Edición 20Especiales

Una convivencia colombiana gratificante en el perdón

Qué es la teología y su aporte a la pedagogía

Carlos Novoa, doctor y docente investigador en ética teológica, escribe sobre la importancia del perdón para poder superar los conflictos. Habla del caso de Colombia y muestra ejemplos de personas que perdonaron habiendo sufrido el conflicto en carne propia. Reflexiona sobre la venganza y lo inútil que esta resulta, pero que en cambio genera nuevos resentimientos y sed de más venganza. También analiza los conflictos desde el punto de vista teológico y muestra cómo la religión siempre ha sido la enseñanza de paz y reconciliación.

 

Las víctimas frente a los victimarios los absuelven y estos les piden perdón

Alan Jara, exgobernador del Meta, estuvo secuestrado por las FARC durante ocho largos y penosos años. Hoy su testimonio es impactante, él afirma que junto con toda su familia decidieron perdonar a la guerrilla arribando a una gran serenidad de ánimo, ya que experimentaron cómo el resentimiento y la rabia contra sus victimarios solo les traía amargura y angustia.

“Confieso que quisiera ver a los miembros de las FARC pagar por los delitos, el dolor y el daño causado, pero también debo confesar que ese sentimiento lo supera la respuesta negativa a tres preguntas simples: ¿eso curaría mis heridas? ¿me produciría algún alivio ver a los guerrilleros tras las rejas? ¿ayudaría esto a proscribir la violencia guerrillera en nuestro país? … La venganza no es el camino, es la degradación de la condición humana que encuentra placer en el dolor ajeno. Por el contrario, la verdad y el acto de no volver a empuñar las armas son compromisos de reparación de los victimarios a las víctimas y el mejor ejemplo para las generaciones que vienen. (…) Quienes tenemos marcado para siempre en nuestro corazón la pérdida injusta de los nuestros, no queremos que otros se sumen a la lista. Hoy, los colombianos tenemos en nuestras manos una responsabilidad histórica de decidir si continuar con lo que ya conocemos: el terror, la tristeza y la muerte; o apostarle a cambiar nuestra historia con un ‘Sí’.” (Este testimonio Fabiola lo dio en vísperas del plebiscito respecto al acuerdo con la guerrilla).

Hasta acá el testimonio de Fabiola Perdomo viuda de uno de los diputados el Valle del Cauca brutalmente secuestrados y asesinados por las FARC. Sería muy explicable y comprensible que ella estuviera pidiendo a gritos castigo e inclemencia para quienes le han ocasionado tanto sufrimiento y dolor, sin embargo, al unísono con Alan Jara, opta por el perdón y la reconciliación. La venganza y la sed de castigo no remedian nada y en cambio nos llenan de desazón, nos amargan la vida, nos quitan la felicidad y la paz interior que tanto anhelamos y la cual tenemos en nuestras manos. Impacta también cómo ella y tantas otras víctimas, dando testimonio del infierno que han vivido, optan por empeñarse en evitar a sus congéneres la posibilidad de padecer su horripilante tragedia, construyendo reconciliación. Sin duda se trata de un camino lleno de gran humanismo y de un talante muy evangélico.

Gracias a Dios en este tiempo de pactos y acuerdos que estamos viviendo los colombianos, los compatriotas de las FARC también están asumiendo la responsabilidad de todos los desastres que han causado, comprometiéndose a no repetirlos jamás y pidiendo perdón. Lo vienen haciendo en las diversas reuniones tenidas con grupos de víctimas en la Habana, en varias declaraciones de prensa, durante el evento de arrepentimiento celebrado en Bojayá, en la firma oficial del acuerdo de paz con el gobierno nacional, y en otras ocasiones. En el encuentro realizado en la Habana entre los guerrilleros y los familiares de los diputados del Valle del Cauca secuestrados y asesinados por los alzados en armas, el testimonio de una de las víctimas allí presente es muy conmovedor:

“Después de cinco horas de escucharnos, de llanto, de dolor, de rabia, ellos (los de las FARC) reconocieron, pidieron perdón. Dijeron que les daba pena, que tenían vergüenza. Expresaron que ese fue el acto que los puso a reflexionar sobre la guerra, que no se sentían orgullosos de lo que habían hecho; sentían mucha vergüenza. Y que nos hablaban con el corazón en la mano, pedían perdón, que de verdad los perdonáramos (…) La totalidad del encuentro nos hizo llorar a todos, incluidos ellos (los guerrilleros)…”.

