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Modelo PRIMED: una aproximación integral a la educación socio-emocional, ciudadana y del carácter

Una Aproximación Integral a la Educación Socio emocional, Ciudadana y del Carácter

La educación formal básica y media tienen, por lo menos, dos propósitos principales: por un lado, el aprendizaje académico de los estudiantes, y por otro lado, su desarrollo socio–emocional, ciudadano y del carácter. Una educación integral de calidad debe prestarle atención a ambas dimensiones, entendiendo que tienen una estrecha relación y que no necesariamente se deben enseñar por separado.

Más aún, si queremos formar ciudadanos que sean capaces y que estén dispuestos a convivir en paz y a participar activa y democráticamente en la sociedad, el segundo propósito es fundamental.

Desde nuestra experiencia, hemos encontrado que gran parte de los educadores reconocen la importancia del desarrollo socio emocional, ciudadano y del carácter de sus estudiantes. Por ejemplo, es común que los docentes estén de acuerdo con la idea de que la escuela debe apoyar la formación de ciudadanos participativos, pacíficos y honestos. Sin embargo, muchos educadores también reconocen que necesitan más herramientas para guiar este proceso de desarrollo en sus estudiantes. También es común encontrar que en algunas aulas y escuelas se implementen prácticas y actividades relativamente inefectivas o incluso contraproducentes (Berkowitz, Bier & McCauley, 2016).

Si queremos que las escuelas promuevan efectivamente el desarrollo ético y positivo de los niños, niñas y adolescentes, necesitamos comprender qué prácticas funcionan, y compartir ese conocimiento con la comunidad educativa en general (Berkowitz et al., 2016). Este artículo es un intento por describir algunos de los principios esenciales que están detrás de las estrategias que han demostrado, a partir de evaluaciones científicas, ser efectivas para promover el desarrollo socio emocional, ciudadano y del carácter de los niños, niñas y adolescentes.

Para efectos de redacción, utilizaremos el término “educación del carácter” como un concepto amplio que involucra también dimensiones como la educación socio emocional, moral y ciudadana (Berkowitz & Bustamante, 2013). En otras publicaciones, hemos definido la educación del carácter como el esfuerzo intencional en las escuelas de promover el desarrollo de las características psicológicas de los estudiantes que los motivan y les permiten actuar de manera ética, democrática, y socialmente efectiva y productiva (Berkowitz, Althof & Bier, 2012).

El modelo “PRIMED”

Berkowitz (2009) y Berkowitz et al. (2016) han propuesto el “modelo PRIMED” para una educación del carácter efectiva. Este modelo surge a partir de varias fuentes de información. Primero, toma algunas teorías e investigación en psicología del desarrollo. Segundo, resume décadas de experiencia en el sector educativo. Tercero, se basa en investigación empírica sobre prácticas efectivas en educación del carácter. Por un lado, el modelo toma ideas de una revisión de más de 15 años realizada por el centro del cual el primer autor es co director, Center for Character and Citizenship. Esta revisión incluye una selección minuciosa de iniciativas de educación del carácter usando determinados criterios, como su nivel de impacto y la rigurosidad de su evaluación 1 . Por otro lado, el modelo también tiene en cuenta revisiones y compilaciones de otras organizaciones y autores, como CASEL (CASEL, 2015; Durlak et al., 2011), character.org (Beland, 2003), y National School Climate Center (www.schoolclimate.org).

El “modelo PRIMED” resume seis principios básicos: 1) Priorizar la educación del carácter como un aspecto central en el propósito y misión del aula y de la escuela; 2) promover Relaciones positivas entre todos los miembros de la comunidad educativa; 3) utilizar estrategias de motivación Intrínseca; 4) recurrir al Modelamiento por parte de los adultos; 5) enfatizar una educación que Empodere a la comunidad educativa; y 6) adoptar un enfoque de pedagogía del Desarrollo que atienda a las necesidades de los niños, niñas y adolescentes (Berkowitz, 2009; Berkowitz & Bier, 2014; Berkowitz & Bustamante, 2013; Berkowitz et al., 2016). Cada uno de estos principios se explicará en detalle a continuación.

