Central nacionalEdición 20

Hacia la transformación de la enseñanza de la literatura en la escuela: poetizar, leer y escribir

poetizar, leer y escribir

Enrique Rodríguez Pérez propone en su artículo un cambio en la enseñanza de la literatura. Compara la lectura con la visita a diversos mundos que le brindan al estudiante nuevas experiencias que le ayudarán a interpretar el mundo real. Es decir, que las lecturas traspasan los límites de la enseñanza de una clase para convertirse en herramientas para afrontar la vida. Debe ser el docente quien transporte a los estudiantes a experiencias mágicas fuera de lo cotidiano.

 

 

Poetizar es propiamente dejar habitar. Ahora bien, ¿por qué medio llegamos a tener un habitáculo? Por medio del edificar. Poetizar, como dejar habitar, es un construir.
Heidegger

La Cultura moderna ha reducido el arte del poetizar a lo que hoy conocemos como literatura. Con esta apreciación Heidegger, uno de los filósofos más destacados del siglo XX critica la instrumentalización de la literatura en la sociedad contemporánea. Si atendemos a esta reflexión y recapitulamos sobre las prácticas de su enseñanza en la escuela, encontramos allí sus efectos. La asignatura de lengua y literatura, en gran parte de las instituciones educativas, se ha reducido a la repetición de información enciclopédica y a la enumeración de autores y obras, pero sin experiencias de lectura. Es lo que permite comprender que en el sistema escolar esté ausente la formación en actitud crítica frente al mundo.

Los componentes del área están desarticulados: por un lado, los elementos lingüísticos (aún gramaticales y lexicales) y del otro, el uso “correcto” del lenguaje y el estudio de la literatura como manifestación estética del lenguaje. Al respecto, se requiere de currículos transversales que tomen a la literatura como eje. Los textos de ficción entretejen diversos textos, se conectan con los contextos y generan múltiples relaciones entre sí; hay una relación profunda entre los textos poéticos y la experiencia del tiempo humano, ya que en la poesía confluyen todas las posibilidades de lo existente. Es relevante en estos textos el vínculo que se establece entre lo real y lo imaginario, pues en los textos poéticos estas dos dimensiones se mezclan y provocan la ambigüedad o pluralidad de sentidos.

Frente a una tradición conservadora y adoctrinante, es necesario considerar cuatro aspectos para replantear el trabajo en torno a los textos literarios. Primero revisar el concepto de literatura y, para ello, atender a la propuesta hermenéutica que considera que el poetizar es el acto primordial del existir del ser humano. Segundo, concebir las obras de arte literarias como textos abiertos, es decir, como tejidos de sentido, o de entrecruzamientos de metáforas, de nudos y espacios vacíos que se mezclan con contextos y con otros textos. Tercero, concebir los textos poéticos como actualizables y dialógicos en tanto un lector los interpreta y los completa. Y, finalmente, integrar el acto de escribir a esta interacción viva con los textos poéticos como manera de crear nuevos textos, formar la actitud crítica y crear formas diversas de pensar desde el rasgo diferencial de la escritura.

De la literatura a la experiencia del poetizar

La poesía, sin embargo, la entendemos ahora como el nombrar fundador de los dioses y de la esencia de las cosas. «Habitar poéticamente», significa: estar en la presencia de los dioses y ser tocado por la cercanía esencial de las cosas.

«Poética» es la existencia en su fundamento — lo que implica al mismo tiempo:

en cuanto fundada (fundamentada) no es ningún mérito, sino un regalo.

Heideggar

Cuando se cambia de perspectiva, si se supera el concepto de literatura que la reduce a una disciplina y se opta por una visión que se interroga por lo poético, entonces el énfasis del trabajo en el aula cambia. Bajo esta mirada, será prioridad la experiencia creadora y un modo de existir que, como lo dice el poeta alemán Hölderlin, se pregunta por el «habitar poético» en tanto experiencia de estar en este mundo y poder sentir que aún el cielo y la tierra se tocan. Este modo de habitar, de estar entre lo sagrado y lo terrestre, viene a conformar una manera profunda de vivir.