“A los terroristas asesinos de las FARC no hay que perdonarlos, hay que castigarlos, que se pudran en la cárcel”. Esta es la postura de algunos sectores colombianos de opinión. Qué pena, pero la prisión no soluciona nada y agrava todo, ya que ella más allá de cualquier consideración es una escuela de crimen. “Yo no he venido a buscar la muerte del pecador, sino que se convierta y viva” 2 Pedro 3: 9, constituye la praxis de Jesús. Tenemos que acabar con la cárcel y organizar centros de rehabilitación ético psicológico-espiritual. En Chile por ejemplo ya están funcionando con óptimos resultados. El empeño por la vindicación y la retaliación solo nos deja agobio y frustración.

Jesús, el justo por excelencia, es torturado y masacrado de la manera más inicua, sin embargo, colgado en la cruz delante de sus asesinos exclama: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen” Lucas 23: 34. Dejémonos tocar por este testimonio, sin duda de los más sublimes de toda la historia humana. Nos increpa el Evangelio: “Quien esté libre de pecado que tire la primera piedra” Juan 8: 7. ¿Será que yo soy plenitud de perfección? ¿Acaso no me cabe ninguna responsabilidad en el desgarrador conflicto social que vivimos en Colombia?

¿Qué es la teología?

Lo escrito hasta acá es teología desde el evangelio. Pero ¿qué es la teología? Arranquemos del análisis de los párrafos anteriores, de lo concreto, ya que, si empezamos por las especulaciones genéricas, esta vía nunca nos posibilitará comprender la respuesta a la pregunta en cuestión. Hasta acá este artículo ha partido de una situación profundamente humana, la rabia por el mal que nos han hecho y el mejor camino para abocarla. Los protagonistas de esta situación se han plateado la salida de la venganza y la violencia, pero muy desde su yo profundo y sus sentimientos más caros aprehenden que la única solución frente al asesinato, la tortura y el desafuero, en una palabra, el círculo de la violencia y la retaliación, es romper ese círculo y darle el curso absolutamente opuesto del perdón y la reconciliación. Dejar que esta espiral siga su marcha, nos llevará por su propia y poderosa inercia a la generación de más derramamiento de sangre y destrucción.

Esta experiencia del apaciguamiento y acercamiento respecto al enemigo trae una infinita paz interior, son los testimonios que acabamos de leer. Y este testimonio es la vida misma de Jesús presente y actuante en el interior de toda persona, que nos mueve y rehabilita. Muchas veces ni nos damos cuenta de este regalo sin par y esta es precisamente la tarea de la teología, ayudarnos a tomar conciencia de la infinita capacidad de renovación y plenificación que nos comunica el Hijo del Hombre, como también lo he verificado en los párrafos anteriores.

Teología es lo que hicieron los primeros cristianos. Ellos convivieron directamente con Jesús de Nazaret y experimentaron su camino de plenitud vital. Cuando Jesús es asesinado y luego ellos experimentan que su vida ha vencido la muerte y que el Señor está en medio de ellos, toman las diversas lecciones de vida que el Cristo les ha comunicado y las aplican a sus retos existenciales concretos como pueden ser su familia, su pareja, como convivir en sociedad y tantos otros. Estas aplicaciones las escriben generando los evangelios y el Nuevo Testamento. Y a esto estamos llamados hoy, a dejarnos enriquecer por la infinita riqueza y diversidad del camino del Hijo de Dios presente en la Biblia y en nuestro interior, permitiendo que toda esta riqueza ilumine y potencialice nuestra vida. Insisto esto es la teología, esto estamos llamados a realizar si queremos vivir la alegría sin par del evangelio.

