Pasados de dos años de ruptura en los esquemas de aprendizaje y enseñanza, forzados por la pandemia, se evidencia un escenario de pérdidas de aprendizajes, de cambios de comportamiento convivencial, un crecimiento de brechas en cobertura y calidad educativa entre sectores urbanos y rurales, un cuestionamiento y replanteamiento del alcance de la virtualidad, un vuelco intenso a la presencialidad, y una reacción —en ocasiones visceral— contra la interacción con pantallas.
Ya se tienen datos de los impactos en la educación como consecuencia del confinamiento y, a diario, se dan a conocer con más detalle. De manera general, hay dos situaciones críticas:
el rezago o pérdida de aprendizajes que empieza a dar indicios de un retroceso importante, y las brechas de este impacto cuando se comparan las instituciones urbanas con las rurales.
En este nuevo número de Ruta Maestra, se abordan, por una parte, las pistas para atender el escenario de estancamiento de los aprendizajes, tanto en lo que tiene que ver con los aspectos metodológicos y pedagógicos como los socioemocionales, de la mano de especialistas como Jesús Guillén, José Carlos Ruiz, Luis Evelio Castillo e Isauro Blanco, entre otros. Ellos, de forma muy práctica y concreta, señalan lo que se puede hacer con repercusión directa en el proceso de rescatar habilidades metacognitivas, conocimientos y gestión pedagógica, así como de la convivencia en los entornos presenciales y en los vínculos del colegio y las familias.
Por primera vez, hemos adelantado una recopilación de reflexiones e investigación que ayuda a obtener un panorama de la situación actual de la educación en las escuelas rurales.
Las circunstancias globales, la priorización de los objetivos de desarrollo sostenible, el cierre de brechas y el foco en la reducción de los índices de pobreza, nos obligan a darle una mirada a la educación en la ruralidad y a lo que se puede llevar a cabo para atenderla, de manera que el impacto en la mejora de la formación y aprendizaje de la población en zonas rurales, contribuya al desarrollo de capacidad instalada para apuntar a la transformación, la modernización, el crecimiento y la productividad del campo.
Las investigaciones sugieren que es necesario pasar del diagnóstico a iniciativas específicas, que tengan una consideración seria y profunda del contexto de la ruralidad, para configurar las propuestas de atención y la inversión.
Esperamos que los artículos de este número propicien un mayor conocimiento del cómo atender la situación actual y el estado del aprendizaje, así como una reflexión relevante sobre la educación en sentido amplio, al incluir en el ejercicio lo que sucede en el territorio rural. RM