Escritura creativa: Cómo ayudar a los estudiantes a empezar su primera novela
En el 2015 publiqué mi novela, La Dimensión del Olvido. Escribirla fue un trabajo que podría calificar tanto de arduo como de satisfactorio a la vez. Tuve la gran suerte de contar con un maravilloso profesor de escritura creativa, Jorge Eduardo Benavides, quien compartió conmigo todos sus trucos, trucos que a la vez yo paso a mis jóvenes lectores durante las presentaciones que hago a colegios. Durante estas presentaciones he descubierto varias cosas, entre ellas, que los jóvenes están llenos de una curiosidad innata y que solo hace falta un poco de empatía con ellos para que se abran a ti y te pregunten todo lo que les está pasando por la mente. También he descubierto que en todos los grupos siempre hay algún estudiante con alma de escritor. Algunos ya han intentado escribir algo, a veces alguna poesía, o un cuento corto, pero incluso alguna novela. Otros quieren hacerlo, pero no saben por dónde empezar o no se han atrevido a mostrarle su trabajo a nadie. Y todos tienen siempre las mismas preguntas: ¿de dónde sacas tus ideas?, ¿cuánto te demoraste en escribir tu novela?, ¿te identificas con algún personaje?, etc. A continuación, son algunos de los trucos o consejos que doy a los estudiantes.
Definir los personajes: esta es una de las partes más difíciles del proceso, sin embargo, creo que es también la más divertida. Algunos de los personajes son inspirados por alguna persona que el escritor conoce, como por ejemplo la pequeña ninfa de mi novela surgió de la imagen de mi hijastra, a través de una foto de ella en su traje de bailarina cuando tenía doce años. En otros casos, surgen de la nada. En ambas situaciones, descubrí que los personajes son como personas de la vida real. Hace poco, Jorge compartió conmigo una cita de Mark Twain, quien decía que a las personas les gustaría ser personajes de novela y que a los personajes de novela les gustaría ser personas, por lo tanto trátalos como si lo fueran. Y esto es lo maravilloso del proceso de creación de un personaje, ya que cuando te encuentras con ellos por primera vez, es como cuando conoces a una persona por primera vez: no sabes quién es, ni cómo se llama, ni qué hace ahí, si es una persona buena o mala o qué está buscando. Y así como vas conociendo a la persona, vas conociendo a tus personajes, es decir, poco a poco, haciéndoles preguntas y observando sus acciones.
Hay dos tareas importantes en esta etapa: la primera, hay que entrevistar a los personajes y, la segunda, hay que crearles historias aparte. Las entrevistas son importantes porque te permiten conocerlos a fondo. Simplemente, se trata de escribir un número de preguntas y luego, hay que ponerse en el papel del personaje en cuestión y contestarlas. Las preguntas van desde las más sencillas de cómo te llamas, cuántos años tienes, de qué color tienes el pelo y los ojos, a preguntas más complejas como por ejemplo a qué le tienes miedo, qué obsesiones tienes, si tienes algún secreto, etc. ¡Ojo! Aunque el narrador sea omnisciente, esto no quiere decir que conoce todos los secretos del personaje, pero tú, como autor, sí debes saberlos todos.
La segunda tarea consiste en darle profundidad al personaje creándoles su propia historia. El propósito de estos cuentos no es el de luego forzarlos dentro de la novela, sino el de crear un lugar en donde el personaje se pueda desarrollar y de esta manera el escritor lo pueda conocer aún mejor. Recuerda que nadie es perfecto, no crees personajes planos, es decir, totalmente buenos o totalmente malos, tus personajes deben ser creíbles y, por lo tanto, multidimensionales, así como las personas.
Es importante tener en cuenta que no todos los personajes que el escritor crea en su primer borrador sobrevivirán en la versión final, algunos de ellos habrá que eliminarlos si vemos que no funcionan. Eso sí, jamás borrarlos del todo porque en un futuro pueden servir para otra historia en otra novela.