Todo lo que hagan por una persona necesitada, excluida, hambrienta, rechazada, conmigo mismo lo hacen, verifica el mismo Jesús en el evangelio de Mateo 25, 40, y en muchos otros lugares del Nuevo Testamento. El rostro del otro es el rostro del Profeta de Nazaret, amar y servir recíprocamente al congénere es hacerlo con el Señor mismo. Y esta es la teología, una ciencia sistemática que identificándose totalmente con Jesús se responde hoy como hacer real y efectivo el camino de Mateo 25, 40, lo que supone asumir los retos de la sociedad contemporánea en un profundo diálogo con las ciencias, la culturas, las religiones, es decir, con todo lo auténticamente humano, como nos lo recuerda tantas veces el Concilio Vaticano II. El conjunto de este horizonte lo refleja con gran propiedad el Papa Francisco en su maravilloso y muy comprensible escrito La Alegría del Evangelio:

Lo que hagamos con los demás tiene una dimensión trascendente: «Con la medida con que midan, se les medirá» (Mateo 7,2); y responde a la misericordia divina con nosotros: «Sean compasivos como su Padre es compasivo. No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados; den y se les dará […] Con la medida con que midan, se les medirá» (Lucas 6,36-38). Lo que expresan estos textos es la absoluta prioridad de la «salida de sí hacia el hermano» como uno de los dos mandamientos principales que fundan toda norma moral y como el signo más claro para discernir acerca del camino de crecimiento espiritual en respuesta a la donación absolutamente gratuita de Dios. Por eso mismo el servicio de la solidaridad es también una dimensión constitutiva de la misión de la Iglesia y expresión irrenunciable de su propia esencia. Así como la Iglesia es misionera por naturaleza, también brota ineludiblemente de esa naturaleza la entrega efectiva al prójimo, la compasión que comprende, asiste y promueve (#179).

No le hemos entregado el país a las FARC, se trata de reconciliarnos

Desde el camino cristiano la teología es la herramienta con la cual nos respondemos cómo vivir hoy el camino de Jesús, de acá su gran importancia, ya que este respondernos es el Señor mismo, es lo que nos comunica y pide el evangelio. Y continuando con este abordaje del perdón y la reconciliación en Colombia desde Cristo, única alternativa frente al imperio de la guerra y la muerte total en nuestra patria, continuemos desenvolviendo de la misma manera una página tan importante de toda esta dinámica como es el Acuerdo para una Paz Estable y Duradera con la guerrilla de las FARC. No falta quien diga que con este acuerdo le hemos entregado el país a Timochenko y los suyos. Una persona o grupo domina a Colombia si controla su industria, comercio, Fuerzas Militares, Parlamento, Altas Cortes, en fin, todos los estamentos que constituyen nuestra nación. Y perdón, este no es el caso de las FARC, un análisis con un mínimo de rigor científico social y sensatez ética nos demuestra la invalidez de tal aseveración.

En cambio, lograr un acuerdo con los alzados en armas que posee veeduría y refrendación internacional del más alto nivel, y por el cual ellos entregan todas sus herramientas de muerte y se reincorporan a la vida civil acatando la Constitución, la ley y los derechos humanos es un gran paso adelante. A continuación, un análisis teológico en diálogo con las ciencias jurídicas y sociales, en el cual argumento la gran validez de esta tratativa y recabo los valiosos aportes de la reflexión de fe a ella.

“Si alguien alzado en armas entrega su fusil y luego lo condenan a veinte años de cárcel pues simplemente no lo entrega”, verificaba hace pocos años el entonces Arzobispo de Bogotá, el Cardenal Pedro Rubiano. La construcción de la paz bien vale ciertos sacrificios, esfuerzos y excepciones. En la ciencia ética tanto filosófica como teológica en situaciones excepcionales se aplica el principio del doble efecto, el cual consiste en la legitimidad de alcanzar un efecto positivo por medio de otro efecto negativo o no ideal, siempre y cuando el objetivo último sea el efecto positivo o justo y no el efecto negativo o no deseable, y que tal objetivo sea mayor que el medio en cuestión. Un ejemplo nos ilustra. En medicina el ideal es que yo tenga todas mis extremidades completas y es indeseable perder una, ahora bien, cuando tengo una pierna invadida de gangrena hay que cortarla (efecto negativo), para lograr un fin muy superior y más amplio como es el de preservar la vida (efecto positivo).

