“La educación es un acto de amor”. Paulo Freire escolar en Chile
Nuestra época está marcada por una crisis generalizada hacia el valor de la educación reglada. A pesar de esta situación sigo creyendo en la educación como motor de cambio y garante de equidad social. En la introducción de la obra Sobre pedagogía su autor, Kant, dice: “El hombre solo puede ser hombre por la educación. No es nada más que lo que la educación hace por él”. Y desde esa teoría me planteo la educación como el eje vertebrador de nuestra sociedad. Toda vez que tenemos este planteamiento claro, la pregunta que me hago es: ¿cómo puede ser que el resto de los sectores sociales se encuentren amenazados y a la espera de ser drásticamente transformados en la era digital mientras que el sector de la educación permanece impasible, sin alteraciones y sin apenas visos de cambio?Es importante que repensemos los roles de los principales agentes implicados en el proceso educativo y comprobar cómo existen otros tipos de dinámicas, metodologías, disciplinas y espacios que pueden ayudar al cambio necesario para que la educación pase de ser un sector impasible a un sector de cambio social.
Por ello, es necesario tender un puente entre lo que ocurre en el exterior y lo que ocurre en el espacio pedagógico. El currículum obligado siempre puede conectarse con la realidad social. Cuando aparece la experiencia real el aprendizaje se vuelve proyecto, tiene sentido. El aprendizaje es una acción práctica, aprendemos para algo, así unimos el carácter intencional y la utilidad. De esta forma todo cobra sentido cuando lo aprendido conecta con la realidad y comprometemos a nuestros alumnos con ella. Asimismo el foco de atención no se centra solo en la transmisión de contenidos, sino también en la creación de experiencias educativas. Estas se presentarán a través de metodologías activas como el Aprendizaje Basado en Proyectos (ABP), el Aprendizaje Cooperativo o el Aprendizaje Servicio.
Nosotros, los docentes, producimos experiencias educativas si provocamos en nuestros alumnos un cambio personal y sociocomunitario. Los dotaremos de herramientas para que reconozcan los contenidos curriculares como relevantes en su manera de entender su entorno y el mundo. Los contenidos cobran vida cuando los integramos en nuestra vida, cuando se convierten en algo útil y atractivo.
El verdadero corazón de la escuela reside en las aulas donde el docente, a través de un estilo pedagógico único, establece conexiones entre lo que enseña y su relación con el deseo y los intereses de los alumnos. Así pues se presentarán relatos, encuentros y experiencias intelectuales y emocionales. A partir de uno de mis proyectos ABP y Aprendizaje Servicio, bautizado Las Olvidadas, se realiza la pregunta reto: ¿Qué sabéis acerca de cómo vivían las mujeres y si tenían las mismas oportunidades que los hombres décadas atrás? Los alumnos investigaron y estudiaron a mujeres científicas, escritoras, filósofas, doctoras o pedagogas. Expusieron sus resultados en grupos, y finalmente les pedí que investigaran en su propia familia.
En otra de las sesiones invitamos a las abuelas de los alumnos a venir a clase y las entrevistamos, antes habíamos preparado un guion con las preguntas que querían realizar. Este encuentro generó una conexión emocional tan enriquecedora que logró convertir el esfuerzo y la vida de esas mujeres olvidadas en protagonistas de nuestro proyecto y de la vida de cada uno de los alumnos.
El producto final del proyecto se materializó en la grabación de esas entrevistas y en la exposición de Las Olvidadas el Día de la Mujer, que en España se celebra el 8 de marzo.
A partir de este proyecto los alumnos se quisieron acercar a las Residencias de Ancianos de su localidad para seguir trabajando con la población de la tercera edad. Partiendo de este interés nos centramos en el valor cultural de las narraciones orales. Pidieron a los ancianos que les relatasen cuentos que les contaban de pequeños e hicimos una investigación acerca de la intención de estos cuentos, del mensaje y su contexto histórico y cultural. Escribieron textos expositivos y argumentativos para presentar El valor de la narración oral ante los ancianos a los que habían entrevistado. Así conectamos con la identidad, la memoria y las narrativas.
Proyectos como estos evidencian la importancia de la emoción en los procesos cognitivos. El neurocientífico Francisco Mora en su obra Neuroeducación asegura que “solo se puede aprender aquello que se ama”. Estas metodologías aportan herramientas que logran el equilibrio entre emoción y cognición. Esto logrará la construcción de un edificio sólido en la enseñanza donde se formarán alumnos críticos, responsables y buenos seres humanos.
La idea de educar siempre se relaciona con enseñar algo. Ahora bien, para poder educar debemos saber qué tenemos que enseñar, qué hay que transmitir y aprender. Debemos plantearnos y cuestionar el mundo en el que vivirán nuestros alumnos y cuáles serán las habilidades requeridas. El ciudadano del siglo XXI es consciente de que solo permanece el cambio, y ante este mundo cambiante tienen que prepararse para participar activamente en su entorno, en la sociedad. La adaptación al cambio será una premisa fundamental en el aprendizaje, sin olvidarnos de la responsabilidad tanto personal como social y comunitaria.
Por otro lado, la metodología empleada en las aulas está siendo cuestionada. Necesitamos revisarla, aunque todavía haya espacios que muestren resistencia al cambio. La colaboración y el trabajo en equipo es el pilar fundamental donde debemos plantear nuestra metodología. Planificar y gestionar proyectos nos ayudará en esta tarea tan enriquecedora. De esta forma desarrollaremos el pensamiento creativo y la interacción efectiva con los demás, teniendo en cuenta las diferentes sensibilidades y expresiones culturales. Además, debemos propiciar espacios donde se genere el hábito de hacerse buenas preguntas y buscar las respuestas.
Cada vez somos más conscientes de que para vivir en este mundo tan cambiante es necesario desarrollar múltiples alfabetizaciones y competencias. Se aprende haciendo, reflexionando y elaborando cooperativamente productos culturales que integren diferentes fuentes de información, códigos y narrativas diferentes, y herramientas variadas. El alumnado se convierte en el auténtico protagonista del aprendizaje.
Todo este proceso se desarrolla en un escenario potenciado por la tecnología, que por sí misma no introduce la innovación educativa. Las TIC permiten y facilitan otra manera de trabajar, promueven la cooperación y la elaboración de artefactos culturales utilizando múltiples códigos y lenguajes. Además nos proporcionan un espacio para diseñar y compartir proyectos a través de redes sociales (Instagram, Twitter o Facebook), blogs o aplicaciones como Canvas o Prezi.
Ante todas estas estrategias nos falta centrarnos en cómo evaluar el proceso enseñanza-aprendizaje. La evaluación debe tener en cuenta las competencias, capacidades y las habilidades que queremos alcanzar y desarrollar en nuestros alumnos. Las nuevas metodologías requieren nuevas prácticas de evaluación: las rúbricas que aportan criterios específicos, el porfolio que recoge el trabajo de cada alumno, las exposiciones orales que valoran la competencia comunicativa y las pruebas escritas donde se evalúa tanto la competencia escrita como las habilidades relacionales.
La evaluación nos permite repensar el proceso de nuestra labor docente y equilibrar desajustes y desigualdades. Debemos escuchar a nuestros alumnos y dejar que ellos y ellas nos enseñen. Decía Massimo Recalcati en su obra La hora de clase que “en una hora de clase puede abrirse siempre un mundo, puede ser siempre la ocasión de un auténtico encuentro”. En eso reside la belleza del aula.
La finalidad de la educación, por lo tanto, tiene como objetivo, nada más ni nada menos, que sacar lo mejor de cada persona. RM