En esta ocasión he decidido centrarme en los aspectos didácticos de la lectura y la escritura. Me ha parecido conveniente atender a ese interés constante de los maestros por conocer estrategias o modos de llevar al aula asuntos relacionados con estos dos procesos superiores del pensamiento. Desde luego, detrás de esta finalidad práctica hay una fundamentación conceptual y una investigación que dan soporte a estas ideas. Lo que busco, entonces, es compartir con colegas de oficio algunas estrategias didácticas orientadas a enriquecer o innovar sus prácticas de enseñanza de la lectura o la escritura. Son propuestas semilla que bien pueden ampliarse en mi blog o en la bibliografía básica sugerida al final del texto.
Sobre la lectura
La lectura convoca no solo a nuestros ojos. Como actividad compleja que es, el leer demanda un esfuerzo de nuestra cognición y de todos nuestros sentidos. Leemos con nuestro entendimiento y nuestra sensibilidad, con nuestra memoria y nuestra imaginación. Este punto es de vital importancia para comprender cómo es el proceso y el ejercicio de leer y cómo, también, tenemos ciertos retos didácticos en esto de desarrollar algunas competencias lectoras en nuestros estudiantes.
Además, la lectura no es únicamente un problema o una responsabilidad del área de español. Todas las áreas están comprometidas con esto de aprender a leer. La geografía, que nos da las herramientas para leer el espacio; la historia, que nos hace hábiles en la lectura de vestigios; la biología, que nos hace legible el funcionamiento de la vida; las matemáticas, que nos provee de lentes para las cantidades y sus relaciones. Luego no se trata de descargar esa responsabilidad en aquellos maestros de lengua o lenguaje. Tampoco parece atinado reducirla a la educación inicial básica. Por el contrario, la lectura es uno de esos transversales que, ojalá de manera explícita, debería permear todos los escenarios del currículo.
- Retorne a las prácticas de lectura en voz alta; vuelva a “dar de leer”.
Tal vez por una confianza excesiva en eso que llamamos “lectura en la mente”, hemos ido dejando de lado el valor de la lectura entonada, de esa lectura ofrecida a otros como si fuera un manjar o un conjuro secreto. De allí por qué sea tan necesario que los educadores retornemos a “la lectura en voz alta” y aprendamos a seleccionar cuáles son esos textos que debemos preparar para ofrecerlos luego como alimento exquisito a nuestros alumnos.
Además, la lectura no es únicamente un problema o una responsabilidad del área de español. Todas las áreas están comprometidas con esto de aprender a leer.
También es recomendable, al inicio de las clases, disponer de unos minutos para ofrecer pequeñas degustaciones de lectura a nuestros estudiantes. Estos pequeños textos, muy aforísticos, narrativos o poéticos, deben ser seleccionados con agudeza y buen tacto para lograr incitar a la reflexión, irritar las apatías o deleitar con el mero placer de oír la buena escritura.
- Muestre diversas maneras de leer.
Otro recurso didáctico es el mostrar a nuestros estudiantes cómo un mismo texto puede ser leído de diversas maneras; bien sea leyendo estructuras, indicios o símbolos. Lo importante acá es dar a conocer diversas vías de acceso a un determinado documento y, al mismo tiempo, enseñar qué modo de lectura es el más indicado para determinada tipología textual.
Tal diversidad de enfoques de lectura ayuda a superar en los estudiantes la idea escolar de la lectura como “acierto” o como una tarea para hallar la respuesta “correcta” o “exacta”.
- Invite a leer poesía para formar en la sensibilidad.
Este punto es clave para vincular la lectura con la educación de las pasiones y los sentimientos. Pero no como una actividad memorística con fines recitativos; más bien se trata de convertir el texto poético en dispositivo para “compartir experiencias” sobre tópicos sensibles a nuestros jóvenes. En la poesía hay una cantera de motivos afines con las angustias, las preguntas, los anhelos de los que empiezan a descubrirse y, lo que es más importante, a necesitar de un “otro”.
- Incorpore los aportes de la lectura semiótica.
Por supuesto, y más en nuestra época, no solo se leen textos escritos. También pueden leerse imágenes, espacios, cuerpos, objetos y prácticas sociales… En este sentido, otro contacto estratégico con la lectura puede provenir desde el cine, el teatro, la música o los medios de información. La lectura de la vida cotidiana, en toda su riqueza y complejidad, es otra vía para llegar al gusto por leer.
- Invite a escribir para que se acabe de leer.
