*El presente artículo fue extraido del libro “Una mirada al mañana para la escuela de hoy” del proyecto “La escuela que viene. Reflexión para la acción” de la Fundación Santillana. En su interior puede ser enontrado de las paginas 26 a la 27 y su titulo original “aprendizaje para la escuela post-pandemia” fue cambiado al presente.
Hay cosas en la escuela que no están funcionando
Lo vemos todos: los alumnos, los docentes, las familias.
Y lo decimos todo el tiempo. Sin embargo, muchas veces nos cuesta pensar en los cambios que tenemos que hacer a corto plazo. Hablamos como si la escuela fuera un proyecto que estamos armando para una generación distante, y no un lugar donde ahora hay chicos pasándolo mal. Hablamos mucho de la escuela del futuro, pero no de la del presente.
Además de estudiante soy activista y muchas veces me han dicho, tanto a mí como a los otros jóvenes con los que trabajo, que somos el futuro. Que vamos a cambiar el mundo y vamos a hacer cosas increíbles. Me gusta contestarles que no somos el futuro, sino el presente, que ya estamos cambiando el mundo y haciendo cosas increíbles. No somos lo que viene. Ya estamos acá. En las calles, en el congreso, en los medios, y en un montón de lugares en los que hasta hace poco no se pensaba que tuviéramos lugar.
Somos el futuro. Que vamos a cambiar el mundo y vamos a hacer cosas increíbles.
Así me gusta pensar también en la escuela y en nuestro papel como estudiantes. Nuestra inclusión en los espacios de planificación y ejecución de proyectos educativos tiene que suceder ahora, porque es ahora cuando más necesitamos las voces de los jóvenes al frente. Es importante desprendernos de las nociones adulto- céntricas que enmarcan nuestra forma de pensar la educación desde hace siglos, y empezar a ver a los alumnos como algo más que adultos en potencia.
Y es que la escuela, hasta hace muy poco, se pensaba principalmente para eso: prepararnos a los niños para el resto de nuestras vidas, para tener un trabajo y vivir en sociedad. En ese sentido siempre fue la escuela del futuro, la que piensa en lo que viene y poco en el ahora. Sin embargo, esta escuela obsesionada con prepararnos para lo que se nos viene encima, ignora mucho de lo que realmente necesitamos. Desde educación sexual hasta financiera, desde la educación ambiental hasta la emocional, ese futuro que la escuela piensa para nosotros está incompleto.
Necesitamos una escuela en la que las calificaciones no lo sean todo, en donde el contenido valga más que las formalidades
Pero los estudiantes necesitamos de la escuela muchísimo más que eso. Necesitamos una escuela que se preocupe por nosotros ahora, que nos enseñe no solo lo que nos va a ser útil sino lo que nos interesa y preocupa. Que nos ayude a cuidar nuestra salud física y mental y a navegar nuestros vínculos con respeto. Necesitamos una escuela en la que las calificaciones no lo sean todo, en donde el contenido valga más que las formalidades y donde se busque siempre la excelencia, pero nunca el elitismo. Necesitamos una escuela en la que los estudiantes valgamos la pena, no solo como los adultos en que nos vamos a convertir, sino como los niños llenos de ideas, preguntas y pasiones que ya somos. Una escuela del presente.
La escuela está sucediendo ahora. Y ahora, mientras mucho de lo que considerábamos verdadero se derrumba, tenemos que aprovechar nuestro poder para moldearla a imagen de nuestros sueños. Porque construir la escuela del futuro es la tarea de los estudiantes del presente. Y ya lo estamos haciendo.