Edición 17Tendencias

La arquitectura, una aliada en la educación

Pedagogía y arquitectura en la historia

La arquitectura escolar ha sido un campo apasionante para muchos arquitectos durante los siglos XIX y XX, actualmente, en el siglo XXI la relación entre arquitectura y pedagogía comienza a ser un asunto de interés general.

Sin embargo, la reflexión entre espacio y aprendizaje no es un asunto novedoso y ya desde el siglo XIX aparecen escritos sobre cómo puede afectar el contexto físico al ambiente educativo. El pedagogo suizo Henri Pestalozzi (1746–1827), impulsor de la enseñanza pública en Europa, abrió un camino nuevo como punto de partida para desarrollar la unión entre arquitectura y educación.

“En clase y en la escuela el niño debe encontrar en la medida de lo posible la atmósfera de intimidad y de libertad que disfruta en su casa. El medio natural o creado por el hombre –la casa, la escuela, la ciudad– forman una parte vital de la educación del niño”.

(Roth, 1957).

Ya hace dos siglos el espacio donde el niño aprendía empezó a considerarse como un elemento fundamental para su educación.

Pero la manera de enfrentarse desde la arquitectura a la educación ha tenido diferentes enfoques a lo largo de la historia. La arquitectura escolar siempre ha dado numerosos ejemplos de calidad, pero no en todos los casos arquitectura y pedagogía han ido de la mano. Tras la Revolución industrial, y con la urgente necesidad de acoger a toda la población infantil que surgía en las ciudades, se construyeron escuelas funcionales donde el niño no era el sujeto activo.

Los primeros ejemplos de arquitectura escolar estaban inspirados en edificios de esquema militar, modulares, donde el control y la seguridad eran parámetros definitorios de su organización.

A medida que aparece la pedagogía como disciplina específica surgen nuevas teorías de la mano de maestros visionarios (Montessori, Froebel, Steiner o Malaguzzi). Desde la base de estas nuevas teorías la arquitectura ofrece soluciones espaciales acordes con métodos pedagógicos innovadores.

Otros modelos de “arquitectura pedagógica” surgen desde los proyectos de arquitectos que, de manera aislada, desarrollan tipologías experimentales influenciados por métodos pedagógicos o intereses particulares en relación al mundo de la infancia.

Dos ejemplos singulares reflejan este interés por conectar pedagogía y arquitectura, La escuela primaria en Darmstard (1951) del arquitecto alemán Hans Sharoun con referencias a Edouard Claparède y Jean Piaget (teóricos de la pedagogía) y la escuela Montessori de Delft (1960–81) del arquitecto holandés Hermann Hertzberger. La primera concibe que la pedagogía debe partir del niño, de sus aptitudes, deseos y necesidades para orientarlos hacia el bien común como principio de la democracia.

Y la segunda propone una escuela como una pequeña ciudad, donde las aulas–clases desembocan en pasillos–calles de aprendizaje. El niño explora el mundo a través de la escuela.

Ambas siguen siendo un referente y contienen cualidades que hoy en día en la mayoría de los edificios educativos se han perdido y se deben recuperar.

Pese a que aparentemente en el momento actual están apareciendo soluciones originales de arquitectura educativa si exploramos con detenimiento el curso del siglo XX nos damos cuenta que la historia es cíclica y en determinados momentos surgen aires de cambio para adecuarse a nuevas situaciones y necesidades. Es fundamental hacer una revisión de la situación actual para que arquitectura y pedagogía se vuelvan a encontrar.

Situación actual. Momento de transformación

La educación en el siglo XXI se concibe como un sistema integral que aúna todas las parcelas de la vida de los niños y jóvenes.

Del mismo modo que la formación de los alumnos no se limita al tiempo escolar ya que la familia y el entorno son pilares básicos en su aprendizaje, el ámbito donde los alumnos se forman tampoco se reduce solamente al centro escolar.

La ciudad, el barrio o el pueblo donde se mueven los niños es también su lugar de referencia y, por tanto, el espacio desde el cual van abordar sus primeros conflictos y tener sus primeras experiencias de socialización. El contexto urbano debe ser considerado también como un “espacio educador”. Una ciudad amable, integradora, es el lugar ideal para educar hacia una buena convivencia. (Tonucci, 1991).