Así que la aproximación a la literatura parte de este encuentro fundacional del ser humano. Su estar inmerso en el mundo le permite acercar lo celeste y lo terrestre, que no es otra cosa que aproximar lo real y material en el estar en esta tierra con lo imaginario e invisible que el cielo deja entrever sutilmente. Este estar en medio de estas dos fuerzas viene a conformar el evento del poetizar. De modo que todo ser humano naturalmente se halla en medio de estas dos esferas y allí se ocupa de sus cosas.

Si esto es así, no estamos ante la disciplina de la literatura, sino inmersos en la experiencia más honda del ser humano, su existencia que, según este estar entre cielo y tierra, es poética. En este sentido, los poetas han logrado mediante las metáforas dejar entrever estas relaciones. Este es el punto de partida para que los niños y jóvenes puedan realmente vivenciar experiencias fundadoras de su propio estar aquí en este mundo. Ya bajo esta actitud el encuentro con las expresiones poéticas se modifica. Ahí pueden aparecer poemas, novelas, cuentos, obras de teatro, ensayos e incluso otro tipo de obras de arte (cuadros, esculturas, películas). Pero inclusive las obras de los científicos y de los matemáticos, en tanto son producto de la creación a partir de vivencias excepcionales de sus creadores.

De modo que se abandona una forma limitada de abordar las obras literarias porque directamente el maestro, comprometido con este modo de ser de lo literario, busca que el espectador parta del acontecimiento poético elemental en el que la realidad se mezcla con lo imaginario. Esto significa que el maestro de lenguaje puede propiciar atmósferas en la que lo poético suceda. Puede conducir al estudiante, por ejemplo, a recorrer desde su finitud, es decir, desde su condición humana, a comprender los signos de hoy a través de imágenes de lo poético como posibilidad de autocomprenderse a sí mismo, capaz y con todas sus posibilidades, de estar en medio de su cotidianidad cerca del misterio de lo celeste. Tener la oportunidad de llegar a esta experiencia se convierte para el maestro de literatura en una ocasión para vislumbrar no solo las posibilidades de lo humano si no las condiciones de la tierra, de la naturaleza y de la misma historia propia y del mundo.

De este modo, la literatura llega a constituirse a partir del campo de lo poético. En consecuencia, esta situación desborda cualquier frontera disciplinar. El maestro puede preguntarse qué pasaría con el niño que en la escuela tiene la oportunidad de experimentar esta dimensión de lo poético. De la misma manera, se puede reflexionar sobre el modo como los  jóvenes  pueden  tener,  durante todo  el ciclo formativo, la misma oportunidad para mostrar de otro modo su propia existencia a partir del contacto vivo con lo poético. Y, para ir más allá del asunto, considerar cómo las obras de arte y las literarias, en tanto expresión de estas experiencias, pueden transformar el pensamiento y la actitud de los niños y jóvenes que en la escuela abordan de esta forma dichos textos.

De las obras literarias a los textos poéticos

Mi tesis es que la interpretación está esencial e inseparablemente unida al texto poético precisamente porque el texto poético nunca puede ser agotado transformándolo en conceptos. Nadie puede leer una poesía sin que en su comprensión penetre siempre algo más, y esto implica interpretar. Leer es interpretar, y la interpretación no es otra cosa que la ejecución articulada de la lectura.La poesía, sin embargo, la entendemos ahora como el nombrar fundador de los dioses y de la esencia de las cosas. «Habitar poéticamente», significa: estar en la presencia de los dioses y ser tocado por la cercanía esencial de las cosas.

Gadamer

En primer lugar, la concepción de lo poético que aquí exponemos presupone la superación de llamar obras literarias a las obras poéticas, para abordarlas ahora como textos poéticos. Significa que estos textos son el producto de una experiencia poética con el lenguaje, que parte de vivencias propias y particulares de quien escribe como creador, logra configurar unas nuevas relaciones entre lo celeste y lo terrestre, o análogamente entre lo invisible y lo sensible. Esto quiere decir que ha forjado textos o ha logrado fusionar de manera novedosa y excepcional estas dos dimensiones.

