Edición 6Experiencia Innovadora

Construcción de sentidos in situ: acompañamiento de maestros en Colombia

 

La línea del horizonte en un paisaje es el lugar donde se funden el cielo y la Tierra, hacia donde dirigimos nuestra mirada, pero, al mismo tiempo, es el lugar donde soñamos llegar. El horizonte de sentido enriquece la experiencia vital y es aquello que nutre la dirección del recorrido. Jorge Agudelo Gómez

Es tiempo de abordar la calidad como un discurso de creación de sentidos. Cuando nos acercamos a ella desde una visión pedagógica o analizamos el tema, tan insistente, de la calidad educativa, esta vez desde una mirada integradora, tenemos que contemplar elementos básicos de interacción, tales como lo ideológico, lo político y lo cultural.

Colombia ha dado un paso más hacia un acompañamiento que contiene el intercambio de experiencias y saberes entre maestros. Por medio del Programa Todos a Aprender (PTA) se han establecido acciones innovadoras de formación, que apelan a la construcción de sentidos y permiten revalorar el rol del docente dentro de su espacio de acción. Al invitar a las escuelas para que abran las puertas del aula, evidenciamos que cuando un maestro se forma, no puede desligarse de aquellos a quienes orienta: sus estudiantes, ni del contexto en el que labora. De lo contrario, seguirá siendo una formación incipiente, lejana a su realidad.

El PTA es un programa que destaca la importante labor de los maestros. 3.000 tutores y 100 formadores están atendiendo a 70.000 docentes del país, mediante formación en las aulas.

Como maestra formadora de maestros, puedo afirmar que acompañar al docente en el aula implica construir sentidos. Esto quiere decir, que el compartir continuo de saberes y vivencias cotidianas contribuye a que se establezca la significación y, luego, la resignificación del papel del maestro dentro del aula en la que está inmerso y la escuela que le acoge, así como el entorno geográfico y cultural en el que se ubica. Afirmo también, que he constatado que pretender formar a todos los maestros de la misma manera es negar que el acompañamiento a los docentes de Colombia es tan pluricultural como ella misma. Por ello, con el hecho de realizar un plan de formación que se aleje del aula, perdemos aquellos factores asociados a su devenir diario, que lo hacen docente: cuando nos ubicamos en el diario vivir del maestro, también conocemos el diario vivir del niño o niña, de sus familias, del rector o directivo y del municipio en el que se establecen sus relaciones más próximas.

En la Guía 1, Sustentos del Programa Todos a Aprender (2012) se evidencia este sentir, cuando se señalan algunas precisiones:

Los cambios en las prácticas de aula son posibles con un acompañamiento cercano realizado por educadores expertos que por su competencia en la formación pedagógica y didáctica reflexiva y en la enseñanza de disciplinas específicas estén en la capacidad de impulsar innovaciones en la mirada, acción y relación de los docentes para con sus prácticas. A este tipo de desarrollo profesional típicamente mantenido durante varios años se le denomina situado.

Cuando 100 maestros formadores acompañan a 3.000 maestros tutores, que a su vez construyen sentidos en el aula con 82.500 maestros en ejercicio, se puede tener un piso firme hacia la transformación de las prácticas pedagógicas en nuestro país.

Después de llevar un recorrido como formadora del PTA, agregaría que para acompañar a un maestro, más allá de lo que se ha venido tradicionalmente apuntando como formación, en la búsqueda y aplicación de estrategias mágicas para aplicar en el aula mediante talleres predeterminados, es necesario apuntar a cuatro aspectos clave: su ser, su saber, su quehacer y su querer. El lugar para abordar todos estos aspectos integradores es la escuela por medio del acompañamiento in situ. Allí, sin duda, se construyen sentidos.

Cuando hablo del ser, no me refiero a su vocación, que ha sido un tema tan recurrente, sino acerca de lo que para cada maestro significa serlo. En lugar de preguntarle en principio qué o cómo enseña, sería más pertinente cuestionarlo por quién es como docente. Al acercarnos a su yo docente podremos saber qué pulsiones lo han llevado a asumir esta profesión y desde allí hacer preguntas antes de dar respuestas, o escuchar antes de dar fórmulas para aplicar. ¿Qué tal antes de decirle al docente de lenguaje cómo enseñar a leer, preguntarle quién es él como lector? ¿O como escritor? Y aún más, ¿como maestro? Necesitamos, ante todo, maestros reflexivos de su ser docente, que se empoderen de esta profesión desde lo que significa hacerlo en nuestro país, con todos sus retos y posibilidades.

