Es imposible no comenzar este texto sin nombrar a un inmensa Maestra de la de la Narración que ha dejado un libro increíble que guía y guiara a miles de narradores a lo largo del tiempo: El arte de narrar, un oficio olvidado. Hablo de Dora Pastoriza de Etchebarne, quien en el Instituto Summa de Argentina, junto a Marta Salotti, ha marcado huellas invalorables en este arte inmenso de la literatura infanto juvenil y la narración oral.
Tal como se nombra en la propia página del Instituto Summa:
“Nacida en 1917, Dora Pastoriza de Etchebarne realizó un trabajo incansable dentro de la pedagogía de todos los niveles de enseñanza, centrándose fundamentalmente en la valoración de la palabra, el desarrollo de la literatura infantil y la narración oral.
Doctora en Filosofía y Letras por la Universidad de Buenos Aires, le dio un impulso sin igual a la incorporación de la Literatura Infantil dentro de la formación docente, creando el área especializada para los Profesores de Letras dentro del Instituto Summa. Ya desde 1958, se dedicó a la narración oral, un campo muy poco transitado en ese entonces, y creó junto a Martha A. Salotti, el primer Club de Narradores (1960), del cual luego nacerían otras agrupaciones, tanto en el interior del país como en el resto de Latinoamérica.
Y ahora si, luego de hacer un espacio para quienes nos han formado, relato lleno de sentimiento y agradecimiento, charlemos sobre el valor de la narración en la aulas, modo indescriptible de abrir el juego de la palabra, sumar escenarios, historias, resoluciones, miradas, y hasta viajar sin movernos de nuestro asiento a mundos desconocidos.
La narración es posibilidad concreta y poética de acercarles a nuestros alumnos relatos, mitos, leyendas, poemas, rimas que enriquecerán su lenguaje, su pensamiento y hasta sus sueños.
Oportunidad ancestral de trasmisión de cultura que nos remite al encuentro en ronda de los primeros tiempos, a las charlas en pequeños grupos para contar historias y hasta los recitales de narración, donde miles de personas reproducen este ritual mágico de cerrar los ojos y dejarse llevar por el hilo literario que gestos y ademanes dibuja en el aire una historia.
En las aulas la narración es un tiempo sin tiempo, un espacio mágico de encuentro con el mundo de los sueños, punto de análisis de temas, sentimientos de historias personales que, luego del relato, abren la puerta y se comparten con la alegría del tiempo liberado al arte.
Desde mis comienzos, en nivel inicial y en primaria, tanto en escuelas como en hospitales y centros de atención, la narración oral me ha acompañado como aliada incondicional a la hora de presentar un espectáculo, o un espacio de disfrute donde la palabra rueda y las imágenes remiten en cada uno a sus vivencias.
Un gran teatrista, Augusto Boal, a la hora de expresar quién es participe de una obra teatral como “espectador”, él lo llama “espectactor”.
El fundamento de Boal es que cada espectador es un activo actor de la obra, en tanto hay tantas obras como espectadores. Están en la sala siendo que aquello que sucede será interpretado y organizado según sus experiencias, vivencias y modos de ver. De allí el término de “espectactor” como un espectador que actúa activamente en la creación del hecho teatral.
Del mismo modo, cada vez que narramos existirán tantos cuentos como niños vivencien la experiencia; tantos pájaros, bosques y tramas como cada uno de ellos imaginen.
La narración permite conocer otros modos de resolución de conflictos, otras culturas, otras formas de ver una misma realidad, y en el acto amoroso de contar hay una reminiscencia a los primeros cuentos con los que nos acunaron y abrigaron con palabras en nuestros inicios.
La narración oral es un espectáculo efímero y eterno.
Efímero en tanto finaliza y no queda como en la pintura una obra para seguir viéndola. Al igual que el teatro o los títeres, aquello que sucede en ese momento es irrepetible y como pompa de jabón aparentemente desaparece.
Sin embargo, es eterno en el recuerdo de cada uno de los que lo vivencian, siendo parte de su historia y recordándolo a la largo del tiempo.
En las aulas, la narración es un tiempo sin tiempo, un espacio mágico de encuentro con el mundo de los sueños, punto de análisis de temas, sentimientos de historias personales que luego del relato abren la puerta y se comparten con la alegría del tiempo liberado al arte.
En mis experiencias de narración, he vivido situaciones en las cuales resultó necesario andamiar con títeres u objetos por diferentes características de los grupos o situaciones particulares de los niños a quienes acompañaba.
Es allí donde los títeres y los objetos lúdicos me permiten sostener y ampliar las posibilidades de llegada.
Pero lo importante es poder diferenciar cuando un objeto o un títere acompañan la narración, o esta se transforma en una “obra de títeres” o un “teatro de objetos”.