Debido a que se parte de esta experiencia vital y que el creador, como ser humano, desde su condición finita, determinada por sus circunstancias y su entorno cercano, logra construir un tejido o texto que vincula, de una manera nueva y no repetitiva, los diversos elementos que a su vez son universos constituidos en el tiempo de la existencia y son captados en los instantes de la vida del poeta en la medida en que él haya sido tocado por lo celeste, y esto significa, por el rasgo visible de lo sagrado. Así que configura un texto que se abre a este misterio y se concreta en la palabra. En este sentido es un texto, pero además poético.

Sabemos que en nuestro diario vivir nos hallamos en medio de las cosas del mundo y que nuestra existencia se va consumiendo en los instantes, ya que ese es el modo de ser humanos. No somos dioses si no andamos ocupados en nuestros quehaceres diarios. Esa cotidianidad se ve a veces interrumpida por un lenguaje que nos interpela. Esto sucede de manera inesperada en la simplicidad del diario vivir. Sea algo que nos guste por las impresiones que nos produce o que nos angustie, ahí estamos de algún modo dando una respuesta, a menos que nos pase desapercibido o uno sea indiferente a este acontecimiento. Entonces otra pregunta nos acecha: ¿cuánto hemos perdido de estas posibilidades en el aula? Y aún más grave, ¿cuán indiferentes hemos pasado ante estos textos excepcionales que nos hacen preguntas desde el misterio o desde el imaginario?

El docente es el agente que puede provocar en los estudiantes experiencias de distanciamiento con lo cotidiano para lograr el reconocimiento de lo excepcional, lo mágico, lo misterioso, a partir de las palabras que producen estos tejidos. Los textos poéticos se fundan en esto que es incapturable: la infinitud, la iluminación entre las sombras, la naturaleza, los sueños, la muerte, el tiempo. Los textos poéticos tienen la particularidad de constituir el horizonte vital del ser humano en tanto vinculado con la naturaleza y con lo sagrado. Contribuyen, en consecuencia, a la comprensión  de los textos científicos y matemáticos, los textos jurídicos y de humanidades. Esto quiere decir que el texto poético puede abrirse a los otros textos y los otros textos a él porque hay un enlace profundo entre ellos.

En síntesis, al considerar los textos poéticos, y no tanto las obras literarias, las posibilidades de trabajo en el aula se vuelven muy ricas e infinitas. En el fondo se está pensando que el ser humano vive en su cotidianidad inmerso en una textualidad porque en su existir confluyen muchos textos. Pero particularmente los textos poéticos, al ser mediadores entre la realidad y la ficción, le resultan más cercanos y fundacionales. Frente a esto el docente del área de lenguaje tiene un privilegio y un compromiso con sus discípulos porque puede impulsarlos a no someterse a la rutina de la cotidianidad.

De los autores a los lectores

En cuanto el lector somete sus esperas a las que el texto desarrolla, él mismo se coloca en estado de irrealidad, en la medida de la irrealidad del mundo de ficción hacia el que el lector emigra; la misma lectura se convierte entonces en un lugar también irreal en el que la reflexión hace una pausa. En cambio, en tanto que el lector incorpora —consciente o inconscientemente, poco importa — las enseñanzas de sus lecturas a su visión del mundo, para aumentar su legibilidad previa, la lectura es para él algo bien distinto de un lugar en el que se detiene; es un ámbito que atraviesa.

Ricoeur

Al considerar los textos poéticos, y no tanto las obras literarias, las posibilidades de trabajo en el aula se vuelven muy ricas e infinitas.