El maestro Estanislao Zuleta nos enseñó que se acaba de leer cuando se empieza a escribir. Por lo mismo, es fundamental invitar y persuadir a nuestros estudiantes a que consignen por escrito sus opiniones sobre determinadas lecturas. Esta actividad empieza en la glosa a postilla al texto leído, avanza en el resumen y puede consolidarse en la reseña crítica.
Por supuesto, y más en nuestra época, no solo se leen textos escritos. También pueden leerse imágenes, espacios, cuerpos, objetos y prácticas sociales…
El uso de los comentarios y contrapuntos parece ser una buena estrategia para dar cuenta del efecto de una lectura, además de ir cualificando los procesos escriturales.
- Invite a conversar sobre la lectura espontánea.
Dedique con alguna frecuencia espacios en el aula para que los estudiantes dialoguen sobre las lecturas que ellos, espontáneamente, vienen haciendo. Estas conversaciones son más del orden de la tertulia que del examen.
No olvide que estas lecturas forman parte del currículo oculto del estudiante; reflejan sus gustos y preocupaciones. No las vuelva objeto de calificación. Únase a tales tertulias pero sin enjuiciar o descalificar lo que escuche.
- Fomente la práctica de la relectura.
Más que la cantidad de obras leídas o el número de libros “consumidos” en determinado período escolar, es bueno volver sobre ciertas obras para explorar en asuntos pasados por alto, o para descubrir sentidos subterráneos en los textos.
La relectura contribuye a que el estudiante rumie el contenido, saboree capítulos saltados en la primera lectura, establezca relaciones, dimensione mejor lo que en un primer momento fue constreñido por el afán o el compromiso académico.
- Anímese a leer con sus estudiantes obras clásicas.
Aunque pueda parecer un tanto optimista, el gusto por la lectura se logra poniendo en relación al estudiante con obras mag- níficas, con textos que han perdurado a lo largo del tiempo porque, precisamente, tratan problemas y situaciones sustanciales a la condición humana: el dolor, la muerte, la enfermedad, el amor, el coraje, la esperanza… No claudique en este propósito ni sucumba a la moda de los best sellers, si es que en verdad tiene como horizonte formar lectores para toda la vida.
- Promueva actividades y planes personales de lectura.
Además de los planes de lectura institucionales vale la pena promover en nuestros estudiantes el que construyan su propio plan lector. Tenga presente ese plan lector del alumno; pregunte regularmente por él. Trabaje en llave con la biblioteca de su institución para que ofrezca jornadas, talleres, cursos sobre temáticas sensibles a los intereses de los alumnos. Fomente dentro de su clase sesiones como “el verso memorable”, “lo leí en Internet”, “a la caza de citas…”
- Elija lecturas afines con los problemas del alumno.
El gusto por la lectura puede nacer de encontrar aquella obra que nos ayude a entender un problema o una situación propia de determinada edad; o de alguien que nos puso en contacto con un libro hecho a nuestra medida existencial.
Los maestros necesitamos prestar mucha atención al momento vital de nuestros estudiantes para saber cuándo es conveniente recomendarles algún texto que funcione como tutor silencioso o un magnífico guía para sus dilemas existenciales.
Los maestros necesitamos prestar mucha atención al momento vital de nuestros estudiantes para saber cuándo es conveniente recomendarles algún texto que funcione como tutor silencioso o un magnífico guía para sus dilemas existenciales.
Sobre la escritura
La escritura, a diferencia de la oralidad, no se aprende naturalmente. La escritura es una tecnología y, de manera más específica, una tecnología de la mente. En esa medida, la escritura requiere un aprendizaje lento, progresivo, diferencial. En tanto es una tecnología requiere el conocimiento de “habilidades”, de algunas competencias, de ciertos “trucos” que le son propios. La escritura, entonces, se parece más a un trabajo artesanal, a un oficio complejo que rebasa la simple inspiración o la presunta facilidad natural.
He hablado de tecnología de la mente. ¿A qué me refiero? Cuando escribimos, cuando en verdad somos conscientes del valor formativo de la escritura, descubrimos la relación que tiene la escritura con el pensamiento. La escritura afecta nuestra cognición. Al aprender a escribir también inauguramos una frontera de nuestra mente; no es solo un problema de redacción, es ante todo, una reformulación o una reconstrucción de nuestra interioridad psíquica. Dada la importancia de este argumento, me gustaría reiterarlo: la escritura no es solo una actividad expresiva o comunicativa; es esencialmente, una forma de reorganizar nuestra cabeza, nuestras estructuras cognitivas.
- Anímese a explorar con sus estudiantes la escritura creativa.
