Edición 32Invitado especial

Educación sin escuela, o homeschooling, y pospandemia

Tendemos a asociar a la educación con la escuela y a la escuela con un organismo que regula las conductas y los aprendizajes en un espacio físico estándar (cualquier persona identifica una escuela por su perfil arquitectónico).

Uno y otro términos ameritan una reflexión hoy, en el siglo XXI, y sobre todo después de la etapa aguda de la pandemia. De un lado, la educación es un proceso a través del cual se aprehenden visiones de mundo en el seno de una comunidad, sea ella la familia, una red académica, o quienes habitan en las cárceles, o militan en una secta o partido o son feligreses de una iglesia o conviven en la pandilla barrial o en las tribus contemporáneas que han emergido en las grandes urbes; las personas se educan al interactuar en comunidad: incluso, aunque sea lamentable la afirmación, los corruptos son también “educados” en sus comunidades.

Una cosa es pues la educación y otra la escuela. La primera ha existido siempre; la segunda es un invento de la modernidad y ha sido protagónica desde entonces: todos vuelven la mirada sobre ella y le piden cuentas sobre lo que hicimos y hacemos como si la sociedad se debiera solo a la escuela. Por momentos sobrevienen tensiones entre una y otra y se endilgan reclamos sobre lo que son y hacen; hay gobiernos que propenden por fortalecer la escuela formal, a la vez que propician las otras formas de la educación y hay gobiernos que miran con desdén a la primera y, para ostentar frente a las visitas, embellecen sus ciudades con grandes edificaciones, avenidas y monumentos.

De otro lado, la escuela, además de ser un espacio físico regulado por unos códigos (escolares se les llama) en donde se asimilan “enseñanzas” programadas, es también un lugar invisible e indeterminado en el que las personas interactúan y aprenden, sin que necesariamente haya una regulación formal. Se habla en esta perspectiva, de la ciudad como una gran escuela, por cuanto con sus museos, teatros, bibliotecas, librerías, jardines botánicos, escenarios deportivos, plazoletas, tiovivos y ferias promueve aprendizajes e incita a la reflexión de manera más natural que como lo hace la escuela formal. Es decir, la disposición de artefactos culturales en la ciudad, sean grandes o pequeñas, enseñan porque enseñar es mostrar.

La ciudad nos muestra en un gran espejo y, en ella, nos miramos y al mirarnos, aprendemos; así, por ejemplo, un ejercicio intelectual que demanda la abstracción es la búsqueda de una dirección o nomenclatura urbana entre calles y carreras, diagonales, transversales y cerradas, avenidas y autopistas nombradas con números y con letras; la lógica del pensamiento, con sus razonamientos e inferencias, se activa con la representación espacial que converge finalmente en el estadio de la epifanía cuando decimos: aquí es.

En consecuencia, es posible la educación sin la escuela formal pero no la educación sin aprendizajes; existe la escuela formal sin aprendizajes relevantes, como ocurre en aquellas aulas de rutinas y de relaciones verticales; frente a estas aulas áulicas está la ciudad con sus asombros y misterios y está el mundo del campo con los pájaros, los caballos, los micos, los árboles, los ríos con sus peces y las plantas extrañas; por eso, a pesar de la escuela, crecemos intelectualmente, aunque también progresamos gracias a la escuela en los casos de las pedagogías que recalan en la curiosidad y en la investigación-acción.

… a pesar de la escuela, crecemos intelectualmente, aunque también progresamos gracias a la escuela en los casos de las pedagogías que recalan en la curiosidad y en la investigación-acción.

Iván Illich se refería a la educación escolarizada como un ritual de iniciación altamente costoso, condicionador de individualismos y ambivalencias éticas —y así es, pues no de otro modo entendemos los procedimientos arbitrarios, contrarios a las competencias ciudadanas, de profesionales que luego de títulos y certificados académicos (hasta posgrados cursan) pisotean la legislación—. Anota Jesús Palacios (1978, p. 569), al respecto, que el tránsito por la escuela “es también un ritual expiatorio que sacrifica a los retrasados y los señala como a chivos expiatorios del subdesarrollo”, con el aval del custodio y del predicador. El contraste es la calle porque no hay un solo predicador sino muchos para escoger, porque la calle es la polifonía y el carnaval, la heterodoxia, aunque también sea suscitadora de paranoias como ocurre en Colombia.