 

En este hilo de la reflexión, la del habitar poético del ser humano, y comprendiendo la dimensión textual, llegamos a otro aspecto esencial en la transformación de la asunción de la literatura en el aula. Se trata de pasar de una concepción en la que predominaba el conocimiento de la vida de los autores a una visión en la que son los lectores quienes actualizan y completan los textos poéticos. En este sentido, se abre todo el campo de la interpretación cuyo fundamento está en el diálogo que ocurre en los actos de leer y escribir entre el texto y el lector. Debido a que el lector, en su condición de ser humano, vive en su  cotidianidad, involucrado en su quehacer diario e inmerso en su entorno cercano, estas determinaciones existenciales lo condicionan para el acto de leer. Sabemos, por otro lado, que este entorno en el que el lector vive es un tejido de relaciones, un mundo en el que se enlazan diversos elementos como el tiempo, el espacio, las valoraciones, la presencia de los otros, el universo simbólico de la cultura, los hábitos y las costumbres, los sentimientos y los pensamientos de una comunidad, los principios religiosos y las expresiones artísticas, la economía y los hábitos en el trabajo y la producción, en fin. Se puede inferir que este conjunto relacional es un texto, es decir, que puede expresarse como mundo del lector. Así que el lector de hecho está leyendo este universo textual. Entonces, cuando entra al mundo del texto poético, se produce el diálogo entre el mundo del texto y el mundo del lector, pero condicionado por el tiempo. Ocurre como un evento que se desarrolla en su despliegue de pasado, presente y futuro. De este modo el lector participa en el mundo del texto que también es cambiante.

A partir de estas condiciones de los lectores y del mundo textual, se puede considerar el acto de leer como un proceso que involucra un antes, un durante y un después. En cada uno de estos momentos, que corresponden a las tres dimensiones del tiempo, se da un intercambio entre el lector y el texto. De modo que toda lectura se vuelve dinámica, creadora y transformadora. El lector actúa en su mundo, entra al universo poético o de ficción de los textos y luego se distancia para ver en perspectiva y en medio de los otros textos el texto leído y así regresa de nuevo a su condición inicial de estar inmerso en su mundo. Pero en este retorno a su cotidianidad ya ha ganado en criticidad porque puede comparar este universo configurado de ficción con su mundo corriente y ve la riqueza y la diferencia al reconocer tanto el mundo del texto poético como el texto del mundo. En síntesis, ha aprendido a leer mejor su mundo porque puede reconocer su complejidad y diversidad.

En consecuencia, no se puede restringir el concepto de lectura a la lectura de libros, sino que se requiere ampliarla y hablar ahora de lectura de textos. Ello implica, lectura de mundos, lectura de entornos, lectura de relaciones, lectura de imágenes, de volúmenes, de gestos, en fin. Así, confluye una perspectiva de evaluación que va revisando en el proceso unos tipos de competencias  denominadas  textual y comunicativa que permiten valorar el nivel de logro en los lectores. Con la competencia textual se evalúa la capacidad de relacionar elementos y con la competencia comunicativa, de comunicarlo a los otros en contextos determinados.

Para el caso de los textos poéticos, podría considerarse la competencia poética, en tanto permite ver el alcance de los lectores a la hora de, a la vez, diferenciar y relacionar el mundo imaginario y el mundo real. Es decir, que el lector que logra comprender el habitar poético, es decir, el modo de estar en el mundo que vincula lo invisible y lo visible, lo misterioso y lo concreto, llega a un alto grado de interpretación y, por ende, consolida su actitud crítica, en tanto que reconoce perspectivas distintas y diferencia mundos.

De las lecturas a la escritura

Es porque es inaugural, en el sentido nuevo de esta palabra, por lo que la escritura es peligrosa y angustiante. No sabe a dónde va, ninguna sabiduría la resguarda de esta precipitación esencial hacia el sentido que ella constituye, y  que es, en primer lugar, su futuro. Sin embargo, no es caprichosa más que por cobardía. No hay, pues, seguridad contra este riesgo. La escritura es para el escritor, incluso si no es ateo, pero si es escritor, una primera navegación y sin gracia.

