Por mucho que intentemos correr mucho, ya no vamos a poder alcanzar a los que salieron primeros en esta carrera que otros empezaron hace años. Llegamos tarde y las compañías tecnológicas americanas, nos llevan demasiada ventaja para que podamos alcanzarlas.
Hemos perdido muchísimo tiempo discutiendo entre nosotros: qué camiseta necesitábamos, el modelo de zapatillas o mirando la previsión del tiempo, por si se ponía a llover, si iba a hacer frío, calor, viento. Y claro, mientras nos obsesionábamos en “regular y controlarlo” todo, medio Asia, ha salido también corriendo hacia el futuro.
Ganar la carrera y llevarnos alguna medalla, va a estar complicado porque el cronógrafo ya no funciona igual que antes, ahora es exponencial.
Es decir: del primer segundo, se pasaba luego al 2, pero ya no sigue en el 3. Ahora saltamos al 4, y luego al 8, después al 16, 64, 128, 256, 512 y después de 64 “antiguos segundos”, los que han salido antes, han recorrido el equivalente en tiempo a: 18.446.744.073.709.551.616 segundos. No se trata de correr, porque jamás los alcanzaremos, sencillamente porque nunca antes habíamos ido tan rápido, pero jamás volveremos a ir tan despacio.
Los países que salieron antes que nosotros, tienen zapatillas exponenciales, camisetas exponenciales, e incluso “actitud exponencial”. Desde hace 14.000 años se está repitiendo una constante en la historia de la humanidad: cada vez que se produce una disrupción tecnológica o evolutiva en nuestra especie humana, se produce una gran crisis. Lo único positivo que nos va a traer esta última, es que siempre van acompañadas de una revolución, y esta, traerá nuevas oportunidades desconocidas hasta ahora de la mano de las llamadas Exponential Technologies: la inteligencia artificial, computación cuántica, robótica, Internet de las cosas, etc., etc.
La revolución digital comenzó en un lugar, mejor dicho, nació con una mentalidad, la empresarial de Silicon Valley. Las palabras #Crisis y #Oportunidad, en Japón y en Asia, se escriben igual. Allí, están preparándose para ser aún más eficientes y competitivos gracias a las tecnologías. Están adaptando también sus modelos de negocio, cambiando además la forma en la que trabajaban, y saben que triunfarán. El resto de los países y continentes, los que “caigan o desaparezcan” en este nuevo y mayor tsunami, pasarán de ser de clase media, a “supervivientes”. Tendrán que gestionar a partir de ahora, una constante incertidumbre laboral que, por otro lado, será lo habitual.
El trabajo para toda la vida se ha acabado
Desde hace siglos, la mejor forma de “adoctrinar” a la población, (no, me malinterpretes, todavía no), ha sido a través de la educación.
El origen y proceso, ha sido siempre el mismo: facilitar el aprendizaje o la adquisición de conocimientos, habilidades, valores, creencias y hábitos, de un grupo de personas, en un determinado país. Estas, se transfieren a otras personas, a través de la narración de la historia, la discusión, la enseñanza, el ejemplo, la formación o la investigación. No obstante, especialmente durante los últimos años de este siglo, lo que se ha buscado a través de la educación, especialmente en algunos países, es adoctrinar y “amaestrar” a la población. Lo de ahora es mejor, todo lo pasado fue peor, esto está bien, esto está mal, esto mola, o esto es de izquierdas o de derechas. Ya sabes, divide y vencerás. Cada cambio de color político en nuestros países ha modificado los planes educativos y no hemos hecho nada para evitarlo.
En marzo del 2018, saltó a los medios, el escándalo de Cambridge Analítica y el uso de datos fraudulentos de millones de personas que venían en su mayoría, de al menos, 87 millones de perfiles de Facebook y que conectaban más de 5.000 puntos de datos, de cada votante estadounidense.
¿Educación? ¿Pueden influir las redes sociales a este aprendizaje? ¿Podrían utilizarse ambas para cambiar la mentalidad y las ideas de una población en concreto?
Sin duda alguna, la educación y la influencia exponencial de las redes sociales son “una herramienta” que utilizan actualmente muchos políticos del mundo, para “fabricar borregos” dejando a un lado las verdaderas necesidades de las niños y jóvenes, que tendrán que sobrevivir en un futuro altamente tecnificado y globalizado.
La diferencia, es que antes se tardaban años en “transferir ideales entre generaciones” y ahora han aparecido gracias a la “magia digital”, otras vías de manipulación, infinitamente más rápidas, exponenciales.
El modelo básico educativo actual, se creó para un mundo que ya no existe; la digitalización y la globalización lo han cambiado todo.
Lo que más ha cambiado en los últimos años, no es la computación, ni siquiera los smartphones: son los jóvenes. El problema es que los estamos formando con un modelo diseñado para un mundo previsible. El Estado articula una serie de procesos y contenidos para proporcionar conocimientos básicos que permitan desempeñar funciones profesionales en el mundo que les espera. Es evidente que esto ya no funciona.