Quién no recuerda las sensaciones de libertad al salir por el gran portón de la escuela, caminar con el mejor amigo o amiga, correr y jugar con el lenguaje y con los cuerpos o caminar solos mientras en el pensamiento se acomodan algunas cosas que pueden servir para la vida de todo aquello que en las aulas se predicó. Pero igualmente cómo no recordar los juegos en el recreo y los paseos o las excursiones a lugares desconocidos. Entonces también hay que decir que la mayor reivindicación que hacemos de la escuela formal está en el encuentro con los otros y ese encuentro es de aprendizajes diversos.

La pandemia en su primera etapa paralizó a la escuela formal y la puso contra las cuerdas en este ring de desigualdades que caracteriza a la educación colombiana. Por primera vez la escuela formal podía aprender de la educación sin escuela o la educación en familia, como se ha llamado en inglés el homeschooling, o educación escolarizada en casa. Al menos en lo que concierne a una disciplina de estudio acordada en casa y a los compromisos de padres, madres o abuelos en las regulaciones de la educación que requieren los niños, niñas y jóvenes el confinamiento escolar se aproximó a esta corriente educativa, pero con las variantes implicadas en los estratos sociales: las clases medias altas y las altas asumieron con versatilidad la continuidad con la educación, pues las familias tienen todos los aditamentos tecnológicos para la educación virtual y una biblioteca básica o la capacidad de compra de libros, con padres y madres que fungen de interlocutores cuando se requiere afrontar dilemas o estudiar juntos: es el ideal de homeschooling, si bien la educación ha de trascender el carácter endógeno.

La educación en casa, en el confinamiento, es infuncional cuando no se tienen libros, herramientas digitales y una conectividad fluida, como ha ocurrido con las familias de las clases medias y las más pobres, cuyo capital cultural es también una desventaja en la posibilidad del acompañamiento académico a los hijos. En estos sectores sociales hubo múltiples variables, desde la artificialidad de la escuela en la casa con las mismas guías, cuestionarios y ejercicios del modelo presencial —también hay casos de homeschooling que funcionan así— hasta los casos del trabajo escolar con proyectos y la distribución en las casas de los libros de las bibliotecas escolares.

Figura 1: Las mismas actividades de la presencialidad en las guías de la educación remota. El caso de matemáticas, grado sexto. Diseño del PTA en una de las regiones de Colombia.
IER. Alto SarabandoIER. Villa CarmonaI.E Agroecológico Amazónico Buinaima
Luego de explorar en el parque natural, conversamos con nuestros familiares sobre los animales y las plantas de nuestro entorno; algunas especies han desaparecido, de algunas quedan pocos ejemplares, etc.RECORRIENDO EL PASADO DE LOS ABUELOS: Conversar con los abuelos o con las familias sobre los antepasados de los abuelos (quiénes eran sus padres, sus hermanos, sus tíos etc.). La fecha de nacimiento, la edad, la historia de unión entre la abuela y el abuelo, etc.

CUARENTENA: Conversar en familia sobre: ¿cómo es una cuarentena?, ¿cómo se está viviendo la cuarentena en casa? ¿Qué se extraña en este tiempo? ¿cuáles acciones de protección están realizando en casa y en el barrio? ¿Qué dificultades se han tenido en casa? ¿Han podido realizar actividades que antes no podían hacer por falta de tiempo? ¿Qué actividades laborales realizaban antes y cuáles ahora? ¿Qué propuestas tienen para el gobierno nacional y regional?

Dialogamos con nuestros familiares sobre los cambios que se han presentado en el paisaje desde el momento en que ellos llegaron al territorio hasta la fecha, escuchamos sus aportes y damos opiniones.

