Edición 19

El docente en el siglo XXI y el uso de metodologías activas

La inestabilidad y las diversas crisis económicas, políticas y sociales a nivel mundial, nacional y regional, requieren del talento y la determinación de personas dotadas de fortaleza y fl exibilidad para reconocer las posibilidades del entorno y proponer soluciones que mejoren su vida personal y profesional.

La inestabilidad y las diversas crisis económicas, políticas y sociales a nivel mundial, nacional y regional, requieren del talento y la determinación de personas dotadas de fortaleza y flexibilidad para reconocer las posibilidades del entorno y proponer soluciones que mejoren su vida personal y profesional. De igual manera, la globalización, la interdependencia, el desarrollo de las comunicaciones y la posibilidad de trabajar a distancia implican tareas que deben resolverse de manera colaborativa, muchas veces en grupos interdisciplinarios e incluso interculturales. Sea en el campo de la educación pública o privada, los estudiantes, especialmente aquellos que desean dedicarse a la docencia, necesitarán enfrentar trabajos que involucran la toma de decisiones responsable, la resolución de problemas, la coordinación de grupos humanos y sobre todo, una revaluación de su proceder personal y social. En ellos, en especial, la formación profesional ha de suponer un desenvolvimiento integral de todas sus potencialidades que le lleven a dar lo mejor de sí para resolver problemas que requieren de un alto nivel de competencia, elevar su calidad de vida e incidir en los logros de su comunidad.

Para que esto pueda lograrse es necesario que la formación humana y profesional de nuestros futuros docentes, incluya la adquisición de habilidades, conocimientos y actitudes refl exivas y críticas, así como también la comprensión de su cultura con sus valores éticos, científi cos, humanistas y tecnológicos. Además requerirán fortalecer su sentido de identidad, de responsabilidad y de compromiso social a partir de la búsqueda de la excelencia en el desarrollo de todas sus capacidades, necesarias para innovar y transformar el entorno ante situaciones de crisis. Aquel docente que posea y desarrolle estas cualidades, tendrá mayores recursos para empoderarse y ser capaz de encarar las dificultades propias y las de sus estudiantes.

En este sentido, la sociedad y la escuela tienen sobre sí el gran reto de formar docentes altamente cualificados, dispuestos a conducir y liderar el esfuerzo conjunto hacia soluciones novedosas, convencidos de la oportunidad de poder construir y construirse con otros, con tendencia hacia el estudio y la actualización permanentes. Para lograr tan altos objetivos humanos, Delors (1996) plantea que se requiere de una educación a lo largo de toda la vida, que ayude a la persona a su estructuración continua, conociéndose a sí mismo, a su ambiente, desarrollando sus atributos, su capacidad de juicio, acción y liderazgo, para desempeñar una función social en el trabajo y en la comunidad. Esto se puede lograr si se desarrollan los cuatro pilares del aprendizaje: aprender a aprender, aprender a hacer, aprender a ser y aprender a vivir juntos. Elementos imprescindibles para preparar las transiciones, diversificar y valorar las trayectorias de los niños, jóvenes y adultos. Por ello, cualquier sistema de enseñanza debe dar atención a estos cuatro pilares del conocimiento a fin de que la vida familiar y social, sean para el ser humano, una experiencia global en los planos del conocimiento y la práctica, tanto en lo individual como en lo colectivo. En la educación para la vida es necesario también que las personas tengan conocimientos y acceso a la información, para ejercer su autonomía; porque solo las personas que saben que tienen derechos, pueden utilizar todos los medios disponibles para proteger y hacer respetar sus derechos y los de los demás. (UNESCO, 2005).

Ante esta perspectiva, el enfoque de competencias surge como respuesta a la necesidad de mejorar permanentemente la calidad y pertinencia de la educación para toda la vida y de la formación de los recursos humanos, frente a la evolución de la tecnología, la producción y a la sociedad. Para las personas, supone adaptarse a nuevos perfiles de ocupaciones, al trabajo en equipo y al desarrollo de nuevas competencias, mediante la adquisición y actualización continua de conocimientos y habilidades que permitan un desempeño eficiente y de calidad, acorde a los requerimientos de los centros laborales y de su vida personal. Se debe ser consciente de lo que se ha aprendido (habilidades, conocimientos y actitudes) y que se puede aplicar en diversas situaciones y contextos. (Monzó, 2005, 141). En este sentido, la enseñanza basada en competencias, abre orientaciones más dinámicas, integrales y críticas, logrando que un amplio número de personas asimile capacidades de orden superior, capacidades altamente críticas y estratégicas, que le permiten competir con más equidad en este mundo globalizado. Su foco de atención reside en el dominio de lo aprendido y en el resultado del aprendizaje, a partir de la integración que hace la persona, de conocimientos, valores, juicios, roles y responsabilidades, además de las habilidades y de su puesta en práctica (Vessuri, H. 1998, 421, en Monzó 2005).

