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Inteligencia Artificial en Educación: desafíos y esperanzas compartidas

La inteligencia artificial (IA) ya no es una promesa para el futuro. Está aquí, transformando nuestras formas de enseñar y aprender, impactando desde la planificación docente hasta la experiencia individual de cada estudiante. En cuestión de pocos años, hemos pasado de un uso experimental de tecnologías a su integración en muchas de nuestras escuelas.

Este artículo explora cómo la IA está redefiniendo la educación en América Latina y el Caribe, cómo se vincula con los desafíos estructurales que enfrentamos, y qué principios deben guiar su implementación para que sea realmente una herramienta de justicia educativa.

La región enfrenta problemas estructurales persistentes: altas tasas de deserción escolar, brechas de aprendizaje, desigualdades territoriales y una distribución inequitativa del talento docente. Según el Estudio Regional Comparativo y Explicativo (ERCE) de la UNESCO, seis de cada diez estudiantes de tercer y sexto grado no alcanzan los niveles mínimos de competencias en lectura, matemáticas y ciencias, y, en algunos contextos, esa cifra alcanza hasta el 80%.

Ante este panorama, la IA se presenta como una aliada potencial. Puede personalizar el aprendizaje, apoyar a los docentes, mejorar la inclusión de estudiantes y fortalecer la gestión de los sistemas educativos, a través de mecanismos como los sistemas de alerta temprana.

Con el surgimiento de modelos como ChatGPT, DALL·E o herramientas de análisis automatizado de datos, la velocidad de adopción ha sido exponencial. Sin embargo, según una encuesta global de la UNESCO practicada en 2023 a más de 450 escuelas y universidades, menos del 10% contaban con políticas institucionales o guías sobre la IA generativa. Sin orientación clara, su uso se ha vuelto imprevisible y fragmentado.

Como toda innovación tecnológica, la IA conlleva riesgos, a saber:

  • Reproducción de sesgos en algoritmos.
  • Vulneración de datos personales.
  • Aumento de desigualdades tecnológicas.
  • Sustitución no planificada del trabajo docente.

La IA se presenta como una aliada potencial. Puede personalizar el aprendizaje, apoyar a los docentes, mejorar la inclusión de estudiantes.

Por ello, la UNESCO impulsó en 2021 la primera Recomendación Global sobre la Ética de la Inteligencia Artificial, aprobada por los 193 Estados miembros. Este marco establece principios fundamentales como la transparencia, la inclusión, la equidad y la sostenibilidad, que deben guiar cualquier implementación de la IA en la educación.

Si nos adentramos aún más en el uso de la IA en la educación, esta puede tener múltiples aplicaciones positivas:

  1. Personalización del aprendizaje: adapta contenidos al ritmo, estilo y nivel de cada estudiante.
  2. Apoyo a la docencia: herramientas como Copilot, Grammarly o plataformas de la IA Generativa pueden ser usadas para corrección automática y planificación, lo cual reduce la carga administrativa del profesorado.
  3. Gestión educativa eficiente: el uso de big data y análisis predictivo puede mejorar la planificación de recursos y anticipar riesgos, como la deserción escolar.
  4. Inclusión educativa: las tecnologías de reconocimiento de voz, lectura aumentada o asistencia visual permiten que los estudiantes con discapacidades puedan acceder a contenidos en igualdad de condiciones.

Aunque haya aspectos que inciden positivamente en la transformación educativa, uno de los mayores retos es no ampliar las brechas existentes. Las instituciones más vulnerables, aquellas que está en espacios rurales o las que cuentan con menos conectividad suelen ser las últimas en acceder a estos avances. Si no se regula e implementa con enfoque de equidad, La IA puede ser más un factor de exclusión que de innovación.

Es por eso por lo que la alfabetización digital y la formación docente en estas áreas son urgencias absolutas. Son pocos los países que han incluido formación sobre la IA en sus currículos escolares, y, en muchos casos, los docentes no reciben acompañamiento para su uso efectivo.

La IA en educación no debe comenzar de cero, ni ignorar las décadas de avances pedagógicos y científicos. La tecnología debe ser un instrumento para fortalecer lo que ya sabemos: que el aprendizaje es un proceso humano, social y emocional.

La IA, bien utilizada, puede ayudarnos a reducir desigualdades, a mejorar aprendizajes, a apoyar al profesorado y crear sistemas más eficientes. Pero esto solo será posible si se implementa con responsabilidad, enfoque ético y participación colectiva.

Para enfrentar los desafíos actuales, la IA debe ser aliada del conocimiento pedagógico, las ciencias de la educación y los derechos humanos. Además, debe ser construida de manera colectiva con las voces de los estudiantes, los docentes, los expertos, las familias y los gobiernos.

La IA ha llegado para quedarse. La pregunta no es si la debemos utilizar, es cómo la usamos para transformar la educación en una herramienta de inclusión, justicia y humanidad. La forma en que decidamos integrar la IA en nuestras aulas determinará el tipo de futuro que queremos construir. Es fundamental garantizar que estas herramientas se desarrollen e implementen con un enfoque centrado en las personas, que refuerce la relación entre docentes y estudiantes en lugar de reemplazarla. Las decisiones que tomemos hoy en materia de formación, regulación y diseño pedagógico marcarán profundamente las oportunidades educativas de las próximas generaciones. Debemos asegurarnos de que la IA esté al servicio del desarrollo humano, y promueva una educación más justa, creativa, inclusiva y solidaria para todos.

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