Nunca como ahora el libro gozó de tan buena salud. Nunca se publicaron tantos títulos nuevos en la región y a nivel global. Nunca en la historia de la humanidad ingresaron anualmente tantos miembros nuevos a las poblaciones lectoras, entre ellos, significativos segmentos de los sectores más desfavorecidos de los países de la región, que ven en el libro un camino seguro para una plena integración cultural, social y económica. Nunca la lectura recibió tantos elogios como factor determinante para un desarrollo humano integrador. Nunca antes el sistema de premiación y reconocimiento alrededor del libro y de las prácticas de lectura alcanzó el encanto que tiene ahora. Las ferias nunca fueron tan visitadas y el libro nunca fue, tanto como ahora, objeto de exposición”.
(Igarza, 2013, p.15).
Partamos de desmentir el presupuesto que tanto se escucha en los medios: no es cierto que hoy las personas no leen, todo lo contrario, la lectura y la escritura se han convertido en formas de comunicación con el entorno, imprescindibles para el desenvolvimiento en una era digital y multimedial:
“Leer y escribir no es ese acto personal, intransferible, placentero o al revés el medio instrumental, sino que es el componente clave de la comunicación ‘social’” (Martín Barbero, 2005). Jesús Martín Barbero menciona en Los modos de leer (2005) que la lectura en la época colonial estaba instrumentalizada con fines religiosos y políticos. El paso del tiempo llevó a que lectura y escritura se confinaran a una élite poderosa y con disponibilidad de tiempo para el ocio y la cultura en la era Industrial. Apenas recientemente se habla de la democratización de ambas prácticas, ahora disponibles para todos y necesarias para ejercer una ciudadanía efectiva.
¿Pero entonces por qué los índices de lectura arrojan valores tan bajos? Leer no se puede restringir a la lectura de libros impresos, hoy en día la lectura se da en distintos formatos y maneras. El Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe, Cerlalc, identificó en este divorcio entre el ejercicio extendido de la lectura y la escritura y las mediciones obtenidas, “una carencia (en las evaluaciones) para dar cuenta de los fenómenos y prácticas de lectura en escenarios en los que se ha acentuado el impacto de las tecnologías de la información y de la comunicación” (Igarza & Monnak, 2014, pp. 11–12), razón por la cual el año pasado publicaron una propuesta metodológica que busca mejorar la precisión de las mediciones y la exactitud de sus resultados.
Leer no se restringe a textos impresos, se leen imágenes, videos, territorios, entornos, situaciones. Y se lee en multiplicidad de formatos, muchas veces saltando de uno a otro, lo que dificulta su medición como ejercicio fragmentado pero en constante desarrollo en la sociedad actual.
¿Por qué promover la lectura y la escritura?
Hoy en día lectura y escritura se han convertido en prácticas cotidianas y necesarias, por eso la importancia de su enseñanza a toda la población. Pero también son
instrumentos de inclusión social, construcción de ciudadanía, empoderamiento personal y desarrollo identitario, por esto vale la pena ir más allá de su enseñanza y entrar en el ámbito de su promoción.
Somos muchas las entidades que en Colombia hemos concentrado nuestras acciones en torno a la promoción de la lectura tanto en ámbitos tradicionales como lo son la escuela y las bibliotecas, como en espacios no convencionales: parques, medios de transporte, plazas de mercado, hospitales, cárceles, etc. Hoy en día no es importante solamente saber leer y escribir para fines instrumentales, es decir simplemente conseguir la decodificación del lenguaje, sino promover su práctica para dar pie a todos los beneficios adicionales que supone la lectura.
La medición de las bondades de la lectura ya existe
Los beneficios de la lectura y la escritura pueden presentar dificultades para su medición cuando se abarca un ámbito cultural y cualitativo, pero se han generado metodologías que atienden a la necesidad de cifras. Tal es el caso del instrumento retorno social de la inversión (RSI) desarrollado por Bookstart en el Reino Unido para medir el alcance de su inversión en libros para primera infancia (Guarín, 2015).
Recientemente publicamos junto con el Ministerio de Cultura los resultados de una investigación (Guarín, 2015) que evalúa los efectos de la inversión en libros para primera infancia llevada a cabo por el Plan Nacional de Lectura y Escritura Leer es mi Cuento desde el 2012. Esta inversión constó de compras masivas para conformar la colección, formación de bibliotecarios y adecuación de espacios dentro de las bibliotecas públicas para recibir a niños de 0 a 8 años y a sus familias. Los resultados hablan por sí mismos, el retorno social de la inversión (RSI) del programa “Leer es mi Cuento” es de 4,8. Es decir que por cada peso invertido en el programa, se producen 4,8 pesos de beneficios monetarios para la sociedad.
Los beneficios son de variada índole, el mayor es la reducción de 14.6% de la recurrencia a mecanismos violentos a la hora de corregir o reprender a los niños y las niñas. Otros son que, aun cuando el programa esté enfocado en primera infancia, este modifica y mejora patrones de lectura en los adultos, tiene un impacto positivo en las habilidades psicosociales de los niños y a largo plazo, genera ahorros en programas de asistencia social, educación remedial, deserción y repitencia escolar; muestra un incremento de 4,6% en la integración familiar de hogares cuyos miembros comparten su tiempo libre. Se estima también que los niños y niñas que participaron, tendrán en el futuro un salario 1% mayor que los que no hicieron parte del programa.
Los efectos del Programa “Leer es mi Cuento” no dejan dudas sobre la importancia de leer y escribir hoy y trazan a su vez la posibilidad de esbozar estrategias que involucren promoción de lectura y talleres de escritura para responder a distintas necesidades de la sociedad actual. Por ejemplo incluir la lectura y la escritura en los programas que atienden y buscan contrarrestar la violencia intrafamiliar en el país.
Leer y escribir hoy hacen parte de una necesidad que va más allá de lo práctico para el día a día en una era digital y atañen a la construcción de identidad, el carácter eminentemente social y comunicativo de cada quien y el disfrute de los derechos y de la cultura de todo ciudadano. Leer y escribir deben entenderse por tanto como actos participativos y creativos con infinitas posibilidades que permiten mejorar las condiciones de vida de nuestra sociedad. Son derechos fundamentales que históricamente han sido presentados como exclusivos de unos pocos, estamos convencidos de que el desarrollo integral de los seres humanos pasa por la posibilidad de expresarse, de acceder y de construir conocimiento. La lectura evidentemente nos hace más libres, la escritura permite que además construyamos esa libertad.