Antes de profundizar en las tipologías textuales o de solicitar escrituras de alta complejidad familiarice a los estudiantes con el ser mismo de las palabras y sus posibilidades. Comience por compartirles diversas estrategias de juegos de lenguaje en las que no solo se potencie su creatividad sino que los muchachos descubran la necesidad de ampliar su competencia lexical y familiarizarse con diversas sintaxis. Lipogramas, tautogramas, dobletes… son ejemplos de estas estrategias.
- Determine con anterioridad y socialice con los estudiantes los criterios de evaluación de los escritos solicitados.
Si hay un problema en la didáctica de la escritura es el de no explicitarles a los estudiantes los criterios con los cuales se van a calificar su producciones. La mayoría de las veces se parte de sobrentendidos o suposiciones, o de meras recomendaciones genéricas que poco aclaran o delimitan la tarea. Lo mejor, entonces, es partir y compartir con los estudiantes rúbricas o rejillas para evaluar sus escritos. Estas rúbricas objetivan lo que es un ideal o intención formativa.
Las grillas o rejillas facilitan la calificación y son un contrato académico de lo que se espera como resultado de una tarea escritural. Las rejillas contribuyen a hacer visible las intenciones implícitas del docente y le advierten al estudiante lo esperado o de posible calificación.
Dada la importancia de este argumento, me gustaría reiterarlo: la escritura no es solo una actividad expresiva o comunicativa; es esencialmente, una forma de reorganizar nuestra cabeza, nuestras estructuras cognitivas.
- Indague en las técnicas y procesos de composición.
Aunque la escuela no se proponga formar escritores artistas, vale la pena mostrarles a los estudiantes cómo han escrito los escritores expertos para, desde esa experiencia, descubrir las técnicas del oficio. A la escuela le hace falta “desgramaticalizar” la enseñanza de la escritura y verla más desde las poéticas (las formas de componer) y las retóricas (las formas de persuadir). Necesitamos enseñar las lógicas que subyacen a la composición escrita.
El hecho de llevar a la clase entrevistas o testimonios de escritores expertos en los que cuentan el paso a paso para elaborar sus obras sirve de gran ayuda para romper el mito de la genialidad o la no menos nociva idea de escribir solo cuando se está inspirado.
- Dé prioridad a los borradores, use el portafolio.
A pesar de la consabida práctica de pedir la “escritura en limpio”, lo cierto es que el escribir implica pasar por diversos borradores. Los borradores son como los alambiques necesarios para que la escritura se destile y logre su mejor calidad. Los borradores, comparados con el trabajo final, no son fárrago ni aserrín inútil; son cavas para el añejamiento de la escritura. En consecuencia, es estratégico que los estudiantes aprendan a llevar portafolios de su escritura.
Los borradores, comparados con el trabajo final, no son fárrago ni aserrín inútil; son cavas para el añejamiento de la escritura. En consecuencia, es estratégico que los estudiantes aprendan a llevar portafolios de su escritura.
- Solicite que sus estudiantes, cuando presenten un escrito, dejen un pequeño espacio del mismo para que den cuenta de su proceso metacognitivo.
Una de las grandes diferencias entre los escritores expertos y los novatos es que los primeros pueden dar cuenta de su proceso de aprendizaje, regularlo y tomar decisiones sobre el tipo de tarea que llevan a cabo. La metacognición se refiere al conocimiento que el escritor tiene acerca de los propios procesos y productos que realiza. Estas operaciones cognitivas hay que propiciarlas para que emerjan los procesos de corrección y mejora de la propia escritura. La metacognición contribuye a que se tome conciencia explicativa del escribir. Es un proceso fundamental para sacar al estudiante del inmediatismo de la tarea. Es una forma de incorporar la autoevaluación al proceso de escribir. La metacognición, llevada a la escritura, es corrección interiorizada. De igual forma es un proceso mental que contribuye a la autorregulación de la escritura.
De allí que sea conveniente habituar a los estudiantes a, una vez redactado un escrito, dar cuenta en las márgenes de lo que hicieron. Si se tratara de un ensayo, las anotaciones podrían ser de este tenor: “aquí presento mi tesis”, “este es un argumento de autoridad”, “con este ejemplo busco ilustrar mi planteamiento”, “este es un conector de causa efecto”.
- Pida con anterioridad los esbozos de los escritos que solicita, antes de recibir los trabajos finales de los estudiantes.