Y en el contexto de la formación y actualización docente, Perrenoud (2001), plantea la necesidad de alinear las finalidades de cualquier sistema educativo con las competencias que se requieren desarrollar en los futuros docentes, puesto que no se privilegia la misma figura del profesor según se desee una escuela que desarrolle la autonomía o el conformismo, la apertura al mundo o el nacionalismo, la tolerancia o el desprecio por las otras culturas, el gusto por el riesgo intelectual o la demanda de certezas, el espíritu de indagación o el dogmatismo, el sentido de la cooperación o la competencia, la solidaridad o el individualismo. Por lo tanto, formar docentes reflexivos y críticos, intelectuales y artesanos, profesionales y humanistas; creadores de situaciones de aprendizaje, gestionadores de la heterogeneidad y reguladores de los procesos y de los caminos de la formación de las futuras generaciones, se constituye como un reto para cualquier sociedad.

Para Parés (2017), la pieza clave en la formación de cualquier persona, lo representa un modelo educativo que cimentado en raíces antropológicas, permita formar un sistema curricular activo y personal, para desarrollar integralmente a sus estudiantes en los ámbitos cognitivo, intra e interpersonal. Monzó propone analizar diversos aspectos del diseño y desarrollo curricular, las metodologías de enseñanza y las estrategias de evaluación, así como la formalización, actualización y profesionalización de docentes. Por lo tanto, la educación basada en competencias, se fundamenta en un currículum integral, en la resolución de problemas. Utiliza recursos que simulen la vida real: análisis y resolución de problemas, abordados de manera integral realizando trabajo colaborativo coordinado por un tutor.

Para el modelo curricular 2010 de la Universidad Anáhuac México, por ejemplo, un currículum basado en competencias debe promover en cualquier estudiante, la adquisición de habilidades socioemocionales: la autoestima, el autoconocimiento y el trabajo en equipo; un currículum centrado en aprendizajes clave que permiten seguir aprendiendo a lo largo de la vida y aprender a aprender: aprender a razonar y aprender a convivir y a trascender.

Los rasgos característicos del modelo educativo para la formación de los docentes del siglo XXI,exigirían un perfil profesional, unos roles y unas actividades diferentes a los tradicionales para los estudiantes y los profesores. El perfil apropiado de este estudiante remitiría a la siguiente descripción: aprendiz activo, autónomo, estratégico, reflexivo, cooperativo, responsable, para lo cual debe estar centrado en el aprendizaje, dirigido a aprender a aprender y a prender a lo largo de la vida; en el aprendizaje autónomo, tutoreado por los profesores con resultados de aprendizaje expresados en términos de competencias genéricas y específicas, enfocado en el proceso de enseñanza aprendizaje a partir de un trabajo cooperativo entre profesores y alumnos. Se propone una nueva organización del aprendizaje en modularidad y espacios curriculares multi y transdisciplinares, al servicio del proyecto educativo global, utilizando la evaluación estratégica en la que se debe producir una revaloración de la evaluación formativa continua y una revisión de la evaluación final certificativa. (Fernández, 2009).

En relación con las competencias digitales, también se exige una serie de actitudes valoradas como relevantes en el profesorado de la escuela del siglo XXI: una actitud abierta y crítica ante la Sociedad de la Información y las TIC; predisposición hacia el aprendizaje continuo y la actualización permanente; actuación con prudencia en el uso de las TIC; habilidad para la renovación y actualización permanente del conocimiento a partir del uso pedagógico e investigativo de las TIC; habilidad para producir, comunicar y divulgar el proceso investigativo mediante herramientas y soportes tecnológicos, así como la capacidad para desarrollar el trabajo investigativo a partir de la conformación de redes nacionales y extranjeras.

En este nuevo contexto se tendrían que utilizar metodologías activas para la formación de competencias, con métodos de enseñanza centrados en la participación del alumno, en donde la responsabilidad del aprendizaje depende directamente de su actividad, en donde a partir de su compromiso, sean más formativos que meramente informativos, generando aprendizajes más profundos, significativos y duraderos que faciliten la transferencia a contextos diversos.

