Introducción
La presencia de la IA generativa en el aula ya no es un fenómeno perteneciente al futuro ni a la ficción: es nuestro presente. A partir de la aparición pública de ChatGPT, en noviembre de 2022, los docentes de todos los niveles nos hemos visto interpelados por una pregunta urgente y compleja: ¿qué papel debe asumir la enseñanza en un contexto en el cual los sistemas de la IA pueden generar textos, responder preguntas, resumir ideas y escribir ensayos? La respuesta no es sencilla y se suma a otras problemáticas que aquejan el sistema educativo. En medio de la presión por “actualizarse”, muchos educadores se sienten desbordados por la velocidad del cambio, mientras otros exploran con entusiasmo su potencial. No obstante, la clave no está en “usar” la IA por moda o por temor a quedarse atrás, sino en formarnos críticamente para discernir cuándo, cómo y por qué integrarla pedagógicamente (Yee et al., 2024; Artopoulos & Lliteras, 2024; UNESCO, 2024).
El verdadero reto no consiste en incorporar la inteligencia artificial al aula, sino en aprender a decidir cuándo hacerlo, con qué propósito y en qué condiciones pedagógicas, éticas y tecnológicas. Frente al entusiasmo por la innovación, se requiere una pausa formativa, que incluye al menos dos horizontes: por un lado, resulta necesario conocer cómo funcionan los modelos generativos, comprender sus sesgos, sus límites y su potencial educativo. Por otro lado, esto no solo implica explorar herramientas sino, también, desarrollar criterios para determinar cuándo la IA puede enriquecer una experiencia de aprendizaje y cuándo podría fragilizar, e incluso deteriorar, procesos cognitivos o emocionales de suma importancia para el desarrollo humano. Como señalan Bauer et al. (2025), el impacto de la IA en el aprendizaje depende menos de su presencia que de cómo se implementa instruccionalmente, y de si los docentes y los estudiantes cuentan con las condiciones necesarias para darle sentido pedagógico al uso de estas tecnologías.
7 claves para discernir cuándo (no) usar la IA en el aula
1. ¿Cómo despiertas la conciencia crítica de tus estudiantes y la tuya propia respecto a lo que genera la IA?
Uno de los principales riesgos que se corre al incorporar la IA generativa, sin disponer de una mediación pedagógica, es asumir que sus respuestas son verídicas o confiables, por el solo hecho de ser plausibles y de estar bien redactadas. Esto es así porque estas herramientas pueden producir afirmaciones falsas, imprecisas o inventadas (conocidas como “alucinaciones”), que parecen coherentes pero que carecen de sustento en fuentes demostrables (Artopoulos & Lliteras, 2024; Yee et al., 2024). Si los estudiantes no han desarrollado habilidades de pensamiento crítico y verificación, la incorporación de la IA puede no solo desinformar, sino también aseverar y reforzar creencias erróneas con seguridad discursiva. En ese sentido, el uso de la IA no debe ser un punto de partida sino, más bien, una estrategia aunada a la madurez, que se introduce cuando los estudiantes ya han adquirido ciertas competencias interpretativas y analíticas, y sobre todo, cuando los docentes podamos acompañarlos en la identificación y mitigación de estos riesgos.
Antes de decidir si una actividad puede beneficiarse del uso de la IA, como docentes, debemos preguntarnos si nuestros estudiantes están en condiciones de evaluar críticamente lo que esta tecnología produce: ¿pueden distinguir entre información confiable y errores bien escritos?, ¿saben cotejar respuestas con otras fuentes?, ¿pueden cuestionar el sesgo de una respuesta generada? Si la respuesta a estas preguntas es negativa, lo más sensato podría ser posponer el uso de la IA en esa actividad determinada y, en su lugar, diseñar tareas que fortalezcan las habilidades de lectura crítica, evaluación de evidencias y construcción argumentativa. Como afirman Ellerton et al. (2022), el pensamiento crítico implica analizar con profundidad, identificar relaciones lógicas, explorar alternativas y justificar decisiones, entre otros procesos. En estos escenarios de madurez y consolidación de habilidades, la IA puede convertirse en una excelente interlocutora, que potencie las habilidades relacionadas con el pensamiento crítico.
2. ¿Cuál es el elemento diferencial que aporta la IA a tu diseño pedagógico?