“La guerra es un mal sin parangón. La guerra siempre es un fracaso de la humanidad”, así lo certifican los últimos papas San Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco. “La guerra es la negación de todos los derechos y una dramática agresión al ambiente. Si se quiere un verdadero desarrollo humano integral para todos, se debe continuar incansablemente con la tarea de evitar la guerra entre las naciones y entre los pueblos” verifica nuestro Papa latinoamericano en su reciente discurso ante la ONU. Y continúa argumentando en este sentido Bergoglio: “Hay una palabra fea del Señor: ‘¡Malditos!’, porque Él dijo: ‘¡Benditos los constructores de paz!’. Por lo tanto, los que causan la guerra, los que provocan las guerras, son malditos, son delincuentes. (…) Cuando todo el mundo, como sucede hoy, está en guerra —¡todo el mundo! — estamos en una tercera guerra mundial por fascículos: aquí, allí, allá, por todos lados. Y no hay justificación. Y Dios llora. Jesús llora.” (Francisco, Homilía, Casa Santa Martha, Roma, noviembre 19, 2015).

Miles de muertos, de inválidos, cinco millones de desplazados, miríadas de compatriotas en condiciones de miseria, y una economía muy constreñida para generar empleo y responder a nuestro grave problema de la pobreza, son el resultado de la actual confrontación armada colombiana, superarla bien vale un esfuerzo. Y esto es lo que se alcanzó en las conversaciones con las FARC, dentro de los trascendentales acuerdos que se han logrado con ellas respecto a la aplicación de la justicia para los crímenes por ellos cometidos.

Los insurrectos reconocen que han sido victimarios y que deben responder al respecto. Todos los guerrilleros que hayan cometido delitos de lesa humanidad y crímenes de guerra serán juzgados y condenados. Las víctimas y su reparación están al centro de este proceso. Los alzados en armas que hayan cometido estos delitos y no lo reconozcan serán sometidos a juicio fuera del marco de los acuerdos, y recibirán hasta veinte años de prisión en una cárcel ordinaria. Luego de la firma del acuerdo definitivo de paz con las FARC y pasados tres meses, ellos empezarán a entregar las armas a la ONU en un proceso que durará seis meses más. ¡Ojo!!!! las FARC en este plazo preciso dejarán de poseer todo su armamento. NO HAY NINGUN TIPO DE IMPUNIDAD Y LAS CONDICIONES DEL PROCESO SON MUY PRECISAS. Además, hay que subrayar cómo LAS FARC SE COMPROMETEN A DEVOLVER AL GOBIERNO NACIONAL TODOS LOS BIENES ECONÓMICOS QUE POSEEN PARA REPARAR A LAS VÍCTIMAS.

Ahora bien, para quienes reconozcan sus crímenes habrá penas alternativas que no serán veinte años de cárcel, y acá es donde se aplica el legítimo principio ético del doble efecto. Se asegura no repetición de las faltas cometidas, entrega de armas y reparación a las víctimas; a cambio se cumple una pena, como debe ser, alternativa a la cárcel. Esta alternativa podrá ser servicios a la comunidad como construcción de carreteras o escuelas en lugares de la patria abandonados por el estado. Todos estos logros que nos aseguran que las FARC dejen la guerra y la generación de sus terribles consecuencias, bien valen el mal menor de reparar los delitos con penas alternativas al sistema penitenciario vigente. Este acuerdo también se aplicará a todos los actores del conflicto armado como son los miembros de la fuerza pública, diversos agentes del estado y otro tipo de ciudadanos.

