La mejor forma de enseñar es con el ejemplo. ¿Qué opina del ejemplo de nuestros políticos, líderes, empresarios, medios de comunicación frente a la ciudadanía?
Evidentemente es pésimo, estamos muchos años atrás de las ciudades del primer mundo. Los gobiernos y los sistemas educativos están más preocupados por castigar, reprender —sobre todo los sistemas sociales—, que por prevenir, instruir, enseñar. La sociedad está llena de problemas como embarazos en la adolescencia, violencia intrafamiliar, alcohol, drogas, deshonestidad, la cultura de la viveza, del robo; y falta mucha conciencia de que para cambiar eso necesitamos educación. Antes que policía y represión, necesitamos educación y prevención; y esa tiene que ser una conciencia que nazca desde el hogar y llegue hasta los círculos políticos. Porque la corrupción no está solo en los políticos, sino uno la ve en la gente que soborna al policía y la que paga al tramitador. Con ese ejemplo es con el que crecen los jóvenes, cómo vamos a esperar que a punta de física, química y trigonometría sean buenos ciudadanos, si lo que les estamos enseñando socialmente es otra cosa.
Ser maestro es una de las profesiones más nobles y si logran inspirar, que es lo que me dieron a mí mis mejores profesores, estarán cambiando el mundo. Guillermo Prieto La Rotta, Pirry.
En exclusiva para Ruta Maestra, tuvimos a este aventurero; apasionado por la investigación y por la transformación del ser humano en una mejor persona, amante de la naturaleza y de la vida.
¿Qué papel cree que cumplen las familias y los padres en la formación de buenos ciudadanos?
Desafortunadamente nuestro sistema educativo ni está preparado, ni está programado para crear ciudadanos. Está programado para llenar de conocimientos a la gente. Uno termina el colegio y no sabe para qué le enseñaron todo lo que le enseñaron, es la hora en que yo no sé para qué usaría una factorización. A mí nunca me enseñaron en el colegio cuáles eran las normas de tránsito, cuando uno debería salir del colegio con el pase de conducir, con la conciencia de cómo manejar. Ante ese bache y antes de ese bache, los padres también deberían pensar y tener conciencia de que los primeros maestros son ellos y que lo primero que sus hijos aprenden es lo que ven en ellos; entonces si usted quiere tener un hijo que sea buen ciudadano, sea usted un buen ciudadano, si usted quiere tener un hijo alcohólico, un hijo deshonesto, pues dele ese ejemplo. Además, si la educación en la casa es mala, no hay colegio que la vaya a arreglar, entonces esa responsabilidad es muy grande.
¿Qué tanto han aportado los colegios y los maestros a la formación de ciudadanos con valores éticos?
Es una labor muy fuerte, pero ante esa avalancha de antivalores que salpican a los jóvenes, sobretodo en la televisión, los maestros deberían ser más creativos para enseñar la otra parte. No sé qué tanto hayan cambiado las cosas, pero en mis tiempos la clase de ética era de una hora, en la que no había nada que llamara la atención; pero si el maestro apasionado y creativo se craneara la manera de hacer reír, divertir, conmover a sus alumnos por medio de historias, de ejemplos en valores, seguramente lograría muy buenos resultados. Yo creo que el estado más bonito de la vida y el que más le deja a uno es la inspiración, el apasionamiento. Cuando un maestro o una historia logran inspirarlo o apasionarlo, eso se queda con uno de por vida.
¿Cómo lograr que los estudiantes reflexionen de manera crítica sobre la realidad social del país?
De la misma manera, se necesitan maestros y se necesitan técnicas o formas de enseñar las cosas que apasionen al estudiante. Si se logra la pasión del estudiante van a lograr lo que quieran de él. No hay alguien con un motor más poderoso que un joven idealista, y los jóvenes en Colombia pueden ser muy idealistas, pero no tienen las herramientas; todos quieren cambiar el mundo pero no entienden nada de política, no saben nada de historia ni de geopolítica, no saben quién fue el dictador de Cuba antes de que llegara Fidel Castro, que es algo que acaba de pasar. Entonces, cómo pedirles que encaminen bien ese idealismo. Hay que inspirarlos, apasionarlos y darles las herramientas.
¿Cómo puede contribuir la escuela a desarrollar habilidades para que los estudiantes sean capaces de valorar las diferencias y los conflictos, como oportunidades para aprender y crear alternativas de resolución pacífica y constructiva?
