Durante la Guerra de las Malvinas, la campaña mediática giró sobre tres ejes principales: el sentimiento de triunfalismo, el rechazo a todo lo inglés y el sentimiento nacionalista. En el tiempo que se extendió el conflicto, la TV solo transmitía las bajas británicas, a la vez que proponía olvidar a Shakespeare en las escuelas y a los Beatles en las tiendas de discos. Después de sesenta días de intensas batallas, los mismos medios de comunicación anunciaban la derrota argentina en la guerra.
A miles de kilómetros de la ciudad de Buenos Aires, en Inglaterra, los medios británicos también se ocupaban de la Guerra de las Malvinas. En cuestión de días era necesario convencer a muchas personas de que valía la pena dar sus vidas (o que otros entregaran las suyas) por el futuro de unas islas cuya existencia habían ignorado hasta hacía solo unas semanas atrás. Fue necesaria una ingente labor ideológica para lograr el desplazamiento de la opinión pública y el convencimiento de la rectitud de la causa del Gobierno. (Masterman, 1993)
La experiencia de la Guerra de las Malvinas, ya sea en un país democrático como en uno dictatorial, confirma la necesidad de desarrollar una comprensión crítica de los medios de comunicación y la información que, sin duda alguna, debe comenzar desde la escuela primaria.
Los medios construyen, amplían y reducen el espacio público. Influyen sobre la agenda de aquello que se debate en la sociedad. Agregan algunos temas y evitan o ignoran otros. (Landi, 1994)
La información por la información misma –efectivamente– no alcanza. Valoramos una información inserta en una cultura política, como un insumo para la participación y la ampliación del espacio público, sin restricciones. Hablamos de una Alfabetización en Medios, Tecnologías e Información que prepare a las personas para que eviten cualquier reducción del espacio público.
La posibilidad de participación está del lado de quien puede hacer uso de los mensajes de los medios, porque los sabe analizar, interpretar y evaluar. Y porque sabe elaborar estrategias de acción y de decisión a partir de ello. Una Alfabetización en Medios, Tecnologías e Información debe contribuir a la formación de la conciencia de lo público en los alumnos, para que aprendan a evitar cualquier reducción a su participación social y que puedan hacer uso de todos los canales posibles para participar en la toma de decisiones sobre temas que los afectan en su vida diaria.
Una enseñanza sobre los medios de comunicación y la información durante la Guerra de las Malvinas tanto en Argentina como en el Reino Unido, hubiera revelado los entretelones de una manipulación mediática que se extendió durante 60 días.
La Alfabetización en Medios, Tecnologías e Información –especialmente en democracias recientes como las de América Latina, pero también en las de larga tradición democrática– es una educación para la ciudadanía. Precisamente por ello, no hubiera sobrevivido en un régimen autoritario. Por los mismos motivos, esta formación no puede estar ausente en una sociedad democrática. Entender la manera en que los medios y las tecnologías informan y nos hablan de lo que sucede, coloca a las personas en mejores condiciones para participar, actuar y tomar decisiones.
Porque solo preguntándonos sobre la forma en que los medios de comunicación y tecnologías producen significados, podremos comprender la manera en que influyen sobre nuestras percepciones de la realidad.
La Alfabetización en Medios, Tecnologías e Información, por todo ello, es la capacidad que tiene una persona para acceder, comprender reflexivamente los medios, las tecnologías y sus mensajes, para crear nuevos contenidos y para poder comunicarlos a los demás.
La Alfabetización en Medios, Tecnologías e Información permite explorar y comprender el rol de los medios, las tecnologías y la información en la sociedad y desarrollar las competencias de análisis y de expresión necesarias para la formación de un ciudadano democrático y participativo.
Una persona alfabetizada en el siglo XXI, sabe cómo buscar información, identificar quién la produjo, analizar su credibilidad e intencionalidad y utilizarla para participar activamente en la vida pública de la comunidad.
En virtud de ello, decimos que es en el compromiso con la democracia y en la formación ciudadana de los más jóvenes, que la Alfabetización en Medios, Tecnologías e Información encuentra su justificación. En una situación de guerra, en un régimen autoritario y en la vida democrática de cualquier sociedad.
La generación multimedia
Otro motivo resulta fundamental además, para el desarrollo de un Programa de Alfabetización en Medios, Tecnologías e Información como política pública en todo el mundo: el nuevo universo cultural y tecnológico que viven los niños y adolescentes en el siglo XXI y la necesidad de que la escuela responda y actúe en función de este dinámico entorno comunicacional.