La justicia transicional

Esto es lo que en el ámbito legal de la administración judicial se denomina la justicia transicional. Se llama así porque no se trata de un estatuto permanente sino por un tiempo determinado, en este caso mientras se da la transición de un grupo armado al margen de la ley a un partido político legal por parte de las FARC. Desde hace más de dos mil años la humanidad viene aplicando este tipo de justicia. A este propósito muchos son los casos que se podrían traer, dado el natural límite de espacio propio de este escrito traigo dos a continuación.

En la época de la Roma republicana e imperial sucedieron muchas guerras civiles de gran crueldad. Con frecuencia el vencedor no aplicaba la ley de condena a muerte para los vencidos, liberándolos de toda responsabilidad penal con la condición de entregar las armas, disolver el ejército insurrecto y acatar la legalidad vigente. De forma inteligente el dueño de la victoria sabía que ejecutar a los vencidos, era cultivar más odio y retaliación que se traducirían pronto en un nuevo levantamiento, en cambio, perdonarlos y amnistiarlos era propiciar condiciones para la paz y la estabilidad política. Bajo la misma perspectiva procedió de igual manera el presidente Abraham Lincoln al unísono con el general Ulysses Grant, comandante de los ejércitos de la Unión de los Estados Unidos de América, al vencer en la muy sanguinaria guerra de secesión a los confederados. No olvidar que hasta mediados del siglo XX en estos procesos de justicia transicional no se exigía perdón, verdad, justicia y reparación, como ahora sí procede en un saludable crecimiento de la jurisprudencia.

En una entrevista publicada por el diario El Espectador de Bogotá en octubre 3, 2015, Timochenko, el comandante de las FARC, dio unas declaraciones dignas de ser tenidas en cuenta. A continuación, algunos apartes: “Pedimos perdón a las víctimas. (…) Estamos dispuestos a asumir las responsabilidades que se deduzcan del Tribunal Superior Especial de Justicia. Si hay compañeros que salen acusados, asumirán su culpa. (…) Si no trabajamos la no repetición no hemos hecho nada. En este fin estamos comprometidos. (…) Creímos y creemos en la voluntad política del Gobierno. El presidente Santos ha dado muestras de consecuencia en momentos muy duros”.

Gracias a Dios nuestro querido Papa Francisco nos viene apoyando y estimulando en la realización de estos diálogos de paz: “Debemos rezar por Colombia para que no se pare este proceso de paz, después de 50 años de guerra y muchos muertos” (Boletín de prensa de la Santa Sede, julio 13, 2015). “Sobre el acuerdo de paz que se está haciendo en Colombia, le auguro lo mejor al presidente Santos, aunque será el pueblo colombiano el que dirá en el plebiscito sí o no a la paz. Santos está arriesgando todo por la paz, pero hay otra parte que está arriesgando todo por continuar la guerra. Los que están con la guerra hieren el alma. Yo prometo que cuando el acuerdo de paz sea blindado por el plebiscito y por la comunidad internacional estaré en Colombia para enseñar la paz”. 1

Y acá nos ilumina esta divisa de Jesús: “No he venido a buscar la muerte del pecador sino que se convierta y viva” (2 Pedro 3, 9), actualizándola con pertinencia y sabiduría nuestro Obispo de Roma: “Solicito la abolición mundial de la pena de muerte. Estoy convencido que este es el mejor camino, porque cada vida es sagrada, cada persona humana está dotada de una dignidad inalienable y la sociedad solo puede beneficiarse en la rehabilitación de aquellos que han cometido algún delito” (Francisco, Discurso al Congreso de los Estados Unidos de América, septiembre 24, 2015).

A las 6. 30 p. m. de agosto 24, 2016, en la Habana, Cuba, el Gobierno nacional y las FARC firmaron el ACUERDO FINAL PARA LA TERMINACIÓN DEL CONFLICTO Y LA CONSTRUCCIÓN DE UNA PAZ ESTABLE Y DURADERA.

Lunes agosto 29, 2016 desde las 00.00 A.M cese al fuego definitivo entre el Gobierno y las FARC declaró el presidente Santos.

 

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