EL AGUA EN LA EPOCA DE LOS ABUELOS: Conversar con los abuelos o con las familias sobre los afluentes de agua del territorio en la época de su juventud.

Analizar en familia el video sobre las 5 pandemias más letales del mundo, conversar sobre todas las implicaciones sociales y luego realizar una línea de tiempo, ubicando: fecha, duración, cantidad de muertes, regiones afectadas, impactos positivos.

En nuestra finca realizamos diferentes oficios para obtener los recursos necesarios para el sustento diario. Conversamos en familia sobre las diferentes actividades que realizamos y que benefician nuestro núcleo familiar y sobre cuáles de estas labores generan más ingresos.

Dialogar en familia sobre los juegos y la música en la época de su niñez y juventud.

Seguridad alimentaria: En familia conversar sobre las posibilidades de construir un huerto urbano; identificar en su casa: espacios donde puedan sembrar hortalizas, herramientas para la siembra, materia orgánica y espacios para la crianza de pollos.

Conversamos en familia sobre la importancia de cultivar en nuestra finca y las ventajas de producir nuestros propios alimentos. Con ayuda de nuestros padres componemos algunas coplas o versos que den cuenta del conversatorio.

LA GANADERIA: En familia, dialogar sobre las actividades laborales de una familia ganadera; para ello se debe tener en cuenta la hora de inicio de labores, las actividades que se realizan, las personas que la realizan y la hora de finalización; por medio de un audio enviar las clases de pastos que se siembran en la región, sus beneficios.

El Ministerio de Salud y la OMS recomiendan el uso constante de tapabocas, el distanciamiento social de mínimo dos metros y las aglomeraciones de personas, debido a que a través de gotitas respiratorias que se producen cuando una persona infectada tose, estornuda o habla; estas gotitas pueden terminar en la boca o en la nariz de quienes se encuentran cerca o posiblemente ser inhaladas y llegar a los pulmones. Entonces considerar que el salón de clase mide 6 metros de ancho por 8 de largo y lo habitan X número de estudiantes. En familia, realizar un conversatorio sobre cuántos estudiantes pueden permanecer si se reglamenta el regreso a clase presencial y cómo se distribuirían.

Conversamos en familia sobre las diferentes actividades que realizamos en la finca y que nos permiten obtener los recursos necesarios para el sustento diario, y elaborar un relato donde expresemos qué actividades benefician nuestro núcleo familiar y cuáles generan más ingreso.

LA GANADERIA EXTENSIVA: Dialogar sobre las ventajas y desventajas de la ganadería extensiva e intensiva, las características y las afectaciones que causa a los ecosistemas, fuentes hídricas, flora y fauna, mediante la explotación ganadera.

En familia leer los textos instructivos sobre tomate, zanahoria, cebolla y cilantro y analizar los videos de germinación en agua de la zanahoria y la cebolla, conversar sobre las técnicas de siembra que se dan en los textos y las técnicas que conocen desde sus saberes.

VIAS CARRETEABLES: Dialogar en familia sobre ¿Cómo a pesar de estar dentro de una zona de postconflicto que dejó una infraestructura vial construida por los grupos al margen de la ley, por la falta de presencia del estado, aún se sostiene y quiénes y cómo hacen para sostenerla aún?

En la actualidad la ciudad de Florencia supera los 156.000 habitantes (DANE, 2018). A través de las noticias regionales y los comunicados emitidos por el secretario de salud y por algunos médicos de la ciudad se ha informado con preocupación que la capital caqueteña tiene una ocupación del 100% de las camas en las Unidades de Cuidados Intensivos (UCI) y sin la disponibilidad de ventiladores mecánicos que requieren los pacientes críticos con COVID-19. En familia conversar sobre esta situación y plantear sugerencias.
Figura 2: Ejemplo del trabajo en equipo a partir de proyectos en tres instituciones educativas de Caquetá. Imagen tomada de la ponencia titulada “La oralidad en el proceso de formación académica en casa. Experiencia de tres instituciones educativas del Caquetá”, de Yenny Gutiérrez, María Lucía Cruz, Elsa Marina Ducuara, Francy Melo, Jhasbleidy Martínez, Pompilio Sánchez, Yaneth Chávez y Diego García, analizada en el XIX Taller Nacional de RedLenguaje.