Los jóvenes que tienen menos de 18 años son la primera generación que ha conocido desde su infancia un universo mediático y tecnológico extremadamente diversificado y poblado de pantallas: televisión, computadoras, celulares, tabletas, PlayStation, Wii, DVD, MP3, MP4…
La distinción entre medios nuevos y medios tradicionales no tienen para los adolescentes de hoy ningún sentido. Son los adultos quienes sienten las rupturas tecnológicas, los nuevos aprendizajes que deben emprender y los nuevos usos sociales de las pantallas que deben ejercer.
Los jóvenes, en cambio, han aprendido al mismo tiempo, a utilizar el control remoto de la TV, el celular, la tableta y la computadora personal. (Morduchowicz, 2008)
En América Latina existen aún importantes brechas mediáticas y tecnológicas entre los jóvenes de sectores populares y sus pares de sectores medios. Los adolescentes de las familias más pobres tienen un acceso mucho más reducido a los bienes culturales y tecnológicos que quienes provienen de grupos más favorecidos económicamente.
Sin embargo, para todos los niños y adolescentes –independientemente de su condición social– los consumos y prácticas culturales forman parte esencial de su identidad. Los medios de comunicación y las tecnologías de la información se han convertido para los adolescentes de hoy en un escenario que –en su percepción– habla de ellos y a ellos.
Antes, los jóvenes se emancipaban a través del trabajo, el estudio y el matrimonio. Ahora, para muchos, la vía preferente es la conectividad. Los chicos sienten que Internet es un espacio propio, en el que están solos, sin la presencia de los adultos. Estos nuevos medios de independencia de la familia se articulan con los anteriores y anticipan, desde la adolescencia, un horizonte ajeno a los padres. (García Canclini, 2006)
Los niños y jóvenes de hoy, que miran televisión en una computadora, escuchan música con sus celulares, ven películas en una tableta, se entretienen con un videojuego, navegan por el ciberespacio, y chatean por horas con sus amigos, se mueven en un universo de dinamismo, de fragmentación, un mundo mosaico, de continua estimulación, en simultáneo y de inmediatez. (Ferrés, 2000)
Los adolescentes del siglo XXI pertenecen a una generación también llamada “generación multimedia”, que no solo es tal por la variedad de medios y tecnologías de que dispone, sino por utilizarlos en simultáneo. (Morduchowicz, 2008)
Mientras ven la televisión, los adolescentes escuchan música, navegan por Internet, se comunican por teléfono y hacen la tarea. Los jóvenes no se concentran en un único medio de comunicación. Una encuesta realizada entre estudiantes argentinos de 11 a 17 años en el 2016, reflejó que solo uno de cada 10 adolescentes utiliza un medio de comunicación o tecnología a la vez. El 90 por ciento, en cambio, los superpone. Los tiempos con los medios son compartidos y nunca excluyentes. Una marca que también define a esta generación.
Con Gutenberg y el nacimiento de la imprenta, hablábamos del paso que daba la sociedad, de la cultura oral a la escrita. En el siglo XX hablábamos del enorme paso que dio la cultura de la palabra a la de la imagen. En el siglo XXI, hablamos del paso de la lectura lineal a la percepción simultánea.
Los adolescentes de hoy viven una experiencia cultural distinta: nuevas maneras de percibir, de sentir, de ver, de escuchar, de leer, de aprender, de informarse, de entretenerse y de relacionarse con los demás.
Esta es, sin duda, una razón fundamental para pensar en una Alfabetización en Medios, Tecnologías e Información: comprender y acercarse a la cultura juvenil del siglo XXI.
El lugar de la escuela
Frente a esta nueva realidad cultural, de nada sirve alarmarse o reaccionar defensivamente. Lo que la escuela necesita hacer es –como dijimos– analizar la manera en que comprende e integra la cultura juvenil.
Si aceptamos que los jóvenes forman su capital cultural también fuera de las aulas, y aún en espacios propios relativamente autónomos, la escuela ya no puede concebirse como único lugar legítimo para transmitir un capital simbólico preestablecido. (García Canclini, 2006)
La escuela, sin embargo, no siempre parece advertirlo. Y lo que resulta es un desencuentro entre la cultura escolar y la cultura juvenil. Los jóvenes se mueven en un universo regido por unos parámetros distintos de aquellos que, con frecuencia, valora la cultura escolar.
