La transformación social es una oportunidad para enriquecer la vida en general y los ritmos vitales de los seres humanos. La labor educativa, en modo especial, se encuentra con distintos desafíos en donde el liderazgo y la gestión cumplen un papel fundamental para desarrollar experiencias que cautiven la vida de los niños y de los jóvenes, incentiven los procesos de aprendizaje, la búsqueda del conocimiento, promoviendo el valor y el sentido de la vida; al mismo tiempo, el acompañamiento oportuno de los maestros ante la novedad que trae la tecnología, será garantía para la búsqueda de propuestas innovadoras que aporten significativamente en la vida de las personas en tiempos de cambio.
En esta perspectiva, es importante identificar algunas características del cambio y las tareas que vinculan a la acción educativa desde un enfoque innovador para responder a los nuevos paradigmas que muestra el ecosistema digital, los códigos de comunicación y los medios tecnológicos. Al respecto, el escrito se planteará en dos puntos: 1.º La realidad del mundo social y digital que nos interpela e involucra y 2.º Innovar ¿para qué?: la búsqueda de una transformación con sentido y significado desde la Escuela Católica.
1. La realidad del mundo social y digital que nos interpela e involucra
La rapidez con que se viven los cambios en la sociedad actual es una de las características que afecta el estilo de vida del hombre de hoy. La creación de nuevas tecnologías que impactan, cada vez más, en el mundo laboral y social, evidencian nuevas tendencias que transforman la cotidianidad, la forma de pensar, de sentir y de actuar de las personas. Las nuevas generaciones son sujetos activos de este cambio que aporta significativamente en la construcción del conocimiento y en los procesos de aprendizaje, pero que también necesita ser acompañado y orientado para un mejor beneficio. Ante dicho paradigma la educación tradicional se ve desafiada en su propuesta para responder con pertinencia a los nuevos retos por los que atraviesa el ser humano y la sociedad.
Teniendo en cuenta los cambios acelerados y frecuentes en la era digital, en las tecnologías de la información y de la comunicación, los liderazgos de gestión en las instituciones educativas buscan los mejores caminos pedagógicos, didácticos y metodológicos que promuevan el desarrollo de habilidades, los procesos de aprendizaje y la construcción del conocimiento de forma diferente, creativa e innovadora, de cara a los que hasta hoy han primado. Se trata, por tanto, de modelos revolucionarios como lo demuestran diferentes estudios y experiencias de instituciones que han asumido el compromiso de construir alternativas en América. Sin embargo, pareciera que todo el esfuerzo no ha sido suficiente y que se evidencia que la didáctica clásica no respondiera en medio de la complejidad a la urgencia educativa, que el modelo se agotó y que el sistema refleja un bajo rendimiento.
Paulo Fossatti, Rector de la Universidad La Salle, Canoas-Brasil, identifica algunos de los desafíos de la gestión educativa en la sociedad posmoderna: el debilitamiento de la sociedad cristiana occidental; el fracaso de los modelos económicos a ejemplo del capitalismo neoliberal; el cuestionamiento de las verdades absolutas donde todo es relativo, dependiendo de su contexto social, económico y cultural. De la misma manera, este escenario sostiene el argumento de la importancia del sentirse bien, del disfrutar de la vivencia que agrada como valor a ser vivido en las subjetividades emergentes. Es la consolidación del principio de la tolerancia con las cuestiones de creencia, género, sexualidad, multiculturalidad. Se vive la manifestación de lo subjetivo, de la muerte de lo social y el surgimiento del amor propio como imperativo.
