claves Prácticas para Educar (2012)1 , ya argumentaba la importancia que tiene para la salud mental de hijos e hijas, el que padres y madres tengan recursos para aceptar la incertidumbre, para la educación en la gestión de los riesgos, para el afrontamiento a realidades heterogéneas y para adaptarse al cambio. Últimamente, en cualquier proceso terapéutico, dedico más tiempo que, hace unos años, a trabajar en estos aspectos.
Una de las competencias y habilidades que tienen que aprender niños, niñas y adolescentes, es su capacidad para afrontar situaciones nuevas, prácticamente, desde el momento en que nacen. A lo largo de su desarrollo, las personas tienen que aprender a gestionar sus emociones y decisiones ante situaciones novedosas y ante realidades heterogéneas que no controlan en un principio.
Se puede definir la inteligencia como la capacidad de utilizar de forma adecuada la información procesada para resolver una determinada situación y poder adaptarse a los cambios que, irremediablemente, se van a producir. La inteligencia es así, la habilidad para resolver situaciones novedosas, en el día a día de la vida. Una de sus bases, es la anticipación de la incertidumbre para poder, a su vez, reducirla y así, aumentar las expectativas de supervivencia. La conducta inteligente está en la capacidad para programar, regular, controlar y verificar las decisiones que se toman. La inteligencia nos sirve para adaptarnos a diferentes realidades y para tener una mayor salud mental.
Por su parte, el cerebro está diseñado para anticipar y predecir lo que puede ocurrir, con el fin de controlar la realidad que nos rodea. Anticipamos, aunque no lo queramos, porque nos tenemos que adaptar a diferentes contextos. Una de las claves para afrontar con inteligencia las circunstancias de la vida, es el manejo de las preocupaciones en la adultez, ya que, por mucho que nos preocupamos, no encontramos las respuestas que buscamos, por lo que, aparece en escena la incertidumbre. Todos tenemos incertidumbre; cada vez que, tenemos que tomar una decisión, esta aparece en diferente grado, porque nuestro cerebro no puede controlar toda la realidad como quisiéramos. Por eso, la aceptación de la incertidumbre es una de las grandes herramientas para contar con salud psicológica.
Se puede definir la inteligencia como la capacidad de utilizar de forma adecuada la información procesada para resolver una determinada situación y poder adaptarse a los cambios que, irremediablemente, se van a producir
No podemos hablar de inteligencia, de supervivencia y de adaptación, sin nombrar a las emociones. Las emociones aparecen siempre que, en la realidad, se producen cambios. Es la respuesta del cerebro para afrontar esa nueva realidad. Para eso sirven las emociones, para recuperar ese control. Por eso, cualquier familia se debe llevar bien con los cambios, porque educar es una adaptación continua al cambio, al crecimiento y al desarrollo evolutivo de hijos e hijas.
La Propuesta: Convivencia Familiar Inteligente
Todas las familias quieren una “fórmula” para conseguir una convivencia familiar inteligente, para poner límites, para negociar, para ejercer una disciplina adecuada, para querer incondicionalmente, para gestionar conflictos, para conservar la calma, para fomentar la autoestima y la responsabilidad, para confiar y respetar la autonomía de cada uno/a de quienes la integran. En definitiva, para conseguir hijos e hijas sanos psicológicamente. Estos son objetivos educativos que, se creería, cualquier familia quisiera alcanzar.
En 2006, el Consejo de Europa acuñó el concepto de Parentalidad Positiva. Para llevarla a cabo, es necesario cumplir con estas dos funciones parentales:
- Vínculos afectivos sanos, protectores y estables, para que, hijos e hijas se sientan aceptados/as y queridos/as.
- Entorno estructurado, guía y supervisión, para que, hijos e hijas aprendan las normas y los valores familiares, lo que equivale a poner límites y ejercer el control de forma coherente y respetuosa.
Esta es la base de la propuesta Convivencia Familiar Inteligente: ejercer dos funciones parentales, a saber, el amor incondicional y el control respetuoso, y saber poner límites, sin perder de vista el plano emocional. Para ello, le añadimos, a manera de alegoría, tres habilidades parentales imprescindibles para cualquier hogar:
Educar a nuestros/as hijos e hijas es como caminar por la montaña. Se trata de equilibrar los momentos que hacemos de guía –Decir No–, las veces que caminamos al lado compartiendo decisiones –Negociar– y las ocasiones que, nos ponemos detrás confiando en sus capacidades –Traspasar Responsabilidades–.
Habilmind facilita a través de su plataforma la posibilidad de que las familias reflexionen y mejoren su situación familiar
Estas tres habilidades parentales –Decir no, negociar y traspasar responsabilidades– son la base de la ya validada y testacada técnica del semáforo inteligente. Se ha demostrado empíricamente que es una excelente herramienta para poner límites educativos de una manera respetuosa, para gestionar los conflictos cotidianos familiares en positivo y para que hijos e hijas aprendan a decir no, a negociar, a confiar y a respetar las decisiones de las demás personas. Esta es una técnica caracterizada por:
- Ser universal: puede resultar de utilidad a una cantidad muy diversa de personas y familias, tal y como se configura ahora nuestra sociedad. La propuesta se adapta a cualquier tipo de familia, a cualquier problemática educativa y psicológica y a cualquier edad a partir de los dos años. Se ha probado en diferentes países, diferentes culturas, diferentes núcleos de convivencia familiar, con un grado de eficiencia muy alto.
- Contar con evidencia científica: el equipo de investigadoras FamilyPsych de la Universidad de Deusto en España ha probado su eficiencia y ha validado esta metodología.
- Estar digitalizada: a través de la Plataforma Habilmind 2, los colegios usuarios, sus familias y profesionales tienen a su disposición, de una manera ágil y sencilla, este proceso evaluativo para una convivencia familiar inteligente, la cual cuenta con dos fases: análisis –a través de instrumentos de evaluación disponibles en la plataforma– y cambio –con talleres, conferencias y terapias online, entre otros 3.
- Contar con un enfoque preventivo: no sólo ayuda a solucionar los conflictos actuales y cotidianos de cualquier convivencia, sino a prevenir y anticipar desajustes psicológicos futuros y problemas en cualquier contexto social.
Todas las familias están en la capacidad de mejorar su convivencia, como el mayor factor de protección ante potenciales problemas de salud mental. Habilmind facilita a través de su plataforma la posibilidad de que las familias reflexionen y mejoren su situación familiar, con la idea de fomentar la parentalidad positiva y los buenos tratos a la infancia y a la adolescencia, que se ha demostrado que es la mejor herramienta para prevenir futuros desajustes psicológicos. La salud mental de tu hijo y de tu hija, está en tus manos. RM
Referencias
1 Para mayor información, puede visitar la página web http://www.familiasinteligentes.com
2 Disponible en https://www.habilmind.com
3 Para mayor información, puedes ingresar a: https://convivencial.com.