Si bien es posible que actuar con la cabeza le haya puesto donde está, es aún más probable que actuar con el corazón sea lo que le pondrá donde realmente quiere estar: comenzar a involucrar los sentimientos en sus decisiones puede ser su verdadera revolución.
Columna publicada el martes 17 de mayo de 2016 en la edición N.° 371 del diario Centro (México), disponible en este enlace: Primer lingote de felicidad – Sylvia Ramírez: http://www.sylviaramirez.co/blog/item/74-de-ir-por-la-vida-con-la-frente-en-alto-a-ir-con-el-corazon-en-alto-columna-lingotes-de-felicidad-centro-mexico
Conferenciante internacional de Felicidad y Personal Branding Coach Ejecutivo – Coach Personal @SylviaRcoaching
Si bien es posible que actuar con la cabeza le haya puesto donde está, es aún más probable que actuar con el corazón sea lo que le pondrá donde realmente quiere estar: comenzar a involucrar los sentimientos en sus decisiones puede ser su verdadera revolución.
Primero, porque el valor nace en el corazón; no en la cabeza: conforme pasan los años y vamos asumiendo más responsabilidades comenzamos a aferrarnos con más y más fuerza al ideal de vida promedio; nuestros esfuerzos apuntan con fe a alcanzar la felicidad estándar y nuestra vida termina siendo una oda a la tibieza.
Ese es el problema de racionalizar la cotidianidad en demasía: olvidamos que la felicidad requiere pequeños actos de heroísmo cotidiano y que (por regla general) lo heroico poco tiene de lógico.
Sí, queremos animarnos a innovar; ser capaces de proponer una nueva idea en la oficina o —por fin— saltar a la independencia pero, ¿de dónde podría salir el valor para hacer todo esto?, ¿de la cabeza? No.
Si bastara con entender qué es lo que hay que hacer, hace mucho usted lo habría hecho. La clave es soltar (al menos un poquito) el fardo rancio de la dignidad y comenzar a actuar con el corazón.
Segundo, porque al final de la vida posiblemente no se acuerde de lo que hacía para vivir, pero con toda seguridad tendrá vivas las imágenes de los momentos más significativos: y esa clase de momentos emocionantes se viven a través de un sentimiento; no de un análisis racional.
Recuerde: esto es un juego y NO vamos a salir vivos de él.
¿En verdad tiene caso guardar tan rígidamente la compostura?; ¿en serio es tan importante no despeinarse?; ¿qué sería lo peor que le podría pasar si se muestra un poco sensible y quienes le rodean se dan cuenta de que usted es un humano… como todos?
Si estuviéramos diseñados para vivir para siempre, por supuesto le aconsejaría mantener la pose de tener los sentimientos bajo control.
Sí, le insistiría en la importancia de ir con la frente en alto para no arriesgarse demasiado.
Pero ante la indiscutible brevedad de la vida, al final, cuando pasen los años y los afanes del ego, la verdadera satisfacción vendrá de haberse mantenido como una vez más le sugiero que lo haga: con el corazón en alto.
Y, tercero, porque lejos de poner en riesgo su reputación de líder, la va a robustecer: así como un niño de cinco años hace lo que ve que hacen sus padres y no lo que estos le dicen que haga, los niños de 30 o de 60 años funcionamos exactamente igual: más que seguir las instrucciones de un jefe, hacemos lo que hacen las personas a quienes admiramos.
Por citar solo tres ejemplos de liderazgo real, pensemos, ¿qué tienen en común Mandela, Martin Luther King y Gandhi? Justamente eso: que fueron por la vida no solo con argumentos calculados sino, sobre todo, con sus sueños, con su nobleza, con su disposición hacia el perdón y con su corazón en alto, como me arriesgo a insistir en que lo haga también usted porque de lo que se trata aquí es de su propia felicidad. RM
“Así de sencillo y así de desafiante”.