La incorporación de la IA en el aula no siempre se traduce en innovación educativa. Muchas veces, la tecnología se introduce por curiosidad, por presión o sin una finalidad pedagógica clara. Esta práctica puede generar un uso superficial, o incluso contraproducente, si se desvía la atención del propósito formativo. Como advierten Bauer et al. (2025), el uso efectivo de la IA no reside en su mera presencia, sino en su implementación instruccional alineada con objetivos de aprendizaje significativos. El modelo ISAR, que estos autores proponen, distingue entre usos que simplemente sustituyen estrategias existentes (sin valor agregado) y aquellos que amplifican o redefinen tareas para fomentar aprendizajes más profundos. Entonces, la pregunta clave no es: “¿puedo usar la IA en esta actividad?”, sino: “¿qué valor aporta, realmente, la IA a esta experiencia de aprendizaje?”. De esta manera, un uso intencionado de la IA en el aula debe nacer de un diagnóstico, una reflexión pedagógica y una articulación consecuentes con la propuesta curricular institucional. A este efecto, son pertinentes las siguientes preguntas: ¿qué necesidades tienen mis estudiantes y qué necesidades tengo yo?, ¿qué obstáculos o problemas podrían abordarse con la IA?, ¿qué habilidades podrían potenciarse al incorporarla? Cuando la IA se integra con una mediación pedagógica para acompañar procesos específicos, como la generación de borradores, la exploración de múltiples perspectivas o la síntesis de argumentos, entre un sinfín de posibilidades, puede convertirse en una aliada del pensamiento y del proceso de aprendizaje.
3. ¿Cómo se cuidan las emociones, la confianza y el bienestar en el aula, en tiempos de la IA?
El aprendizaje significativo, sostenible y perdurable no tiene lugar únicamente en la dimensión cognitiva, sino también en la emocional. Ignorar esto al incorporar tecnología, puede afectar la motivación, el sentido de pertenencia y de propósito, y la seguridad afectiva de los estudiantes. Tovar Martínez (2024) y Cobo (2024) señalan que una de las claves para integrar la IA, de forma adecuada, en el aula es recordar que esta no sustituye el vínculo humano: la tarea docente continúa siendo acompañar, observar, animar y construir comunidades de aprendizaje.
Incorporar la IA sin atender a las emociones puede conducir a experiencias impersonales, mecánicas e, incluso, frustrantes para los estudiantes. Si no se cuidan los climas afectivos, los usos tecnológicos corren el riesgo de excluir, confundir o desanimar. Por esta razón, antes de introducir la IA en el proceso educativo, conviene preguntarse: ¿hay confianza para experimentar con nuevas herramientas?, ¿pueden expresarse las dudas y errores con libertad? Si no es así, quizá no sea valioso utilizar la IA, sino que se deben construir, primero, las condiciones para su integración cuidadosa e intencionada. Como subraya el marco AI Literacy de laOECD (2025), formar para la era de la IA no implica solo enseñar destrezas técnicas, sino cultivar actitudes de empatía, reflexión, corresponsabilidad y colaboración entre los estudiantes y los docentes.
4. ¿Cuál es la ruta para aprender a usar la IA?
El entusiasmo por incorporar la IA, en las aulas, debe ir acompañado de una comprensión sólida de cómo funcionan estas herramientas, y de los dilemas éticos que implican. Muchas personas exploran su uso de manera intuitiva, sin haber recibido formación sobre los fundamentos de los modelos generativos, sus procesos de entrenamiento, los sesgos que reproducen o los límites epistemológicos de sus respuestas. Esta falta de preparación puede tener consecuencias importantes, desde el uso acrítico de contenidos erróneos y la extrema dependencia, hasta la exposición involuntaria de datos personales o la promoción de visiones sesgadas del mundo. Como advierte la UNESCO (2024), el desarrollo profesional docente en IA debe abarcar no solo habilidades técnicas, sino también competencias éticas y pedagógicas, y una mentalidad centrada en lo humano.
Es importante diferenciar entre habilidades técnicas (como interpretar un prompt o corregir “alucinaciones”) y habilidades éticas (como identificar sesgos o decidir cuándo no usar la IA). Esta formación, también, debe problematizar las lógicas económicas de las plataformas de IA y la industria tecnológica, preguntándose: ¿qué intereses corporativos modelan su funcionamiento?, ¿cómo estos afectan la autonomía educativa y la privacidad?
Por otro lado, se ha de reconocer que muchos docentes enfrentan una sobrecarga laboral, escaso acompañamiento institucional y falta de recursos, lo cual vuelve indispensable diseñar formaciones que sean accesibles, breves y aplicables al aula real. Formarse en IA no significa convertirse en programador ni en experto, sino aprender a hacer las preguntas correctas: ¿cómo se entrenó esta herramienta?, ¿qué tipo de datos alimentaron sus respuestas?, ¿puedo confiar en esta fuente?, ¿a quién beneficia o perjudica este uso? Como afirma Furze (2025), es fundamental que el profesorado pueda guiar conversaciones con su comunidad educativa sobre la privacidad, la equidad, los derechos de autor, la desinformación y la sostenibilidad. Además, es esencial reconocer las desigualdades de acceso. No todos los estudiantes o docentes cuentan con conectividad estable, dispositivos adecuados o capacitación mínima para participar en este entorno digital.