Desde sus orígenes, la escuela –que nació con la imprenta– estuvo más ligada a la cultura de la letra impresa. Vivió en un mundo en el que prevalecía la lógica del libro, la linealidad y el orden secuencial.
La escuela –desde entonces y aun hoy– sigue transcurriendo por el camino de la escritura, la palabra y el libro de texto. Y, con frecuencia, desconoce las culturas que comenzaron a surgir y a convivir con ella fuera del aula: el cine y la televisión primero y las tecnologías, después. Esta concepción tradicional de la escuela, fue aumentando la brecha
entre la cultura desde la que aprenden los alumnos y aquella desde la que enseñan los docentes. A menudo, la institución escolar permanece al margen de los procesos de configuración sociocultural de las identidades juveniles y sigue pensando al “joven” como el ideal de joven que aparece en los libros de texto, aquel que debe cubrir ciertas etapas y expresar ciertos comportamientos.
La escuela, sin embargo, necesita acercarse a la cultura juvenil del siglo XXI y reconocer que los niños y adolescentes de hoy son diferentes al modelo que proponía el libro de texto del siglo pasado.
La cultura popular –como dijimos– es uno de los pocos escenarios que, en la percepción de los jóvenes, les pertenece. Y sienten que se habla de ellos y a ellos. Les permite entender quiénes son, cómo funciona la sociedad en la que viven y cómo se los define socialmente.
Hoy, el desafío para la escuela es reconocer que existe una nueva difusión y circulación de la información y el saber. Dos cambios han sido claves en este proceso: el descentramiento y la destemporalización. (Barbero, 2003)
Descentramiento significa que el saber sale del límite exclusivo de los libros y de la escuela para comenzar a circular también por otras esferas, como los medios de comunicación y las tecnologías de la información.
Destemporalización significa que los saberes también escapan a los tiempos legitimados socialmente para la distribución y aprendizaje del saber. El tiempo de aprender se hallaba hasta ahora acotado a una edad. Hoy, el saber escolar debe convivir con saberes sin lugar propio, en un aprendizaje que se ha desligado de las fronteras que marca la edad, para tornarse continuo. Es un aprendizaje que trasciende el aula, que se vive a toda hora y que se extiende a lo largo de toda la vida.
El sistema educativo necesita capacitar a los niños y jóvenes para que puedan acceder y utilizar la multiplicidad de escrituras, de lenguajes y de discursos que circulan fuera de la escuela y en los que se producen las decisiones que los afectan en los planos familiar, laboral, político y económico.
Vivir en una sociedad multicultural no alude solo a la convivencia de diferentes etnias, razas y tradiciones, sino a la coexistencia de diferentes lenguajes: la cultura oral, la escrita, la audiovisual y
la digital. La escuela debe convertirse en el centro de confluencia de estas culturas, para que los estudiantes las conozcan, analicen, exploren y utilicen creativamente.
Estas son sin duda, importantes razones para desarrollar una Alfabetización en Medios, Tecnologías e Información que forma parte esencial de la educación del siglo XXI.
¿Por qué, entonces, incorporar la Alfabetización en Medios, Tecnologías e Información en
la escuela?
Sinteticemos, en función de lo explicado en páginas anteriores, los diversos motivos que fundamentan la integración de esta alfabetización en la escuela.
1. Existe un gran caudal de información que los niños y adolescentes reciben fuera de la escuela, muchas de las cuales provienen de los medios de comunicación y las tecnologías. La escuela debe ser el centro de confluencia de todas estas informaciones, que para los alumnos resultan muchas veces contradictorias y otras veces, confusas.
2. Los medios de comunicación y las tecnologías permiten acceder a contextos y realidades –lejanas a nuestra residencia– que de otro modo ignoraríamos. Los medios e Internet proponen nuevos conceptos de tiempo y espacio, que la escuela debe enseñar a entender.
3. Los medios de comunicación y las tecnologías construyen una imagen del mundo a partir de la cual cada uno de nosotros construye la propia. Es importante que la escuela enseñe a los alumnos a analizar la manera en que los medios representan la realidad, para que los estudiantes estén en mejores condiciones de construir sus propias representaciones y opiniones.
