Comunicación a través de medios virtuales
A comienzos del siglo XX una pandemia de influenza aviar llegó a Europa con un contingente de soldados del ejército norteamericanos que se incorporaron al conflicto en la Primera Guerra Mundial. La enfermedad que se extendió por el mundo se conoció como la Gripa española, los enfermos llegaron a quinientos millones, los muertos a cincuenta millones.
En 2019, cien años después, se inició otra pandemia, esta vez ocasionada por un Coronavirus propio de murciélagos silvestres que aprendió a infectar a los humanos y se extendió por los diferentes continentes. Esta crisis golpeó la salud pública y la economía mundial.
Como era de esperarse, el impacto de la pandemia afectó también al mundo educativo; las clases se habían iniciado, pero en marzo se transformó en forma súbita el proceso docente ante las medidas de contención y
mitigación establecidas por el Gobierno.
Sin contar con el tiempo suficiente para asimilar los cambios, las instituciones tomaron acciones de emergencia acordes con los señalamientos de la política sanitaria; de un día para otro la enseñanza presencial se convirtió en una enseñanza presencial apoyada en la virtualidad.
La enseñanza presencial se convirtió en una enseñanza apoyada en la virtualidad.
Por ese motivo, mediante videos y encuentros virtuales, se realizó un programa corto de instrucción en tecnologías para la educación virtual; las instituciones asumieron grupos de docentes y estudiantiles con conocimientos suficientes para operar aulas virtuales, infraestructura doméstica sólida en equipos de cómputo, señal de Internet y capacidad de interactuar a la distancia; pero la realidad mostró deficiencias relacionadas con la disponibilidad de equipos de cómputo suficientes para satisfacer la demanda familiar, irregularidad en el flujo de energía y en la conectividad remota; dependiendo de la disponibilidad, en los hogares se compartieron teléfonos celulares, equipos de cómputo y se adecuaron los espacios para el trabajo, la enseñanza y el estudio.
Y, por supuesto, desde nuestras viviendas, estudiantes y maestros iniciamos una nueva aventura, incursionamos en las plataformas virtuales, manejamos la clase presencial con apoyo virtual, improvisamos, utilizamos mediante ensayo y error las tecnologías virtuales; solucionamos situaciones de sonido y de calidad del video; los maestros intentamos mantener la atención de los alumnos y controlar la asistencia en forma remota; descubrimos que la enseñanza virtual demandaba más horas de preparación que las empleadas en el trabajo presencial.
desapareció la relación presencial, la comunicación visual, el lenguaje
de los signos.
Los nuevos roles
Como es de esperarse los espacios y los roles docentes sufrieron una
metamorfosis; de la seguridad de la clase presencial se dio el paso a la improvisación en los espacios virtuales, al aprendizaje de ensayo y error para el empleo de las nuevas tecnologías y el diseño instintivo de nuevos materiales didácticos.
Como resultado, los maestros pasamos del escenario presencial con un rol protagónico de guiones y parlamentos aprendidos, a los escenarios inéditos del día a día donde la improvisación exigió otros discursos, argumentos
científicos relacionados con la situación sanitaria y el mantenimiento de un hilo conductor para las asignaturas.
Por lo anterior, en la enseñanza remota el aula presidida por el maestro, apoyada por las unidades de comunicación institucionales, se tornó en un espacio virtual sostenido por la capacidad informática instalada por los docentes y las familias.
El aula tradicional, considerada como un lugar seguro y conocido, se convirtió en un espacio sumergido en la virtualidad donde se está y no se está, pues desapareció la relación presencial, la comunicación visual, el lenguaje de los signos; el quehacer docente era el mismo, pero no era lo mismo.
También, el espacio académico se amplió cambió de muchas formas pues desde la virtualidad entramos a las casas de los estudiantes y estos penetraron a las nuestras. Los padres de familia tuvieron la posibilidad de ser espectadores y a veces actores o supervisores en los espacios de aprendizaje.
Por otra parte, la incertidumbre y la ansiedad causada por la aparición de positivos COVID-19 en las familias de los estudiantes demandó un nuevo rol: oír, consolar, aconsejar y formar mediante la búsqueda de alternativas para la prevención; aprender sobre el virus del COVID-19, los servicios de emergencia, las disposiciones sanitarias, las pruebas diagnósticas y las entidades de servicio hizo parte del aprendizaje.
