Se suele entender por aprendizaje semipresencial o Blended Learning a una combinación variable de trabajo en el aula y de trabajo a distancia, asíncrono y distribuido, aprovechando para ello una cierta combinación de Internet y de otros medios digitales. Se supone que bajo las nuevas condiciones propiciadas por la tecnología, los alumnos pueden controlar algunos factores como el lugar, el momento o el espacio de trabajo. Salvo por el hecho de que el correo electrónico y los sistemas de mensajería resultan más rápidos que el correo postal y que el chat proporciona un medio de conversación síncrono muy sencillo y barato, esta visión de las posibilidades de la tecnología solo supone una revisión de los procesos educativos desde la perspectiva de su virtualización, lo que apenas ha servido para generar una experiencia educativa nueva y genuinamentea digital.
La dimensión digital de la educación tiene que ver con la reflexión abierta acerca del modo en el que los procesos educativos pueden mantener e incrementar su utilidad social tomando ventaja de las nuevas lógicas sociales derivadas de la instalación de las redes en prácticamente todos los procesos sociales y también con el hecho de que la tecnología de las redes y las comunicaciones se ha hecho portable y ubicua.
Me gustaría, por todas las razones mencionadas, ampliar el concepto de mezcla, hibridación o mestizaje a otras dimensiones del proceso de enseñanza–aprendizaje que se habilitan al extender digitalmente los procesos educativos. En el nuevo espacio mestizo de la educación digital se están re–mezclando componentes que, hasta el momento, estaban separados dentro de la institución educativa, o incluso excluidos de la misma, y que no solo tenían que ver con cómo ésta ocupaba, utilizaba y resolvía los problemas derivados del espacio, la proximidad, la distancia o la disponibilidad temporal o espacial de personas o recursos. Probablemente, estas nuevas propuestas no ocupan el centro de la educación ahora, ni son el resultado de un fascinado discurso tecnológico sobre educación. Más bien es la consecuencia de considerar que, en el mundo educativo extendido digitalmente, la educación sigue siendo una relación personal, no solo entre el profesor y sus alumnos, sino entre estos entre sí y con el mundo a través de los textos que se leen y comentan en ese espacio que denominamos clase.
Tal vez por todo ello convendría pensar al revés. En ese caso, lo digital o la dimensión digital de la educación quizá no sea ya más, solo algo que ocurre cuando los diferentes actores educativos no están físicamente presentes los unos para los otros, sino especialmente cuando lo están, lo que en la práctica significa que la dimensión digital y la ubicuidad de los recursos y de las personas media o interfiere en el modo en el que nos hacemos presentes a los demás y en el modo en el que nos relacionamos con ellos aquí y ahora. Las mezclas ahora posibles tienen que ver, sobre todo, con quién se aprende y cómo se aprende. Esta presión sobre los quiénes y los cómos puede estar impulsando una transformación digital del sistema social de enseñanza/aprendizaje de una enorme profundidad.
Los griegos denominaban metis a la inteligencia práctica aplicada a la resolución de problemas. La astucia del general o la habilidad de un capitán para gobernar su nave en la tormenta son casos particulares de metis. Por supuesto, la metis se aprende y desarrolla en el marco de una acción y de una relación: la que se da entre un padre y un hijo, un mentor y su pupilo o un profesor y su alumno; pero también la que se da entre iguales. La metis se acelera además con el número de experiencias, valga decir, con el número de batallas o tormentas. Quedémonos con la idea de que metis pone el acento en el hecho de que el aprendizaje es sobre todo una acción y que el que aprende aspira a algo que no posee, pero que con acompañamiento y suficientes repeticiones podrá adquirir: experiencia.
La idea de mezclar o de hibridar quizá pueda ser una manera de referirse y dar continuidad a categorías del aprendizaje que hasta ahora vivían separadas. Ahora debería ser posible aprender muchas cosas como se aprende a jugar al fútbol, esto es, jugando a fútbol, cabe decir más en general, haciendo, ensayando, experimentando, hibridando o mezclando el pensamiento y la acción. La continuidad entre el pensamiento y la acción es también la continuidad entre las mañanas en la escuela y las tardes haciendo los deberes o la continuidad que puede darse ahora entre los profesores con sus alumnos y entre estos entre sí, cuando comparten una comunidad de aprendizaje. Tal vez alguien pueda estar beneficiándose de las acciones para aprender en un contexto educativo gamificado que le permite competir entre pares, tal vez otros puedan estar ensayando y experimentando, solos o en comunidades de aprendizaje presenciales y virtuales. Lo relevante en todo caso, es la inclusión de la dimensión informal en el corazón relacional de los aprendizajes formales.
