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Metodologías transitorias para transformar la educación


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Los niños y jóvenes que ahora están en las etapas obligatorias de su formación tendrán que abordar preguntas fundamentales a propósito de retos, que ahora nos parecen inimaginables, pero que van a representar aspectos claves de su vida y de la construcción social.

El conocimiento, las experiencias vitales y de aprendizaje que tengan ahora serán determinantes en la orientación que den a esos retos. En su reflexión sobre una educación orientada a objetivos de desarrollo sostenible, la UNESCO 1 acentúa la importancia de dar protagonismo al alumno en sus capacidades de aprendizaje cognitivas y socioemocionales.

Estas capacidades solo podrán ser adquiridas si hay un compromiso claro de la escuela por estructurar un aprendizaje centrado en el alumno, adquiriendo así un mayor protagonismo, a base de cultivar su capacidad propia de gestión de los objetivos de aprendizaje, y desarrollando sus destrezas y habilidades. Como se ha señalado reiteradamente en diversos foros mundiales de educación, se trata de proponer contextos de aprendizaje que potencien las competencias de ser, saber, saber hacer y creatividad, que se hacen imprescindibles en estos nuevos entornos de futuro.

La educación universal adquiere todo su sentido en la medida que es capaz de ayudar a la humanidad a comprender que su papel en el mundo tiene que ver con la sostenibilidad, la lucha contra las desigualdades y la paz.

El principio fundamental del propósito de la escuela es garantizar la adquisición de unas competencias y habilidades, que permitan a los futuros ciudadanos ejercer su capacidad de aportar valor al desarrollo personal y social.

La transformación profunda que la educación está viviendo y necesitando tiene que ver con la mirada nueva que pongamos en el papel del alumno en la escuela y, como consecuencia, en la organización del currículo, de los propios alumnos y profesores, así como de los espacios, entre otras cuestiones fundamentales. Es la propia esencia del proceso de enseñanza y aprendizaje la que debemos cuestionar si queremos ese protagonismo real del alumno. El núcleo esencial de este proceso no ha variado desde hace siglos, a pesar de la aparición de poderosos elementos tecnológicos y de los cambios sociales en los últimos veinte años. El proceso continúa fundamentado en demasiadas escuelas en una persona que tiene el conocimiento, el profesor, y unos alumnos que se pasan muchas horas escuchándolo y tomando notas, para luego repetir lo memorizado de manera mecánica.

Misión e impactos educativos

Dos elementos esenciales definen un proceso de cambio desde la tradición actual hacia una transformación de la educación: una reflexión profunda sobre el propósito de la educación que hoy necesitamos, y la voluntad clara de poner las tareas y el rol de los alumnos en el centro del proceso de aprendizaje.

Cualquier estrategia de cambio que establezcamos debe plantear, en primer lugar, un proceso de análisis profundo sobre la propia misión del proyecto educativo de nuestra escuela o de la red de centros a la que pertenezcamos. Hemos de establecer con claridad y valentía la vinculación que deseamos entre la misión de nuestro proyecto y los impactos educativos que perseguimos. Es una cuestión clave que nos planteamos en el proceso de cambio Horizonte 2020 en Jesuitas Educación.

Los impactos tienen que ver con aquellos aspectos educativos relacionados con la propia personalidad del alumno, y con el conjunto de competencias y conocimientos que han de quedar sedimentados en los alumnos, configurando sus actitudes, comportamientos y creencias.

Los impactos van más allá de los resultados de un curso escolar, de una prueba externa o de exámenes puntuales. Por ello, es de suma importancia que las instituciones educativas desarrollen este proceso de reflexión sobre la relación entre misión e impactos, antes de lanzarse de manera impulsiva a desarrollar actividades centradas en nuevas metodologías.

La gran tentación de muchas instituciones es comenzar con muchas actividades metodológicas de aula, en un desenfrenado “activismo”, pero sin haberse planteado previamente cuál es el sentido educativo y el impacto más profundo que nos proponemos que quede sedimentado en los alumnos, como consecuencia de esas actividades que diseñamos.

El segundo elemento esencial, y no menos importante, es la centralidad de las tareas y el rol de los alumnos en el proceso de enseñanza y aprendizaje. Sin menoscabar la importancia de la primera fase reflexiva, centraré este artículo en abordar algunas estrategias metodológicas, orientadas a desarrollar esta transformación.

