Central nacionalEdición 13

El liderazgo pedagógico: una de las claves para alcanzar la calidad en la educación

Una de las claves para alcanzar la calidad en la educación

De manera generalizada se encuentra que todos los procesos de mejoría en la calidad de la educación están asociados con fuertes liderazgos de los rectores en las instituciones educativas. Es así como según los estudios adelantados por la UNESCO en América Latina, el liderazgo pedagógico se constituye en la segunda variable más importante para explicar la calidad de la educación. La primera es el clima del aula. Al respecto concluye el Laboratorio Latinoamericano en su segunda aplicación en la región (SERCE, 2006).

* La gestión del director es la variable que ocupa el segundo lugar de los procesos educativos en cuanto a la consistencia de su relación con el rendimiento, pues es significativo en 22% de los modelos ajustados para los países. Cuando el director enfoca su tarea en el liderazgo pedagógico y la promoción de los aprendizajes en la escuela, su actividad tiene un positivo impacto en el rendimiento académico de los estudiantes.

Al respecto McKinsey (2007: 70) después de estudiar los casos más exitosos a nivel mundial y los países con mayor progreso en los resultados de las pruebas internacionales PISA encontró que:

* Las reformas educativas rara vez tienen éxito sin un liderazgo efectivo, tanto a nivel del sistema como de cada escuela. Un estudio determinó que “no existe un solo caso documentado de una escuela que haya podido cambiar la trayectoria de los logros de sus alumnos sin contar con un fuerte liderazgo.” De manera similar, no hemos podido hallar un sistema educativo que haya sido transformado sin contar con un liderazgo sostenido, comprometido y talentoso.

Un tiempo antes, ya Braslavsky (2006) había señalado que prácticamente en todas las investigaciones educativas sobre la calidad de la educación se constataba que las características del ejercicio del rol directivo y, de modo más específico, la de los directores y directoras de escuelas, presentan una importante correlación con la posibilidad de gestar instituciones apropiadas para promover aprendizajes de calidad.

El clima de la institución está altamente influenciado por el director, en tanto algunas de las funciones esenciales de un rector son las de ampliar la participación, conformar equipos diversos e inteligentes en las áreas y los ciclos, así como cohesionar a la comunidad educativa en torno a metas comunes. Es así como un rector autoritario limita y restringe la participación; al hacerlo, debilita la trasparencia y genera tensiones en la comunicación. Del mismo modo, un rector permisivo no hace buenos seguimientos a los procesos, favorece los liderazgos disociadores y termina subordinado a los intereses particulares de algunos docentes, estudiantes o padres de familia, particularmente de los más manipuladores.

Por el contrario, los rectores con alto liderazgo favorecen la cohesión pedagógica y articulan a toda la comunidad en torno a las prioridades institucionales, al PEI y a la superación de las debilidades previamente detectadas. Su papel es central en la planeación, el seguimiento, la evaluación de los procesos y de los docentes, así como en el establecimiento de planes de mejoramiento a partir de allí. La participación de la comunidad educativa es condición necesaria para garantizar un trabajo más contextualizado y pertinente. Los rectores con liderazgo pedagógico tienen muy buen conocimiento del proceso educativo en sus instituciones, están al tanto de los debates nacionales más pertinentes e impulsan la reflexión pedagógica continua en sus instituciones. Al hacerlo, ponen en diálogo a la institución con los procesos educativos nacionales y con las dinámicas del contexto local y regional, se alimentan de las reflexiones e investigaciones nacionales e internacionales, e impulsan una mirada profunda y analítica en la propia institución. Para dimensionar adecuadamente lo anterior, no hay que olvidar que la ausencia de reflexión favorece la tradición y la rutina.

En lo que respecta al aula, también es claro que el rector tiene una incidencia decisiva al permitir o detener la agresión y el maltrato hacia los estudiantes o al establecer las características y condiciones en las que se realiza la comunicación, la participación y el trabajo en equipo en toda la institución.