Las nuevas posibilidades abiertas por la tecnología y la nueva actualidad digital del mundo parecen estar configurando una solución a los problemas de la enseñanza y el aprendizaje en la que las partes, los que quieren aprender y los que quieren enseñar, pueden encontrarse, conectarse o enlazarse sin mucho más esfuerzo que el de utilizar el buscador de Google, que es lo que parece facilitar y asegurar la idoneidad de esta nueva mezcla entre una oferta y una demanda deslocalizadas que se hibrida y compite globalmente con la escuela, sus clases y la autoridad de sus profesores. En el mundo horizontal y global de la enseñanza virtualizada, de los youtubers y de los tutoriales, de los recursos educativos abiertos y universalmente accesibles no parece imprescindible que las partes se encuentren ni siquiera en la narración que se genera en el aula y por consiguiente tampoco parece necesario que haya referencia alguna a ninguna clase de autoridad que dote a esta clase de intercambios de un marco de seguridad y garantías.
Los saberes así reducidos a contenidos e instrucciones parecen democratizarse e igualarse a la par que su valor se torna inseguro; al mismo tiempo, los profesores se convierten en un instrumento que, en el mejor de los casos, guía el aprendizaje en el marco de un sistema que es capaz de producir mucho más conocimiento y mejor que el que ellos parecen capaces de atesorar. Reducido el profesor, según esta visión, a un mero transmisor de contenidos, a una especie de enciclopedia andante, su papel se ve abocado al de auxiliar del sistema global de creación y transmisión de conocimiento. No es difícil anticipar que no queda tanto para que alguien proponga seriamente un asistente virtual que sustituya a los profesores y guíe a los discentes en sus procesos de aprendizaje.
Probablemente, en este discurso la idea de cambio esté sobrevalorada o al menos, si consideramos las cosas con algún cuidado, sus demandas no resulten tan exigentes ni acuciantes como parecen; pero sobre todo, es posible que los profesores nunca hayan estado en condiciones de conocer y transmitir todo el saber disponible en su tiempo. Quizá la reflexión deba centrarse en el hecho de que a pesar de todo algo permanece en la educación. Y lo que creo que permanece, como he señalado antes, es que la educación es al fin y al cabo una relación personal, una conversación entre alguien que aprende y alguien que enseña, un diálogo entre generaciones que necesita que aquel que enseña tenga a la postre algo que enseñar y el que aprende algo que aprender. Hannah Arendt en “La crisis de la educación”, un artículo escrito muy a finales de los años 60, consideraba que la educación tiene la obligación de preservar lo valioso del mundo de la energía creativa y en cierto modo, como acontece en toda creación, destructora de los nuevos, lo que pone el asunto de la autoridad no en el lado del saber, sino en el de discernir. Saber entonces no se refiere tanto a la capacidad para repetir o transferir, cuanto a la de pensar y distinguir. Esta capacidad para el discernimiento es lo que a pesar de todo sigue separando al profesor de sus alumnos. En esta época, que alguien ha dado en denominar de la post–verdad, el que al fin y cabo sigan existiendo profesores nos defiende de la anomia que amenaza permanentemente al futuro del mundo y dota a la idea de enseñanza semipresencial de un componente necesario: el hecho de que por mucho que seamos capaces de distribuir y deslocalizar los procesos de aprendizaje se impone la necesidad de que un profesor siga estando presente en el centro de los mismos, gobernándolos y dotándolos de sentido.
En la actualidad, sin embargo, abundan los discursos que señalan la imposibilidad de esta relación entre un profesor y sus alumnos. Se dice que las nuevas generaciones son nativos digitales, mientras de las que están en edad de enseñar se dice que son inmigrantes digitales. Por supuesto, la comparación es desafortunada, pero además probablemente resulte a la postre falsa. Olvida el hecho de que la tecnología es muy fácil de utilizar si se sabe para qué, pero que carece de interés hacerlo si tal cosa es desconocida. Esto no tiene mucho que ver con nativos e inmigrantes, sino con el hecho más profundo de que todavía no sabemos demasiado sobre cómo mezclar todos los componentes que nos brinda la incesante creatividad tecnológica en una nueva receta educativa que actualice los procesos de enseñanza–aprendizaje y sus componentes permanentes y los incorpore con sentido al nuevo espacio digital de la sociedad en red.