La otra variable es la de jóvenes que no se reportaron con la escuela porque, ante la pérdida del trabajo de los padres, tuvieron que salir a buscar un oficio, aunque fuese precario, para asegurar el mercado del día. Estos casos son emblemáticos para comprender una variante de la educación sin escuela: en un foro virtual un maestro preguntó qué podría hacer con el único estudiante de décimo grado que no se había reportado con él luego de ubicarlos a todos y animarlos a continuar desde la casa; el joven había sido admitido como ayudante en un taller de autos y había declarado no volver a la escuela porque tenía que trabajar para ayudar en la casa. Frente a la pregunta del maestro le recomendamos solicitar al joven una descripción y explicación escrita diaria, breve, de lo que hacía y aprendía en el taller y ponerse de acuerdo con los docentes de las distintas áreas para focalizar en sus descripciones y explicaciones aspectos relacionados con los aprendizajes previstos. En efecto, cuánto de física y de matemáticas aprende un joven que ayuda a arreglar un motor, desmontar y montar una llanta, calibrar el aire, ajustar el sistema eléctrico… Y cuánto aprende de ciencias sociales al comprender la manera como funciona en el día a día un taller de mecánica, el tipo de relaciones humanas que prevalece en estos espacios, el trabajo colaborativo…; asimismo, el esfuerzo por comunicar en la descripción y la explicación de lo aprendido cada día es suficiente para valorar el área de lenguaje; basta con un escrito breve diario para reconocerlo como un sujeto que aprende con la escuela remota (evaluación formativa) y no como un sujeto que “deserta”. Es la educación sin escuela, pero monitoreada por la escuela al reconocer como válido lo que los estudiantes aprenden más allá de los programas y de los ejercicios prescritos. Lo único que se requiere son docentes con la identidad profesional para ponerse en el lugar de sus estudiantes, que desborden la imagen de poder, y desde allí ir construyendo los senderos hacia los conocimientos nuevos que comprometen a la escuela.

Las interacciones educativas en la pospandemia: ¿qué viene?

En la pospandemia, han de esperarse grandes cambios en las pedagogías, como poner el acento en las estructuras profundas del pensamiento de los estudiantes e identificar lo que están aprendiendo o han aprendido y no lo que ha sido presuntamente enseñado; lo enseñado (o mostrado) tiene efectos si emergen nuevas preguntas y propicia las dinámicas del deseo por indagar y aprender y, por lo tanto, aprender a aprender, como lo hacen también los maestros y las maestras innovadoras.

Hay aquí una perspectiva epistemológica de la pedagogía y los currículos, al trascender el esquema rígido de lo que se supone es necesario enseñar, que regularmente conduce a contenidos prescritos y taxonómicos; se trata más bien de propender por ayudar, acompañar y provocar la necesidad del conocimiento a partir de los conceptos y categorías aprendidas desde la experiencia cotidiana, sin perder de vista las competencias fundamentales acordadas en la legislación educativa. Esto implica que los docentes se reconozcan también como sujetos que indagan y aprenden con ellos, es decir, leen y escriben para ellos, así como ellos leen y escriben para audiencias indeterminadas, aprovechando las autopistas virtuales. Los proyectos editoriales, por ejemplo, con antologías y compilaciones de textos sobre matemáticas, ciencias naturales, historia, filosofía y literatura es hoy una necesidad y la escuela puede aportar en la organización de la información y en la conceptualización no solo para sí sino también para las comunidades; los montajes audiovisuales en el género documental son oportunos para aprender haciendo y para multiplicar lo aprendido entre las familias.