Lo que diferenciará el trabajo que realizan las personas frente a los robots o a una inteligencia artificial serán sus fortalezas, no la ausencia de debilidades. Las máquinas y sus algoritmos cada vez con menos sesgos humanos serán cada vez más precisos y eficientes que un profesional. “La urgencia” por sustituir a “trabajadores” más eficientes y, sobre todo, que paguen menos impuestos, hará que conseguir un puesto de trabajo en el futuro no sea una tarea fácil.
Actualmente, todo está cambiando gracias a la tecnología, sin embargo, en casi ningún país del mundo, seguimos sin tener una formación profesional de inteligencia artificial y, asignaturas como la filosofía, están intentando reinventarlas o transformarlas en “cosas” como educación para la ciudadanía, asignaturas de igualdad de género u obligar a estudiar absolutamente todas las clases en un idioma que solo se utiliza en una pequeñísima región del planeta (Catalán, Euskera… que con total seguridad, en un mundo cada vez más globalizado, será una ventaja competitiva por encima de cualquier otra habilidad). MODO IRONICO ON.
La revolución de las máquinas, los robots y las aplicaciones de software como los RPA con inteligencia artificial, todos los trabajos repetitivos, especializados y que manejen datos, van a dejar de existir para los humanos. Dicen los “expertos” que el 36% de nuestro empleo en España, podría ser automatizado en breve. Todos estos puestos de trabajo suelen tener sueldos ni muy altos, ni muy bajos, lo que forman la llamada: clase media, y estos, son los que van a desaparecer en los próximos años, así que, si tu vida se parece a la de un autómata y no te apetece reinventarte o piensas que ya estás mayor para hacer cambios en tu vida, inexorablemente solo tendrás acceso a trabajos precarios y con sueldos bajos. Este es el principal motivo por lo que las compañías deberán priorizar mucho más el gestionar personas y no poner a contratar a las máquinas. Y para esto, la inteligencia artificial está aún lejos de poder evaluar personas con capacidades para hacer cosas nuevas, crear nuevos modelos de negocio, innovar en cualquier departamento de la compañía, trabajar en equipo, ser flexible, gestionar la incertidumbre, aprovechar el pensamiento crítico y, sobre todo, poder potenciar todo lo anterior, a través de las emociones. Resumiendo, cualquier cosa que se le dé mal hacer a una inteligencia artificial.
Ocurre también, que la normativa que enmarca la educación es muy poco sensible a las posibilidades de poner en marcha algunos de esos cambios que se necesitan y que ya existen en otros países. En bastantes colegios privados están realizando algunos cambios, de tapadillo, porque cualquier “innovación”, las administraciones las tienen paralizadas, a falta de regulación (como no). Por eso, la insistencia en cargarse la escuela concertada no vaya a salir algún niño con un pensamiento “no programado”.
Deberíamos de habernos puesto en acción hace años, pensando en el futuro laboral que tendrán los jóvenes; porque donde sí pasarán el resto de sus vidas nuestros hijos, es cotizando para pagar las pensiones de todos los que están prejubilando en grandes empresas y banca. Deberíamos de aprovechar e incluso obligar, ya que les pagamos entre todos los españoles su dinerito a final de mes, que mucho de ese talento Silver prejubilado insolidariamente frente a otros sectores económicos, se reintegre en escuelas, institutos y universidades, para implantar metodologías y experiencias.
Está demostrado que “Learning by Doing”, es fundamental para que los estudiantes desarrollen las habilidades aprendidas, en contextos más reales, lo más rápido y eficientemente posible.
¿Qué podemos hacer nosotros?
Desde luego, lo más importante es dejar de concebir la educación, las personas y las empresas, como una cadena de montaje, porque, como podemos ver claramente en cualquier fábrica de coches o de manufactura, cada vez hay más robots que son especialistas en hacer trabajos repetitivos, especializados y manejan los datos mejor que nadie, es decir, y resumiendo mucho; debemos alejarnos de las tareas que a las máquinas o a un software, se le da mejor hacer que a nosotros, y potenciar las capacidades de nuestra mente que nos posiciona por delante de cualquier máquina.
El futuro tiene muchos nombres: para los débiles y los que no quieran transformarse será inalcanzable; para los temerosos, siempre será desconocido; pero de nuevo, para los valientes, los emprendedores, estará lleno de oportunidades.
El haber dejado que se politizase la enseñanza y de que ahora existan nuevas “herramientas de pago” de “desInformación”, nos va a costar muy caro y que nos ha posicionado a la cola de la carrera por la sostenibilidad económica.
No vamos a recordar lo que hemos perdido, sino todo lo que no hemos aprovechado.RM