Para la enseñanza basada en competencias, el profesor debe ser una persona experta, humanista e íntegra, que se distingue por su testimonio de honestidad; con una incansable búsqueda de la verdad y el bien al servicio del hombre, por su experiencia profesional, preparación académica y capacidad pedagógica. Enseña, educa, forma. La persona solo puede educar a la persona. El profesor es un formador de formadores. Debe aproximar mucho más la realidad al aula, a través de un abordaje integrador entre asignaturas, universidad y medio profesional. Necesita incorporar en su asignatura distintos elementos que realmente favorezcan la formación integral. Es un planificador, mediador y evaluador. Enseña educa y forma, favoreciendo el desarrollo de valores y actitudes bajo las premisas: ser, saber, hacer y trascender. Favorece el aprendizaje autónomo pero con una intencionalidad pedagógica, interactuando con el alumno para favorecer el proceso de presentación de las evidencias y el logro de los resultados de aprendizaje. (Universidad Anáhuac, 2010).

El papel del profesor es acompañar, guiar, evaluar, apoyar al aprendiz mientras sea necesario. El profesor va cediendo terreno a favor del alumno quien va logrando autonomía e independencia en su aprendizaje. Su tarea fundamental es enseñar al estudiante a aprender a aprender, ayudar al alumno en la creación de unas estructuras cognitivas o esquemas mentales que le permiten manejar la información disponible, filtrarla, codificarla, categorizarla, evaluarla, comprenderla y utilizarla pertinentemente. En consecuencia, bajo este enfoque, sus dos tareas en el terreno metodológico serían: planificar y diseñar experiencias y actividades de aprendizaje coherentes con los resultados esperados, teniendo en cuenta los espacios y recursos necesarios y, facilitar, guiar, motivar y ayudar a los estudiantes en su proceso de aprendizaje.

El alumno, por su parte, debe aprender por sí mismo, compartir su aprendizaje, aprender de los demás y de esta manera, construir “una sociedad que aprende”, de manera colectiva y reflexiva. Lo importante es formar hijos y alumnos que sean los líderes del mañana, con capacidades de generar perspectivas de “aprendizaje profundo” para toda la vida y el trabajo. (Universidad Anáhuac, 2010). El alumno y en su caso el futuro docente, ha de ser responsable de su propio aprendizaje, buscando, seleccionando, analizando y evaluando la información, asumiendo un papel más activo en la construcción de su propio conocimiento. Suponiendo que la formación basada en competencias hace necesario el contacto con diversos contextos sociales y profesionales, así como la capacidad para aprender con los otros de manera cooperativa, fomentando el intercambio de ideas, opiniones y puntos de vista. (Fernández, 2009).

De este modo, solamente las metodologías activas podrían favorecer la integración del saber y el hacer a partir de las competencias específicas de la profesión y el desarrollo de competencias genéricas transversales, así como el reconocimiento de valores y actitudes positivas ante la vida, ellas serían por el ejemplo, el Método de Caso, Aprendizaje Basado en Problemas, Aprendizaje Orientado a Proyectos y Aprendizaje Colaborativo. Con técnicas como mapas conceptuales, proyecto de investigación, pregunta, reporte de lecturas, debate, lluvia de ideas, ensayo y reflexiones críticas. Además cada plan de estudios, podría implementar diversos niveles de Practicum que se constituyan como nodos de integración vinculados con la realidad profesional; se trata de momentos en donde se establece si los alumnos han logrado ciertas competencias derivadas de los resultados de aprendizaje adquiridos en las asignaturas, gracias a los cuales, el estudiante puede desarrollar el sentido social de su vocación y comprometerlo en su quehacer profesional en la búsqueda del bien común. De esta manera, los Practicum pueden constituirse como elementos de cohesión de un proceso formativo y como una opción posible ante la responsabilidad social y la trascendencia. (Universidad Anáhuac, 2010).

Estas metodologías activas se convierten en el vehículo a través del cual los estudiantes aprenderán conocimientos, habilidades y actitudes, es decir, desarrollarán competencias. Esto significa que no existe un único o mejor método o camino, sino que la mejor metodología, será una combinación adecuada de diferentes situaciones diseñadas de manera intencionada y sistemática, siendo conscientes que si queremos lograr ser docentes exitosos, debemos establecer criterios sobre el volumen de información y conocimiento que han de manejar nuestros estudiantes. Igualmente, no se construyen competencias sin evaluarlas, pero esta evaluación no puede tomar la forma de pruebas del tipo papel y lápiz o de los clásicos exámenes escritos. La evaluación de las competencias debería ser, en gran medida, formativa, pasar por un co análisis del trabajo del alumno y la regulación de su actuación antes que pasar por notas o calificaciones.