El esbozo es la prefiguración que antecede a la figuración; el esbozo ayuda a que la corrección del maestro se haga sobre los objetivos o los propósitos del escrito y no sobre hechos cumplidos. El esbozo ayuda, además, a que los estudiantes incorporen la etapa de planeación como parte de la composición escrita.
El esbozo es como una carta de navegación o un mapa guía para la escritura. Es, en verdad, una forma de enseñar la potencia de la preescritura.
- Estimule el desarrollo del pensamiento argumentativo, especialmente a partir de la escritura de ensayos.
El ensayo contribuye de manera definitiva a que nuestros estudiantes pasen de ser consumidores de información a productores de conocimiento. Ayuda a que la propia voz entre en diálogo con las voces de la tradición. De igual modo favorece la entrada en una cultura de la negociación, del consenso y el disenso.
El ensayo habitúa al estudiante a dar razones de lo que cree o piensa. Es una tipología textual que facilita el trato con ideas propias y ajenas.
- Fomente la producción de escritos entre una y dos páginas.
Lo propio de la educación media es desarrollar el análisis y la comprensión crítica de la información; no es solo acumular información o transcribir datos. Lo importante es que el estudiante se acostumbre a decir algo con fundamento, que sopese y discrimine bien lo que va a escribir. Se trata, en últimas, de promover una escritura esencial y no ancilar.
Los escritos cortos obligan a la concreción, la síntesis, la rumia reflexiva. También ayudan a que el profesor lea y corrija en su totalidad la producción de sus estudiantes.
- Anímese a trabajar con sus estudiantes la escritura de contrapunto con el fin de habituarlos a dialogar con los textos que leen y prepararlos para exponer su voz frente a opiniones de autoridad.
El contrapunto, que tiene su base en la música, pone a conversar dos textos: el texto base o cita inicial y el comentario o glosa que es la nota referida a esa cita. Esa nota derivada, esa nota imitación, puede hacerse poniendo en discusión una idea, contrastándola, ampliándola o analizando determinado aspecto. El contrapunto es un diálogo con el texto que vamos leyendo; es una especie de permanente movilidad de la escritura frente a la lectura.
El contrapunto es una estrategia para enfrentar la práctica del «copy paste». Permite enseñar qué es manejar la información «bajada» mecánicamente de Internet.
Aprender a hacer resúmenes es una de las primeras habilidades de la escritura investigativa. Resumir es un remedio contra la «opinión banal».
- Enseñe a sus estudiantes las operaciones de pensamiento esenciales para aprender a hacer resúmenes.
La escritura de resúmenes no es solo útil para dar cuenta de la lectura de textos, sino que es una herramienta de primer orden para aprender a discriminar información de diversa índole. Más allá de una escritura “pequeña”, el resumir comporta una serie de operaciones de pensamiento que, siguiendo a Teun A. van Dijk, incluyen la selección, la eliminación, la reconstrucción y la abstracción.
Aprender a hacer resúmenes es una de las primeras habilidades de la escritura investigativa. Resumir es un remedio contra la «opinión banal».
Bibliografía
- CASSANY , Daniel: Construir la escritura, Paidós, Barcelona, 1999. Daniel Cassany: Describir el escribir. Cómo se aprende a escribir, Paidós, Barcelona, 1989.
- VÁSQUEZ RODRÍGUEZ, Fernando: Educar con maestría, Unisalle, Bogotá, 2007.
- VÁSQUEZ RODRÍGUEZ, Fernando: El quehacer docente, Unisalle, Bogotá, 2013.
- VÁSQUEZ RODRÍGUEZ, Fernando: Escritores en su tinta. Consejos y técnicas de los escritores expertos, Kimpres, Bogotá, 2008.
- VÁSQUEZ RODRÍGUEZ, Fernando: La enseña literaria. Crítica y didáctica de la literatura, Kimpres, Bogotá, 2006.
- VÁSQUEZ RODRÍGUEZ, Fernando: Pregúntele al ensayista, Kimpres, Bogotá, 2004.
- LARROSA, Jorge: La experiencia de la lectura. Estudios sobre literatura y formación, Fondo de Cultura Económica, México, 2003.
- SERAFINI, María Teresa: Cómo se escribe, Paidós, Barcelona, 1994.
- PETIT, Michèle: El arte de la lectura en tiempos de crisis, Océano, México, 2009.
- BARTHES, Roland: El placer del texto, Siglo XXI, México, 1980.
- KOHAN, Silvia Adela: Disfrutar de la lectura, Plaza & Janés, Barcelona, 1999.
- ONG, Walter: Oralidad y escritura. Tecnologías de la palabra, FCE, Bogotá, 1996.