En ese sentido, la pandemia constituyó un telón de fondo retador pero apasionante para conciliar momentos de angustia por el encierro, la inestabilidad laboral, la aparición de enfermos en las unidades residenciales, en los núcleos familiares o los grupos de amigos. Emergió un nuevo rol: escuchábamos, consolábamos y transformábamos a nuestros estudiantes en actores del autocuidado.
Para algunos maestros esas experiencias representaron momentos maravillosos, el rol tradicional se transformaba, pues la clase y el aprendizaje autónomo eran espacios para el estudio de la pandemia mediante proyectos grupales. El autocuidado para la prevención y el control tuvo su lugar en el proceso docente; el porqué, el para qué el cuándo y el cómo actuar se convirtieron en parte del lenguaje cotidiano, había preguntas, opiniones, episodios cercanos de enfermedad.
Emergío un nuevo rol: escuchábamos consolábamos y transformábamos
Todo apuntaba a entender que era posible formar a los “formadores” domésticos en autocuidado, en algunas ocasiones otros miembros de la familia se convirtieron en espectadores de algunas clases, en especial cuando se hablaba de la pandemia y del autocuidado; lo discutido era importante se aclaraban dudas, se señalaban caminos, la interacción era evidente. Se podía palpar una faceta útil de la docencia presencial con apoyo virtual.
En este contexto, las medidas preventivas como el uso de tapaboca, el lavado de manos, el distanciamiento personal más no social, pasaron del discurso a la práctica cuando se comprendía la utilidad de los procedimientos y la responsabilidad individual como una respuesta a la salud del colectivo familiar. Fue un espacio modulador para el conocimiento.
Se hablaba de la pandemia y del autocuidado; lo discutido era importante
Como una consecuencia de lo anterior, los docentes conocedores de la asignatura, confiados en su capacidad comunicativa y el dominio del grupo en condiciones de presencialidad, se transformaron en aprendices de salud pública, usuarios de redes especializadas y de nuevas tecnologías para la interacción pedagógica mediante apoyos virtuales, muchas veces en condiciones de desigualdad en cuanto al acceso a Internet y de disponibilidad de adecuados equipos de cómputo.
En medio de la turbulencia de la pandemia, los nuevos roles docentes permitieron el encuentro de espacios propicios para el conocimiento a través de la lectura y también para la escritura.
Las noticias y el material mediático escrutado por el docente mostraron los mitos y las realidades en la comunicación de conocimiento sobre el nuevo coronavirus, también algunos conceptos emitidos por falsos expertos.
De un momento a otro identificábamos la información inexacta, aquella que se producía sin tener en cuenta la evidencia científica; las noticias falsas se convirtieron en otro tema para la discusión; los espacios aplicados al estudio de la realidad social y sanitaria se convirtieron en alternativa estimulante para el trabajo colectivo.
Como puede inferirse, los estudiantes se convirtieron en actores y no solo en espectadores mediante la investigación grupal; era el momento para realizar seguimientos cualitativos y cuantitativos a la pandemia pues la información estaba disponible, los sistemas de vigilancia epidemiológica pasaron a ser de dominio público, se podía conocer en tiempo real la situación de la COVID-19 en el mundo y el país, la ciudad y las localidades.
Asimismo, unificar conceptos alrededor de lo esencial nos demostró que tanto docentes como estudiantes éramos comunicadores y transformábamos las percepciones y actitudes de familiares y amigos. En ese sentido, enseñar y comunicar en condiciones de pandemia constituyó un escenario para repensar el ejercicio docente.
Por lo anterior, los maestros debemos aceptar el reto de los nuevos roles si queremos asegurar el paso eficaz desde lo coyuntural de la emergencia sanitaria, hacia lo estructural del regreso a las aulas es decir, la recuperación y la nivelación después del receso y la vivencia en la nueva normalidad a donde la transformación de los roles docentes llegó para quedarse. Lo anterior demandará la construcción de espacios para la reflexión y la evaluación de la enseñanza.
SERIA MUY INTERSANTE QUE POR ESTE MEDIO SE PUDIERAN OBSERVAR LOS LIBROS O GUIAS PARA TRABAJO CON ESTUDIANTES Y QUE EL DOCENTE LAS PUDIERE UTILIZAR PARA UN BUN TRABAJO CON EWSTUDIANTES.
.GRACIAS