Centralidad del alumno y de la tarea

El profesor Richard Elmore, profesor de Harvard que participó activamente en la reforma educativa en EEUU, ha incidido en la importancia de plantearse previamente una formulación clara “acerca de las relaciones de causalidad existentes entre determinadas acciones en el aula y el entorno organizacional que se traducen en mejoras en los aprendizajes escolares” que nos proponemos, a través de la construcción de “potentes teorías de la acción” 2 .

Elmore desarrolló su conocido triángulo de relaciones sobre el núcleo pedagógico en torno a la idea de que los tres ejes que lo forman, alumno, profesor y tarea académica están estrechamente interrelacionados, de tal modo que, si se altera uno de ellos, se deben modificar los otros dos. Por ejemplo, si queremos elevar el nivel de los contenidos que los alumnos deben adquirir, también deberíamos modificar el papel del profesor y las tareas que propone al alumno. No se puede seguir haciendo lo mismo, y pretender resultados diferentes.

La tradición pedagógica ha mantenido en la práctica que no era necesario modificar el papel del profesor y la tarea porque estos dos elementos se entendían como inalterables en el proceso de enseñanza y aprendizaje. La única opción del alumno para mejorar sus resultados ha sido dedicar más tiempo a la memorización o al ejercicio de problemas, siempre con un esquema inalterable y que había sido previamente establecido por el profesor.

Desde hace por lo menos una década, son numerosas las evidencias científicas que nos muestran la importancia de la evolución del tradicional esquema de aprendizaje basado en las 3 R (Reading, wRiting, aRitmethic) al propuesto por la profesora del MIT Idit Harel, basado en las 3 X (eXplore, eXpression, eXchange) 3 .

Esta evolución no es una mera cuestión academicista, sino que altera radicalmente la relación tradicional entre profesor y alumno, dando un vuelco profundo al sentido y propósito de la educación. Un proceso orientado a crear otros contextos de aprendizaje que favorezcan la práctica de resolver problemas, experimentar, buscar soluciones en equipo, adquirir rutinas de pensamiento, descubrir sus talentos y aprender, en definitiva, a encontrar su propio camino en la vida.

Numerosas teorías y experiencias se han desarrollado sobre el aprendizaje cooperativo, el aprendizaje basado en problemas, el desarrollo del pensamiento creativo y crítico, o la aplicación de las inteligencias múltiples, que nos dan ejemplos de cómo ir moviendo el foco de la centralidad del proceso, desde lo que hace el profesor a lo que se pide al alumno que experimente como medio para alcanzar sus aprendizajes.

Aprendizaje basado en proyectos interdisciplinarios

Desde la experiencia propia de observación de numerosos procesos de cambio, puedo afirmar que uno de los elementos que favorece una transformación como la que buscamos, es el aprendizaje basado en el trabajo por proyectos interdisciplinarios.

La teoría de la acción pedagógica que hay detrás de esta metodología responde a una formulación parecida a la siguiente: si propongo un reto interdisciplinario que los alumnos deban explorar, discernir, compartir y expresar en grupo, estos alumnos serán capaces de aprender a organizar e integrar el conocimiento, contrastar su veracidad, experimentar rutinas de pensamiento, organizar las tareas en equipo, y comprender los beneficios del aprendizaje social.

El esquema de trabajo consiste en comenzar la tarea que se encarga por una pregunta. Es lo contrario a entender el aprendizaje como una transmisión de información directa del profesor a los alumnos, sin crear contextos previos de curiosidad o de interpelación que puedan motivar y ayudar a los alumnos a entender el porqué de los aprendizajes que se les proponen. Las teorías sobre Visible Thinking, desarrolladas por el grupo de investigación Project Zero de la Universidad de Harvard, nos dan numerosas muestras que podemos aplicar en el aula.