Definir el tipo de narrador: siempre les pregunto a los estudiantes qué tipo de narradores conocen y, sin falta, alguien sabe la respuesta. Principalmente tenemos un narrador omnisciente, en primera persona (o narrador protagonista) o en tercera persona (o narrador testigo). Aquí la cuestión es tomar la decisión de cuál va a ser el narrador que tu novela te pide. Algunas preguntas que debes hacerte son: ¿necesito que mi narrador sepa todo lo que sucede, en todo momento?, ¿necesito que la historia sea contada desde una perspectiva más personal? En mi caso particular, necesitaba de un narrador omnisciente y multidimensional. Es decir, la perspectiva va pasando de personaje a personaje, según lo que el lector deba conocer en un momento determinado. Esto permite que conozcamos las intenciones de varios personajes sin que estén todos presentes al mismo tiempo.
Un narrador en primera persona suena así: “Mi padre tenía una pequeña hacienda en Nottinghamshire. De cinco hijos, yo era el tercero. Me mandó al Colegio Emanuel, de Cambridge, teniendo yo catorce años, y allí residí tres, seriamente aplicado a mis estudios” (Jonathan Swift, Viajes de Gulliver). Escogemos esta voz cuando buscamos un alto grado de intimidad, pero hay que tener cuidado y no olvidar que solo tendrás disponible un punto de vista, entonces, si tu personaje no sale de casa porque está enfermo, no sabrá lo que está pasando en la fiesta de su mejor amigo. Es aconsejable que cuando comiences tu carrera de escritor, intentes varias voces diferentes, hasta que encuentres aquella con la que te sientas más a gusto. Podrás ir cambiándola a medida que vayas desarrollando tu habilidad de escribir.
También tenemos la posibilidad de utilizar un narrador en segunda persona, es decir, uno que utiliza los paradigmas “tú, te, a ti, ustedes, etc.”, pero relatos de ficción con esta voz son poco comunes. En estos casos el narrador es protagonista, y lo podemos encontrar en relatos autobiográficos, o cuando la novela está escrita en forma de cartas dirigidas a alguien, como en el caso de Carta a una señorita en París de Julio Cortázar: “Usted sabe por qué vine a su casa, a su quieto salón solicitado de mediodía. Todo parece tan natural, como siempre que no se sabe la verdad. Usted se ha ido a París, yo me quedé con el departamento de la calle Suipacha, elaboramos un simple y satisfactorio plan de mutua convivencia hasta que septiembre la traiga de nuevo a Buenos Aires y me lance a mí a alguna otra casa donde quizá…”.
Practica herramientas de escritura: esta sección podríamos subdividirla en varias partes, pero lo principal que quiero resaltar es que tienes que pensar en la estructura de tu novela. Los dos elementos que quiero tocar aquí son: la cronología y los diálogos.
Cronología: ¿a qué nos estamos refiriendo con esto? En primer lugar, piensa en cómo vas a contar tu historia, ¿va a ser lineal?, ¿tendrá flashbacks? En realidad, esto depende de ti y de cómo quieras contarla. Los flashbacks (o analepsis) son un recurso que rompen la linealidad y enriquecen la lectura, pero debes tener cuidado, porque esta ruptura debe ocurrir en el momento adecuado. Los usamos cuando necesitamos introducir información que ayuden a desarrollar la trama, y por lo tanto deben contener información que sea relevante y no aparecer simplemente por capricho. Si la ruptura es inoportuna, tendrá el efecto contrario y causará un choque innecesario en el lector.
Hay otras técnicas que puedes utilizar para enriquecer tu historia, una de ellas es el contrapunto. Este es un enfoque narrativo múltiple en donde varias historias se van alternando. En algunos casos esto se puede llevar a cabo utilizando diferentes narradores, por ejemplo, en un capítulo tenemos el punto de vista de la protagonista y en el siguiente el de la antagonista. También podemos intercalar tiempos cronológicos, y un ejemplo de esto es mi novela, en cuya primera parte están intercalados el presente de la narración y el pasado. Mi objetivo con esto fue el de darle al lector un conocimiento amplio de la historia, de cómo hemos llegado al momento presente, cuáles hechos fueron los que causaron el estado actual de las cosas. Esto también puede hacerse de otra manera, como es el caso de Pantaleón y las visitadoras de Mario Vargas Llosa. Veamos un pequeño extracto de dos diálogos:
“—Pochita y yo ya nos hicimos a la idea y estamos felices de ir a Iquitos -dobla pañuelos, ordena faldas, empaqueta zapatos la señora Leonor-. Pero tú sigues con el alma en los pies. Cómo es eso, hijito.