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Por otro lado, la realidad del contexto latinoamericano y del caribe presenta un alto porcentaje de pobreza extrema, de inequidad y desigualdad, lo cual dibuja diferentes contextos que viven procesos de transformación y que brindan distintas variables que implican e involucran al mundo de la educación. Ante dicha realidad, la Escuela Católica continúa siendo un faro de respuestas especialmente para los niños, adolescentes y jóvenes en situaciones particulares y “está llamada a transformarse en lugar privilegiado de formación y promoción integral” (Documento de Aparecida 329). El surgimiento de estas nuevas realidades en el planeta digital son oportunidades valiosas para acompañar a nuestros estudiantes especialmente en la construcción de sus proyectos de vida personal, profesional y espiritual, tarea prioritaria de la Escuela Católica y que implica recorrer nuevos caminos, como lo analiza Ana Julia Suriel, Presidente de UNEC–República Dominicana. Al mismo tiempo es evidente y necesario el acompañamiento oportuno y cualificado de los educadores quienes son agentes y líderes en estos procesos de transformación y que también se ven interpelados por la incertidumbre.
2. Innovar ¿para qué?: la búsqueda de una transformación con sentido y significado desde la Escuela Católica
La respuesta de la Iglesia por medio de la educación católica es una respuesta de amor, una mediación salvífica, con la confianza de que es Dios quien actúa y busca siempre la verdad, lo bello y lo bueno en la vida de los niños y de los jóvenes confiados a la Escuela Católica. La participación y el aporte de la Iglesia tiene como fuente principal el Evangelio, el magisterio de la Iglesia y los diferentes carismas en educación que el Espíritu ha suscitado en la misma, por medio de fundadoras y fundadores para el servicio de la humanidad. A través de las diferentes obras educativas y pastorales, los procesos de innovación educativa en clave de evangelización, se proponen hacer más explícito el anuncio de Jesucristo y de los valores del Reino en la vida de los niños y los jóvenes de hoy. Como educación católica estamos llamados a realizar un liderazgo esencial en la innovación educativa, proponiendo la nueva evangelización para que el anuncio de la buena noticia a la humanidad promueva el valor de la vida, la decisión por la búsqueda de la justicia, la libertad, la dignidad y los derechos de la persona, buscando crear proyectos desde la misión educativa que aporten en la construcción de la transformación de la realidad social en los diferentes contextos de nuestras sociedades, especialmente en la vida de los niños, los adolescentes y los jóvenes más pobres. Es así como en el centro de toda propuesta de educación católica está la persona y, por ende, conlleva todo un aporte de humanismo y de humanización.
Pero, ¿qué implica liderar este proceso de transformación?, ¿qué debemos recuperar de las experiencias significativas?, ¿qué debemos sostener o que permanezca como fruto de la construcción colectiva?, ¿qué debemos innovar con creatividad en los procesos de aprendizaje y de liderazgo educativo? Ciertamente, es una tarea que no puede darse por moda o de innovar por innovar, “es una tarea que requiere toda la sensatez profesional” como dice Alberto Pazos, “que la transformación no es un proceso simple y, una vez más, que no alcanza con dotar tecnológicamente a las escuelas para que la innovación ocurra” como nos lo recuerda Mariana Maggio. En ocasiones la innovación podría malinterpretarse dando respuesta a la competencia que se genera dentro de la lógica de la cultura del consumismo y del descarte, sin aportar verdaderos cambios a las instituciones educativas en la prestación de los servicios. Por esta razón, no todo cambio es innovación.
En esta perspectiva, es importante saber plantear el “para qué” de la Escuela Católica en el momento presente, teniendo en cuenta que a partir de ello se va a relacionar el tema de la identidad con la innovación articulando elementos fundamentales para innovar con sentido. Así pues, la educación católica descubre en la centralidad de la persona y en la calidad del acompañamiento brindado por la vocación del maestro, un aspecto esencial de innovación, hacer crecer en todas las dimensiones de la persona eso es innovar, articulando el aporte de distintos ámbitos que afectarán el desarrollo integral de la misma. Innovar no tiene que ver con hacer cosas nuevas, ni con hacer las mismas cosas de otra manera.
La innovación en la educación ha venido siendo identificada como un proceso de transformación determinado por los nuevos desafíos que plantea la sociedad digital, llamada a superar lo que hasta el momento ha sido la matriz escolar industrial y posindustrial por una nueva matriz, la “matriz digital” que implica el desarrollo de nuevos aprendizajes que permitirán la personalización del aprendizaje.