Cuando al profesor se le asigna la responsabilidad de discernir o distinguir, algunas de las tensiones tradicionales con el ejercicio de la autoridad pueden aliviarse y desaparecer, lo que permite incorporar procesos de aprendizaje entre iguales e informales, algo que puede puede resultar muy útil ahora que tanto necesitamos acelerar los procesos de aprendizaje. Para lograrlo, es necesario no pensar la tecnología como una especie de suplemento aplicable en aquellos lugares o procesos donde no se puede desarrollar un proyecto de educación presencial, ni como complemento de la enseñanza presencial (aunque es evidente que puede funcionar como plataforma de educación a distancia o distribuida). Como decíamos antes, la dimensión digital de los procesos de enseñanza y aprendizaje modifican cómo nos relacionamos aquí y ahora, entre nosotros.
Los Social Media están cambiando las reglas del juego educativo y no solo con relación al espacio y el tiempo: afectan a la naturaleza misma de la relación educativa y a la identidad de sus principales actores, alumnos y profesores. Las redes sociales han demostrado ser más eficientes que las personas individuales en dos clases de cosas: en primer lugar, discriminando la información útil para la Red de la que no lo es y, en segundo lugar, construyendo la reputación de sus miembros, especialmente, identificando aquellos que ejercen, o pueden hacerlo, un liderazgo sobre el resto.
Las comunidades de aprendizaje, permiten la publicación de los actos de aprendizaje, generando profundos efectos de red capaces de acelerar los procesos agregados o sociales de aprendizaje. Al hacerlo, los alumnos pueden suscribirse no solo a su profesor, sino a cualquier compañero de clase. Todos hemos aprendido en el pasado preguntando y trabajando con nuestros iguales, que resultan ser excelentes traductores de los códigos y lenguajes más o menos formales con los que hemos ido construyendo el conocimiento a lo largo del tiempo. Ahora esa relación puede ser en tiempo real: aprendo cuando miro lo que mis compañeros o algunos de ellos miran, en el momento en el que lo hacen. Esto tiene dos consecuencias importantes: en primer lugar, añadimos la capacidad del aprendizaje informal para acelerar los procesos colectivos de formación a un espacio formal de enseñanza–aprendizaje; edemás, el sistema es capaz de identificar a las personas más relevantes de esa comunidad de aprendizaje y utilizarlos como aceleradores del aprendizaje colectivo.
La publicación de los actos de aprendizaje y, en general, las interacciones dentro de un grupo que aprende utilizando una plataforma digital dejan una huella que permite que los profesores puedan, no solo valorar los documentos e interacciones de los participantes en una comunidad, sino aprovechar la habilidad de las redes y de las tecnologías basadas en datos para discriminar las personalidades y recursos descollantes y utilizarlos en beneficio de la comunidad.
Es posible, por último, que estemos viviendo una nueva época ilustrada. La Wikipedia se lanzó el 15 de enero de 2001, hace 15 años y actualmente contiene más de 37 millones de entradas en 287 idiomas. Se trata del proyecto de iluminación colectiva más ambicioso desde que D’Alambert y Diderot publicaran en 1.751 la primera edición de La Enciclopedia, con la diferencia de que en este caso se trata de un proyecto colaborativo que ambiciona cristalizar y mantener al día un registro fiable de todo el conocimiento humano. Desde luego, merece la pena formular la pregunta acerca de si es posible hacer educación sin el recurso a esta nueva enciclopedia ubicua y políglota.
Las comunidades de aprendizaje, permiten la publicación de los actos de aprendizaje, generando profundos efectos de red capaces de acelerar los procesos agregados o sociales de aprendizaje.
La respuesta es que probablemente no y que, por tanto, estas 37 millones de entradas son el último componente que agregar a esta mezcla educativa de la que venimos hablando. Se trata de un componente que puede dar una tonalidad característica a los procesos de enseñanza y aprendizaje en esta época de la educación extendida digitalmente. Parece difícil imaginar la educación del futuro sin el recurso a este casi inagotable caudal de contenidos de calidad, pero también resulta difícil no pensar en las posibilidades relativas a la construcción de nuevas narrativas educativas y de nuevos contenidos para educar de las que nos proveen como resultado de la extensión de la web de datos y de las capacidades del software cognitivo basado en las posibilidades de la computación semántica para generarlas de manera casi automática. Todo ello dota a las personas de una inéditas capacidades de interrogación y, por tanto, de aprendizaje que la institución educativa y en particular los profesores deberán ser capaces de administrar y utilizar con provecho.
A lo largo de este artículo creemos haber mostrado que la idea de Blended Learning se refiere en las actuales condiciones, mucho más al modo en el que se remezclan los viejos y nuevos componentes de la educación en el nuevo espacio social ampliado digitalmente en el que vivimos, trabajamos y aprendemos, que a una descripción del modo en el que la proximidad y la distancia se relacionan en el hecho educativo y en los procesos de aprendizaje.