5. ¿Tus estudiantes saben interactuar y reflexionar con la IA?
El uso formativo de la inteligencia artificial en el aula no se limita a “consultarla”, como si fuera una enciclopedia o un oráculo, sino que requiere aprender y enseñar a los estudiantes cómo colaborar con ella desde una postura crítica y activa. Interactuar con la IA implica mucho más que recibir una respuesta, supone formular preguntas claras, evaluar la relevancia de las respuestas, identificar errores, mejorar los prompts y refinar la producción generada. En este sentido, como lo subraya Furze (2025), la educación con IA debe formar en capacidades de interacción, iteración y toma de decisiones informadas. Se trata de promover un tipo de alfabetización, en la cual el estudiante no se limite a consumir lo que la IA le entrega, sino que aprenda a intervenir en ese proceso, cuestionarlo, expandirlo y apropiárselo, a partir de una perspectiva crítica y reflexiva.
Incluir la IA en el aula sin desarrollar esta dimensión de diálogo crítico puede llevar a prácticas pedagógicas, que consolidan la pasividad o la dependencia tecnológica. Por esto, antes de decidir la conveniencia de su uso, es pertinente hacerse estas preguntas: ¿cómo puedo comprobar si mis estudiantes saben mejorar las respuestas de la IA?, ¿pueden comparar opciones, tomar decisiones argumentadas y justificar sus elecciones? Si no es así, lo más valioso puede ser enseñar primero a pensar con y contra la IA. Como señalan Yee et al. (2024), los grandes modelos de lenguaje no son fuentes de verdad, sino “predictores de palabras plausibles”, y solo los estudiantes que han sido formados en esta lógica pueden convertirse en usuarios críticos y no en replicadores automáticos. La IA se convierte, entonces, en un espacio de desarrollo para el juicio y para la creatividad, no en un medio para sustituirlos.
6. ¿Cómo evitas que la IA reemplace el esfuerzo cognitivo?
Una de las decisiones más delicadas que debe tomar un docente al integrar la IA en el proceso educativo es identificar qué tareas deben ser realizadas por el estudiante, sin delegarlas a la máquina por completo. Aunque la IA puede ayudar a generar ideas, estructurar textos o sintetizar información, no debería sustituir los procesos cognitivos que los estudiantes están en proceso de dominar. Como advierten Bauer et al. (2025), cuando los estudiantes delegan el análisis, la argumentación o la redacción a un sistema generativo, se limita su posibilidad de aprender, practicar y afinar estas habilidades. Desde un enfoque de mentalidad de crecimiento (Dweck, 2006), como habilidad perdurable en tiempos de la IA, debemos valorar la importancia del error, del reto y del esfuerzo, en el proceso de aprender.

Por todo esto, una de las preguntas más importantes que debe hacerse el docente es: ¿esta tarea necesita ser pensada, autónomamente, por el estudiante, o puedo permitir que la IA intervenga, sin comprometer su aprendizaje? Si se trata de una actividad formativa clave, como comparar fuentes, construir un argumento o explicar un concepto en sus propias palabras, es preferible diseñarla sin acudir a la IA, o utilizarla solo como recurso auxiliar (por ejemplo, para generar contraejemplos o desafiar ideas previas). Aprender a “co-pensar” con la IA requiere un enfoque mixto, a saber: permitir que la herramienta apoye el razonamiento sin sustituirlo. En este sentido, el rol del docente consiste en mantener la tensión creativa entre ayuda y autonomía, asegurando que el estudiante sea siempre el protagonista de su proceso cognitivo. Una posible forma de integración puede incluir: 1) identificar los objetivos formativos, 2) definir el rol de la IA en la tarea, y 3) establecer un mecanismo de evaluación del aprendizaje, que priorice y visibilice el esfuerzo humano. Por ejemplo, “co-pensar con la IA” puede traducirse en pedir al estudiante que compare una respuesta generada por la IA con su propia versión de la misma, y justifique cuál comunica mejor el concepto.
7. ¿Cómo son los acuerdos sobre el uso de la IA, en tu aula y en tu institución?
El uso de la inteligencia artificial en la escuela debe darse de manera transversal: desde las implicaciones que tiene su acceso en las aulas de cómputo o en la biblioteca, hasta el uso guiado en el aula. Preguntas como: ¿está permitido ingresar a una IA, sin supervisión o sin instrucción explícita?, ¿está permitido usar la IA para planear un texto?, ¿y para escribirlo?, ¿debo declarar que utilicé una herramienta?, ¿qué se considera trampa? no pueden responderse caso por caso. Como lo plantea la UNESCO (2024), es necesario co-construir normas de regulación claras con la comunidad y con los estudiantes, que definan cuándo, cómo y con qué condiciones puede usarse la IA en actividades académicas. Estos acuerdos permiten establecer un marco de confianza y transparencia, reducen la ansiedad y fomentan la responsabilidad individual y colectiva. Al igual que ocurre con las reglas de citación o con los criterios de evaluación, los marcos éticos sobre el uso de la IA deben enseñarse, discutirse y adaptarse según el contexto.