Por ese motivo los edificios educativos no pueden seguir siendo esos lugares carcelarios donde la seguridad de los alumnos se garantiza por medio de unos límites impermeables, como grandes muros y altas vallas que no dejan ver los que sucede en la calle y solo se atraviesan en el momento de entrada y salida de los alumnos.

La permeabilidad de los colegios hacia los barrios donde se ubican permite a los niños conectarse con la vida urbana y comenzar a conocer su entorno para saber cómo moverse y para adquirir una cultura cívica.

Del mismo modo que los límites de las parcelas educativas deben favorecer una relación fluida con su entorno, los edificios dedicados a la formación deben ser espacios que favorezcan un buen aprendizaje.

La consideración del ambiente donde conviven los estudiantes como un elemento a tener en cuenta para complementar su formación resulta esencial para valorar los espacios educativos actuales como lugares adecuados para educar. (Malaguzzi).

¿Cómo debe ser el colegio ideal del siglo XXI?

No tenemos una respuesta absoluta a esta pregunta, pero en este momento de efervescencia educativa la búsqueda del colegio ideal se está manifestando a través de transformaciones espaciales totales o parciales en colegios para crear espacios atractivos que estimulen la creatividad y la experimentación.

La coherencia entre el sistema pedagógico y el espacio donde se desarrolla es esencial para conseguir una formación integral. Los sistemas pedagógicos integrales exigen entornos cuidados y amables que tienen que estar diseñados de forma “personalizada” para adecuarse a un modo de enseñar.

Desde la primera década del siglo XXI están apareciendo escuelas con una nueva imagen que cambia por completo el imaginario asociado a los centros educativos, empezamos a ver edificios contemporáneos con espacios singulares, coloridos y luminosos, donde los alumnos se motivan también a través del ambiente que viven cada día.

El espacio como “tercer profesor” empieza a ser un concepto que se asume de forma generalizada actualmente, aunque es una teoría que ya tiene más de 50 años cuando Loris Malaguzzi comienza a trabajar con algunas instituciones italianas para fundar las escuelas Reggio Emilia. El diseño de las escuelas está fundamentado en todo momento en las teorías pedagógicas de Malaguzzi que considera los niños como los motores de su propia educación fomentando sus potencialidades de forma individual que se expresan a través de lo que Malaguzzi llamaba “los cien lenguajes” del niño.

Las teorías de Malaguzzi fueron más allá de los límites de la pedagogía de forma que las arquitecturas de sus escuelas tienen una configuración espacial característica basada en principios que fortalecen la idea de la autonomía de los niños como principio básico de su educación.

¿Es posible cambiar a la educación a través de la arquitectura?

Los edificios educativos tradicionales basaban su configuración espacial en el control y la seguridad como principios básicos de su organización. Sin embargo, si queremos fomentar la autonomía y el pensamiento crítico de los alumnos, los espacios donde ellos se mueven también deben favorecer también esta emancipación.

Los espacios diseñados por Rosan Bosch en las escuelas Vittra son lugares estimulantes donde cada mueble es un invento y cada espacio es diferente.

La diversidad espacial y los ambientes heterogéneos son principios fundamentales en los que se basa el diseño de Rosan Bosch. Muchas de sus ideas surgen de los novedosos conceptos enunciados por David Thornburg (Thornburg, 2014) que habla de diferentes tipos de espacios en función de los distintos momentos de aprendizaje de los alumnos.

Thornburg habla de “campfire” (el lugar del relato), “watering hole” (el lugar de intercambio con los compañeros, “caves” (lugar para la reflexión) y “life” (el lugar donde aplicamos lo que hemos aprendido).

Cada uno de estos espacios tiene una materialización distinta y favorece con su diseño un modo de aprender diferente, hay lugares que invitan a la socialización y la conversación y otros que ayudan a la reflexión y la concentración. La variedad de espacios es uno de los aspectos más novedosos de las escuelas del siglo XXI, las aulas dejan de ser un lugar cerrado y modular y comienzan a introducirse distintos tipos de ambientes en los que los alumnos desarrollan capacidades diferentes.