Junto con la adquisición de capacidades para el manejo de la tecnología y la virtualidad se necesita hoy desarrollar habilidades para la resolución de problemas, el trabajo en equipo y la comunicación. Así mismo, preparar a los estudiantes en y para el trabajo colaborativo hace que se motiven mejor para el aprendizaje. La disposición de espacios diferentes a los convencionales posibilita que el aprendizaje se realice de otra manera, en cualquier momento y en cualquier lugar.
Para que los procesos de transformación en la escuela sean integrales y eficaces se necesita que los responsables se impliquen en las nuevas metodologías y en las prácticas innovadoras, tanto en el aula como en el liderazgo institucional, desatando experiencias reales desde la motivación, el protagonismo, el trabajo en equipo, la planificación, y el trabajo por proyectos, que se direccionan al gran proyecto institucional. Por otro lado, el desarrollo espiritual como formación y educación en el ámbito de la interioridad y también del compromiso social, será un aspecto significativo a cuidar en el crecimiento de la persona. Ya el papa Francisco nos lo recuerda al promocionar la cultura del encuentro como elemento que orienta hacia la solidaridad y define a la escuela como un lugar de encuentro.
El núcleo de la innovación está en la magia de los profesores apasionados y competentes, el profesor es quien mejor puede mediar el aprendizaje. Más que una app, es el talento pedagógico quien dosifica, gradúa y evalúa el mejor puente entre cada niño y el conocimiento. Esto significa que la tecnología informática no tendrá resultados eficaces en el aprendizaje si antes no se forma la mente de los educadores y de los alumnos con procesos intelectuales de alto nivel. Para ello la neuropsicología aporta y orienta para conocer mejor el acompañamiento a seguir con las personas de acuerdo a sus necesidades.
Es importante que los líderes y educadores que necesita la Escuela Católica de hoy cuiden de sí mismo para poder cuidar a los otros. Esto conlleva una educación humanizadora, del cuidado de sí mismo y del otro, es fraterna y solidaria. Es una educación que da prioridad al ser humano y trabaja por humanizar, subrayando el valor de la dignidad de persona humana y su importancia en todas las dinámicas del quehacer educativo.
Es necesario promover procesos educativos que estén conectados con el mundo real, con la vida, que responda a temas reales, del día a día, una formación integral a la mano, que tenga en cuenta los sentimientos, las emociones y la vivencia de la persona en sus diferentes dimensiones. La reflexión constante sobre las prácticas cotidianas, los métodos de aprendizaje, la pertinencia en la comunicación y en el manejo de las nuevas posibilidades tecnológicas son oportunidades que enriquecen la experiencia educativa. Es la novedad, la apertura a promover el trabajo colaborativo, el crecimiento para fortalecer las habilidades comunicativas a partir de la formación integral.
La Confederación Interamericana de Educación Católica se propone trabajar en el itinerario de la Escuela Católica por medio del Observatorio Interamericano de Educación Católica, siendo un programa que estudia, investiga, reflexiona y brinda acompañamiento y capacitación sobre temas que aportan y cualifican la Educación Católica de América.
El papa Francisco en la audiencia del miércoles 20 de septiembre del año pasado en donde desarrolló una bella reflexión sobre el tema de “educar a la esperanza”. En ella el Papa se dirige como educador, retomando temas de la vida para animar a seguir adelante y recordando que la fe y la esperanza avanzan juntas. “Vive, ama, sueña, cree”, son las palabras con las que finalizó su intervención. Por esto, vale la pena recordar que el XXV Congreso Interamericano de Educación Católica nos impulsa a comprometernos con la vida, especialmente reflejada en los rostros de los niños y de los jóvenes, a amar lo que hacemos en el día a día y lo que somos como educadores, a soñar nuevas propuestas en la gestión para el aprendizaje, la innovación y la creatividad que respondan con pertinencia a las necesidades educativas que la historia nos desafía, y finalmente, nos impulsa a creer en la presencia amorosa de Dios en medio de la vida y de la historia buscando en y desde la educación, la formación integral, la promoción de la dignidad de la persona humana y el cuidado de la vida en sus múltiples expresiones. RM