Hay que buscar las historias, las formas y los temas que apasionen a los jóvenes y que los hagan sentir partícipes, ya que no se debe llegar simplemente a adoctrinar. Se me ocurre, por ejemplo, si logran llevar a unos alumnos a ver una película entretenida, con un buen guion sobre el bullying y se sientan todos después a analizar la película, plantear ejemplos y hacer comparaciones de lo que pasa alrededor, creo que pueden lograr mucho más que ponerlos a leer textos que de pronto no les interesan o ponerles tareas como la de hacer un ensayo sobre el bullying. Humildemente, creo que por ese lado puede ser.
¿Conoce la experiencia de algún país que haya logrado cambiar socialmente a partir de la educación?
Definitivamente todos los países europeos en la posguerra, después de la segunda guerra mundial; y ahora se ven los resultados en los sistemas educativos. En especial los de los países bajos, Noruega, Finlandia, que ahora tienen los modelos menos empeñados en llenar a la gente de conocimiento y más empeñados en crear ciudadanos.
Un ejemplo muy interesante puede ser uno que se dio en Brasil después de los años 70, donde, para disminuir las tasas de embarazos no deseados y las familias con demasiados hijos en los barrios pobres, se recurrió a cambiar el rol de las mujeres en las telenovelas. Entonces, aunque eran entretenidas, la protagonista no era una mujer sumisa, sino alguien que quería estudiar, alguien que decía en sus textos algo como: …”No, es que yo primero me voy a realizar, yo no me voy a llenar de hijos, yo no voy a dejar que abusen de mí…”. Y esto tuvo buenos resultados en cifras, entonces sí se puede.
Hablando de un problema en particular como la movilidad en Bogotá, que pone a prueba las competencias ciudadanas, ¿qué podemos hacer para contribuir a su solución?
Pues cambiar. Es difícil. Siempre he hablado con las personas que, por ejemplo, uno a veces quiere respetar las normas pero entonces el otro se le mete, el otro lo cierra y es uno el que se pierde el semáforo, y es difícil. Pero uno puede hacer el intento, un poquito. Es una cosa complicada porque nosotros tenemos dos chips. George Carling, que es un humorista inglés, tenía un ejemplo muy divertido de cómo es uno cuando maneja y decía que todo el que lo pasaba a uno era un c***, h***. Y, en cambio todo aquel a quien uno pasaba era una g***. Y ese es nuestro chip. Cuando vemos que alguien rompe la regla, decimos “Uy, qué maldito, mire lo que hace, por eso es que estamos como estamos”. A los tres segundos, uno ve que la puede romper también y busca una justificación para hacerlo. Considerando como es nuestra educación, yo siento que nos es muy difícil cambiar. Pero si de verdad queremos hacerlo, deberíamos tener algo que nos recordara todo el tiempo que, de pronto, si una vez al día no botamos el carro sino que esperamos y tratamos de tener conciencia, por ahí hay que empezar. Lo demás tiene que ser desde la educación. Insisto, uno debería salir del colegio sabiendo cuáles son las normas de tránsito, para qué son, sabiendo manejar, teniendo el pase y con el chip puesto. En Europa, no sé ve cruzar a una persona por un lugar que no sea la cebra, o muy poco lo ve y, si ellos ven a alguien que lo hace, dicen: “Esa persona está como loquita”, porque ellos vienen con el chip desde la infancia de que eso no se hace; por ahí es que hay que empezar. Porque uno no puede pretender que luego de aprender toda su vida que se maneja como un cafre, que es lo que ve del padre, las campañas y todos le digan a uno que cambie y uno cambie así no más. Esa es una labor que tiene que empezar con la educación de los jóvenes. Pero, en este momento, para los que ya pareciera que no tenemos remedio, solo queda tratar de volverlo una disciplina diaria y, al menos una vez al día, tratar de hacer las cosas bien.
Un destino y un libro que les recomendaría a los maestros…
Yo tuve una experiencia muy chévere cuando conocí Turquía porque, para mí, aprender lo que había sido el imperio bizantino que había sido una clase más, de esas jartas que uno ve en historia y se las obligaban a aprender de memoria. Pero era para mí todo un misterio porque como nosotros somos del imperio romano de occidente y Bizancio era el imperio romano de oriente, pues nosotros hemos crecido bajo el aprendizaje romano. Resulta que esa parte es muy importante y, además, fue mucho más importante que Roma durante cerca de 400 años, hasta que cayó con los turcos. Entender esa parte de la historia estando allá, ver la arquitectura otomana al lado de las fortalezas cristianas y llevarse el libro de Asimov de Turquía. Aprender eso viéndolo allá, para mí fue aprender, que un tema que me había parecido jartísimo toda la vida se convirtiera en toda una telenovela, e hiciera de mi viaje uno de los más sabrosos que he tenido.
Sí una vez al día no botamos el carro sino que esperamos y tratamos de tener conciencia, por ahí podemos empezar.