Para Dora Pastoriza de Etchevarne, el milenario arte de la narración consiste en el desarrollo de la historia a través de la palabra, el gesto (rostro) y el ademán (manos). Estar sentado, preferentemente al borde de la silla (para poder moverse hacia delante o atrás sin dificultad) y no tener elementos muy llamativos para que la palabra sea el auténtico centro.
Pude hablar con la Doctora Etchebarne y contarle mis experiencias con niños, por ejemplo, en el hospital. Ella escuchó con la inmensa humildad que la caracterizaba y su enorme generosidad, viendo en aquello que le explicaba una posibilidad válida en aquellas circunstancias que era necesario ampliar los recursos para sostener la atención.
Tanto los títeres como objetos lúdicos utilizados deben tener un lugar especial: al inicio o cierre del cuento.
Para que pueda ser considerada narración, esta quedará en medio del primer momento de motivación (que puede ser presentado por un títere) y puede reaparecer en el cierre. De este modo, los títeres serán teloneros generando una especie de caja de contención para el cuento.
Pero cuando un texto es representado por títeres, ya no es narración sino teatro de títeres. El tipo de teatro se nutre de muchos textos literarios para representar, por eso el hecho dramático lo torna teatro y deja de ser narración pura.
A lo largo de los años he combinado todas las experiencias: Narración pura, lectura de textos y teatro de títeres, representando el texto de un cuento, con títeres que presentan y cierran la obra.
Pero por casos particulares que luego me permitieron crear materiales que fueron llevados a las aulas, nacieron los Delantales cuenta cuentos, las cajas, mantas, carteras, valijas escenarios, y estos soportes se fueron dividiendo en categorías y, sin dejar nunca de narrar del modo tradicional, incorporé variantes que mantienen permanentemente el clima de sorpresa.
En los videos que aquí les mostraré podrán ver charlas en las que presento objetos lúdicos mediadores: cómo los creé y cómo utilizo estos maravillosos aliados a la hora de narrar.
Algunos ejemplos:
Adaptación de cuento: Cuento Mili Jack y el gato bailarín (realizado en escenario-valija)
Festival de lectura de Trelew
Cuento UBUNTUCharla para una comunidad
Cuentos que Viajan – Leyenda del Ñandutí (Narración)
Del mismo modo el uso de “susurradores”. Los susurradores son una creación francesa. El susurro es una acción poética…
Susurrar al oído de nuestros alumnos recompone algo que, en la velocidad de estos tiempos, vamos perdiendo que es la escucha profunda.
Al susurrar, el otro de ofrece a escuchar de modo relajado y con una disposición especial. Por eso es tan importante que susurremos el texto (poesías, frases cortas), siempre con dulzura y voz cálida.
Pueden elaborarse susurradores de varios tamaños, construidos con diversos tubos de cartón y decorados con elementos que no produzcan sonido (tal como cascabeles), de modo que la palabra susurrada sea el centro de la acción.
Las poesías son maravillosos textos para susurrar y para que los niños más grandes puedan llevar esta experiencia a los más pequeños.
Aquí un video muy hermoso para poder ver el valor de los susurros:
Otra experiencia maravillosa son los Kamishibai: es un antiguo teatrito Japonés (del siglo XII) para contar cuentos con láminas Kamishibai significa “Teatro de papel”.
La paz | Teatro Kamishibai Cuentos de casa a casaCultura en casa
Los Kamishibai también se pueden elaborar con cajas, una manera tan antigua como novedosa, que incluso los niños pueden construirlos, para llevar su propio teatrino a sus casas.
Cómo hacer un Kamishibai o teatro de papel:
Es volver a la ronda donde se tejen las historias que nunca se olvidan.
Es revalorizar la palabra, el mirarse a los ojos, escucharnos los unos a los otros en cada comentario y sentir que se comparten al finalizar el cuento.
En una sociedad que corre, el cuento narrado es una pausa, un tiempo distendido, un espacio de reflexión y disfrute.
Hoy como ayer la narración oral nos convoca a facilitar que cada niño tenga este valioso espacio trasmisor de cultura y puente de comunicación para que, en medio de un mundo acelerado, el ritual del encuentro siga vivo.
Mientras un adulto se entregue a contar cuentos, ese tiempo inolvidable del ensueño seguirá desplegando su magia y las infancias enriquecerán sus días con el valor de los textos, la mirada, y el afecto de maestros que los acompañan y dejan huella. RM
Magnífico texto que nos abre posibilidades de abrirnos y jugar con todos los recursos para hacer más cautivante una narración .
Gracias, Elena, por compartir con generosidad esas experiencias.