En el contexto de la educación basada en competencias, se debe incorporar también una transformación en la manera de evaluar, ya que deberá evaluar mucho más el desempeño y resultados integrales, incluyendo necesariamente, las competencias interpersonales como lo son el compromiso ético, la cabida de trabajo en equipo, la crítica y la autocrítica, la responsabilidad social, el compromiso ciudadano, la valoración y respeto por la diversidad, la inclusión y la multiculturalidad. La función de la evaluación es reflejar las habilidades y conocimientos del alumno para que se desempeñe eficaz y eficientemente en el mundo real, tomando en cuenta cómo aprende y la vinculación de su aprendizaje con la evaluación. Por ello, se debe intentar seleccionar los métodos más directos y relacionados con el criterio de desempeño que se valora. Se recomienda utilizar una combinación de métodos para proporcionar evidencias sobre la competencia. Por ejemplo: rúbricas, portafolios, proyectos de investigación, redes conceptuales, diarios de campo, análisis de caso, ensayos, debates, solución de problemas, exámenes integradores orales y escritos, así como resultados de prácticas profesionales enfocadas a resultados para la formación integral.

En conclusión, para la educación basada en competencias, la evaluación incluye solamente tareas contextualizadas en donde a partir de problemas complejos, se contribuya a que los estudiantes desarrollen en mayor grado sus competencias personales y sociales. Esto exige la utilización funcional de conocimientos disciplinares, con una cierta forma de colaboración con los pares. La tarea y sus exigencias son conocidas antes de la situación de evaluación, por lo que la corrección toma en cuenta las estrategias cognitivas y meta cognitivas utilizadas por los alumnos. La corrección considera solo los errores importantes en la construcción de competencias y la forma de corregirlas. La auto y la coevaluación forman parte de este proceso formativo.

En fin, ante el actual mundo convulsionado, globalizado, multiculturalizado y el auge de las TIC que nos rodean y que traen consigo desafíos éticos para todos los ciudadanos del siglo XXI, tendrán que desarrollar altos niveles de competencia, que les permitan, a los futuros docentes, gestionar el tiempo para mejorar la productividad y la competitividad; esto supone establecer prioridades y objetivos, planificar y tomar decisiones. En consecuencia, tendrán que gestionar la información y el conocimiento, saber organizar y analizar las ideas así como aprender a gestionar e interpretar los datos. La gestión de la comunicación constituye una habilidad para acceder, analizar, evaluar y producir contenidos en distintos formatos y contextos. Además la habilidad para gestionar bien las emociones propias y ajenas, conlleva la destreza para expresar nuestras opiniones o sentimientos, sean positivos o negativos, de forma clara, directa y sin que medie la hostilidad, lo cual requiere confianza y autoestima como para respetar las convicciones propias y no tratar de imponerlas sobre las de los demás. Al final, las habilidades personales, la toma de decisiones, la iniciativa, el liderazgo, el pensamiento crítico y la capacidad para trabajar bajo presión, les permitirán enfrentar y gestionar el impacto y su responsabilidad social, así cada uno de nosotros tenga su parte de responsabilidad a la hora de abordar los nuevos desafíos docentes y sociales futuros.

En consecuencia, la meta será formar a los docentes no solo en el conocimiento de las diferentes disciplinas, en las TIC, o en e-learning, sino también en la comprensión de aquello que se les hace necesario en el momento actual y que los puede convertir en eficientes e ilimitados en un futuro más o menos inmediato. Este cambio en la orientación formativa es el que les va a permitir que puedan llegar a ser profesionales reflexivos, creativos y con una sólida base de conocimientos científicos y técnicos. Por ello, los programas de formación del profesorado de alta calidad son esenciales y se trata de un área donde hay que trabajar a fondo en los modelos educativos, los programas de asignaturas, las estrategias didácticas y los profesores necesarios para ayudar a los estudiantes a desarrollar estas habilidades y competencias. Los educadores son claves en este proceso y solo cuando ellos entienden la trascendencia del enfoque de la educación basada en competencias, asumirán la complejidad de las transformaciones que este reto significa en todas las áreas de gestión institucional y, se comprometerán con el desarrollo de las acciones requeridas para lograrlas. Además y fundamentalmente, la sociedad ha de estar dispuesta y convencida de la trascendencia social de la docencia y, ha de proporcionarles incentivos y recursos financieros y humanos para fomentar su aprendizaje y su posterior desenvolvimiento profesional.

 

 

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