4. Para muchos niños y jóvenes, Internet es el lugar desde el cual dan sentido y construyen su identidad. Aprenden a hablar de sí mismos en relación con los demás. Si la escuela quiere acercarse a los estudiantes y acortar la brecha que aun existe entre la cultura escolar y la cultura juvenil, debe conocer, comprender, valorar e integrar los medios y las tecnologías, que tanto peso tienen en la construcción de la identidad.
5. En las sociedades latinoamericanas, el acceso a los medios de comunicación y a las tecnologías es muy desigual. Existe una suerte de fragmentación entre el capital cultural de los niños y adolescentes más desfavorecidos económicamente y sus pares de sectores medios y altos. La escuela es quien puede (y debe) asegurar una mejor distribución de la información y el conocimiento, y acortar las brechas culturales, mediáticas y tecnológicas que existen, sobre todo, en las familias más vulnerables.
6. La información por la información misma no alcanza. La escuela puede transformar la información en conocimiento, enseñando a leer, comprender, interpretar, analizar, procesar y evaluar los mensajes que transmiten los medios de comunicación y las tecnologías. Además, debe promover un uso creativo de las tecnologías para que los estudiantes puedan generar sus propios contenidos. Estas capacidades son fundamentales para que los alumnos puedan crear sus producciones y sepan cómo comunicarlas a los demás.
7. Vivimos en una sociedad multicultural, porque utilizamos diversos lenguajes y culturas. Los estudiantes deben aprender a leer un texto gráfico (libro, diarios, revistas) pero también a comprender y hacer uso de los múltiples lenguajes y escrituras que circulan socialmente: el lenguaje visual, audiovisual y digital.
8. Una Alfabetización en Medios, Tecnologías e Información, finalmente, fortalece la formación social y cívica de los alumnos. Enseñar a leer (en la acepción más amplia del término lectura) los medios de comunicación y las tecnologías en la escuela, de manera reflexiva, significa contribuir a la formación ciudadana y democrática de los alumnos, para que sean jóvenes informados, sensibles ante los problemas sociales, reflexivos respecto de la información y los mensajes que reciben, autónomos en las decisiones que tomen y participativos.
Los desafíos
Tal como señalamos, la escuela nació con Gutenberg y, por lo tanto, estuvo desde su origen, más vinculada a la cultura de la letra impresa que a la imagen. La cultura visual ha sido por lo general subestimada.
Un primer obstáculo, entonces, para la inserción sistemática de una Alfabetización en Medios, Tecnologías e Información será quebrar las representaciones negativas que suelen tener muchos profesores respecto de las pantallas y el mundo visual. El desafío sigue siendo acortar la brecha que aún existe entre la cultura de los jóvenes y la cultura escolar, incorporando otros lenguajes, otras escrituras, otros textos.
En segundo lugar, es importante pensar en la inserción de la Alfabetización en Medios, Tecnologías e Información tanto en la formación docente inicial como en la continua, de modo que cuando el profesor comience a enseñar en un aula, llegue con una formación previa en este tema y se actualice durante su ejercicio profesional. La formación inicial de los maestros y profesores sigue siendo
una asignatura pendiente para la Alfabetización en Medios, Tecnologías e Información en prácticamente todo el mundo.
En América Latina, además, debemos mencionar una tercera dificultad: las sociedades latinoamericanas –como explicamos– son muy fragmentadas e inequitativas. El acceso a los bienes culturales es muy desigual. Mientras una minoría tiene acceso a todas las fuentes, medios de comunicación y tecnologías, la gran mayoría accede solo a la TV abierta, a la radio y eventualmente a un periódico. No tienen DVD, no van al cine, no conocen un teatro y carecen de conexión a Internet en sus hogares Las brechas en América Latina no son solo digitales, sino culturales, e implican también a los medios tradicionales.
Estas brechas no son un tema menor, porque inciden negativamente en la construcción del capital cultural de los jóvenes. Así por ejemplo, la exclusión del cine fortalece la exclusión social, en la medida que los adolescentes ven restringido su capital cultural y con él, las oportunidades educacionales, laborales y de inserción en la sociedad. (Morduchowicz, 2004)
Un tercer desafío que enfrenta la Alfabetización en Medios, Tecnologías e Información en América Latina por ello, es disminuir estas brechas y promover un acceso más equitativo y justo a los bienes culturales y tecnológicos entre los jóvenes que provienen de familias más pobres.
Solo enfrentando y superando estos desafíos, la Alfabetización en Medios, Tecnologías e Información se convertirá en una herramienta esencial para la educación del siglo XXI.