—Usted es el hombre, Pantoja -se pone de pie y lo coge por los brazos el coronel López López-. Usted va a poner fin a este quebradero de cabeza”.
En el primer diálogo habla la señora Leonor, madre de Pantaleón, mientras que en el segundo habla el coronel López López. Son diálogos que ocurren en dos momentos diferentes de la historia y sin embargo aparecen de forma consecutiva. Esta es una técnica difícil y que va a requerir de mucha atención por parte del lector.
Diálogos: asimismo, tienes que decidir la dinámica que le quieres a la narración en todo momento, para ello podemos usar los diálogos. Tengamos cuidado con esto, no debemos usar los diálogos indiscriminadamente, como una manera de rellenar espacio. Si dos o más personajes están dialogando, deben tener un objetivo y debe parecer real. Combinar los estilos directos e indirectos es una buena fórmula. Cuando son directos son más dinámicos y avanzan la historia más rápidamente. El diálogo indirecto es más complejo, en él es el narrador el que describe lo que los personajes dicen, esto ayuda a ralentizar la acción. Aquí debemos tener cuidado de no abusar de la conjunción “que”, cuando el narrador dice cosas tipo “entonces María dijo que no iría a la fiesta”. Veamos un ejemplo de un buen diálogo indirecto, extraído de La caída de la casa Usher de Edgar Allan Poe: “Así me habló del objeto de mi visita, de su sincero deseo de verme y del consuelo que esperaba recibir. Abordó con bastantes detalles la naturaleza de su enfermedad. Era, dijo, un mal constitucional y familiar, para el cual desesperaba de encontrar remedio; una simple afección nerviosa, añadió inmediatamente, que sin duda pasaría pronto”.
Los diálogos no solo aportan información y hacen avanzar la historia, sino que caracterizan a los personajes. Cada personaje tendrá su voz propia, alguna palabra que repiten en continuación, alguna muletilla o un tartamudeo. Algunos usarán un vocabulario agresivo, otros amable, otros utilizarán un vocabulario que demuestra una alta confianza en sí mismos, miedo o alegría. Los diálogos muestran el estado de ánimo de un personaje en un determinado momento, si tiene dudas o si siente tristeza. De esta manera el personaje evoluciona y podrás mostrar sus cambios.
Si tu personaje tiene un acento o un dialecto particular, puedes aprovechar esta característica para enriquecer tu historia a través de los diálogos y para distinguirlo de los demás personajes. Por ejemplo, si tu historia se desarrolla en Colombia pero tienes un personaje argentino, adapta el registro de este personaje para que sea verosímil: “Pero vos no me acostumbres mal. Yo me olvidé de traer cuando nos abrieron la puerta para la ducha, si no era por vos que te acordaste después estábamos sin agua” (Manuel Puig, El beso de la mujer araña).
Desarrolla subtramas: la diferencia principal entre el cuento y la novela es que el cuento tiene solo una trama y la novela varias, de ahí su mayor extensión. Claramente, si no tenemos subtramas, nuestra historia terminaría muy rápido, así que una de sus funciones es la rellenar espacios. Sin embargo, las subtramas también enriquecen la historia, la hacen más compleja y te ayudan a complementar tu historia principal. Además, le añaden realismo a la novela, puesto que, generalmente, en la vida real los conflictos no se resuelven de manera lineal. Pero, ¿de dónde sacarlas? Una de las formas más fáciles de encontrarlas es utilizando las fichas que hemos creado de nuestros personajes.
Las subtramas tienen la misma estructura que la trama principal: hay una situación inicial, un conflicto, un desarrollo y un desenlace. El protagonista no tiene por qué ser el mismo de la trama principal, por eso podrás usar tus fichas de otros personajes. No todas las subtramas tendrán la misma importancia, otras lo serán más que otras. Piensa en Harry Potter de J. K. Rowling y todas las historias secundarias que tiene, por ejemplo, las aventuras y conflictos de los amigos de Harry, o incluso en alguna película que hayas visto últimamente: ¿cuál fue la historia principal y cuáles las secundarias?, ¿para qué sirvieron en la película esas historias secundarias?, ¿cómo se habría podido desarrollar sin ellas?, ¿cuánto habría durado la película?