Priorizar

El primer principio del modelo PRIMED es definir la educación del carácter como una prioridad auténtica en el aula y en la escuela. Esta priorización se debe ver reflejada no solo en palabras sino también en acciones concretas. Es frecuente encontrar que en las aulas y escuelas se utiliza en menor o mayor medida un lenguaje común alrededor de determinados valores compartidos, competencias socio emocionales, habilidades ciudadanas, fortalezas del carácter, etc.

Sin embargo, limitarse a tener carteleras en las paredes y listados de valores en los documentos institucionales tiene muy poco impacto en la práctica. Las estrategias verdaderamente efectivas implican que los educadores y estudiantes comprendan esas palabras y las aterricen en comportamientos concretos (Johnston, 2012). Por ejemplo, establecer acuerdos conjuntos con los estudiantes alrededor de comportamientos que reflejan el respeto (como escuchar a sus compañeros, y evitar burlas o críticas cuando otros expresen sus ideas) es una manera de aterrizar en la práctica palabras que son valoradas en la institución y en el salón de clases (en este caso, el respeto).

Destinar recursos es otra manera de demostrar que la educación del carácter es una auténtica prioridad para la escuela. Esto implica, por ejemplo, asignar tiempo, personal y presupuesto para la formación de docentes, directivos y padres de familia en temas de educación del carácter (Berkowitz & Bier, 2005; Berkowitz et al., 2016; Darling Hammond, 2002).

Promover relaciones positivas

Construir y mantener relaciones positivas entre los miembros de la comunidad educativa es otro de los pilares de la educación del carácter. En ocasiones se asume que las relaciones de cuidado y confianza se deberían dar de manera natural y espontánea. Sin embargo, en la práctica es necesario planear de manera intencional actividades y estrategias que faciliten su desarrollo (Berkowitz et al., 2016).

Hay estrategias pedagógicas dentro del aula que podrían estar planeadas específicamente para promover la interacción positiva entre los estudiantes. Por ejemplo, en lugar de priorizar la competencia o el trabajo individual en el que el docente dicta una lección y los estudiantes escriben en silencio, se puede recurrir a actividades que promuevan el aprendizaje cooperativo. Es decir, actividades en las que los estudiantes tengan que trabajar en grupo para lograr una meta común (Johnson & Johnson, s. f.).

Otro ejemplo de actividades estratégicamente dirigidas a mejorar las relaciones entre los miembros de la comunidad educativa es la implementación de programas de resolución de conflictos entre pares que, por ejemplo, han sido identificados por CASEL como prácticas efectivas (CASEL, 2015).

Lo ideal es que la construcción de relaciones positivas incluya tanto a los miembros que pertenecen a la comunidad educativa (estudiantes, padres y madres de familia, cuidadores, docentes, directivos, orientadores, etc.) como a los actores que están alrededor de ésta (gobiernos locales, organizaciones comunitarias, etc.) (Darling Hammond, 2002).

Motivación Intrínseca

Las estrategias que se implementen en el aula y en la escuela deben conducir a la internalización auténtica de los valores, virtudes, competencias socio–emocionales, competencias ciudadanas, etc., que buscan promover. En ese sentido, las estrategias que apuntan a la motivación intrínseca y a la comprensión del sentido de lo que se está aprendiendo son más efectivas que las estrategias autoritarias o impositivas. La motivación intrínseca se refiere a que las personas actúen de determinada manera porque encuentran un valor inherente en lo que están haciendo (por ejemplo, porque lo disfrutan o lo consideran interesante e importante) y no tanto por las consecuencias que ese comportamiento puede traer (por ejemplo, para evitar un castigo u obtener un premio) (Ryan y Deci, 2000).