No podemos obviar tampoco nuestro saber, que implica un equilibrio entre el conocimiento conceptual y el pedagógico, dentro del cual también hallamos lo didáctico. Agregaría entonces que es necesaria una permanente actualización de quien asume este rol, en la cual se acuda a las fuentes primarias de las disciplinas y a su vez, a las estrategias más adecuadas para los contextos actuales. Dicha búsqueda de fuentes o necesidades pedagógicas, las puede apoyar el par en cada uno de sus acompañamientos.

El quehacer es quizás lo que considero central, en especial por las maneras de mantener vivo el interés por el conocimiento, no solamente en los niños y jóvenes, sino en nosotros mismos como modelo de formación. Dentro del quehacer docente educar; evaluar procesos más que resultados; orientar más que prescribir; proponer más que criticar, y autovalorarnos, permitiendo que otros nos acompañen para llegar a una construcción colectiva del conocimiento.

Cada establecimiento educativo en nuestro país es un espacio distinto a cualquier otro, incluso si estamos en la misma entidad territorial. Lo hemos comprobado en el día a día del Programa. Por ello, no es viable invitar a todos los docentes de todos los colegios de una misma entidad territorial y darles algunas charlas acerca de un tema pedagógico para esperar que lo que han visto se aplique de la misma manera y, a partir de allí, mejoren los aprendizajes de los estudiantes. Ya se había implementado por años este tipo de acompañamiento discontinuo que, aunque puede brindar herramientas, no da aliento a largo plazo. ¿Qué se necesita para establecer un proceso de formación permanente que responda a nuestras prioridades como país, pero teniendo en cuenta los requerimientos de cada establecimiento educativo y nuestra pluriculturalidad? En el Programa hemos acudido al acompañamiento in situ, es decir, acompañar al docente en la escuela, principalmente en el aula, como espacio real de formación.

La comunidad educativa está comprometida con la transformación de la calidad de la educación. A hoy, 79 secretarías de educación, de las 80 focalizadas, han firmado los compromisos de gestión y 2.000 rectores y consejos directivos también lo han hecho.

Dicho acompañamiento se establece en dos direcciones: un intercambio de saberes permanente en el lugar del quehacer docente de manera personalizada y la creación de comunidades de aprendizaje en los establecimientos educativos, conformadas por los docentes acompañados. Así, cada institución, en este caso focalizada, tiene un docente tutor que la visita mínimo dos semanas al mes. Llega al aula y se establece como par de los maestros que atiende y como guía de la comunidad de aprendizaje que conforma.

No solamente los maestros, sino también los rectores, los funcionarios administrativos y las familias participan de este proceso de formación. Y esto es vital, ya que el docente no debe estar solo como individuo en esto, sino que para construir un ambiente de aprendizaje sano y constructivo en sus estudiantes, depende también de los demás actores del proceso.

Para que esta formación verdaderamente responda a las prioridades del país, debe haber criterios comunes de acompañamiento que incluyan las necesidades de cada región y tener preceptos coherentes que respondan a los elementos asociados más pertinentes: lo pedagógico, lo formativo, la gestión educativa y las condiciones básicas.

¿Dónde más puede gestarse la construcción real de sentidos en el ámbito educativo, si no en el lugar en el que al maestro le suceden las cosas de manera real y no soñada? El cuarto aspecto, el querer hacer del docente, solamente puede re-crearse o revivirse en la escuela. Es allí, en principio, donde el tutor llega como visitante, después como compañero y puede profundizar en aquello que el maestro ha olvidado a causa de la rutina, del afán o de la soledad. Desempolvar antiguas experiencias exitosas, no compartidas, y retomarlas.

De esta manera, el horizonte de sentidos, en una formación situada, se gesta en el acompañamiento diario que los formadores y tutores hacemos a los maestros. Dicho horizonte se vislumbra cuando establecemos encuentros entre pares en el aula. Aquello que nutre la dirección de ese recorrido es el intercambio de experiencias que nos construyen mutuamente y que se develan con los estudiantes en las prácticas pedagógicas del día a día.

Mónica Lucía Suárez

Magíster en Educación Universidad Nacional Colombia; consultora pedagógica y directora Departamento de Investigación de la Corporación Universitaria Taller Cinco.

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