Para cerrar esta argumentación recurriremos a una analogía deportiva, teniendo en cuenta algunos de los sucesos vividos en el último mundial de fútbol. Quizá más que en ningún otro, en el realizado en Brasil en el 2014, fue evidente el papel decisivo de los directores técnicos.

Con un equipo modesto (al menos sobre el papel), Jorge Luis Pinto puso a Costa Rica en cuartos de final. Nadie daba un peso cuando se supo que estaría en el mismo grupo con tres campeones mundiales: Uruguay, Inglaterra e Italia. Con seguridad estos equipos daban por hecho los tres puntos contra la “débil” Costa Rica. Sin embargo, no perdió ningún partido en la fase inicial y fue uno de los primeros clasificados a la siguiente ronda luego de vencer al reciente campeón de América (Uruguay) y a la renombrada Italia. En octavos, dio cuenta de Grecia, ganadora de la Eurocopa del 2004. En la última clasificación de la FIFA previa al mundial, Costa Rica apareció en el puesto 28 mientras que todos sus rivales estaban ubicados entre los diez primeros. El valor sumado de los salarios de todo su equipo era inferior al de uno solo de los jugadores de Italia: Balottelli (4,5 millones de euros por año). Estadísticas que realmente poco importaron.

El papel central en este resultado lo tiene un técnico estudioso, aguerrido, disciplinado y exigente: Jorge Luis Pinto. Lo apodan “explosivo” por su temperamento fuerte y algo autoritario, pero es indiscutible que el estudio minucioso de su rival hizo ver a Uruguay sin la garra característica o el orden táctico que ha demostrado los últimos años.

Con una personalidad mucho más pausada y reflexiva, José Pékerman es uno de los responsables del excelente nivel mostrado por Colombia durante la eliminatoria y el Mundial. Prácticamente con los mismos jugadores, logró ubicar y mantener a Colombia en el tercer puesto de la FIFA desde julio del 2013, cuando dos años atrás y bajo la dirección del “Bolillo” Gómez, estuvimos ubicados en el puesto 54 (junio de 2011): Generó la confianza, disciplina, el trabajo en equipo y la cohesión que había sido tan esquiva con los técnicos anteriores.

Por lo general los rectores no asisten a las reuniones de profesores ya que suelen permanecer encerrados en sus oficinas resolviendo problemas legales y administrativos.

Contrario a lo sucedido en el pasado mundial de fútbol, en la educación colombiana hemos subvalorado el papel de los rectores en el desarrollo de los sistemas educativos. Su rol se trastocó por completo por lo que hoy en día son expertos en procesos legales y administrativos pues tienen que atender las demandas y tutelas que a diario se les presentan, así como los frecuentes procesos de investigación y seguimiento de la Contraloría. Lo que necesitaríamos es desarrollar sus competencias metacognitivas para favorecer la planeación estratégica, la evaluación constante de procesos, la verificación del logro de las metas establecidas y la reelaboración de éstas.

Por lo general los rectores no asisten a las reuniones de profesores ya que suelen permanecer encerrados en sus oficinas resolviendo problemas legales y administrativos. Pero resulta que sin ellos es impensable fortalecer los Proyectos Educativos Institucionales, sin ellos es casi imposible cualificar el clima institucional, sin ellos es improbable aprehender de la experiencia previa, revisar los logros y retroalimentar los procesos.

Si en realidad queremos mejorar la calidad de la educación en Colombia, hay que convertir a los rectores en verdaderos líderes pedagógicos, garantizar su asistencia a las reuniones de docentes y su retorno parcial a las aulas de clase. Hay que empoderarlos como líderes y gestores de un clima institucional más participativo, transparente y colectivo. Así mismo, tendremos que transformar sus sistemas de formación, dotarlos de herramientas para garantizar evaluaciones formativas de docentes que retroalimenten el proceso educativo, en el mismo espíritu de la Ley General de Educación 115 de 1994. Esto no será posible mientras no superemos el sesgo administrativo y gerencial que se apoderó de la educación básica colombiana durante la década anterior y que tanto daño le ha hecho a la calidad de la educación en el país.

Artículos relacionados

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Podría interesarte
Close
Back to top button