En muchos casos son los propios alumnos los que reflexionan acerca de los espacios que utilizan y forman parte del proceso de cambio con sus ideas y aportaciones. El estudio de arquitectura alemán Baupiloten completa sus proyectos de diseño con un proyecto pedagógico en el que los alumnos se integran para transformar su propio espacio educativo.

El equipo de diseñadores traduce los deseos de los alumnos en transformaciones espaciales y en la incorporación de mobiliario personalizado. Las escuelas adquieren con este proceso una identidad propia con la que los alumnos se sienten representados y los espacios obtienen una magia especial.

Otro ejemplo interesante de espacio educativo singular es el parque educativo de Marinilla (Bogotá) del equipo Mazzanti. Este edificio muestra cómo cada espacio es singular, pero sin olvidar que las zonas de circulación y transición son igualmente importantes. Thornburg habla de los “watering holes” como un lugar al que se debe dar un tratamiento especial, la conversación entre compañeros es uno de los momentos más instructivos en la vida de los alumnos y por ese motivo es fundamental que se faciliten esos lugares de intercambio. En este caso es en los lugares de transición entre las aulas donde se proporcionan espacios estanciales, llenos de luz y vegetación asumiendo que muchas veces es en el exterior de las aulas donde se experimentan las vivencias más relevantes para los alumnos.

¿Es necesario replantear la construcción de escuelas desde el inicio?

Para llegar a consolidar una unión real del binomio arquitectura y pedagogía es necesario la implicación de las administraciones públicas. Creemos que ha llegado la hora de sentar en la misma mesa a arquitectos, urbanistas, pedagogos y comunidades escolares para cambiar la normativa existente y elaborar entre todos las nuevas guías de diseño de los centros escolares del siglo XXI.

Además, desde la red pública se deben lanzar nuevos pliegos de concursos basados en esa nueva guía de diseño. Se necesita garantizar que la concepción y construcción de centros escolares siempre se realicen anteponiendo la calidad arquitectónica y pedagógica a la económica.

Un buen ejemplo es el reciente concurso organizado la Secretaría de Educación del Distrito Capital de Bogotá. Y para los centros ya existentes sería fundamental elaborar un plan de “re–creación” de la escuela que permita ir transformando y regenerando sus espacios.

La arquitectura dedicada a la infancia y su contexto urbano son asuntos considerados fundamentales para las instituciones educativas de un gran número de países.

En EE. UU. los ayuntamientos de Boston y Filadelfia han optado por la renovación de sus espacios educativos con el objetivo de comenzar un plan integral de regeneración urbana.

Conceptos de base para el proceso de diseño de los espacios de aprendizaje del siglo XXI

Para el cambio de paradigma en la educación a través de la transformación de sus espacios se necesita profundizar sobre algunos conceptos fundamentales que no son nuevos pero que se han perdido en los últimos años.

1. Identidad. ¿Cómo cambiar la imagen carcelaria y la obsoleta estética infantil de los centros escolares? ¿Cómo debe ser la imagen de un colegio?

Cada centro debe trabajar para ofrecer una imagen propia y que refleje los valores que promueve con elementos reconocibles y cercanos y otros que doten de identidad a cada centro. La personalización solo es posible involucrando a toda la comunidad educativa en el proceso de transformación.

2. Horizontalidad. ¿Para quién es un colegio?

Se debe garantizar en toda su configuración espacial la accesibilidad, inclusión y participación de toda la comunidad escolar. En definitiva, hay que proporcionar una horizontalidad en todos sus espacios de aprendizaje y que el alumnado se sienta parte activa de su educación. Para ello hay que diseñar ambientes permeables y transparentes que potencien su uso de forma democrática y participativa.

3. Heterogeneidad. ¿Cómo debe ser una aula?

La heterogeneidad es indispensable para una enseñanza lo más personalizada posible, ya no deberían concebirse aulas repetitivas y solamente unidireccionales (información que parte del profesor hacia el alumno), es el momento de la no–aula, todos los espacios pueden funcionar como aulas. Se requieren espacios heterogéneos que potencien la diversidad de rincones y ambientes de aprendizaje.

4. Convivencia. ¿Cómo son los espacios de socialización y transición?

Los espacios de transición son aquellos donde se desarrolla la convivencia de la comunidad escolar. Los antiguos lugares de paso (pasillos y accesos) se convierten en lugares de encuentro, de socialización y de aprendizaje.