Estas normas, también, deben estar acompañadas de políticas institucionales claras, formación sistemática y flexible para los docentes, y marcos curriculares que respalden un uso ético y significativo de la IA.
Este trabajo ético no implica solo prohibiciones, sino también criterios para reconocer el valor de la intervención humana. Como afirman Yee et al. (2024), los estudiantes y los docentes deben aprender a rendir cuentas de sus decisiones al usar IA, explicando qué utilizaron, cómo lo modificaron y qué aportaron ellos mismos en el proceso. Incorporar este tipo de reflexividad ayuda a que, como usuarios, aprendamos a comprender que el uso de la IA se aúna al de otras herramientas y aplicaciones tecnológicas, que ya hacen parte de nuestra cotidianidad (como los correctores de estilo, los traductores, Wikipedia, etc.), con el fin de no esconder el uso de la IA, sino aprender a integrarla con responsabilidad y propósito. De este modo, el aula se convierte en un espacio de alfabetización ética, en el cual se cultiva una ciudadanía digital crítica. En lugar de generar miedo o sanciones, los acuerdos éticos, que están diseñados cuidadosamente, permiten que la comunidad desarrolle capacidades para navegar en entornos tecnológicos complejos, con honestidad y propósito.
Conclusión
La IA en al aula no exige que todos los docentes se conviertan en expertos tecnológicos, pero sí requiere un compromiso renovado con nuestra responsabilidad pedagógica, esto es: discernir, acompañar, cuidar y desafiar. Integrar la IA en los procesos educativos no se trata de seguir una moda, sino de tomar decisiones conscientes, que pongan el aprendizaje y el desarrollo humano en el centro. Esto implica, más que “saber usar” herramientas, pensar con ellas, contra ellas, y sobre ellas. Y, de manera especial, saber cuándo no usarlas. En la actualidad, formarse en IA significa formarse para sostener y desarrollar la agencia, la creatividad y el juicio crítico, en un mundo cada vez más permeado por los sistemas automatizados. Este artículo es una invitación a sumarse a ese camino.
Declaración de uso de la IA
La ideación, argumentación y elaboración de este texto fueron desarrolladas, en su totalidad, por la autora. Se utilizó ChatGPT 4.0 como apoyo, para organizar el contenido, editar, resumir y reescribir algunos segmentos del texto.
Referencias
Artopoulos, A., & Lliteras, A. (2024). Alfabetización crítica en IA. Recursos educativos para una pedagogía de la descajanegrización. Trayectorias Universitarias, 10(19), e168.
Bauer, E., Greiff, S., Graesser, A. C., Scheiter, K., & Sailer, M. (2025). Looking beyond the hype: Understanding the effects of AI on learning. Educational Psychology Review, 37, 45.
Cobo, C. (2024). Una educación más humana en la era de la inteligencia artificial. Tendencias EL País (España). Disponible en: https://elpais.com/proyecto-tendencias/2024-02-21/una-educacion-mas-humana-en-la-era-de-la-inteligencia-artificial.html
Dweck, C. S. (2006). Mindset: The new psychology of success. Random House.
Ellerton, P., Kuss, A., Vaughan, K., Leibovitch, Y., & Brown, D. (2022). Teaching critical thinking and why it matters: A transdisciplinary pedagogy for teaching critical thinking.
Furze, L. (2025). Teaching AI Ethics: Practical strategies for discussing AI ethics in K–12 and tertiary education. Recuperado de: https://leonfurze.com/ai-ethics/
OECD. (2025). Empowering learners for the age of AI: An AI literacy framework for primary and secondary education (Review draft).
Palomino Gámez, S., & Vázquez Parra, J. C. (2024). Herramientas de IA para detonar la reflexión y procesos creativos. En EDU BOOK: Inteligencia artificial generativa. Enfoques prácticos para docentes (pp. 54–60). Observatorio IFE, Instituto Tecnológico de Monterrey.
Tovar Martínez, A. M. (2024). Cinco puntos clave para la integración de la IA en el aula. En EDU BOOK: Inteligencia artificial generativa. Enfoques prácticos para docentes (pp. 28–33). Observatorio IFE, Instituto Tecnológico de Monterrey.
UNESCO. (2024). AI Competency Framework for Teachers. UNESCO publishing.
Yee, K., Uttich, L., Main, E., & Giltner, E. (2024). AI Hacks for Educators: 50+ Practical Tips for Faculty to Save Time by Using GenAI. University of Central Florida.