Establecer acuerdos conjuntos dentro del aula de clases o en la escuela es un buen ejemplo de una estrategia efectiva que, en la práctica, puede promover la internalización de determinados valores, comportamientos, competencias, etc. Si las normas del aula de clases y de la escuela se acuerdan con los estudiantes y se promueve una reflexión auténtica (es decir, que venga de ellos mismos y no como un discurso impuesto por los docentes) en torno a la importancia de esas normas para el grupo y para la comunidad educativa, es mucho más probable que sean valoradas y posteriormente seguidas por todos (Chaux & Bustamante, en prensa).

Otro ejemplo de prácticas efectivas para promover la motivación intrínseca es el uso de aproximaciones al manejo de aula que sean respetuosas y cuidadosas con los estudiantes, y que a su vez promuevan su desarrollo moral y socio emocional. Para esto es necesario mantener un balance entre, por un lado, guiar a los estudiantes y ponerles límites y, por otro lado, construir relaciones positivas con ellos en un ambiente democrático y participativo (Chaux & Bustamante, en prensa). Ejemplos de este balance se pueden encontrar en aproximaciones como la disciplina basada en el desarrollo (Watson, 2003), la cual se centra en promover relaciones de cuidado y confianza entre el docente y los estudiantes y entre los estudiantes, más que en premiar o castigar determinados comportamientos. Además, esta aproximación busca empoderar a los estudiantes para que comprendan cuándo sus acciones les han hecho daño a otros, y para que tomen responsabilidad sobre sus actos reparando ese daño que han causado.

Modelamiento

Existe una base empírica firme que demuestra la fuerte influencia del ejemplo que proyectan los adultos en el desarrollo de los niños, niñas y ado- lescentes (Bandura, 1977). En una revisión del impacto que tienen las prácticas parentales de los padres y madres de familia en el desarrollo del carácter de sus hijos, Berkowitz y Grych (1998) encontraron que el modelamiento de los padres y madres (es decir, el ejemplo que le dan a sus hijos) es una de las cinco prácticas que están más fuerte- mente asociadas a aspectos de carácter (por ejem- plo, a qué tan altruista es el niño o la niña).

Así como ocurre en la familia, el modelamiento po- sitivo es indispensable también dentro del aula y la escuela. Por ejemplo, si se espera que los estudian- tes se relacionen de manera pacífica con sus com- pañeros, es clave que vean en sus docentes ejem- plos positivos de comunicación asertiva, empatía y manejo adecuado de emociones como la ira.

Una estrategia concreta para promover el mode- lamiento positivo es apuntarle al desarrollo so- cio-emocional, ciudadano y del carácter de los adultos que hacen parte de la comunidad educa- tiva a través de oportunidades de formación y au- torreflexión (Berkowitz, 2012; Palmer, 1998; Wag- ner & Kegan, 2006). Para esto, es esencial tener claro que los adultos podemos (y debemos) apren- der y mejorar en estos aspectos en pro de nuestro propio crecimiento y del desarrollo positivo de los niños, niñas y adolescentes.

Empoderar

Para lograr climas escolares y de aula verdaderamente democráticos, donde haya espacios para la participación activa, la deliberación y la apropiación del aprendizaje socio-emocional y del carácter, es necesario revisar que las estructuras institucionales sean poco jerárquicas y autoritarias. Por el contrario, estas estructuras deben darle importancia a las voces de todos los miembros de la comunidad educativa (por ejemplo, en el establecimiento de normas y acuerdos como se describió anteriormente). También deben promover relaciones centradas en el cuidado más que en el miedo y la imposición.