Planifica: aunque no lo parezca, esta es la parte más importante de todo el proceso y, a veces, también la más difícil. A escribir se aprende escribiendo, así como a leer se aprende leyendo. Pero, ¿qué quiere decir esto en la práctica? Muy sencillo: disciplina. Uno de los consejos más importantes que pueden darse a un estudiante motivado a escribir es que sea disciplinado. Esto es, sentarse a escribir, no solo pensar en ello, sino de hecho sentarse a escribir, de manera regular y constante. Con las obligaciones escolares esto es más fácil decirlo que hacerlo, pero el estudiante puede escoger uno o dos días a la semana en que sabe que se dedicará a ello. Es importante que el tiempo que se le dé a la escritura sea adecuado, media hora delante del computador no lleva a mucho.
Algunos escritores prefieren un estilo libre, es decir, escriben sin ningún tipo aparente de plan, mientras que otros planifican todo desde el comienzo antes de ponerse a escribir la historia. Personalmente, yo soy de las que escribe de manera libre, es como mejor fluyen mis ideas. Cada estilo tiene sus ventajas y desventajas, lo importante es descubrir cuál es el tuyo. Si prefieres un estilo libre, debes ser consciente de que será inevitable llegar a un momento de bloqueo. En ese momento deberás hacer una pausa y empezar a planear. Decidirás qué tan larga será tu novela, cuántos capítulos tendrá, incluso cuántas palabras por capítulo. Parece imposible si no lo has hecho aún, pero al final, no hay otra manera de hacerlo. Cuando yo escribía La Dimensión del Olvido, llegada a mi momento de bloqueo fue cuando analicé la cronología de los acontecimientos, decidí que la novela tendría tres partes y que cada capítulo contendría entre 2.000 y 3.000 palabras. Es importante definir el número de palabras para poder ponerte objetivos, así sabrás que cada vez que escribes un capítulo, no te levantarás de la silla hasta que tengas X número de palabras escritas. Y que cada capítulo sea similar a los demás es lo que le da un ritmo balanceado a tu historia.
Haz un resumen: también tendrás que escribir un breve resumen de tu historia, esto te ayuda a saber hacia dónde vas. A veces, ayuda si escribes el capítulo final y luego el relleno. Recuerda que siempre podrás hacer cambios. Asimismo, haz un resumen de cada uno de tus capítulos, el cual puede ser no más que un párrafo o dos. Esto te ayudará a recordar lo que sucede en cada uno de ellos sin tener que volver a leerlo en su totalidad.
Documentación: si tu historia requiere de investigación, no olvides documentarlo todo. Sé lo más ordenado que puedas, con fechas y citas, guarda los enlaces de Internet que encuentres, así como fotos o textos relevantes. Escribirás varios borradores, guárdalos con diferentes nombres o fechas. De esta manera, podrás volver a una versión anterior si lo necesitas.
Editar: por último, el consejo más importante de todos: corregir, corregir, corregir. Releí mi novela no menos de cincuenta veces antes de entregarla a la editorial. La leí de principio a fin, de fin a principio, saltando los capítulos pares, saltando los impares, el primero seguido por el último seguido por el segundo seguido por el penúltimo, etcétera. Encuentra a dos o tres personas de confianza que estén dispuestas a leer tu borrador y a darte comentarios sinceros. Sé humilde ante los comentarios, anótalos y decide si son válidos o no, pero nunca los descartes sin haberlos contemplado minuciosamente. No seas tímido a la hora de pedir ayuda en cualquier momento de tu creación, algunas veces nos encontramos ante un bloqueo y solo una persona ajena a nuestra historia podrá encontrar la salida.
Finalmente, olvida tu novela por un tiempo, unos tres meses. No pienses en ella, no escribas nada en relación con ella, si no puedes dejar de escribir, escribe algo totalmente diferente. Luego retómala y vuélvela a leer una vez más. Te darás cuenta que, al haberla dejado descansar un tiempo en tu mente, verás cosas nuevas, corregirás cosas que no habías visto antes.
Y por fin, deberás aceptar el momento en donde no hay nada más que corregir y puedes decir: ¡terminada! Felicitaciones.