Derrida

La sugerencia es dar un viraje de fondo desde la escritura a todas las prácticas de aula en el tratamiento de la literatura, ahora abordada desde el horizonte de lo poético, de lo textual y de los lectores, según lo explicado. La propuesta consiste en partir de nuevo de esta dimensión poética del existir humano, comprender la situación del poeta como creador de mundos y de construcción de metáforas que fusionan lo real y lo imaginario para asumir una actitud creadora desde la escritura. En este sentido, la escritura se convierte en generadora de universos de comprensión de mundo, o análogamente, creadora de textos.

La escritura no se reduce a escritura creativa o a la actividad que realiza el autor de ficción, así como no se limita la lectura a textos de ficción, sino que se concibe desde una perspectiva más amplia. Se trata de abordarla como posibilidad de lo humano, de todo ser humano que, involucrado en su mundo, puede tejer nuevas relaciones entre diversos elementos. Así como el poeta inventa o transforma relaciones mediante las metáforas, el escritor, el ser humano en general, hace lo propio con el lenguaje en tanto escribe mundos, escribe gestos, procesos, procedimientos, explicaciones, reflexiones, acciones.

Al quedar fijada como texto la escritura se convierte en mundo, perspectiva, apertura de significaciones, distanciada del autor y conectada con los contextos. Se deja leer por nuevos lectores. En este sentido, las prácticas escolares distan mucho de dar a la escritura la relevancia que tiene en el marco de estas experiencias interpretativas. La escritura deviene interpretación en tanto es tan distinta en cada escritor, tan propia e inalienable. Así siempre está socavando los cimientos más firmes de una cultura porque al ser diversa y no requerir de la presencia de los autores para sustentar sus mundos construidos, destruye las dicotomías sujeto-objeto, verdad y mentira. Y así, se convierte en texto susceptible de ser leído otra vez.

Entre escritura, poesía y pedagogía

Los cuatro aspectos señalados constituyen unos principios orientadores que pueden generar prácticas de aula distintas, no solo en el área de lenguaje, sino en las demás. En síntesis, al partir de la experiencia del poetizar como un ejercicio elemental del existir humano que acerca cielo y tierra, lo natural y lo sagrado, lo visible y lo invisible, mediante la palabra, la imagen o el pensamiento, tiene una riqueza incalculable en el trabajo de aula. Si concebimos los textos poéticos como un conjunto vivo de relaciones y no como obras muertas en las bibliotecas o libros que hay que leer obligatoriamente, los avances en la lectura del mundo, de sí mismo y de los otros en cada uno de los estudiantes y docentes lectores, propiciaremos la transformación del sujeto humano. Si damos al lector el protagonismo, se puede construir el lector crítico capaz de interpretar y construir perspectivas nuevas. Y si, finalmente, se da prioridad a la escritura, las posibilidades de aumentar el pensamiento crítico y creador en la escuela se hacen innumerables.

Esta reflexión está sustentada en los Lineamientos Curriculares del área de Lenguaje en Colombia pues se la asume como un espacio para la construcción crítica del pensamiento, el uso discursivo en situaciones comunicativas, la creación de nuevas posibilidades de leer el mundo y la postulación de la lectura y la escritura como ejes articulares, no solo del área sino del currículo. Se insiste aquí en la dimensión estética e interpretativa de los textos poéticos en tanto nacen de la experiencia humana finita y circunstancial. De esta forma, se busca que los lectores de textos, poéticos y no poéticos, asuman posiciones frente a las problemáticas del mundo, de orden ecológico, ético, político, artístico y científico.

Enrique Rodríguez Pérez

Escritor y profesor del Departamento de Literatura de la Universidad Nacional de Colombia, Bogotá. Autor de los libros de Poesía: Inconsistencia de la mirada (2003), En el trance de una ida(2010), En el requiem de los ciruelos (Madrid 2014), entre otros. Realiza investigaciones y proyectos de extension en Educación desde el enfoque hermenéutico y deconstrutivo. Director del Instituto de Investigación en Educación y coordinador de la Maestría en Educacion de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de Colombia. Doctor en Estudios Ibéricos de la Universidad François Rabelais, Tours, Francia, Licenciado en Español de la Universidad Pedagógica Nacional, Filosofo y magister en Filosofia de la Universidad Nacional de Colombia.

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