Por ejemplo, podemos analizar el caso de numerosos colegios que se suman a las campañas de donación de sangre, que los hospitales auspician para resolver el grave problema de las transfusiones en casos de operaciones de urgencia. A menudo nos encontramos con campañas muy exitosas que sensibilizan durante unos días de esta necesidad, y buscan la acción solidaria. También a menudo, podemos preguntar a los alumnos por qué donan sangre, y escucharemos la gran mayoría de las veces una respuesta noble, como es “lo hago por solidaridad”, o “quizás alguna vez lo pueda necesitar yo”. Sin duda está muy bien, pero, desde mi punto de vista, compartido con numerosos educadores, no es suficiente, porque hemos desaprovechado la gran oportunidad que nos ofrece una situación real que se puede conectar con el aprendizaje.

Es el caso de un equipo de profesores de diferentes disciplinas de una red de colegios, que decidió que el curso de alumnos de once años podía aprovechar esa necesidad para establecer metas de aprendizaje relacionadas con el currículo de Ciencias, Lengua, Inglés, Artístico, Educación Física y Religión, a través de un reto: diseñar una campaña de sensibilización para donar sangre y adquirir el conocimiento relacionado con el papel de la sangre en nuestro cuerpo, así como de los hábitos de salud que me pueden permitir vivir más y mejor.

En resumen, puedo comenzar una tarea explicando la sangre desde una perspectiva únicamente científica, o puedo plantear el reto de responder a la pregunta ¿por qué es importante dar sangre? ¿Qué tiene que ver la sangre con la perspectiva de futuro de mi salud y de mi compromiso de solidaridad con los demás? Es la diferencia entre comenzar explicándolo todo sin contexto y sin relacionarlo con los diferentes ámbitos de mi vida, y comenzar planteando un reto que despierte la curiosidad y anime al trabajo colaborativo interdisciplinario entre alumnos. Es la misma cuestión que planteé en mi TED de Río de la Plata 2017.

Los maestros que son capaces de hacerse estos planteamientos también han sido capaces de hacerse otras muchas preguntas, como ¿es sostenible el planeta si continuamos con las mismas costumbres de consumo?, ¿cómo expresas tus sentimientos y emociones con la palabra y la imagen?, ¿cómo es el método científico que utiliza un premio nobel?, ¿por qué no hay mujeres en la historia de la ciencia?

La clave de esta estrategia metodológica está en haber establecido con claridad, en la primera fase que aludía al comienzo de este artículo, los impactos educativos que persigo que se consoliden en el perfil de los egresados. Y así ir diseñando actividades que dispongan de los recursos que tengo y busquen unos resultados, que sean instrumentales para lograr aquellos impactos.

Pero para lograr este trabajo, y conseguir resultados de aprendizaje efectivos en los alumnos, debemos ir desarrollando “potentes teorías de la acción pedagógica”, en expresión del citado Richard Elmore. Es el camino del fortalecimiento de un liderazgo pedagógico que desde los equipos directivos de las escuelas debe ir expandiéndose hacia todas las prácticas de aula, hasta llegar al propio empoderamiento de los alumnos, a los que debemos ir transfiriendo el control del aprendizaje, para que vayan creciendo en autoconocimiento y autonomía personal.

Conclusión

Si soy capaz de mirar los recursos que tengo, las actividades que diseño y los resultados que busco, con una visión más ambiciosa y amplia, en función de los impactos que persigo, iré comprendiendo mucho mejor cuáles son los pasos que debo dar para situar la centralidad del alumno y de sus tareas en el núcleo pedagógico de mi escuela.

Y así alcanzar el verdadero propósito de la escuela, que es conseguir que el alumno conecte su aprendizaje con su proyecto vital. RM

Recursos

Bibliografía

  1. “Educación para los Objetivos de Desarrollo Sostenible”. 2017, UNESCO
  2. “Mejorando la escuela desde la sala de clases”. Richard Elmore. Fundación Chile, 2010
  3. Harel, Idit (Spring 2002). “Learning New-Media Literacy: A New Necessity for the Young Clickerati Generation”

Pepe Menéndez

Profesor de Secundaria y asesor internacional en procesos de transformación profunda de la educación. Licenciado en Periodismo. Diplomatura en Alta Dirección de Empresas. Ha dirigido diversos procesos de cambio en instituciones educativas. Comunicador y especialista en liderazgo, innovación educativa y gestión del cambio. Twitter: @PepeMe

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2 Comentarios

  1. ¿qué debemos hacer para educar hoy proyectando nos hacia el mañana?
    ¿Qué estrategias innovadoras recomienda para mantener la atención de nuestros jóvenes?

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