Dudemos de la validez de los juicios ligeros según los cuales durante la pandemia los niños y los jóvenes no aprendieron nada y que, en consecuencia, se necesitarán dos años de escolaridad para recuperar lo perdido en un año de confinamiento pleno. Más bien reconozcamos que es una incógnita saber qué fue lo que aprendieron, porque sin duda algo aprendieron en la incertidumbre de la pandemia; la mente humana es acuciosa, inquieta, curiosa y los datos catastróficos de los contagios y de la muerte empujan hacia las preguntas y estas a predicciones o hipótesis y a las fuentes de información, aunque las condiciones sociales sean precarias. Y así será en adelante en la escuela y en la casa: la memoria actualizará lo ocurrido con los factores que se le asocian (el desajuste del ecosistema del planeta y los desarrollos de la ciencia para afrontar dicho desajuste).

Claro, hay que preguntar por las condiciones de la casa y por los derechos y servicios públicos, como lo es ya el acceso a las plataformas digitales. El juego con la hipertextualidad se intensificará y la función de los maestros y las maestras, así como de la familia, será la de ayudar a ser metódicos en las búsquedas y a tener criterio en la selección de la información para el procesamiento discursivo y la producción de textos auténticos, según sean los proyectos acordados con los estudiantes.

… la mente humana es acuciosa, inquieta, curiosa y los datos catastróficos de los contagios y de la muerte empujan hacia las preguntas y éstas a predicciones o hipótesis y a las fuentes de información, aunque las condiciones sociales sean precarias.

La pandemia detuvo una propuesta de ley que circulaba en el congreso para prohibir el uso de los teléfonos móviles en las aulas, pero en el confinamiento el WhatsApp fue el medio expedito para mantener el puente entre la familia y la escuela, sobre todo en los sectores más desfavorecidos, como las comunidades rurales y las de las periferias urbanas. Ahora y en adelante, se trata de reconocer la utilidad de esta herramienta en las aulas siempre y cuando se asuman los pactos entre docentes, estudiantes y familias, con una ética sobre el uso de estos medios para el aprendizaje de todos (docentes, estudiantes y familias).

No estamos solos, ni en las aulas ni en el seno de las familias; las voces de la virtualidad ayudan a apaciguar las tensiones cuando no sabemos cómo responder a las circunstancias de la vida y con actitud crítica hemos de aprovechar al máximo las hemerotecas y las bibliotecas virtuales; ello implica comprometer a los gobiernos, nacional y local, para la inversión limpia de los recursos destinados a la educación y apostar a la conjunción entre la escuela formal y la educación sin escuela, respetando las decisiones de las familias. En todo caso la educación en devenir estará mediada por los foros en torno a lo que aprendemos aquí y allá.

En otro momento invitábamos a considerar una serie de preguntas que son comunes tanto a la escuela formal como al modelo de homescholing:

¿Cómo se identifican los conocimientos que es necesario aprender, según sean las edades o según los intereses de los niños y las niñas? ¿Cómo evaluar o cómo determinar si tales aprendizajes sirven para saber desenvolverse en la vida? ¿Cuáles son las estrategias a las que acude cada familia para sostener un proceso educativo no formal? ¿Qué aspectos de la escuela formal aun permanecen en la educación sin escuela? ¿Cuál es la filosofía que subyace en lo que se denomina “autoaprendizaje colaborativo”? ¿Padres y madres se asumen como docentes en casa? ¿Cómo actúan en la cotidianidad, en espacios distintos a los de la familia, los niños, las niñas y los jóvenes que combinan la educación sin escuela y la educación con escuela? ¿Cómo acreditar los aprendizajes, dado que pertenecemos a una sociedad de certificados? La conjunción entre la educación sin escuela y la escuela formal es una ruta inevitable. RM

Fabio Jurado Valencia

Profesor Especial, de la Maestría en Educación, del Instituto de Investigación en Educación, de la Universidad Nacional de Colombia. Doctor en Literatura, de la Universidad Nacional Autónoma de México.

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