La mayoría de seres humanos tenemos, por lo menos, tres necesidades psicológicas básicas: la nece- sidad de sentirnos competentes (por ejemplo, sentir que somos capaces de lograr nuestras metas), la necesidad de sentir que pertenecemos y somos valorados por un grupo social, y la necesidad de sen- tir que somos autónomos (es decir, que tenemos cierta libertad y control sobre nuestra vida) (Ryan & Deci, 2000). En esencia, el empoderamiento es un asunto de respeto hacia las personas que hacen parte de la comunidad educativa (incluyendo, sobre todo, a los estudiantes) y a su necesidad básica de autonomía (Althof & Berkowitz, 2006). Adicionalmente, darle un espacio importante de poder a las personas en su comunidad escolar también manda el mensaje de que confiamos en sus competencias o capacidades. Por ejemplo, al darles la oportunidad a los estudiantes de decidir qué normas establecen en su salón de clases estamos demostrándoles que confiamos en su habilidad para reconocer qué es importante para el bienestar del grupo y en su capacidad de actuar de acuerdo a esas normas que establezcan.

Pedagogía del desarrollo

El desarrollo socio emocional, ciudadano y del ca- rácter de los niños, niñas y adolescentes de acuerdo a la etapa de la vida en la que se encuentran debe ser central para la implementación de estrategias o prácticas efectivas. Esto implica tener expectativas altas frente al aprendizaje (Berkowitz et al., 2016), pero que esas expectativas también sean acordes con la edad y las características de los estudiantes. Por ejemplo, podemos esperar que desde peque- ños aprendan a reconocer cuando otras personas están tristes y a demostrar adecuadamente su soli- daridad en esas situaciones.

La pedagogía del desarrollo también incluye la enseñanza de competencias socio-emocionales y ciudadanas (por ejemplo, la identificación y mane- jo de emociones, el pensamiento crítico, y la reso- lución de conflictos) en espacios específicamente diseñados para practicar estas competencias (por ejemplo, a través de juegos de roles) 2 .

Por último, todas las estrategias que se imple- menten deben reconocer las necesidades de los estudiantes. Por ejemplo, deben reconocer su ne- cesidad de sentirse valorados y cuidados por las personas que los rodean.

Comentarios finales

Hemos presentado seis principios básicos que hemos encontrado esenciales para implementar estrategias efectivas para el desarrollo socio emocional, ciudadano y del carácter de los estudiantes: priorizar la educación del carácter dentro del aula y la escuela, enfocarnos en la construcción de relaciones positivas, promover la motivación intrínseca, modelar con nuestro comportamiento lo que esperamos que los estudiantes aprendan, empoderar a los miembros de la comunidad educativa, y centrarnos en el desarrollo positivo en los niños, niñas y adolescentes ofreciendo oportunidades concretas para la práctica y teniendo en cuenta sus necesidades.

En Colombia y en América Latina en general, hay todavía mucho camino por recorrer. Es necesario realizar más investigaciones sistemáticas sobre lo que funciona en estos contextos para construir climas de aula y escolares más pacíficos y democráticos donde se propicie el desarrollo positivo de los estudiantes. El éxito de los esfuerzos que se hagan para promover el desarrollo socio emocional, ciudadano y del carácter de los niños, niñas y ado- lescentes depende en gran parte de la posibilidad de identificar e implementar prácticas que han demostrado ser efectivas. Aunque los seis principios y los ejemplos de estrategias que hemos presentado acá no pretenden cubrir todo el espectro de opciones que hay en educación socio emocional, ciudadana y del carácter, sí es un primer paso para construir puentes entre lo que nos dice la investigación y lo que puede hacerse en la práctica.

Referencias
  1. Más información sobre esta re- visión en: http://characterandcitizenship.org/wwce/
  2. En Colombia, los Estándares de Competencias Ciudadanas del Ministerio de Educación Nacional (http://www.mineducacion. gov.co/1621/articles-75768_ archivo_pdf.pdf) y publicaciones relacionadas como el libro “De los estándares al aula” (http://www.colombiaaprende. edu.co/html/mediateca/1607/ articles-75077_archivo.pdf), constituyen una guía útil para enseñar competencias socio-emocionales y ciudadanas.

 

 

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