5. Flexibilidad. ¿Cómo se organiza un colegio?

Los espacios que se propongan tienen que ser flexibles, transformables. La organización debe ayudar a que se pierda la rigidez en los usos y distribuciones y a que se fomente la versatilidad de los espacios y su fácil transformación en función de las necesidades de la comunidad escolar.

Es necesario añadir que un colegio no es un objeto ensimismado en la ciudad, sino que debe dialogar con el entorno, responder a las condiciones climáticas de cada lugar, aprovechar la mejor orientación para que sus espacios dispongan al máximo la luz natural y el soleamiento necesario como medida pasiva y por supuesto ser sostenible con el medioambiente utilizando materiales adecuados y gastando el mínimo de energía. En definitiva, el propio edificio debe educar, ser respetuoso y actuar como mediador entre la casa y la ciudad.

Proyectos de co–creación. Metodología participativa de transformación de los espacios educativos

Hay mucho por hacer a nivel político y social para que haya un cambio profundo en la educación y se logre aunar arquitectura y pedagogía, pero también hay mucho trabajo en la transformación de los centros escolares existentes. Recientemente hemos desarrollado una metodología participativa para orientar a centros que quieran cambiar su enfoque pedagógico. La arquitectura puede ayudarles y en muchos casos incluso puede ser el motor de dicho cambio.

A veces con herramientas muy básicas como el color, un mobiliario flexible, la eliminación de tabiques, un cambio de iluminación o incorporar una segunda piel, la transformación de los espacios es muy visible y el impacto en el aprendizaje es muy potente.

Para integrar la participación en los procesos de transformación de los centros escolares PEZarquitectos ha desarrollado el proyecto EL TERCER PROFESOR en el que la participación de la comunidad educativa en la transformación de los centros escolares es la base de la propuesta.

La integración de la comunidad educativa garantiza que la identidad, horizontalidad, heterogeneidad, convivencia y flexibilidad del centro educativo sean las más adecuadas.

España y ejemplos ciudadanos espontáneos de transformación de espacios educativos. Proyecto Micos

En España desde hace unos cinco años muchos estudios de arquitectura y urbanismo están mirando al mundo de la infancia y no les gusta lo que ven. Colegios, escuelas infantiles, caminos escolares, parques infantiles en los que el espacio público ha olvidado a la infancia y centros escolares que se han quedado obsoletos. La crisis ha fomentado que haya tiempo para la investigación en temas sociales y la invención de auto–encargos o micro–proyectos. Estamos en un momento de plena efervescencia del tema educativo y como las administraciones centrales no son partícipes hay una gran conciencia ciudadana de la necesidad de un cambio que se afronta con encuentros espontáneos y una gran diversidad de micro–acciones altruistas para intentar mejorar los territorios de la infancia.

En esta línea de acción PEZarquitectos ha desarrollado el Proyecto MICOS (microintervenciones en espacios escolares) centrado en la regeneración de los espacios públicos de los centros escolares como primer paso para una remodelación física y funcional del contexto urbano de proximidad para la infancia.

Todas las iniciativas de reflexión y acción de la arquitectura como aliada de la educación están contribuyendo a reforzar la enseñanza como pilar básico de la sociedad. Aunque los modelos y las escalas de transformación de los centros educativos sean distintos y sus soluciones más o menos acertadas el factor positivo es que el proceso de aprendizaje está adquiriendo para la sociedad la importancia que debe tener.

Las alianzas para mejorar la educación deben ser lo más numerosas y sólidas posibles. La alianza entre arquitectura y educación empieza a consolidarse y a aportar una nueva imagen de los lugares de aprendizaje. Nuestros niños y jóvenes se merecen los mejores entornos para poder convertirse en mujeres y hombres de un futuro mejor.

Sumario

En el siglo XXI se está forjando una alianza entre arquitectura y educación que comienza a dar sus frutos. La reflexión sobre espacio y pedagogía tiene, sin embargo, una larga trayectoria desde principios del siglo XX. Asumiendo las enseñanzas de los grandes maestros es posible afrontar retos futuros para una educación más integral.

 

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